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MEDIO AMBIENTE

La cría de cerdos causa la mayor huella ambiental

Un estudio calcula las presiones sobre los recursos naturales que genera la producción de alimentos en el planeta

Las granjas porcinas generan mayor impacto ambiental que la cría de ganado bovino, según el artículo publicado en Nature Sustainability

Joern Pollex / Getty Images

La cría de cerdos, seguida de cerca por la ganadería bovina, es la actividad destinada a la producción de alimentos de mayor impacto mundial sobre los recursos naturales. A continuación, con grandes huellas ambientales, figuran los cultivos del arroz y del trigo, dos cereales que constituyen la base de la dieta en muchos países. Aunque solamente proporciona el 1,1 % de la comida que se consume en todo el mundo, la explotación de los recursos acuáticos, con énfasis negativo en la pesca de camarones y peces de aguas profundas, responde por casi un 10 % del impacto sobre el medio ambiente derivado de la producción de alimentos.

Casi la mitad de la huella ambiental es producto de las actividades de seis países, que son los siguientes, por orden decreciente de importancia: la India, China, Estados Unidos, Brasil, Pakistán e Indonesia. Grosso modo, la población de este sexteto de naciones equivale a un 45 % de los 8.000 millones de habitantes del planeta.

Estas conclusiones forman parte de un estudio publicado en octubre en la revista científica Nature Sustainability, que analizó los datos globales de la producción de alimentos en 2017. Según los autores del artículo, los datos brutos utilizados para calcular el impacto en los recursos naturales de cada tipo de comida representan un 99 % de la producción terrestre y acuática de alimentos informada en aquel año por 172 países. Por cada punto del planeta definido como un área de 36 kilómetros cuadrados (km2), se calculó el peso de la presión sobre el medio ambiente. “Varios estudios señalan a la cría de ganado bovino como la actividad de producción de alimentos que mayor presión ejerce sobre el medio ambiente. Nuestro trabajo también apunta en esta dirección”, comenta en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP el ecólogo marino estadounidense Benjamin Halpern, de la Universidad de California en Santa Bárbara (EE. UU.), autor principal del artículo. “El altísimo nivel de impacto de la cría de cerdos y del cultivo de arroz y de trigo fue algo inesperado. Pero se hizo manifiesto porque examinamos el efecto conjunto de las múltiples formas de presión ambiental derivadas del volumen total de alimentos producidos”.

La mayoría de los estudios suelen centrarse en las emisiones de dióxido de carbono (CO2), el principal gas de efecto invernadero, producto de las actividades agropecuarias y de la pesca, para calcular la llamada huella de carbono. Algunos también tienen en cuenta la liberación de metano (CH4), el segundo compuesto que más contribuye al aumento del calentamiento global. La inclusión de este otro gas es de suma importancia para analizar el impacto de las emisiones de carbono asociadas a la cría de ganado de corte y lechero. Al ser rumiantes, las vacas liberan grandes cantidades de metano debido a la fermentación entérica durante su proceso digestivo.

Empero, según el artículo, cuando se analizan otros tres tipos de impactos ambientales en la producción de alimentos (el uso de agua dulce, alteraciones que reducen la biodiversidad de las especies y la contaminación generada por los insumos agrícolas), más allá de la tradicional huella de carbono, las presiones emergentes de la porcicultura superan levemente a las de la ganadería bovina a nivel mundial. La cabaña porcina, de unos 800 millones de animales, es menor que la bovina, de alrededor de 1.000 millones de cabezas. “La incidencia de cada forma de presión sobre la huella ambiental varía en función del tipo de alimento obtenido y del país donde se produce”, dice Halpern.

Johannes Eisele / AFP vía Getty ImagesLa explotación de los recursos acuáticos genera el 1,1 % de los alimentos, pero casi un 10 % de la huella ambiental mundialJohannes Eisele / AFP vía Getty Images

En la ganadería bovina, las emisiones de gases de efecto invernadero representan el 60 % de la presión ambiental de esta actividad. En la porcicultura, ese peso es unas cuatro veces menor. Según el estudio, la mayor parte del impacto de las granjas porcinas en la naturaleza es resultado de la contaminación asociada al empleo de empleo de los nutrientes que se les dan a los animales. En el caso del trigo y del arroz, lo que hace la diferencia es el uso intensivo de agua y las alteraciones en la biodiversidad local.

La huella ambiental generada por la producción de alimentos de cada país es más o menos proporcional al tamaño de su población en comparación con la población mundial. En el caso de algunas naciones con grandes rebaños y producción agrícola, como Estados Unidos y Brasil, por ejemplo, las presiones sobre los recursos naturales son mayores que su densidad poblacional. La situación se invierte en China y en la India, los dos países más populosos, cada uno con el 17 % de los habitantes del planeta. La huella ambiental de la producción de alimentos en cada una de estas naciones asiáticas representa menos de un 15 % del total.

Según el artículo, las actividades destinadas a generar alimentos para la humanidad utilizan la mitad de las áreas habitables y el 70 % del agua dulce del planeta. Generan entre un cuarto y un tercio de los gases de efecto invernadero producidos por el hombre, además de contaminar las cuencas hidrográficas y el litoral marítimo con nutrientes. “Más allá de las emisiones de gases de efecto invernadero, un tema muy importante en la actualidad es el uso del agua en la agricultura”, comenta el agrónomo Jean Ometto, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), uno de los coordinadores del Programa FAPESP de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales (PFPMCG), quien no participó en el estudio. “En Brasil, el uso de la irrigación aún es minoritario en las tierras dedicadas a la agricultura y ganadería. Pero en algunas regiones hay un aumento importante de la superficie regada.”

El agrónomo Carlos Eduardo Pellegrino Cerri, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP), hace hincapié en la importancia de investigar la huella ambiental en la producción de alimentos. “Se trata de un tema muy importante y actual”, dice. Sin embargo, él apoya la idea de que los autores de estos estudios empiecen a utilizar el concepto de balance de carbono (que tiene en cuenta tanto las emisiones como las absorciones de gases de efecto invernadero) para calcular la huella de carbono de los cultivos agrícolas, en lugar de limitarse solo a las emisiones. “El uso del balance de carbono sería más acertado, ya que un cultivo bien gestionado incluso puede fijar más carbono que el que emite”.

En un experimento de campo realizado en tres fincas sojeras de Mato Grosso do Sul durante la campaña 2020/2021, Pellegrino Cerri llegó a la conclusión de que los productores podrían controlar, mediante la adopción de prácticas correctivas y el empleo adecuado de fertilizantes, hasta un 77 % de las emisiones de carbono procedentes del cultivo de granos. Si así lo hicieran, el cultivo sojero pasaría a captar más carbono que el que emite, sobre todo en el suelo, estima el investigador de la Esalq.

Artículo científico
HALPERN, B. S. et al. The environmental footprint of global food production. Nature Sustainability. 24 oct. 2022.

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