
Un incendio en la región de Corumbá, en Mato Grosso do Sul, el 12 de junio de 2024Ueslei Marcelino / Reuters / Fotoarena
En la mayor parte de Brasil, el primer semestre del año no suele caracterizarse por la aparición de grandes incendios forestales o focos aislados entre la vegetación. Entre un 70 % y un 90 % de los focos ígneos se detectan durante la segunda mitad del año. Las lluvias suelen ser más frecuentes en el período que va de enero a junio, lo que naturalmente inhibe o atenúa la extensión de los incendios, y los meses más secos a menudo sobrevienen a comienzos del segundo semestre, sobre todo entre julio, agosto y septiembre. Sin embargo, los primeros seis meses y medio de 2024 cuentan una historia diferente.
Entre el 1º de enero y el 16 de julio de este año se registraron en el territorio nacional unos 42.300 focos de incendios, un 50 % más que en el mismo período de 2023. Los datos proceden del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), y toman como referencia las observaciones vespertinas del satélite Agua, de la Nasa (la agencia espacial estadounidense) para monitorear la evolución de los incendios en el país. Desde 2003 y 2004, cuando se registraron 56.000 y 47.000 focos de incendios, respectivamente, en el mismo período, no se observaban tantos incendios en una época del año en la que las quemas normalmente son menos frecuentes.
En el primer semestre, la situación más dramática, con creces, se vivió en el Pantanal, que registró casi 3.900 focos de incendios durante los primeros seis meses y medio de 2024, una cifra 16 veces mayor a la registrada en el mismo lapso de 2023. El bioma, que alberga la mayor llanura inundable del planeta y abarca el 1,8 % del territorio nacional, nunca había registrado un número tan alto de incendios en la primera mitad del año. En las estadísticas del Programa Quemadas, del Inpe, que desde 1998 recoge los datos de incendios en todos los biomas brasileños, la cifra máxima para el primer semestre en el Pantanal había sido de unos 2.900 focos en 2020.
Con excepción del bioma Pampa, que se encuentra exclusivamente en Rio Grande do Sul, estado que fue blanco de crecientes e inundaciones masivas debido a las lluvias extremas que cayeron entre finales de abril y principios de mayo de 2024, todos los biomas han registrado un aumento de la cantidad de focos de incendios entre el 1º de enero y el 16 de julio. Al ser mucho más extensos que el Pantanal, que es el ecosistema más pequeño de Brasil, la Amazonia, el Cerrado y el Bosque Atlántico registraron, en cifras absolutas, más focos de incendios en el primer semestre que la gran planicie inundada. Pero en términos proporcionales, ninguno de ellos presentó una tendencia al alza ni siquiera cercana a la del Pantanal. Los mayores incrementos se registraron en la Amazonia (un 63 %), en el Bosque Atlántico (un 36 %) y en la sabana tropical del Cerrado (un 24 %). Uno de los aspectos negativos más destacados fue la alta concentración de incendios en febrero, normalmente una época de abundantes precipitaciones, en el estado de Roraima.
El apogeo de los focos de incendios en el Pantanal se produjo en junio, con alrededor de 3.300 focos ígneos. Las perspectivas para el segundo semestre no son alentadoras. “La estación apenas está comenzando y la tendencia predominante para el segundo semestre apunta a que aparezcan más focos de incendios no solo en el Pantanal, sino también en el oeste de la Amazonia y en el Cerrado”, dice el meteorólogo Gilvan Sampaio, coordinador general del departamento de Ciencias de la Tierra del Inpe.
Una combinación de factores, algunos de orden local y otros más difusos, explica el crecimiento del fuego en el bioma. El trasfondo más amplio, con repercusiones en todo el planeta, es el aumento incesante del efecto invernadero, que ha generado un calentamiento del clima terrestre en las últimas décadas. Entre julio de 2023 y junio de 2024, según datos del Servicio de Cambio Climático de Copernicus [C3S], la temperatura media de la Tierra se situó al menos 1,5 grados Celsius (ºC) por encima del promedio del período preindustrial, que corresponde a la segunda mitad del siglo XIX. En diciembre de 2023, fue 1,78 ºC superior a la media de este mes entre 1850 y 1990.
Fue la primera vez que el sistema de la agencia europea registró este nivel de aumento de la temperatura durante 12 meses consecutivos. El récord anterior había sido en 2016, cuando la temperatura se mantuvo durante tres meses 1,5 ºC por encima del promedio de la era preindustrial. La meta de los acuerdos internacionales sobre el clima con miras a limitar el aumento del calentamiento global en las próximas décadas a 1,5 ºC ‒un umbral alto, con graves efectos en distintas partes del planeta, pero que aún se considera manejable‒ se aleja cada vez más.
“El problema reside en que la temperatura en el Pantanal ha aumentado entre 3 y 4 ºC en las últimas cuatro décadas y las crecientes de los ríos de la región son cada vez más débiles”, dice la meteoróloga Renata Libonati, coordinadora del Laboratorio de Aplicaciones de Satélites Ambientales del Departamento de Meteorología de la Universidad Federal de Río de Janeiro (Lasa-UFRJ). “Hubo una extensa sequía que duró desde 2019 hasta 2022, con un pico en 2020 y, desde abril del año pasado, la temporada de lluvias prácticamente no llegó al bioma”. El resultado: las actuales condiciones locales han dejado al Pantanal más vulnerable a la escalada de incendios.
Los datos suministrados por el Lasa indican que, tan solo en el mes de junio, ardieron 4.060 kilómetros cuadrados (km2) del Pantanal. Esta cifra representa alrededor del 2,7 % de la superficie del bioma. Supera lo que se quemó en el mismo mes en toda la Amazonia, que abarca casi la mitad del territorio nacional. En todo el primer semestre, el área afectada por el fuego en el Pantanal ascendió a 7,227 km2, un récord histórico para el bioma en ese período. “Lo que estamos viendo es un inicio cada vez más temprano de la temporada de sequía en el Pantanal”, comenta Libonati.
El seguimiento indica que tan solo el 1 % de los incendios corresponde a causas naturales, es decir, que se originaron a partir de la caída de rayos. El 99 % restante es producto de alguna actividad humana. Se detectó alrededor de un 95 % de los focos de incendios en propiedades privadas y solamente un 5 % en áreas de protección ambiental o reservas indígenas.
Los informes divulgados por el proyecto MapBiomas corroboran los registros del Lasa y del Inpe, aunque con cifras ligeramente dispares. El proyecto MapBiomas es una iniciativa de la sociedad civil que funciona como una red colaborativa compuesta por más de 70 organizaciones no gubernamentales, universidades y startups tecnológicas que, desde 2015, produce datos y mapas anuales sobre la cobertura y el uso del suelo en Brasil. Según apunta una de sus herramientas, el Monitor de Incendios, las quemas del primer semestre en el Pantanal arrasaron 4.680 km2. Casi un 80 % de los incendios se produjeron en junio.

Incendio forestal en el municipio de Cantá, estado de Roraima, en febrero de este añoAlan Chaves / AFP vía Getty Images
Al igual que en los registros del Inpe, los alrededores de la ciudad de Corumbá, en Mato Grosso do Sul, concentraron los focos de incendio registrados por el sistema del MapBiomas. “La vegetación está muy seca en el bioma y el fuego prende y se propaga fácilmente”, comenta Mariana Dias, geógrafa de la organización. Además de consumir áreas forestales, las sequías recurrentes en el Pantanal están ejerciendo presión sobre la fauna que habita en la zona. En un estudio reciente, investigadores brasileños señalaron que el número de ejemplares de algunas especies, tales como el tapir amazónico (Tapirus terrestris) y el oso hormiguero gigante (Myrmecophaga tridactyla), ha disminuido a la décima parte tras los grandes incendios de 2020 (véase el artículo).
El nivel de los ríos es otro síntoma de que la región atraviesa una situación apremiante. Un boletín divulgado por el Servicio Geológico de Brasil (SGB) el 10 de julio subraya que varios tramos del río Paraguay, el principal tributario del humedal del Pantanal, registraba niveles críticos en su caudal. En Cáceres, un municipio del estado de Mato Grosso cercano a la cabecera del río, su nivel era de 70 centímetros (cm), 1,3 metros (m) por debajo de lo esperado para esta época del año. También el 10 de julio, la estación de medición de Porto Murtinho, en Mato Grosso do Sul, donde el río sale del territorio nacional, registró una altura de 1,73 para las aguas del río Paraguay. En este sitio, el nivel promedio histórico para este período es de 5,28 m. “Estamos registrando niveles cercanos o inferiores a los mínimos históricos para el período prácticamente en todas las estaciones monitoreadas en la cuenca”, advirtió el ingeniero químico Mauro Campos Trindade, del SBG, en un comunicado de prensa del organismo.
Con la mira en la Amazonia
En el segundo semestre, es probable que la atención por los incendios se centre más en la Amazonia y en el Cerrado, los dos biomas más extensos de Brasil, que cubren casi las tres cuartas partes del territorio nacional. “La lucha contra los incendios de junio en el Pantanal ha logrado reducir la cantidad de focos en julio, pese a que apenas estamos entrando en los meses históricamente más secos”, comenta Sampaio. “Pero la coyuntura en la región occidental de la Amazonia y en el Cerrado es preocupante”.
La estación seca parece estar empezando antes y terminando más tardíamente en muchas partes de Brasil, especialmente en el centro-norte del territorio nacional. En lugar de dejar de llover en mayo, la sequía a veces comienza en abril y se extiende hasta noviembre. Como parte de la humedad de la Amazonia se desplaza hacia los demás biomas del país por el aire, a través de lo que se conoce como ríos voladores, lo que ocurre en la gran selva tropical repercute en el clima de zonas situadas a miles de kilómetros de distancia. Si la llegada de las lluvias se retrasa allí, el resto del país también padece la sequía.
La problemática del aumento de la temperatura en la atmósfera es otro de los puntos preocupantes. “En ciertos sectores de la Amazonia, como en el estado de Acre y parte del de Rondônia, la temperatura media a mediados de año supera en 3 ºC el promedio histórico”, dice el investigador del Inpe. Además del calentamiento global, otro factor que influye en la oscilación de los termómetros en tierra firme es el comportamiento de los océanos. Un calentamiento o enfriamiento expresivo de las aguas superficiales del Pacífico y del Atlántico puede generar más o menos precipitaciones en diversos puntos del país. Por ahora, las aguas del Pacífico ecuatorial parecen hallarse a temperaturas normales o en vías de enfriarse (el fenómeno conocido como La Niña). En tanto, el Atlántico ecuatorial se calienta cada vez más, lo que tal vez traiga más lluvias al norte de la Amazonia a finales de año.
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