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Crispr

Guerra de patentes

Científicos litigan por los derechos de explotación de la herramienta de edición de genes CRISPR-Cas9 ante la Justicia de Estados Unidos

Alfred Pasieka/ Science Photo Library

La Universidad de California logró su primera victoria en una disputa multimillonaria por los derechos de propiedad intelectual sobre CRISPR-Cas9, una herramienta capaz de alterar los genes de cualquier célula viva, con aplicaciones potenciales para la cura de enfermedades y el mejoramiento genético de vegetales. La Oficina de Marcas y Patentes de Estados Unidos (USPTO, por sus siglas en inglés) le concedió en el mes de junio dos patentes a esa institución, las cuales abarcan diversos usos de ese método de edición genómica. Una de ellas pone a resguardo una técnica para la manipulación de ciertos segmentos del genoma con 10 a 15 nucleótidos. Los nucleótidos son bloques que conforman el ADN y el ARN, moléculas que contienen las instrucciones genéticas para el desarrollo de los seres vivos. “Esta es una de las numerosas patentes que les serán concedidas a nuestros investigadores por invenciones relacionadas con el CRISPR-Cas9”, declaró Edward Penhoet, asistente del presidente de la Universidad de california, según informa el sitio web de la institución. La segunda patente involucra a la edición de un tipo de material genético al que se conoce con el nombre de ARN de cadena simple.

El logro se festejó principalmente debido a razones simbólicas. No se espera que esas dos técnicas obtengan regalías de mucho valor, pero la concesión de esas patentes constituye un reconocimiento a carácter pionero de la institución de California en los estudios sobre la CRISPR-Cas9 y consolida su postura en la querella entablada ante la Justicia estadounidense contra el Instituto Broad, centro de investigación genómica vinculado a la Universidad Harvard y al Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT).

Wikimedia Commons Feng Zhang, del Instituto BroadWikimedia Commons

En mayo de 2012, Jennifer Doudna, investigadora del campus de Berkeley de la Universidad de California, presentó una solicitud de registro de patente sobre los lineamientos básicos del uso del método CRISPR, un sistema de defensa presente en bacterias, como herramienta para editar genomas. El CRISPR (sigla en inglés que significa Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas), descubierto en la década de 1980, está compuesto por secuencias del ADN de bacterias heredadas de virus predadores y les permite a las mismas reconocer y defenderse de nuevos ataques, silenciando a los genes del virus invasor e impidiendo que se repliquen. La científica de Berkeley descubrió el modo en que ese sistema puede generar herramientas capaces de editar segmentos de ADN y presentó un pedido de patente por ese descubrimiento. El 28 de junio de 2012, junto a Emmanuelle Charpentier, del Instituto Max Planck para Biología Infecciosa, en Berlín, publicaron un artículo pionero en la revista Science que describía la capacidad del CRISPR, asociado a una enzima denominada Cas9, para provocar determinadas alteraciones en el ADN de bacterias, plantas y animales.

Pero la patente de mayor alcance de la técnica la obtuvo en Estados Unidos el competidor ligado al centro de Harvard y del MIT. En diciembre de 2012, el biólogo Feng Zhang, del Instituto Broad, de Boston, también había presentado un pedido de registro de patente, en este caso relacionada con el uso de la técnica para editar el genoma de células eucariotas, presentes en todos los animales y plantas pero no en bacterias. Zhang, junto a quien fuera su supervisor de posdoctorado en Harvard, George Church, estaban trabajando con ese tema y publicaron, también en la Science, cómo podía colaborar la enzima Cas9 para alcanzar blancos precisos y segmentar el ADN de células humanas. Con posterioridad, el grupo de Boston presentó 11 nuevos pedidos de protección de la propiedad intelectual vinculados a la solicitud principal, describiendo minuciosamente el uso de esa tecnología en organismos superiores. El Instituto Broad pagó para que el pedido principal fuera analizado por el USPTO mediante un sistema de vía rápida y obtuvo la patente de su técnica en 2014.

Jussi Puikkonen/ KNAW Jennifer Doudna, de la Universidad de California: la primacía por la patente pionera fue a parar a la JusticiaJussi Puikkonen/ KNAW

Ambos grupos habían llegado a debatir con inversores de capital de riesgo la posibilidad de combinar una estrategia común de propiedad intelectual, pero no arribaron a un acuerdo. Una vez que la patente le fue concedida al Instituto Broad, el equipo de Berkeley reaccionó y recurrió a un comité de apelaciones del USPTO, argumentando que el método patentado por su competidor interfiere con su solicitud presentada previamente. El primer round del pleito fue en febrero de 2017 y Zhang salió airoso. La USPTO se expidió manifestando que la técnica del Instituto Broad es diferente a la creada en la Universidad de California y una no interfiere en forma directa con la otra. El comité consideró que el trabajo de Zhang con células humanas y ratas no constituía una extensión “obvia” de los estudios de Doudna y que Zhang había iniciado su labor sin contar con “una expectativa razonable de éxito”. Atento a declaraciones de la propia Doudna, según las cuales resultó difícil lograr que su técnica funcionara en células humanas, el comité consideró que eso era una evidencia de la originalidad del esfuerzo de Zhang.

El año pasado, la Universidad de California presentó una nueva apelación, en este caso ante una corte de Washington, que realizó una audiencia al final del mes de abril y todavía no se expidió al respecto. La universidad contrató a un nuevo equipo de abogados, liderado por el ex procurador general de Estados Unidos, Donald Verrilli, famoso por haber logrado victorias en la Corte Suprema estadounidense en temas tales como la reforma del sistema de salud del expresidente Barack Obama. “No obstante, como la resolución del comité estuvo bien fundamentada, es probable que la Corte concuerde con ella”, dijo Dmitry Karshtedt, experto en patentes de la Universidad George Washington, según consta en el portal de noticias Statnews, orientado a temas de la salud. La disputa no está circunscripta al frente estadounidense. Las patentes para el uso de la herramienta en todo tipo de célula ya les fueron concedidas a los equipos de Doudna y Charpentier por la Oficina de Patentes de Europa, que representa a más de 30 países.

Las empresas implicadas en la edición génica movilizarán en 2022 un mercado de 6.280 millones de dólares

El litigio involucra la primacía de grupos de investigación sobre el CRISPR-Cas9, pero la protección de la propiedad intelectual de las técnicas de edición génica moviliza a otros varios contendientes. Según un informe de la consultora india iRunway, hay más de 13 mil pedidos de registro de patentes relacionados con la edición génica, entre componentes, mecanismos y aplicaciones, que fueron presentados en todo el mundo entre 2013 y 2017. La compañía multinacional DowDuPont, interesada en la manipulación del ADN de plantas, figura en el primer puesto de la lista con 514 pedidos. Según el profesor Paulo Arruda, docente del Instituto de Bilogía de la Universidad de Campinas (Unicamp), las aplicaciones del CRISPR-Cas9 en la agricultura movilizan inversiones abultadas que incrementarán todavía más su volumen. “Resulta mucho más barato editar el ADN de una especie vegetal que desarrollar una variedad transgénica, y los resultados son más rápidos”, dice.

El profesor explica que los estudios sobre edición génica redundarán en diversas técnicas distintas a la CRISPR-Cas9. “Dado que hay una infinidad de bacterias, es probable que en el sistema inmunológico de las mismas existan otros mecanismos similares”, sostiene. El investigador, quien se encuentra al frente del Centro de Investigación en Genómica Aplicada a los Cambios Climáticos, un convenio entre la Unicamp, la Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa) y la FAPESP, negocia colaboraciones con dos startup estadounidenses –Benson Hill y Precision Biosystems– que poseen patentes de técnicas relacionadas con el CRISPR-Cas9. “Es importante que nuestro centro colabore con startups propietarias de tecnologías para el desarrollo de aplicaciones agrícolas, puesto que en Brasil no contamos con ese tipo de desarrollo”, afirma.

Un aspecto positivo de la disputa
Según el informe de iRunway, el mercado de las empresas de edición génica movilizará en 2022, a escala global, 6.280 millones de dólares, el doble de la cuota actual, impulsado por el aumento de la financiación pública y privada a esa investigación. “Hay una arista bastante positiva en el litigio por patentes entre los dos grupos de científicos. Eso redundará en una mayor atracción de inversiones para estas tecnologías. Y como las patentes protegen las tecnologías solamente por un plazo preestablecido, no sería improbable que finalmente los contendientes acaben firmando un acuerdo”, dice Arruda.

La puja involucra directamente a las startup Intellia Therapeutics, Crispr Therapeutics y Caribou Biosciences, vinculadas al grupo de Berkeley, y a Editas Medicine, que tiene a Zhang entre sus socios y posee la exclusividad del licenciamiento de las patentes del Instituto Broad. Estas startup ya han acordado convenios con compañías tales como Novartis, Dupont, Bayer y GE Health Care. Todavía es muy pronto para evaluar cuánto dinero podrán ganar los vencedores de esa guerra de patentes, dado que es posible que haya que sortear obstáculos en el campo de la ciencia básica. El mes pasado, en un artículo que salió publicado en la revista Nature Medicine se sugiere que las células con genes editados tendrían un mayor riesgo de desarrollar tumores.

El punto de preocupación principal es un gen que codifica una proteína denominada p53, que cumple un rol en la supresión de tumores. Científicos del Instituto Karolinska, de Suecia, sugirieron que la eficacia de la técnica depende de la inhibición de esa proteína. El anuncio provocó un desplome en la cotización de las empresas creadas para estudiar el CRISPR-Cas9, que se movilizaron para minimizar esos resultados. “En la fabricación de fármacos, no creemos que la supresión de la proteína p53 sea necesaria para alcanzar altos niveles de corrección genética”, informó Editas Medicine, cuyas acciones llegaron a caer un 8%, mediante un comunicado.

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