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Ecología

El avance de las aguas estancadas

Pequeñas represas, lagunas y ciénagas proliferan en las zonas degradadas del Alto Xingú y alteran su biodiversidad

Un embalse formado por el bloqueo de un arroyo en una plantación de soja en la cuenca del Alto Xingú

Luís Schiesari

Los daños ambientales que causan las grandes represas hidroeléctricas, la extracción ilegal de madera y la expansión agropecuaria en la Amazonia son objeto de investigaciones desde hace décadas. Un estudio de la Universidad de São Paulo (USP) ahora hace hincapié en un tipo de alteración ambiental asociada a esas actividades y a la deforestación que ha pasado casi desapercibido: la multiplicación de pequeñas represas, lagunas, ciénagas y charcas en áreas degradadas por el desmonte. En conjunto, la superficie total de esos ecosistemas de aguas estancadas que pueden haber sido creados deliberadamente por el hombre o bien en forma involuntaria, como consecuencia de las alteraciones en el uso del suelo, favorece la expansión de especies adaptadas al medio acuático estanco, tales como ciertas especies de insectos, anfibios y peces.

Al fenómeno del avance de esas zonas de agua estancada se lo denominó “lentificación” en un artículo que salió publicado en junio en la revista científica Perspectives in Ecology and Conservation. “Este estudio es el primero, hasta donde sabemos, que propone que en las áreas deforestadas los sistemas de aguas estancadas pueden estar volviéndose más frecuentes con relación a los sistemas de aguas fluyendo”, dice el biólogo Luís Schiesari, de la Escuela de Artes, Ciencias y Humanidades (Each) de la USP, coordinador del trabajo. Esta hipótesis surge a partir de investigaciones que empezaron a hacerse en 2008 en la cuenca hidrográfica del Alto Xingú, en el norte del estado de Mato Grosso, la quinta mayor cuenca de la Amazonia, que comprende 492 mil kilómetros cuadrados (km2). Ese estado suma un tercio de los desmontes en la Amazonia.

Fábio de Sá/Unesp En un campo de pastoreo de Mato Grosso, un pozo con agua de lluvia acumulada hace las veces de abrevadero del ganado, y los anfibios e insectos acuáticos pueden utilizarlo para reproducirseFábio de Sá/Unesp

El trabajo de campo se llevó a cabo entre noviembre de 2011 y noviembre de 2013 en la región de la cabecera del río Xingú. Esas tierras están comprendidas entre los municipios de Querência y Canarana, donde las precipitaciones anuales promedian los 1.900 milímetros. Se demarcaron 26 transectos (líneas rectas marcadas en el terreno) de 2 kilómetros de longitud a través de zonas con diferentes tipos de ocupación del suelo: bosques, pastizales y plantaciones de soja. La idea era averiguar la cantidad de charcas y embalses de cualquier tamaño y profundidad en las áreas conservadas y en las deforestadas.

Al final del muestreo, los investigadores notaron que no había represas o aguazales en las zonas boscosas atravesadas por los transectos. Sin embargo, en los ambientes deforestados, la situación era muy diferente. En los pastizales y sembradíos de soja, en cada transecto detectaron, en promedio, 0,4 embalse y entre 10 y 12 charcas. Gracias a esa distinción, en esas parcelas proliferaban los anfibios y los peces más adaptados a los ecosistemas lénticos, de aguas tranquilas. “Los anfibios son excelentes indicadores de las alteraciones hídricas, dado que la mayoría de las especies se reproducen en aguas estancadas”, explica Schiesari. Algunas de esas especies son tolerantes a la degradación ambiental, como la rana arborícola que en Brasil se conoce como perereca-de-pintas-amarelas (Boana albopunctata).

En esas áreas, donde abundan las charcas, también se encontraron peces normalmente asociados a ambientes de aguas estancas o a segmentos de arroyos y ríos con aguas más lentas, tales como diversas especies de cíclidos, carácidos y tarariras. “Tal como se esperaba, la abundancia de la especie Melanorivulus megaroni, un pequeño pez adaptado a la vida en las charcas de las llanuras de inundación (vegas), era el doble de la que encontramos en los riachos que atravesaban las zonas selváticas”, dice el investigador. Es importante señalar que el fenómeno de la lentificación no implica necesariamente una expansión de los hábitats de agua estancada de alta calidad. “Muchos de esos ambientes se calientan, sufren agradación y se contaminan con fertilizantes y pesticidas”, comenta Schiesari.

El calentamiento de las aguas en la región del Alto Xingú ya había sido advertido por la bióloga Márcia Nunes Macedo, directora del Programa de Agua del Woodwell Climate Research Center, de Estados Unidos, e investigadora asociada del Instituto de Investigación Ambiental de la Amazonia (Ipam). Según uno de sus estudios –uno de los diversos trabajos que se tomaron como referencia para las observaciones de campo que efectuó el equipo de Schiesari–, los arroyos que corren por pastizales y cuencas sojeras son considerablemente más cálidos que los que fluyen por zonas boscosas. “La temperatura máxima diaria promedio era 4 ºC más alta en las pasturas y 3 ºC mayor en las plantaciones de soja que en las áreas preservadas”, explica Macedo.

Para Schiesari, el desequilibrio ecológico producto de la lentificación de las aguas puede contribuir a la proliferación de enfermedades en muchas áreas deforestadas de la Amazonia. “Aunque intervienen varios factores, los entornos acuáticos de origen antrópico, tales como las lagunas y los pequeños embalses están relacionados directamente con una mayor abundancia de especies del mosquito Anopheles, transmisor del paludismo. De igual manera, la construcción de represas puede multiplicar la incidencia de la esquistosomiasis, al expandirse enormemente el hábitat disponible para el caracol que transmite esa enfermedad”, dice.

La formación de pequeños embalses figura entre los factores principales para la creación de ecosistemas lénticos en el Alto Xingú. En 2010, por medio de análisis por monitoreo remoto, Macedo detectó la existencia de 10 mil pequeñas represas, cada una de ellas con una superficie promedio de una hectárea, el equivalente a un campo y medio de fútbol. “Muchas de ellas funcionan como estanques para que abreve el ganado o lagunas de cría de peces”, explica la investigadora. “Más allá de las obras de ingeniería realizadas con el propósito deliberado de promover la acumulación de agua estancada, también hay carreteras que cortan los riachos y, de esa forma, terminan haciendo las veces de represas”, añade Schiesari. Para Macedo, todavía hace falta una mirada más atenta sobre la ecología acuática en las áreas de selva tropical. “La propia creación del Parque Indígena del Xingú no tuvo en cuenta la ubicación de las cabeceras de los ríos, que quedaron en situación de vulnerabilidad por hallarse fuera de los límites de esa reserva natural”, comenta la bióloga.

La deforestación es otro factor importante para la lentificación de los recursos hídricos. Cuando los árboles con raíces profundas y copas frondosas son sustituidos por pastos y plantas herbáceas (como en el caso de la soja), la incidencia del proceso denominado evapotranspiración disminuye. Dicho de otra forma, el retorno del agua de lluvia a la atmósfera es menor. Se evapora menos agua del suelo y las plantas disminuyen su nivel de transpiración. En la medida en que una menor cantidad de agua vuelve a la atmósfera, un mayor caudal de la lluvia llega a los ríos por escurrimiento superficial o por infiltración. El nivel de los cuerpos de agua sube y aumenta el ancho de las áreas de inundación ribereñas, donde también pueden formarse charcas temporarias. El tránsito de las maquinarias y el pisoteo del ganado propician la compactación del suelo y este es otro factor que promueve la aparición de charcos. “Según el tipo de suelo, la edad de los pastos y la densidad de las cabezas de ganado, la compactación del suelo en las áreas ganaderas puede ser de 8 a 162 veces mayor que en las selvas”, dice Schiesari.

Resulta difícil predecir el impacto a largo plazo sobre la biodiversidad, a causa de esta proliferación de charcas y reservorios de agua en las zonas deforestadas de la Amazonia. “Todavía no sabemos cuál será su resultado sobre el ecosistema, que está sufriendo muchos cambios”, opina el ingeniero agrónomo Luiz Antônio Martinelli, del Centro de Energía Nuclear en la Agricultura (Cena), del campus de Piracicaba de la USP, quien no participó en los estudios. Un análisis de estos cambios es como montar un rompecabezas: “Cada grupo de investigación va encajando una pieza diferente”, compara Martinelli. En su opinión, la contribución del estudio coordinado por el grupo de la Each consistió en sacar a la luz el efecto de la lentificación sobre la biodiversidad de la Amazonia.

Proyecto
Impactos de la expansión del agronegocio de la caña de azúcar sobre las comunidades acuáticas (nº 08/57939-9); Modalidad Joven Investigador; Programa Bioen; Investigador responsable Luís Schiesari (USP); Inversión R$ 731.648,28

Artículos científicos
SCHIESARI, L. et al. Ponds, puddles, floodplains and dams in the Upper Xingu Basin: Could we be witnessing the “lentification” of deforested Amazonia? Perspectives in Ecology and Conservation. 23 jun. 2020
MACEDO, M. N. et al. Land-use-driven stream warming in southeastern Amazonia. Philosophical Transactions of the Royal Society B: Biological Sciences. 5 jun. 2013.

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