Entre los viajeros, los curas o los naturalistas que escribieron sobre la naturaleza brasileña para un público amplio, resulta difícil encontrar alguno que haya sido tan proficuo, abarcador y entusiasmado como Eurico de Oliveira Santos. Agrónomo, nacido en Río de Janeiro en 1883, Oliveira Santos escribió para periódicos, creó cuatro revistas de agronomía y publicó alrededor de 50 libros sobre animales y plantas de Brasil, desde 1910 hasta el final de la década de 1960. Su trabajo fue anterior al de un divulgador de la ciencia más conocido, José Reis, médico carioca que escribía inicialmente sobre enfermedades de aves en la revista O Biológico, publicada por el Instituto Biológico de São Paulo a partir de 1935, y después sobre ciencia en general en periódicos paulistas de gran circulación, especialmente en Folha de S.Paulo.
Oliveira Santos, al igual que José Reis en O Biológico, expresaba satisfacción al mostrarle la naturaleza al lector, sin por ello abdicar de la precisión. Con un horizonte más amplio que su sucesor, escribió textos sobre la domesticación de los perros –el tema del primer libro, de 1927–, árboles de Brasil, huertas y pomares, enfermedades de las frutas y, en la línea que lo hizo más famoso, sobre la vida y las costumbres de animales brasileños –anfibios y reptiles, peces, moluscos, insectos, pájaros y mamíferos–, más tarde reunidos y republicados por editorial Itatiaia. Siempre contaba con el apoyo y la ayuda de expertos que admiraban su trabajo de transmitirle el conocimiento científico a un público amplio. Por ejemplo, Arthur Neiva, director del Instituto Biológico, quien escribió el prólogo de Pássaros do Brasil, de 1940.
Oliveira Santos empezó a escribir en un lenguaje sencillo debido a la convivencia con periodistas, mientras estudiaba agronomía, y por la escasez de libros sobre los animales brasileños, mientras que sí había muchos sobre los de otros países. Su rol como divulgador de la ciencia consistía en transmitirle el conocimiento de los expertos al gran público de manera panorámica. “Quien divulga para difundir la ciencia entre los no especializados no necesita ser profundo, y esta cualidad de la no profundidad se vuelve incluso indispensable para el divulgador. Lo que éste necesita en primer lugar es ser ameno, ser sintético y agradable”, argumentó en el prólogo de Moluscos.
“Su forma de escribir cautivaba”, comenta el ornitólogo del estado de Paraná Fernando Costa Straube, admirador de la obra de Oliveira Santos. “Niños recién alfabetizados empezaran a desarrollar el gusto por la investigación científica gracias a sus libros, redactados en lenguaje claro y accesible”. Él mismo ya había leído Da ema ao beija-flor cuando, a los 15 años, Oliveira Santos le regaló otro libro, Pássaros do Brasil, de la primera profesora de biología de la enseñanza media, Zélia Arns, su prima y la hermana de monseñor Paulo Evaristo Arns y de Zilda Arns.
Olveira Santos escribió intensamente para periódicos durante décadas. En uno de éstos, O Jornal, de Río de Janeiro, creó en 1930 –y la mantuvo durante más de 30 años– la sección Vida de los Campos, de acuerdo con el ex profesor de la Universidad de São Paulo (USP) Hitoshi Nomura, uno de los estudiosos de su obra. En la década de 1950, según Nomura, “prácticamente todos los periódicos brasileños estampaban sus artículos”, distribuidos por el Servicio de Información Agrícola del Ministerio de Agricultura.
“Era de baja estatura, prosador excelente y gourmet exigente. Fue una satisfacción intercambiar ideas con él”, relató Nomura en 2009, en referencia a su encuentro con Oliveira Santos en 1959. Tras haber sido reconocido por diversas sociedades científicas, y después de haber recibido un premio del presidente Juscelino Kubitschek, Oliveira Santos murió en 1968. Su estilo de textos suaves, que cualquiera logra entender, no puede olvidarse, enfatiza Straube: “Autores antiguos nos ofrecen excelentes caminos que pueden y deben seguirse.”
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