Imprimir Republish

ADMINISTRACIÓN

Los emprendimientos se consolidan como campo de investigación

Estudios confirman la percepción que indica que Brasil es un país difícil para realizar negocios

Adriana Alves

Desde que existen los mercados, hay emprendedores: personas que abren, gestionan y, a menudo, deben cerrar sus propios negocios. El conocimiento sobre la creación y la administración de empresas ha florecido en el último siglo, centrándose en la gestión y la estrategia de las grandes compañías. Pero solo recientemente los emprendimientos en sí mismos se han convertido en un campo de estudio plenamente desarrollado, con revistas especializadas, carreras de posgrado, núcleos de estudios y asignaturas universitarias específicas.

“Es una evolución del campo de la administración. El estudiante de hace 30 años rara vez pensaba en emprender: iba a la universidad para trabajar en grandes empresas”, recuerda Edgard Barki, coordinador del Centro de Emprendimientos y Nuevos Negocios de la Fundación Getulio Vargas de São Paulo (FGVCenn). “Muchas cosas han cambiado. La nueva generación ya no quiere trabajar en compañías tradicionales y, merced a las nuevas tecnologías, el ingreso a los mercados se ha vuelto más fácil”, dice. La investigación acompaña este fenómeno. “Ya no basta con investigar cómo funcionan las empresas: hay que investigar cómo nacen. Y al investigar, también se estimula. Es un ciclo: investigación, mercado y enseñanza”.

En 2003, en el artículo Entrepreneurship: The past, the present, the future [Emprendemientos: pasado, presente y futuro], el teórico de la administración Arnold Cooper (1933-2012), de la Universidad Purdue, Estados Unidos, se refirió al campo de los estudios sobre emprendimientos como incipiente e inmaduro, en alusión a la falta de rigor metodológico y la escasa cantidad de investigadores interesados. Sin embargo, en ese momento identificó un interés creciente por el tema entre los estudiantes. Por ello, predijo que en los años siguientes habría un rápido crecimiento de la cifra de publicaciones.

Los datos publicados en el artículo intitulado “Producción científica sobre emprendimientos en Brasil. Una revisión de la literatura desde 2004 hasta 2020” sugieren que la predicción se confirmó. El artículo, de autoría de investigadoras de la Universidad Federal de Bahía (UFBA) y del Instituto Federal Bahiano (IFB), contabiliza 59 revistas especializadas en emprendimientos en el mundo, como Journal of Business Venturing y Entrepreneurship: Theory and Practice. En Brasil, durante el período estudiado, se produjeron 308 artículos académicos sobre el tema, según datos de la Scientific Electronic Library Online (SciELO). Las revistas con más publicaciones fueron Revista de Administração Contemporânea (RAC), Revista de Administração Mackenzie (RAM) y Cadernos Ebape.

Actualmente, solo en la Universidad de São Paulo (USP) hay más de 100 asignaturas, en varias facultades, dedicadas a los emprendimientos, según la guía Disciplinas empreendedoras, publicada este año por el Núcleo de Emprendimientos de la USP (NEU). Artur Vilas Boas, empresario, doctor en administración por la USP y coordinador del NEU, añade que un impulso importante para estos estudios fue resultado de la crisis de las empresas de internet en el año 2000. “Con el estallido de la llamada ‘burbuja de las punto com’, se suscitó una reflexión sobre el proceso de creación de empresas, en el que hay varios modelos. El conocimiento se fue sistematizando poco a poco, en simultáneo con el éxito de estas nuevas empresas”, dice.

Adriana Alves

Un campo clásico del estudio de los emprendimientos es el ambiente de negocios, es decir, la facilidad para fundar, gestionar y, eventualmente, cerrar empresas. Hay diferentes metodologías para medirlo.

El informe “Doing business subnacional Brasil 2021”, realizado el año pasado por economistas del Banco Mundial a petición del gobierno federal brasileño con el respaldo del Servicio de Apoyo a las Micro y Pequeñas Empresas (Sebrae), la Confederación Nacional del Comercio (CNC) y la Federación Brasileña de Bancos (Febraban), analiza el ambiente de negocios en las capitales brasileñas, los procesos de apertura de empresas, la obtención de permisos de construcción, el registro de las propiedades, el pago de impuestos y la ejecución de contratos. La investigación se estructuró en entrevistas y simulaciones para comparar el escenario al que se enfrenta el emprendedor en diferentes países, estados y ciudades. Hay algunos datos sobresalientes. El principal se refiere a los trámites burocráticos. Los conflictos fiscales representan alrededor del 70 % de las ejecuciones judiciales en curso en el país. Formalidades como la obtención de permisos, aquí tardan más que la media en América Latina y el Caribe.

“La legislación de Brasil es compleja, posee cuatro impuestos sobre las ventas en lugar de un único impuesto sobre el valor agregado, como es en la mayoría de los países”, dijeron Laura Diniz y Erick Tjong, los economistas del Banco Mundial responsables de la investigación, en una entrevista por correo electrónico. “Las propuestas de reforma tributaria que se están debatiendo en el Congreso apuntan a reducir la complejidad del cumplimiento de las obligaciones fiscales unificando los impuestos que gravan las ventas de bienes y servicios”.

Otra metodología es la del Índice de Ciudades Emprendedoras (ICE), publicado por la Escuela Nacional de Administración Pública (Enap), en colaboración con la red de emprendedores Endeavor. El informe presenta una clasificación de los 100 mayores municipios del país según la facilidad para emprender. Entre los principales elementos evaluados figuran el ambiente regulatorio, la infraestructura, el acceso al crédito y el capital humano. La ciudad de São Paulo ocupa el primer lugar, con el énfasis puesto en su población y su cercanía con otros grandes centros, lo que afecta positivamente la capacidad de conexión entre emprendedores.

Uno de los objetivos del ranking es auxiliar a los administradores públicos para que mejoren las herramientas de apoyo a los empresarios incipientes. “Hay varios factores en los que los gestores municipales pueden intervenir para mejorar el posicionamiento de su municipio. La cultura emprendedora, en cambio, no depende tanto de la actuación del gestor, sino que puede cambiar en la medida en que la gente entienda, sin prejuicios, el rol emprendedor para la prosperidad del país”, reflexiona Claudio Shikida, coordinador general de investigación de la Enap.

Las investigaciones confirman la percepción de que Brasil es un país complejo para hacer negocios y emprender

La investigación Empreendedorismo no Brasil [Emprendimientos en Brasil], publicada el año pasado por el Global Entrepreneurship Monitor (GEM), una asociación entre el Babson College (EE. UU.) y la London Business School (Reino Unido) existente desde 1999, y realizada en Brasil desde el año 2000 por el Instituto Brasileño de Calidad y Productividad en colaboración con el Sebrae, emplea un modelo conceptual cuyo objetivo es entender el contexto social, cultural y político que influye en el vínculo de los individuos con la actividad emprendedora. Y, al mismo tiempo, “impone condiciones estructurales al desarrollo de emprendimientos, definiendo las posibilidades de agregado de valor, de empleo y de desarrollo de la economía”, describe el informe.

Todas estas investigaciones confirman la percepción tradicional de que Brasil es un país complejo para hacer negocios y, en particular, para emprender. En cada informe aparecen quejas al respecto de la lentitud del proceso de creación de una empresa y las dificultades que supone tener que lidiar con el código tributario, lo que implica que los costos sean elevados y una pérdida de tiempo.

No obstante, el país ha introducido en las dos últimas décadas una serie de modificaciones legales con el objetivo de hacer más receptivo el ambiente de negocios. La figura del microemprendedor individual (MEI), creada en 2008 a partir de una ley complementaria, redujo los tiempos para abrir una empresa, permitió a los pequeños negociantes encauzar formalmente sus actividades y, con ello, la posibilidad de acceder al crédito. En 2019 se aprobó la Ley de Libertad Económica, con el propósito de simplificar el ambiente de negocios y, al año siguiente, se reformó la ley quiebras para facilitar la recuperación judicial de las empresas fracasadas. El año pasado, el Congreso aprobó el Marco Legal para las Startups, con el objetivo de estimular el modelo de creación de empresas que caracteriza a la era de la economía digital.

“Brasil está avanzando bien, pero los cambios solamente tendrán impacto a mediano plazo”, dice Shikida. “La Ley de Libertad Económica se replica en algunos municipios y estados, pero no en todos. Desde 2008 también existe la Redesim, una red de sistemas informatizados para registrar y legalizar empresas y negocios en las entidades federativas. Esta red pretende simplificar la apertura de empresas en el país.

Diniz y Tjong, del Banco Mundial, consideran que la Redesim es un avance, pero señalan que su implementación ha sido lenta y desigual. “Aunque la red se creó en 2007, el marco regulatorio no se aprobó hasta 2011. La adhesión de los organismos estaduales y municipales es opcional y requiere la adecuación de los distintos programas informáticos que utilizan las juntas comerciales, la agencia recaudadora central Receita Federal y las secretarías de finanzas estaduales y municipales, entre otros. En 2020 todavía había organismos que no estaban integrados, en todas las capitales”, informan.

“En los últimos 15 años, Brasil ha avanzado en la mejora de su ambiente de negocios y en el incentivo a los emprendimientos. La apertura de empresas se ha agilizado. En São Paulo, el proceso pasó de más de 100 días a dos semanas. En 2020, este intervalo era aún más corto en muchas capitales brasileñas. Actualmente también es posible abrir un MEI completamente online, en forma gratuita y en pocos días”, dicen Diniz y Tjong.

El porcentaje de emprendimientos motivados por la necesidad llegó a ser de un 50,4 % en Brasil durante el primer año de la pandemia de covid-19

Para Barki, las reformas legales han tenido un impacto, han facilitado la vida de los emprendedores y promovieron el surgimiento de los primeros “unicornios” (empresas que alcanzan un valor de mercado de 1.000 millones de dólares o más) en Brasil. “Pero aún queda mucho por hacer. El ambiente de negocios ha mejorado, estamos en camino hacia una desburocratización, pero sigue siendo más limitante que alentador”, dice, y añade que hay una diferencia entre dejar de poner trabas y desarrollar políticas públicas que estimulen los emprendimientos. “Hay casos de políticas audaces que realmente fomentan la innovación, con incentivos fiscales. Un ejemplo de país que ha conseguido seguir esta senda y ha generado un ecosistema de emprendimientos es Israel”.

En los dos años de la pandemia, pese a los períodos de parálisis de los negocios y del trabajo a distancia, el balance de la creación de empresas en Brasil fue positivo. Según el boletín Mapa das empresas, del Ministerio de Economía, en 2020 se abrieron 2,6 millones de empresas más que las que se cerraron. El año pasado, el saldo fue de 2,3 millones. Esto se explica, en parte, por las turbulencias económicas del período: con el aumento del desempleo, muchas personas vieron en la apertura de su propio negocio la única salida a la crisis. “La pandemia demostró la necesidad de contar una regulación más ágil y favorable a los emprendimientos. Entre no tener dinero para pagar las cuentas y emprender un negocio, muchos optaron por esto último”, resume Shikida.

Este tipo de iniciativas suele denominarse “emprendimientos por necesidad”, que se contrapone al de los “emprendimientos por oportunidad”. En otras palabras: la persona no creó su empresa porque vislumbró una demanda en el mercado, sino porque estaba atravesando una situación desesperante. Según el GEM, el porcentaje de emprendimientos motivados por la necesidad en el país pasó en 2020, durante el primer año de la pandemia de covid-19, de un 37,5 % a un 50,4 %.

“Estadísticamente, cuando la economía mejora, los emprendimientos por necesidad disminuyen. En general, el balance es de alrededor de un 70 % de emprendimientos por oportunidad. Desde luego, también hay empresas creadas por necesidad que crecieron y se convirtieron en grandes historias de éxito. Pero son caso aislados”, dice Vilas Boas.

Barki critica la distinción entre oportunidad y necesidad. “Hay que entender mejor el concepto cuando se habla de emprendimientos. La decisión de emprender implica asumir riesgos, y para eso es preciso tener una determinada mentalidad. No todo el mundo quiere emprender: mucha gente quiere un empleo. En tiempos de desempleo, la gente que pasa apremios busca changas, trabajos precarios que a veces se convierten en negocios. ¿A eso se le puede llamar emprendimiento?”

Adriana Alves

La pregunta de Barki apunta a una ambigüedad en el vocabulario, ya que el término “emprendedor” suele utilizarse de dos maneras. En el sentido más amplio, se lo utiliza en la investigación sobre el ambiente de negocios: todo individuo que pone en marcha una empresa, buscando ganarse la vida sin responder a un patrón. Pero también hay un sentido más estricto: el de la persona que hace del emprendimiento un verdadero oficio.

“Hay negocios en los que la persona tiene un espíritu emprendedor, pero sólo quiere construir algo para sí misma. Otros apuntan a ganar escala, aspiran a un crecimiento exponencial”, dice Vilas Boas. “Los procesos son diferentes. En el ámbito académico, existen teorías específicas para cada uno de ellos. La apertura de una franquicia o un bar, que crece poco a poco, no es lo mismo que crear una industria innovadora o una aplicación para teléfonos móviles, pensando en venderla a una gran compañía”, resume.

El emprendimiento en el sentido “exponencial” corresponde a un ecosistema de instituciones de apoyo, tales como las aceleradoras, inversores de capital de riesgo y plataformas que ofrecen servicios especializados. Es lo que se denomina “cultura de las startups”, que surge a partir del término en inglés que originalmente designaba a cualquier empresa de creación reciente, pero que hoy en día suele aplicarse a las empresas tecnológicas. En simultáneo, según Vilas Boas, se está produciendo un cambio en la relación entre la universidad y el mercado.

La evolución comenzó en las aulas, en el transcurso de las tres últimas décadas, según Vilas Boas, quien estudió el tema tanto en su maestría como durante su doctorado. “Los docentes empezaron a darse cuenta que emprender requería nuevas formas de enseñar. Así fue que surgieron asignaturas basadas en proyectos, como la creación de una empresa, aunque fuera simulada”, recuerda. En su doctorado, defendido el año pasado, Vilas Boas sostiene que la formación de emprendedores se da en “múltiples ambientes”. “Aparte de las aulas, se crearon incubadoras de empresas, programas de desarrollo de startups y mentorías con docentes. Las junior empresar, las consultoras administradas por estudiantes, consttuyen un excelente punto de partida”.

Como centros de producción de conocimiento, las universidades están bien posicionadas para erigirse en centros de fomento de las startups. “Las universidades han entendido que la vocación para la innovación pasa por emprender. Hoy en día, el desarrollo de esta cultura es importante para ellas”, comenta Vilas Boas. El “emprendimiento académico”, como se ha denominado al papel que cumplen las universidades en la creación y el desarrollo de nuevos negocios, es una tendencia creciente en Estados Unidos desde los años 1980, según expresa el artículo “Tipologías de emprendedores académicos y los límites y posibilidades de integración con las empresas y el Estado”, publicado el año pasado en la Revista Administração em Diálogo. La integración entre el mercado y el universo académico fue incentivada por la Ley Bayh-Dole (1980), que reguló la transferencia de tecnología entre las universidades y las empresas. Con la intención de generar un incentivo similar, en Brasil se aprobó el marco legal de la Ciencia, la Tecnología y la Innovación (Ley nº 13.243/2016).

Emprender para innovar
Uno de los objetivos del programa de Investigación Innovadora en Pequeñas Empresas, de la FAPESP, consiste en fortalecer el ecosistema de emprendimientos e innovación, en particular a través de la modalidad Pipe-TC (transferencia de conocimientos), puesta en marcha este año. Dicha modalidad brinda apoyo s las colaboraciones entre universidades o institutos de ciencia y tecnología y las empresas, y contempla desde las startups hasta las medianas empresas. “Las universidades siempre han solicitado ayuda para financiar el desarrollo de prototipos, por ejemplo. Si hay investigadores que han desarrollado una tecnología y hubiera alguna empresa interesada en la misma, nosotros financiamos esa etapa”, sintetiza la ingeniera de alimentos Luciana Hashiba, de la Coordinación Adjunta de Investigación para la Innovación de la Dirección Científica de la FAPESP.

Ella también pone el acento en la modalidad Pipe-Emprendedor, que ofrece capacitación a empresas que ya forman parte del programa. “Esta metodología consiste en descubrir cómo puede aplicarse la tecnología que la empresa está desarrollando y generar valor. Para ello se lleva a cabo un análisis de los llamados stakeholders: posibles clientes y agentes de mercado. Algunas empresas acaban encontrando caminos que ni siquiera habían imaginado y pueden evolucionar en la perspectiva de negocios de su proyecto”, dice.

En marzo, la FAPESP promovió un cambio en su política de propiedad industrial, renunciando a su participación en los resultados de las empresas que han tenido éxito. Hasta entonces, las empresas cuyos proyectos eran exitosos, poseían la propiedad intelectual de los productos, pero debían compartir los beneficios resultantes hasta el límite del monto financiado. “Nos dimos cuenta que ello generaba inseguridad en las empresas. La disposición es de carácter retroactivo. Toda empresa que haya firmado el plazo de concesión antiguo puede cambiar a uno nuevo a partir de esta modificación”, explica Hashiba.

Artículos científicos
SILVA MOREIRA FERREIRA, A. da et al. Produção científica em empreendedorismo no Brasil: Uma revisão de literatura de 2004 a 2020. Revista Gestão & Planejamento. v. 21. 2020.
FRAGA DA SILVA, C. et al. Tipologias de empreendedores acadêmicos e limites e possibilidades da integração com empresas e o Estado. Revista Administração em Diálogo. v. 23, n. 2. 2021.

Republicar