El siglo XVIII, en el Estado de Grão-Pará y Maranhão, que en la época del Brasil colonial representaba a la actual Amazonia, se plasmó el apogeo de la comercialización de los fármacos del sertón, como se denominaba entonces a los productos recolectados en el interior de la selva amazónica que se exportaban a Europa. Documentos de aquella época que se conservan en el Archivo Público del Estado de Pará y transcritos en el Livro das canoas (USP/FAPESP, 1993), registraban las expediciones que partían de la ciudad de Belém y se adentraban en el sertón amazónico. El objetivo era recolectar el fruto de una de las especies vegetales más codiciadas de la Amazonia, el cacao, al que el naturalista sueco Carl von Linné, o Linneo (1707-1778), le daría el nombre de Theobroma (en griego, “alimento de los dioses”), en 1753.
Las canoas, en una expedición que podía llegar a durar ocho meses, transportaban, además de alimentos, paños de algodón, herramientas, aguardiente y chucherías que podían servir como moneda para pagarles a los indígenas que componían la tripulación y para intercambiar artículos con los que vivían en la selva. En la Amazonia colonial, el propio cacao era una moneda de mucho valor. “Junto con otras especias, al cacao se lo llamaba ‘moneda natural’ o ‘dinero de la tierra’, puntualiza el historiador Rafael Chambouleyron, de la Universidad Federal de Pará (UFPA), organizador del libro intitulado As drogas do sertão e a Amazônia colonial portuguesa [Las drogas del sertón y la Amazonia colonial portuguesa] (Centro de Historia de la Universidad de Lisboa, 2023).
“El consumo de chocolate se hallaba en plena expansión en Europa en aquella época”, recuerda la historiadora Camila Loureiro, de la Universidad de Campinas (Unicamp), quien desarrolla una investigación apoyada por la FAPESP sobre la acción humana y el impacto ambiental del colonialismo en la Amazonia entre los siglos XVI y XVIII. Los indígenas brasileños consumían la pulpa del fruto, de sabor dulzón, pero los españoles ya habían llevado a Europa el chocolatl [chocolate], una bebida amarga elaborada a base de los granos tostados de cacao, creada por los pueblos de Mesoamérica. Para mejorar su aroma y sabor, los europeos le añadían otras especias selváticas, como las muy apreciadas vainas de vainilla (Vanilla sp.). Según la investigadora, el cacao representaba el 90 % de las exportaciones de Pará entre 1730 y 1755, período en el que se enviaron a Europa alrededor de 15.000 toneladas de semillas.
El caldeado mercado se tradujo en prosperidad. El naturalista francés Charles-Marie de La Condamine (1701-1774), quien recorrió el río Amazonas con el propósito de medir la longitud de un arco de un grado a lo largo de un meridiano en las proximidades de la línea del ecuador, quedó asombrado con el desarrollo de Pará, adónde arribó en 1743. “Al llegar a Pará, recién salidos de los bosques de la Amazonia, se nos hacía que habíamos sido trasladados a Europa”, relató en su libro Viagem na América Meridional descendo o rio das Amazonas [Viaje por la América meridional descendiendo por el río Amazonas], de 1745. “Nos encontramos con una gran ciudad, con sus calles bien trazadas, casas alegres, en su mayoría construidas hacía 30 años con piedras y grava, e iglesias magníficas. El comercio directo de Pará con Lisboa, desde donde cada año arriba un gran convoy, ofrece a la gente con medios suficientes la facilidad de proveerse de todas las comodidades”.

Brasiliana Iconográfica/ Joaquim José CodinaCanoa e indígena a orillas de un afluente del río NegroBrasiliana Iconográfica/ Joaquim José Codina
La presión geopolítica
A principios del siglo XVII, Portugal ya no dominaba el comercio de las valiosas especias de Oriente, enfrentaba una feroz competencia, sobre todo de los neerlandeses y estaba en busca de sustitutos para productos tales como el clavo de olor, la nuez moscada, la canela y la pimienta. También había presiones geopolíticas para ocupar el interior de Brasil, apunta el historiador Christian Fausto Moraes dos Santos, de la Universidad Estadual de Maringá (UEM): “Portugal necesitaba delimitar las fronteras con España en el continente americano y controlar el territorio, atento a la máxima que reza ‘es tuyo si lo ocupas’”. Según él, es en este contexto que se produce la fundación de la ciudad de Belém, en 1616, desde donde partirían las expediciones al interior de la selva y los buques cargados de especias amazónicas hacia Lisboa.
En la selva cálida y húmeda brasileña, los portugueses estaban seguros de que descubrirían especies vegetales análogas a las del sur y el sudeste asiáticos. Y acabaron encontrando nuevos sabores y aromas: hojas, frutos, semillas, raíces y cortezas de árboles aromáticas que, una vez triturados o transformados en aceites, resinas y tinturas, alcanzarían un gran valor comercial como condimentos o medicamentos. “Hemos identificado 36 especies explotadas por los colonizadores en el territorio”, adelanta la estudiante de historia Sofia Montaner Preto, quien bajo la dirección de Loureiro y con el apoyo de la FAPESP realiza un mapeo de las especies vegetales explotadas en la Amazonia colonial en el marco de su proyecto de iniciación a la investigación científica.
Se trataba de plantas valoradas por sus cualidades culinarias, virtudes medicinales o ambas, como fue el caso de la llamada puxuri (Licaria sp.), que llegó a conocerse como nuez moscada de Pará, debido a sus propiedades aromáticas y medicinales similares a la de la nuez moscada tradicional. Con un sabor y aroma peculiares (que evocan una mezcla de nuez moscada y cardamomo), las semillas de esta baya actualmente se siguen utilizando en la preparación de recetas dulces y saladas. “Era muy apreciada en la Amazonia del siglo XVIII como remedio para enfermedades del tracto gastrointestinal. Basándose en los conocimientos indígenas, los jesuitas preparaban una infusión con sus almendras molidas en aguardiente para tratar dolencias estomacales y la disentería”, explica la etnobotánica Márlia Coelho-Ferreira, del Museo Paraense Emílio Goeldi.

Biblioteca Nacional Un mapa de 1680 de Sanson d’Abbeville detalla el curso del río Amazonas, la ruta principal hacia el interior de la AmazoniaBiblioteca Nacional
Otra planta de uso doble era la zarzaparrilla (Smilax sp.), que los indígenas llamaban japecanga. Las hojas y los frutos se utilizaban como alimento y con la raíz preparaban un té con propiedades depurativas y diuréticas. También se consideraban medicinales la copaiba y la andiroba: “El aceite resinoso extraído del tronco de la copaiba [Copaifera sp.] era conocido como el ‘bálsamo de los jesuitas’, porque se empleaba como cicatrizante, antiinflamatorio y antiséptico. El aceite de las semillas de andiroba [Carapa guianensis] se aplicaba sobre el cuerpo para prevenir picaduras de insectos y para tratar el reumatismo y las fracturas óseas”, resume Coelho-Ferreira.
En aquella época, además del cacao, lo más destacado de la lista de especias amazónicas era el llamado pau-cravo, también conocido como clavo de monte, clavo de Marañón o canela cubana (Dicypellium caryophyllaceum), un árbol cuya corteza era utilizada principalmente en la cocina como condimento y digestivo. Muy aromático, los portugueses lo eligieron como sustituto del clavo de olor de la India (Syzygium aromaticum). “Aunque su aspecto es diferente, su sabor es prácticamente el mismo que el del clavo de olor de la India”, declaró el Consejo de Ultramar (organismo con atribuciones financieras y administrativas) al recibir ejemplares de la especie en 1646. En la investigación de Montaner Preto, el pau-cravo y el cacao son los más citados, con el 36 % de los registros en los dos tomos del Livro grosso do Maranhão [Libro gordo de Maranhão], una recopilación extraída de fuentes legislativas que abarca el período comprendido entre 1647 y 1745, publicado en 1948 en la revista Anais da Biblioteca Nacional do Rio de Janeiro.

Biblioteca Nacional 2 Atlas para viagens no Brasil / Spix y Martius Una vista de Belém (1825), uno de los centros del comercio de especias de la AmazoniaBiblioteca Nacional 2 Atlas para viagens no Brasil / Spix y Martius
El impulso indígena
Para Chambouleyron, la explotación del clavo de Marañón entraña características singulares: a diferencia de otros productos de la selva amazónica, como la copaiba o la andiroba, el interés portugués por la especia no surgió a partir de un conocimiento milenario indígena, ya que los pueblos originarios de Brasil no tenían el hábito de utilizar esta corteza aromática. No obstante, los indígenas fueron imprescindibles para su explotación.
Los portugueses tuvieron éxito con la obtención de especias amazónicas porque contaron con el conocimiento de las rutas de navegación y de la fabricación de embarcaciones adaptadas a la red fluvial amazónica, canoas que podían llegar a alcanzar 20 metros de eslora. “El dominio de los ríos fue clave: incorporaron toda la tecnología indígena de navegación fluvial, perfeccionándola mediante el uso de herramientas europeas”, dice Chambouleyron.
También era indígena la fuerza laboral que utilizaron para la explotación de la selva, empezando por los remeros, que conducían las canoas a través de la intrincada red fluvial de la región. Cada canoa podía transportar entre 20 y 50 indígenas reclutados para esta labor, a quienes generalmente se les pagaba con varas ‒medida de longitud equivalente a 1,10 m‒ de tela. Por ende, no eran esclavizados, pero llevaban a cabo un trabajo compulsivo. Según Loureiro, los aldeanos indígenas bajo la tutela de los misioneros eran obligados a trabajar. Y para que no huyeran por la selva en medio de la expedición, trataba de motivárselos con regalos ‒tales como aguardiente, sal, hachas y anzuelos, por ejemplo‒, además del sueldo acordado.

Ignácio Baptista de Moura / Centro Cultural y Turístico Tancredo Neves / Wikimedia CommonsRecolectores de castaña en Marabá [Pará] (1927): la explotación de las especias continuó durante el siglo XXIgnácio Baptista de Moura / Centro Cultural y Turístico Tancredo Neves / Wikimedia Commons
Luego de siglos de explotación, el clavo de Marañón se encuentra entre las especies más seriamente en peligro de extinción. Según Coelho-Ferreira, un estudio de 2012 pudo hallar tan solo dos poblaciones de la especie en el estado de Pará, en los municipios de Vitória do Xingu y Juruti. Posteriormente, también se encontraron registros en las localidades de Moju y Senador José Porfírio.
Otras especies amazónicas siguen siendo explotadas en nuestros días. “El volumen del comercio de las llamadas drogas del sertón siempre ha sido pequeño, si se lo compara con materias primas como el azúcar, por ejemplo, pero se ha mantenido a lo largo del tiempo”, explica Loureiro. Las plantas medicinales también han seguido cumpliendo un rol importante en la región amazónica, sobre todo en la medicina popular, y en la actualidad, varias de ellas son objeto de investigaciones científicas.
“Muchas propiedades terapéuticas han sido comprobadas y otras están siendo descubiertas a la luz de los métodos actuales de investigación científica”, dice Coelho-Ferreira. Los estudios con canelo de andaquíes, uno de los varios nombres de la planta que en Brasil se conoce como casca-preciosa (Aniba canelilla) constituyen un buen ejemplo. “Estudios preclínicos han demostrado que el aceite extraído de su corteza posee efectos relajantes de la musculatura lisa intestinal ‒lo que justifica el uso de la planta para tratar trastornos gastrointestinales‒, así como también efectos cardiovasculares”.
Para Santos, la explotación de las especias amazónicas en el período colonial, aunque mayoritariamente depredadora, tuvo el mérito de dar a conocer el potencial económico de la región, a menudo olvidado a lo largo de la historia. Aún hoy en día, en su opinión, hacen falta inversiones orientadas al desarrollo sostenible de la región, que promuevan y organicen esta actividad: “Invirtiendo en tecnología, la Amazonia podría transformarse conservando la selva en pie”.
Este artículo salió publicado con el título “El dinero de la tierra” en la edición impresa n° 344 de octubre de 2024.
Livros
ALMEIDA FILHO, R. O Brasil na era espacial. Maringá (PR), Editora Viseu, 2025.
IBGE. Desbravar, conhecer, mapear: Memórias do Projeto Radam / RadamBrasil. Rio de Janeiro: IBGE, 2018.
LIMA, M. I. C. de. Projeto Radam: uma saga amazônica. Belém: Paka-Tatu, 2014.
LIMA, M. I. C. de. Introdução à interpretação radargeológica. Rio de Janeiro: IBGE, 1995.
Vídeo (documentário)
MANZON, J. Via Norte, uma realidade. RADAM, Amazônia (1976) Arquivo Nacional.
