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Tapa

La pandemia como alegoría

Escritores y artistas recurren a la figura de la peste para elaborar sucesos trágicos y proponer reflexiones acerca de la condición humana

Amphibia, de Regina Silveira, 2013. Imagen digital, vinilo autoadhesivo y rejilla metálica. Dimensiones variables. Galería Bolsa de Arte, Porto Alegre

Eduardo Verderame

Alrededor del año 427 a. C., el dramaturgo griego Sófocles (496-406 a. C.) escribió Edipo rey, una obra sobre el gobernante de una ciudad asolada por la peste, una tragedia clásica y producto de una maldición de los dioses. Milenios más tarde, al reflexionar sobre el miedo a la muerte, el escritor turco Orhan Pamuk, ganador del Nobel de Literatura en 2006, escribe una novela cuya trama transcurre en 1901, durante un brote de peste bubónica en Asia. De la Grecia antigua al período contemporáneo, pasando por la Edad Media y la posguerra, escritores y artistas han recurrido al repertorio de la peste para reflexionar sobre la condición humana, y criticar a quienes ostentan el poder político y a la realidad social. En Brasil, instigados por la pandemia del nuevo coronavirus, los científicos se han movilizado para debatir sobre la influencia de eventos como este sobre la producción cultural. Cursos, clases públicas y seminarios forman parte de la programación académica del segundo semestre del año lectivo en diversas instituciones del país.

La peste, que se define a grandes rasgos como una enfermedad contagiosa o una epidemia que causa un gran número de muertes, es un elemento recurrente en la historia literaria y desempeña un papel central en la mencionada obra de Sófocles. “Edipo rey muestra la figura de la peste como el síntoma principal de un desarreglo en aquella sociedad”, analiza Francine Fernandes Weiss Ricieri, de la Escuela de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Federal de São Paulo (EFLCH-Unifesp). Según Weiss Ricieri, historiadora de la literatura que desde hace más de 20 años estudia las relaciones entre Brasil, Portugal y Francia en los poetas decimonónicos, la peste suele retratarse en el universo literario como una alegoría para abordar temas políticos y sociales. El Decamerón, una obra escrita por el italiano Giovanni Boccaccio (1313-1375) entre 1348 y 1353, recoge los relatos de 10 personas que huyen de Florencia (Italia) para escapar de la peste negra. “La obra aborda varios temas, incluyendo el erotismo y la sexualidad de las mujeres. Mientras gran parte de la sociedad moría, la aristocracia tuvo la posibilidad de aislarse para evitar contraer la enfermedad. En el actual momento, se hace evidente lo mucho que la cuestión de la desigualdad social está presente en esa narrativa”, sostiene.

Wikimedia Commons El holandés Pieter Bruegel plasmó el Triunfo de la muerte, en 1562, evocando el escenario de plagas, epidemias y conflictos que asolaban a EuropaWikimedia Commons

En Brasil, la pandemia de covid-19 dejó en evidencia para los historiadores del arte la inexistencia de un campo dedicado a estudiar la influencia de la peste en el imaginario artístico. “Desde el punto de vista de la iconografía, la peste ha sido tratada hasta los días actuales mediante el análisis de episodios u obras puntuales. Para los curadores e investigadores de la historia del arte nunca fue un tema central. La realidad que introdujo la pandemia está empezando a modificar ese escenario. Estamos movilizándonos para crear proyectos que permitan estudiar el tema de una manera sistemática”, comenta Ana Gonçalves Magalhães, directora del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de São Paulo (MAC-USP).

La institución está preparando una retrospectiva con obras de la artista Regina Silveira, docente jubilada del Departamento de Artes Plásticas de la Escuela de Comunicaciones y Artes (DAP-ECA) de la USP. La exposición será inaugurada luego de la reapertura al público del MAC, en una fecha que todavía no se ha definido. A lo largo de su trayectoria, Silveira ha propuesto reflexiones sobre un futuro catastrófico. “Desde las huellas de animales salvajes que proyecté en 1996 como una intervención directa en el vestíbulo del Museo de Arte Contemporáneo de San Diego, en Estados Unidos, mi imaginación abundó en esas narrativas que sugerían invasiones, repentinas y fantasmales, de arquitecturas diversas”, explica la artista. Según ella, esa misma matriz de invasiones incontrolables también constituye la base de varias obras de la serie Irruption, que muestran una profusión de huellas humanas en situaciones inusitadas. “En tanto, las imágenes de insectos dañinos gigantes con los cuales en 2007 llené un gran pabellón vidriado en el Centro Cultural Banco do Brasil [CCBB], en Brasilia, constituían una alegoría perversa y deslumbrante de nuestra elite política. La obra, intitulada Mundus admirabilis, fue la inicial de otras posteriores que remitían directamente a plagas históricas y bíblicas, aludiendo a sus espejos en el mundo contemporáneo, tales como la violencia, la corrupción y el deterioro de la cotidianidad”.

Angelo Agostini: O carnaval de 1876. Revista Ilustrada, nº 10, mar. 1876/ Reproducción Ilustración del italiano Angelo Agostini alusiva a la fiebre amarilla segando vidas, durante el Carnaval de 1876Angelo Agostini: O carnaval de 1876. Revista Ilustrada, nº 10, mar. 1876/ Reproducción

Desde una percepción similar a la de la curadora del MAC-USP, Maria Berbara, del Departamento de Teoría e Historia del Arte de la Universidad del Estado de Río de Janeiro (Uerj), constata que la temática no forma parte de los principales objetos de reflexión en el campo de la historia del arte y de la cultura. A partir de investigaciones que ha desarrollado desde la década del 2000 sobre los intercambios artísticos y culturales que se produjeron entre Europa y el continente americano en los siglos XVI y XVII, durante los últimos meses Berbara ha empezado a poner en cuestión las narrativas adoptadas sobre el proceso de colonización del continente americano. El uso de la pólvora, por ejemplo, siempre se señaló como uno de los aspectos cruciales para explicar la rapidez con que los colonizadores se instalaron en el continente. “El demoledor impacto demográfico de las epidemias entre las poblaciones nativas era visto como una teoría secundaria para esclarecer ese proceso. La situación actual nos recuerda que, en realidad, habría que tomarlo como una cuestión prioritaria”, dice la historiadora. Ella sostiene que la falta de atención al rol fundamental que desempeñaron las epidemias en las artes posiblemente se relacione con el hecho de que en el transcurso del siglo XX los investigadores de la historia del arte y de la cultura procuraron construir un nicho de estudio propio, que pudiera operar con autonomía en relación con los aspectos económicos o sociales. “Esa búsqueda de independencia de otros campos del conocimiento hizo que pasáramos por alto algunos aspectos que merecen más atención, como las epidemias”, sostiene.

Se estima que la peste negra fue la responsable de la muerte de una tercera parte de la población mundial entre 1346 y 1353, con sus consecuencias en el imaginario artístico. “Como un reflejo de la enfermedad, a la que se interpretó como un castigo divino, se intensificaron las pinturas de devoción a los santos, especialmente de aquellos que eran considerados protectores contra la peste”, dice Tamara Quírico, del Departamento de Teoría e Historia del Arte de la Uerj, quien desde hace más de 20 años estudia el arte cristiano medieval entre los siglos XIII y XIV y la iconografía relacionada con el Juicio Final. La historiadora Juliana Schmitt, investigadora de la estética de lo macabro desde hace más de una década, explica que en la Europa cristiana medieval prevalecía la idea de que la muerte era una transición hacia una vida espiritual plena. Los rituales fúnebres apuntaban a asegurar una travesía organizada hacia ese otro plano, además de evitar mostrar el proceso de descomposición del cuerpo. “La irrupción de la peste negra produjo una ruptura en esa concepción. La enfermedad dejaba marcas en el cuerpo, la gente se moría en forma repentina, algunas personas en lugares públicos. A veces los cuerpos permanecían durante días descomponiéndose en la calle y los ritos funerarios dejaron de practicarse”, comenta. “La idea apaciguadora de la muerte según la concepción cristiana fue reemplazada por la idea de una muerte caótica causada por la peste”, relata la historiadora, quien acaba de finalizar su investigación posdoctoral en la Universidad Federal de Juiz de Fora (UFJF).

Wikimedia Commons Malaria, un cuadro del francés Ernest Hébert realizado entre 1848 y 1849, forma parte de la colección del Musée d’Orsay, en ParísWikimedia Commons

Según Schmitt, las imágenes cotidianas relacionadas con el brote de la enfermedad pasaron a representarse en la iconografía y en la literatura en los años siguientes, potenciando lo que hoy se conoce como estética macabra. “Lo que caracteriza a las obras macabras es el énfasis que se le otorga a los procesos de descomposición del cuerpo”, explica la historiadora, al precisar que esa estética ya existía pero cobró impulso a partir de la peste negra. Así, los frescos en cementerios e iglesias, los manuscritos iluminados y los poemas pasaron a referirse a gusanos deambulando por los cuerpos y a cadáveres en descomposición que salen de las tumbas para mezclarse con los vivos, por ejemplo.

En el contexto de ese imaginario, relata Quírico, el tema de la danza macabra o danza de la muerte comenzó a descollar, sobre todo en frescos y manuscritos iluminados que se preservan hasta los días actuales. En esas imágenes, los cadáveres o las calaveras bailan con los vivos, y llevan consigo objetos relacionados con la muerte, tales como guadañas y tapas de ataúdes, además de instrumentos musicales, componiendo un conjunto artístico que también es festivo. Al analizar el significado de esas obras para la población de la Edad Media, Schmitt dice que los mismos representaban la universalidad de la muerte, que afecta a todos independientemente de la clase social y puede llegar de sorpresa. “Las danzas macabras pueden considerarse como un intento de retratar a través del arte el caos que se instaló en la sociedad en aquella época”, dice.

Wikimedia Commons El triunfo de la muerte, un fresco en la ciudad de Clusone, en Italia. Es uno de los primeros trabajos sobre la danza de la muerte realizado por Giacomo Borlone de Burchis en el siglo XVWikimedia Commons

Ella recuerda incluso que a lo largo de la historia la danza macabra pasó por diversas lecturas que contemplan los grabados de Hans Holbein (1497-1543) y los versos de los poetas románticos, admiradores de la estética de la cultura medieval. “Hacia el final del siglo XVIII, los románticos rescataban los temas medievales como oposición al ideal neoclásico vigente en las décadas precedentes que entronizaba la búsqueda de la belleza y la armonía en el arte y en la poesía”, dice la historiadora. Años más tarde, el poeta francés Charles Baudelaire (1821-1867) también movilizó ese imaginario, publicando incluso un poema bajo el título “Danza macabra”, en su obra Las flores del mal, de 1857. En el filme de 1959 El séptimo sello, del director sueco Ingmar Bergman (1918-2007), se relata la historia de un caballero que retorna a su hogar luego de una década luchando en las cruzadas y encuentra a su poblado afectado por la peste negra, y muestra la imagen de la muerte llevando al protagonista y a sus amigos que, alineados, evocan iconografía de las danzas macabras.

Incluso antes de la pandemia actual, el tema de la peste se mantuvo presente en el imaginario de los escritores contemporáneos. Al abordar el proceso de creación de un libro sobre esta temática, en un artículo de opinión publicado en abril en el periódico The New York Times, Orhan Pamuk discurre sobre diversos autores que publicaron obras al respecto. La indiferencia del gobierno, los esfuerzos por ocultar la dimensión real del problema, la difusión de noticias falsas y la idea de la plaga como algo traído por algún forastero son elementos comunes en muchas de esas obras. Pamuk pondera que algunos escritores, tales como el británico Daniel Defoe (1660-1731) y el franco-argelino Albert Camus (1913-1960), fueron más allá de las cuestiones políticas y sociales, recurriendo a la figura de las plagas para tratar temas intrínsecos a la condición humana, tales como el miedo y el pavor causados por la cercanía de la muerte y la sensación de extrañeza generada por el advenimiento de nuevas enfermedades. La novela Diario del año de la peste de Defoe, publicada en 1722, relata la vida cotidiana de Londres durante la “gran plaga” que asoló la ciudad entre 1665 y 1666.

Nasjonalmuseet/ Lathion, Jacques Autorretrato del noruego Edvard Munch luego de contagiarse el virus de la gripe española, en 1919Nasjonalmuseet/ Lathion, Jacques

Para Daniel Bonomo, de la Facultad de Letras de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), tanto en Diario del año de la peste, como en Robinson Crusoe (1719), Defoe explora los efectos de las situaciones de confinamiento. “El narrador describe las medidas estrictas que se adoptaron en Londres en aquella ocasión. Las casas que albergaban a los enfermos se clausuraban por afuera y se las marcaba con una cruz roja, con guardianes que vigilaban permanentemente que nadie entrara o saliera”, relata Bonomo, uno de los participantes en el curso online que debate el tema de las epidemias en el imaginario literario. El ciclo de conferencias en la UFMG comenzó en julio y se extenderá hasta el final del segundo semestre de 2020.

Otro de los libros célebres sobre el tema es La peste, de Albert Camus, publicado en 1947. La obra versa sobre una epidemia ocurrida en la ciudad argelina de Oran y sus efectos sobre la población local. Los estudiosos de la obra de Camus dicen que la peste fue interpretada en esa época como una alegoría de la ocupación de París por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Raphael Luiz de Araújo, quien en 2017 defendió su doctorado sobre el escritor en la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la USP, sostiene que la producción de Camus puede dividirse en tres ciclos, el primero de los cuales abarca obras que abordan situaciones absurdas de la existencia humana. El extranjero (de 1942) forma parte de esa siembra, y narra la historia de un hombre en Argel (la capital de Argelia), que días después de sepultar a su madre, acaba asesinando a un joven árabe. En tanto, el segundo ciclo, que incluye a La peste, está signado por la idea de una rebelión colectiva como respuesta positiva ante el absurdo abordado en el primer ciclo. “Se trata de la búsqueda de una reacción ética de nuestra angustia ante el destino trágico de la humanidad”, dice De Araújo, quien tradujo los primeros cuadernos de Camus en Brasil. Según él, el tercer ciclo, que quedó inconcluso a raíz de la muerte temprana del autor, abordaba el tema del amor.

La profesora Claudia Consuelo Amigo Pino, docente de lengua y literatura francesa del Departamento de letras Modernas (DLM) de la FFLCH-USP, dice que la ocupación nazi de Francia inauguró un intenso sistema de vigilancia, generando recelo y dando pie a prejuicios de toda índole. “En un principio la gente pensó que sería algo pasajero y la falta de conciencia al respecto de la gravedad del problema causó que este se tornara aún mayor, algo que también ocurre en el caso de una epidemia como la que vivimos hoy”, comenta. “En el libro, Camus advierte que las catástrofes, manifiestas en epidemias o guerras, solo pueden enfrentarse merced a una concientización temprana y a una labor colectiva”. Amigo Pino, quien en 2013 impulsó la realización de un curso de extensión para analizar la obra de Camus en el marco de un homenaje a los 100 años de su nacimiento, es una de las organizadoras del ciclo de clases públicas sobre epidemias que se realizarán en la FFLCH-USP a partir del mes de septiembre.

Reproducción Escena del filme El séptimo sello, del sueco Ingmar Bergman, que constituye una relectura de la iconografía macabra en boga durante la Edad MediaReproducción

A propósito de Camus, el filósofo Leandson Vasconcelos Sampaio recuerda que en la obra de 1947, la peste  también puede entenderse como una “alegoría a nuestra fragilidad”. Por cierto, muchas de las obras de Camus giran en torno a la idea de la muerte, entre ellas, El extranjero, El hombre rebelde (1951) y El mito de Sísifo (1941). “Para el escritor, la conciencia de la finitud humana evidencia el primer contacto de las personas con lo absurdo. En el libro de Camus, la peste es un símbolo para que el lector reflexione sobre la ética y la necesidad de un compromiso de la gente ante las catástrofes colectivas. Así, al abordar la muerte, el autor escribe a favor de la vida”, analiza Vasconcelos Sampaio.

La destrucción de la especie humana es un tema recurrente en las obras de ficción que abordan eventos apocalípticos, donde las epidemias acaban asumiendo funciones simbólicas, entre ellas, el anhelo de reconstruir la sociedad desde cero. A partir de un proyecto de investigación que desarrolla desde 2018 e incluye ciencia ficción y producciones culturales sobre los muertos vivos, o zombis, Valéria Sabrina Pereira, de la Facultad de Letras de la UFMG, relaciona diversas obras en las que ese deseo se torna evidente. En el libro Zona Uno (2011), por ejemplo, el escritor estadounidense Colson Whitehead describe un país posapocalíptico, donde los sobrevivientes se unen para luchar contra los zombis que dominan las ciudades. “Entre estas personas está el protagonista, un hombre de raza negra que comienza a replantearse si cuando la situación vuelva a la normalidad la sociedad continuará estando marcada por las desigualdades sociales y el racismo”, relata Pereira. “Muchas de las obras sobre zombis funcionan como una sátira del concepto de ‘nueva normalidad’ que se desarrolla luego de situaciones apocalípticas, revelando los intentos desesperados de la sociedad por retornar a su modelo tradicional”, explica. André Cabral de Almeida Cardoso, del Departamento de Lenguas Extranjeras Modernas de la Universidad Federal Fluminense (UFF), quien desde 2016 desarrolla un proyecto de investigación sobre distopías y relatos apocalípticos y posapocalípticos contemporáneos, afirma que, de cierto modo, estas narrativas sobre distopías acabaron anticipándose a la crisis actual. “Actualmente, al enfrentarnos a un escenario que hasta ahora solo era ficción, estas obras nos ayudan a lidiar con el sentimiento de perplejidad y extrañeza que genera esta situación”, culmina.

Proyecto
Las huellas de Némesis: El último ensayo de Albert Camus (nº 14/15584-0); Modalidad Becas en Brasil – Doctorado; Investigadora responsable Claudia Consuelo Amigo Pino (USP); Inversión R$ 171.509,63

Artículo científico
BONOMO, D. R. Experimentum in insula: Robinson Crusoé nas origens do aborrecimento. Literatura e Sociedade. v. 22, n. 24. p. 117-31. 2017.

Libro
SCHMITT, J. O imaginário macabro na Idade Média – Romantismo. São Paulo: Alameda Editorial, 2017.

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