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Ecología

Entre el agua y la tierra

La tendencia a que se produzcan lluvias más torrenciales puede alterar el curso de los ríos y áreas anegadas del Pantanal

La meseta brasileña y la llanura están conectadas por los ríos que nacen en las cumbres y bajan desde los cerros

José Sabino/Uniderp

Las lluvias y crecientes no parecen causar problemas en el Pantanal, el humedal que se caracteriza por sus extensas áreas inundadas repletas de plantas y animales adaptados al agua, tales como los yacarés, jabirúes, nutrias o lobitos de río, alciones (martín pescadores), pirañas, y plantas como el cambará y aguapé (camalote), sin dejar de mencionar al ganado y los caballos. Pero no sería tan así, según el biólogo Ivan Bergier, de la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) Pantanal. “Las lluvias de verano se están concentrando en menos días”, dice. Esto puede incidir en el curso de los ríos de la llanura, a los que él califica como rebeldes que se desbordan cuando se rompen los diques costeros. El efecto de esta dinámica sobre los animales del humedal aún debe estudiarse, pero algunas investigaciones ya apuntan posibles consecuencias.

Bergier evaluó las lluvias registradas entre 1925 y 2016 y verificó que la cantidad de precipitaciones no revela una tendencia al aumento o a la disminución, según un artículo que salió publicado este año en la revista Science of the Total Environment. Pese a la variación entre un año y otro o entre décadas, el promedio del volumen de lluvias de verano se mantiene en un rango algo superior a los 600 milímetros (mm) anuales. El problema radica en que la cifra promedio de días lluviosos está disminuyendo: alrededor de 43 días en 1925, y 32 en 2016. Como consecuencia de ello, el índice promedio de precipitaciones en esos días pasó de 14 mm diarios al comienzo del período estudiado a 19 mm diarios al final de ese lapso. Esto significa que las lluvias cada vez más torrenciales se están tornando frecuentes y podrían arrastrar un volumen mayor de sedimentos desde el macizo central, donde se encuentran las cabeceras de los ríos, hasta la llanura aluvial, soterrando los cursos de agua que fluyen por hondonadas poco profundas formadas por las barreras de sedimentos erigidas por los propios ríos. Esos diques costeros naturales corren un mayor riesgo de romperse ante la combinación de los sedimentos acumulados y las lluvias torrenciales, inundando por extensos períodos áreas que antes eran humedales solamente durante la estación lluviosa. Un ejemplo de dicho proceso emerge del trabajo del grupo liderado por el geólogo Mario Assine, del campus de Rio Claro de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), que revela cómo el curso del río Taquari forma abanicos fluviales que cambian con el curso del tiempo.

José Sabino/Uniderp El sábalo es una de las especies que forman cardúmenes para remontar los cursos de los ríos en la piracemaJosé Sabino/Uniderp

Entre los meses de diciembre y marzo, cuando las lluvias dejan la llanura aluvial anegada, el riesgo de inundaciones mayores puede hacer inviable la cría de ganado de corte en la región. La cantidad de sedimentos que transportan los ríos se incrementa con el mal uso del suelo en la meseta, dice el geólogo. La inversión en sistemas agroforestales, que reinsertan los árboles en el ambiente de cría del ganado, podría colaborar para mitigar las consecuencias de las lluvias profusas. Bergier advierte que las sequías de invierno podrían ser más extensas, entrecortadas por algunos aguaceros.

El agua que viene de lejos
En el estudio publicado este año, Bergier reparó en una fuerte correlación entre los aumentos de temperatura y los mayores índices de precipitaciones en los días lluviosos. Y la tendencia es que cada vez haga más calor, según apunta un estudio del grupo del climatólogo José Marengo, del Centro de Estudios de Desastres Naturales, que fue publicado en 2016, como un capítulo del libro intitulado Dynamics of the Pantanal wetland in South America, editado por Bergier y Assine. Las estimaciones, que se basan en los modelos climáticos globales del Panel Intergubernamental sobre Cambios Climáticos (IPCC, según su sigla en inglés) de 2014, indican que las temperaturas promedio del Pantanal podrían aumentar entre 2 grados Celsius (ºC) y 3 ºC para 2040, y 6 ºC hacia fines de siglo.

Las lluvias cada vez más torrenciales se están tornando frecuentes y pueden arrastrar sedimentos desde la meseta

“En 2016 todavía no se había determinado una conexión entre las lluvias del Pantanal y las de la Amazonia”, advierte Bergier. Él explica que, lejos de ser un fenómeno local, el incremento de las lluvias torrenciales –tal como se observó en las décadas de 1970 y 1980– se encuentra asociado a ciertas alteraciones en la circulación atmosférica, en parte inducidas por el aumento de la temperatura media del planeta. Los resultados indican que buena parte del agua que cae en el Pantanal proviene de la Amazonia y, por lo tanto, se encuentra sujeta a los cambios que se producen en la inmensa selva. “El ‘lago volador’ que despega de la Amazonia desciende con más violencia en el Pantanal cuando los vientos son más lentos”, explica. “Cuando la velocidad de transporte de la humedad por la atmósfera es mayor, las lluvias tienden a producirse más hacia el sur del continente”. Las observaciones y estudios reafirman, por lo tanto, que el desmonte y las sequías en la Amazonia reducen el volumen de agua exportada hacia otras regiones.

Los ríos no están para peces
Las consecuencias de esa alteración en la vida del Pantanal, el bioma brasileño al que se considera mejor preservado, con alrededor de un 80% de su vegetación original en pie, aún no se han dimensionado. El biólogo José Sabino, de la Universidad Uniderp, en Campo Grande, Mato Grosso do Sul, ha observado a los peces. “Durante el año pasado fui testigo en dos oportunidades, de unas manchas de 1 kilómetro [km] de extensión en donde el río parecía hervir”, relata. “Se trataba de miles de peces varados, sin que pudieran avanzar, a semejanza de un gran embotellamiento”.

José Sabino/Uniderp Banhado do Formoso: la selva ribereña ayuda a retener el sueloJosé Sabino/Uniderp

Un temporal fuera de época había dado una señal equivocada para la piracema, tal como se denomina en Brasil a las migraciones reproductivas en las cuales los peces pueden llegar a recorrer 300 km hasta las cabeceras de los ríos donde desovan. Bajo el estímulo de las lluvias torrenciales, cada año, dorados, piraputangas, sábalos, bogas y otros peces  migratorios dan comienzo a esa travesía. Con lluvias regulares, avanzan por ríos caudalosos que les permiten hacer ese recorrido. Una vez en el macizo central, acontece la reproducción y, a continuación, los peces vuelven río abajo. “La llanura y las cabeceras de los ríos tienen que estar conectadas”, concluye.

Ocurre que, al acumularse material en los cauces de los ríos como consecuencia del flujo excesivo de sedimentos a causa de las lluvias torrenciales, eso no está garantizado. Y los problemas no concluyen ahí. “El sedimento fino tiene consecuencias devastadoras, se infiltra en los ríos y ocupa los espacios donde habitan pequeños invertebrados, larvas de insectos y crustáceos”, explica Sabino. Sin esos invertebrados, muchos de los peces se quedan sin su menú habitual. “Es lo mismo que pavimentar una huerta: genera un ambiente adverso para la biota”. Según el investigador, no existen registros de eventos climáticos extremos del pasado asociados con las migraciones ni datos sistemáticos que muestren cómo puede llegar a influir eso en la periodicidad de la piracema.

João Alexandrino/Unifesp El jabirú, un ave emblemática del Pantanal, depende de las áreas anegadas para vivirJoão Alexandrino/Unifesp

En esa región, los vaivenes naturales se suman a los fenómenos acelerados por las modificaciones humanas del hábitat y por los cambios climáticos. En los últimos 30 años, el biólogo Guilherme Mourão, de Embrapa Pantanal, ha monitoreado la fauna del Pantanal, principalmente en la región colmada de lagunas a la cual se conoce con el nombre de Nhecolândia, cerca del municipio de Corumbá. Mourão comenzó con peces, pero verificó que las alteraciones en las áreas inundadas afectan a un amplio abanico de especies.

Una de ellas es de las más emblemáticas, el jabirú (Jabiru mycteria). Mourão y otros colaboradores apelaron a los conteos de sus nidos, efectuados durante reconocimientos aéreos entre 1991 y 2004, para desarrollar un modelo matemático relacionado con el número de nidos y el alcance de las inundaciones. Los resultados, que se publicaron en 2010, en la revista Zoologia, indicaron que en los períodos secos, como por ejemplo la sequía que afectó al Pantanal entre 1960 y 1974, la población de esas aves sufrió una reducción drástica, con alrededor de 220 nidos por año estimados en la región, contra los 12.400, en promedio, de los períodos de crecientes medias. El investigador también relata la virtual desaparición de los yacarés y los carpinchos de las lagunas de la finca Nhumirim, en Nhecolândia, durante esta última década de sequía. Simultáneamente, aparecieron animales terrestres que no eran comunes en la región, como es el caso del venado de las Pampas. De dos años a esta parte, los ríos temporales –o lodazales– volvieron a recibir agua y las lagunas se llenaron. “Veremos si los animales más frecuentes en las áreas inundadas vuelven”, dice Mourão. Este año se ha mostrado especialmente lluvioso.

El pronóstico advierte que en 2030, alrededor del 78% del Pantanal quedará cubierto por plantas rastreras

La vida en tierra firme
En la interfaz entre el ambiente acuático y el terrestre son de gran importancia las selvas en galería o selvas ribereñas, a lo largo de los ríos, que ayudan a fijar el sedimento y aportan parte del alimento que consumen los peces, como son los frutos que dejan caer los monos. En una región en donde el turismo ecológico y la explotación agropecuaria marchan a la par como actividades económicas, no deben descuidarse las buenas prácticas en el uso del suelo.

Sin embargo, la vegetación se está perdiendo, según apunta un artículo publicado este año por la ingeniera ambiental Ciomara Miranda, del Instituto Federal de Mato Grosso do Sul, en la localidad de Aquidauana. La investigadora analizó imágenes obtenidas por satélite en 2000, 2008 y 2015, tomadas siempre durante el mes de agosto, en el curso de la estación seca, que abarcaron la totalidad de los casi 140 mil km2 del Pantanal brasileño. A lo largo de esos años, la cobertura rastrera se incrementó de un 58% a un 72% de la superficie del Pantanal, mientras que la vegetación densa se redujo de un 37% a un 21%. Ese cambio refleja la tal y sustitución de la selva por pasturas, que profundizan la práctica de la ganadería que ya es tradicional en la región desde hace tres siglos. Si esa tendencia se mantiene, el pronóstico es que para 2030 alrededor del 78% del pantanal estará cubierto por plantas rastreras y la selva densa resista solamente en un 14% de toda su extensión.

José Sabino/Uniderp En el verano, durante la época de lluvias, las llanuras aluviales permanecen inundadas durante algunos mesesJosé Sabino/Uniderp

Los cambios como esos resultan problemáticos para algunas especies nativas de allí, como en el caso de los armadillos. La bióloga Nina Attias, durante su doctorado en la Universidad Federal de Mato Grosso do Sul y en colaboración con Embrapa Pantanal, analizó el uso del espacio por dos especies –el tatú peludo (Euphractes sexcintus) y el tatú bolita (Tolypeutes matacus)– en tres zonas del Pantanal. El primero pesa alrededor de 4 kilogramos (kg) y regula su actividad según la temperatura. Ya sea de noche o de día, él se esconde cuando la temperatura sube y espera que refresque para salir. El segundo, con 1 kg escaso de peso, se protege mediante el recurso de transformarse en una pelota similar a un balón de fútbol de salón y prefiere la noche para desplazarse discretamente y se enrolla cuando hace mucho frío, saliendo de su refugio más pronto cuando fuera necesario.

La bióloga reveló que las dos especies tienen un rasgo común: la necesidad de transitar entre la vegetación abierta y cerrada, dado que los armadillos presentan limitaciones para regular la temperatura de su cuerpo. El ambiente contribuye, por ende, para sus necesidades de mantenerse a temperaturas adecuadas. “Si los animales no pueden escoger el hábitat, deben ajustar los horarios de su actividad”, explica. Y si la extensión del tiempo en el que les es posible permanecer activos se redujera demasiado, les resulta difícil hallar alimento suficiente e incluso dedicarse a reproducirse. “Eso pone en riesgo su población”, advierte Attias, que se apresta a publicar los resultados de su tesis doctoral en la revista Animal Behaviour.

3 Nina Attias/ Instituto de Conservación de la Fauna Silvestre Habitante habitual de la planicie, el tatú peludo evita salir cuando hace mucho calor3 Nina Attias/ Instituto de Conservación de la Fauna Silvestre

Más allá de necesitar la selva, el tatú bolita, que no sabe nadar, también es sensible a las alteraciones en el estándar de inundaciones y del ancho de los ríos. De acuerdo con Attias, esta especie podría haber desaparecido de Nhecolândia durante las grandes inundaciones que sobrevinieron después de 1974 y durante la década posterior. “Aquello que estamos observando para los armadillos será algo habitual para otras especies de mamíferos cuando se produzcan eventos climáticos más extremos”, anticipa. “Los animales necesitan de todos los microclimas para garantizar su movilidad y su actividad”.

Proyecto
Alteraciones paleo-hidrológicas, cronología de eventos y dinámica sedimentaria en el cuaternario en la cuenca del Pantanal (nº 14/06889-2); Modalidad Ayuda a la Investigación – Regular; Investigador responsable Mario Luis Assine (Unesp); Inversión R$ 253.715,39

Artículos científicos
ALHO, C. J. R. e SABINO, J. Seasonal pantanal flood pulse: implications for biodiversity conservation – a review. Oecologia Australis. v. 16, n. 4, p. 958-78. 2012.
ATTIAS, N. et al. Effects of air temperature on habitat selection and activity patterns of two tropical imperfect homeotherms. Animal Behaviour. No prelo.
BERGIER, I. et al. Amazon rainforest modulation of water security in the Pantanal wetland. Science of the Total Environment. v. 619-620, p. 1116-25. 1 abr. 2018.
MARENGO, J. A. et al. Climate Change Scenarios in the Pantanal. Dynamics of the Pantanal Wetland in South America (Bergier, I. e Assine, M. L., eds.). Springer. p. 227-38. 2016.
MIRANDA, C. de S. et al. Changes in vegetation cover of the Pantanal wetland detected by Vegetation Index: a strategy for conservation. Biota Neotropica. v. 18, n. 1, e20160297. 8 jan. 2018.
MOURÃO, G. et al. How much can the number of jabiru stork (Ciconiidae) nests vary due to change of flood extension in a large Neotropical floodplain? Zoologia. v. 27, n. 5, p. 751-6. out. 2010.

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