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TRAYECTORIAS

El espacio de las mujeres en la economía

Una investigación revela el abismo de la subrepresentación femenina en las facultades y la importancia de modificar este panorama

Catarina Bessell

Fue a principios del siglo XIX, más precisamente en 1801, cuando José da Silva Lisboa (1756-1835), el vizconde de Cairu, escribió su Princípios de direito mercantil. A esta obra se la considera como la primera sobre economía publicada en Brasil, y a él, como el primer economista brasileño (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 313). En aquella época, el país no tenía ninguna universidad, lo que le impedía al autor transmitir sus conocimientos en un salón de clases. El panorama empezó a cambiar cuando la corte portuguesa desembarcó en Salvador, siete años después. Cairu, quien desempeñó un rol clave en la liberación de los puertos, aprovechó su influencia para ofrecer el curso denominado Clase Pública de Ciencias Económicas en la ciudad de Río de Janeiro, a finales de 1808.

Durante más de un siglo, la enseñanza de la economía se limitó a ser una asignatura complementaria de las carreras de derecho e ingeniería. No fue sino hasta 1938, en Río de Janeiro, y en 1946, en São Paulo, que se crearon las facultades de economía. La regulación de la profesión llegó poco después, en 1951. Pero existe un problema persistente desde la creación de las primeras carreras: la escasa representación femenina en el alumnado y, en consecuencia, en los estudios de posgrado, en el cuerpo docente y en la investigación científica.

¿Por qué y cómo es que sucede esto? Para intentar responder a estas preguntas, la economista Fabiana Rocha, de la Facultad de Economía y Administración de la Universidad de São Paulo (FEA-USP), convocó a un grupo de colegas de la institución y redactaron un artículo conjunto sobre las diferencias de género en la trayectoria académica en economía en Brasil, que fue publicado recientemente en la revista Cuadernos de Economía, que edita la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Colombia. Es el primer resultado de las actividades que lleva a cabo el grupo EconomistAs, creado en 2017.

La idea del artículo surgió de la percepción de lo que ocurre en el cotidiano del área. “La cantidad de alumnas en la carrera de grado en economía de la USP siempre ha sido baja, de alrededor de un 30 % del total, pero lo que más ha llamado la atención fue que ese porcentaje no se ha modificado demasiado a lo largo del tiempo, pese a que las mujeres han pasado a ser mayoría en las universidades y al crecimiento verificado en otras áreas donde predominaban los varones, como en el caso de algunas de las ramas de la ingeniería”, dice Rocha, quien integra la coordinación de áreas de la Dirección Científica de la FAPESP. En el posgrado, el panorama es peor aún. “Además, las mujeres tienen más dificultades para llegar a ocupar cargos administrativos de mayor prestigio en la universidad”.

Para hacerse una idea de lo que se revela y se debate en el artículo, en 2019, las mujeres representaban el 57 % de los estudiantes universitarios de todo Brasil, pero solamente un 38 % de los alumnos de la carrera de economía, un porcentaje inferior al de aquellas que eligieron las carreras de química, matemática y estadística, por ejemplo. “También nos llamó la atención el pequeño número de mujeres que son docentes permanentes en los programas de posgrado del área. Ahora el cuadro se ha modificado un poco, pero la participación femenina sigue siendo minoritaria y va decayendo a medida que se asciende en la trayectoria”, dice Rocha.

Paula Pereda, coautora del artículo y profesora asociada de la FEA-USP, explica la metodología que utilizaron para escudriñar un escenario cuya mayor dificultad es, precisamente, la escasez de información. “Estudiamos la evolución de la trayectoria en Brasil recurriendo a diversas bases de datos secundarias, tales como las inscripciones para el examen de ingreso a la maestría y la información de los dos mayores congresos de economía del país, el que organiza la Anpec [Asociación Nacional de Centros de Posgrado en Economía] y el de la SBE [Sociedad Brasileña de Econometría]”, informa Pereda.

Rocha añade que se elaboró un cuestionario anual para las facultades siguiendo el modelo del adoptado por el Committee on the Status of Women in Economics (CWESP) de la American Economic Association. “El cuestionario se aplicó por primera vez en Brasil en 2018, reuniendo información relativa al año anterior. Con base en la discriminación por género, se formularon preguntas referidas a la cantidad de docentes en cada etapa de la carrera académica, la cantidad de docentes que ocupan cargos administrativos y el número de estudiantes de pregrado, maestría y doctorado”, dice.

Se descubrió entonces que la participación femenina es mayor en las universidades públicas que en las privadas y en instituciones no tan bien evaluadas por la Capes. En términos de productividad, no se hallaron diferencias entre las tasas de remisión y las de aceptación de artículos científicos y se identificaron cuáles son las áreas académicas que más les interesan a las mujeres. “Ellas prefieren la microeconomía aplicada a las áreas de la educación, la salud, la trabajo y la demografía, mientras que los varones se inclinan más por las áreas de la macroeconomía, finanzas y teoría económica”, informa Rocha.

En el artículo no se investigan los motivos por los cuales las mujeres eligen esas áreas. Según la investigadora, estaría haciendo falta un estudio que abarque otros campos del conocimiento, pero Pereda intuye que una de las razones podría ser lo que se conoce como “sesgo de preferencia”, es decir, las mujeres tienen, por término medio, preferencias distintas a las de los varones, lo que las lleva a escoger áreas diferentes. “Otra explicación”, prosigue, “aunque las evidencias no son tan sólidas, sería una especie de autoselección en áreas menos competitivas en función del rol que cumplen las mujeres en el cuidado de los hijos y familiares. También es posible que ocurra lo que llamamos exclusión social, que es cuando las mujeres evitan las áreas dominadas por los varones. Otro de los motivos sugeridos por la literatura alude a una mayor aversión al riesgo de las mujeres, dado que tienden a evitar más la competencia que los varones”.

Regina Madalozzo, docente en el Insper e investigadora del Grupo de Estudios en Economía de la Familia y Género (GeFam), recaba algunas hipótesis: “Existen áreas como la de microeconomía aplicada en donde las mujeres proponen trabajos que encuentran mejor aceptación. Naturalmente, acaban quedándose en esas áreas, aunque no necesariamente las hayan elegido cabalmente”. Cuando se decantan por ellas, no se dan cuenta que ha sido lo mismo que hicieron otras mujeres. “Pero no creo que se trate de una propensión natural del género. Por otra parte, tardamos en darnos cuenta de que el mercado, nuestros colegas y la academia nos ven primero como mujeres y solo después como economistas. Como esta percepción precede a nuestro trabajo, hay una evaluación diferente que acaba perjudicando la carrera académica de las mujeres”.

¿Cómo podrían contribuir las instituciones educativas para modificar esta realidad? Según Pereda, una de las cuestiones más importantes es que haya un mayor porcentaje de mujeres enseñando en las asignaturas más importantes de la carrera. “Otra apuesta válida sería contar con más mujeres en los comités de evaluación de artículos científicos o en los jurados de selección de docentes. Que haya más mujeres invitadas a ofrecer conferencias también contribuiría a una mayor identificación de las estudiantes y para que se sientan más representadas. La oferta de mentorías a las estudiantes suele animar más a las alumnas a elegir la profesión. Las posibilidades son muchas”, analiza. Madalozzo también incluye la necesidad de que las instituciones acompañen el proceso de contratación docente para sus respectivas investigaciones. “Se necesita saber si están brindando las mismas oportunidades a las alumnas y a los alumnos de la carrera de grado y hay que prestar atención a los ascensos de los docentes en los departamentos”.

A mediano plazo, acciones como estas tienden a hacer que el ambiente académico sea más diverso, lo que se refleja en los temas de las investigaciones, que pueden ampliar la conexión de la economía con retos hoy en día fundamentales para el conocimiento humano, como aquellos que involucran la crisis climática, los problemas sanitarios, raciales y, naturalmente, de género. Según las investigadoras, todos salen ganando. “La subrepresentación femenina restringe el tipo de interrogantes que se plantean y las investigaciones científicas que se llevan a cabo no tienen en cuenta todo el conjunto de perspectivas posibles para distintas cuestiones, que incide en el debate al respecto de las políticas públicas que, finalmente, serán implementadas”, reflexiona Rocha. “Más allá de esto, la eliminación de los sesgos y el cambio de las normas sociales hace que las mujeres se sientan más respetadas en el ambiente escolar, laboral y de investigación”, añade Pereda.

Para Madalozzo, es fundamental que se aborde la cuestión de género en el campo de la economía. “Incluso porque aún hoy en día, en muchas facultades de economía, hay profesores diciendo en el aula que van a explicar los conceptos de nuevo, para que las mujeres los entiendan. Es una muletilla que esperábamos no volver a escuchar y, en 2022, se sigue repitiendo”, lamenta. “Semejante ambiente no es saludable para los varones, y mucho menos para las mujeres”.

Artículo científico
ROCHA, F. et al. Gender differences in the academic career of economics in Brazil. Cuadernos de Economía. 40(84), 815-52. 2021.

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