El 14 de janeiro, Davi Seremramiwe, hijo de un cacique de la etnia xavante, del estado de Mato Grosso, fue el primer niño de entre 5 y 11 años inmunizado con una dosis de la vacuna contra el covid-19 en Brasil. En el Hospital de Clínicas de la Universidad de São Paulo (HC-USP), en la capital paulista, el niño de 8 años, portador de una enfermedad que dificulta su locomoción, recibió 0,2 mililitro (ml) de la vacuna de Pfizer-BioNTech, aprobada por la agencia reguladora Anvisa a mediados de diciembre de 2021 para uso pediátrico en el país. La dosis infantil contiene una concentración del inmunógeno equivalente a un tercio de la inyección para adultos. En Estados Unidos, la vacuna de Pfizer-BioNTech fue aprobada para su aplicación en niños de esa franja etaria en octubre, y en Europa, al mes siguiente. El fabricante recomienda un intervalo de tres semanas entre la primera y la segunda dosis. No obstante, el Ministerio de Salud de Brasil justificó su ampliación a ocho semanas debido a la escasez del producto.
En Brasil, la inmunización de los niños, el último grupo etario en beneficiarse de la vacuna contra el covid-19, comienza en una nueva fase crítica de la pandemia. La variante ómicron del Sars-CoV-2, detectada a finales de noviembre de 2021 en Sudáfrica y con más de 50 mutaciones en su material genético, es altamente transmisible y se ha transformado rápidamente en la versión dominante del virus causante del covid-19. Allí donde se ha propagado, ómicron ha ocupado el lugar de la variante delta, que hasta entonces era el linaje predominante, y ha causado una cifra récord de infecciones en varios países, entre ellos Estados Unidos, el Reino Unido, Alemania, Australia, Italia, Brasil y muchos otros.
Según informó la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 12 de enero se confirmaron 3,5 millones de contagios de covid-19 en todo el mundo, el mayor número de casos en un solo día. “La variante delta tardó meses en convertirse en la versión dominante, algo que ómicron consiguió en pocas semanas”, comenta el virólogo Fernando Spilki, de la Universidade Feevale, de Rio Grande do Sul, y coordinador de la Red Nacional de Ómicas del covid-19 (Red Corona-ómica BR).
Según datos extraídos de la plataforma digital Info Tracker, creada en abril de 2020 por cinco matemáticos y científicos de la computación de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), la USP y la Universidad Virtual del Estado de São Paulo (Univesp), la tasa de transmisión (Rt) del Sars-CoV-2 en Brasil, al 19 de enero, era de 1,7, la más alta que se haya registrado. Esto quiere decir que, de cada 10 personas infectadas, el virus se transmitía, en promedio, a otros 17 individuos. Una pandemia deja de crecer y comienza a menguar cuando el Rt (también llamado R0) toma un valor menor que 1.
El 19 de enero, las estadísticas de la Secretaría de Salud del Estado de São Paulo indicaron que, en los últimos dos meses, hubo un aumento del 61 % en el número de niños y adolescentes menores de 18 años tratados en Unidades de Terapia Intensiva (UTI) debido al covid-19. El 15 de noviembre de 2021, había 106 pacientes hospitalizados en estado grave. Para el 17 de enero, la cifra era de 171. “Esto es lo que se denomina fenómeno de desplazamiento epidemiológico”, dijo el médico Dimas Covas, presidente del Instituto Butantan, que fabrica la vacuna CoronaVac, en una conferencia de prensa, y recordó que, con la vacunación de la población de mayor edad, los efectos de la pandemia se trasladan a los grupos que no están inmunizados, entre los cuales se encuentran los niños. El 20 de enero, la Anvisa autorizó la Aplicación de la CoronaVac para los individuos no inmunodeprimidos del rango de edades comprendidas entre los 6 y 17 años.
Los datos epidemiológicos de la pandemia en diferentes regiones del mundo indican que las personas no vacunadas afrontan un riesgo varias veces mayor de desarrollar cuadros severos, requerir hospitalización o incluso de morir por covid-19 que los individuos que han recibido al menos dos dosis de alguna de las vacunas. El Departamento de Salud del estado de Washington (EE. UU.), por ejemplo, divulgó el 19 de enero un comunicado en el que estima que las personas de 12 a 34 años no inmunizadas corren un riesgo dos veces mayor de infectarse con el Sars-CoV-2 y cinco veces mayor de resultar internados debido al contagio. Esta tendencia se acentúa cuanto mayor es la edad de la población. Los individuos no vacunados mayores de 65 años corrían un riesgo de infectarse cuatro veces mayor, siete veces mayor de resultar hospitalizados y trece veces mayor de morir, comparados con los inmunizados con dos dosis.
En los países donde se instaló la variante ómicron, la demanda de test de covid-19 se ha disparado, el ausentismo laboral se ha multiplicado y los sistemas nacionales de salud han vuelto a estar bajo presión. La situación no es desesperante como en otros momentos críticos de la pandemia porque el número de fallecidos no evolucionó a la par de la tasa de crecimiento de los contagios. Los estudios preliminares sugieren que, pese a su alta transmisibilidad, ómicron tendería a causar casos menos graves y menos muertes que las variantes precedentes. Ello se debe a que tendría una menor capacidad para infectar los pulmones y desencadenar casos graves capaces de provocar la muerte.
Según la OMS, el total oficial de fallecimientos semanales causados por el covid-19 a nivel mundial (entre 45.000 y 50.000 muertos cada siete días) se mantuvo estable o acusó un leve descenso en diciembre y en la primera quincena de enero de este año. En los peores períodos de la pandemia, en enero y abril de 2021, llegaron a morir unos 100.000 infectados por semana. En Sudáfrica, el pico de contagios y muertes causados por ómicron fue bastante rápido –alrededor de un mes–, y parece haber quedado atrás. Aparentemente, en el Reino Unido está ocurriendo lo mismo, ya que, tras un pico en la cifra de casos confirmados, el país da cuenta de un descenso en las notificaciones. En Estados Unidos, donde el movimiento antivacunas es fuerte y la cobertura de vacunación es menor que en Brasil, los muertos por covid-19 han vuelto a crecer en forma nítida. En enero de este año, han llegado a los 2.000 fallecidos diarios. Con todo, en algunas metrópolis como Nueva York y Seattle, el número de casos ha empezado a descender. Estados Unidos y Brasil son los dos países con más muertes oficialmente atribuidas a la pandemia, con 860.000 y 620.000 fallecidos, respectivamente.
Para el virólogo Edison Durigon, del Instituto de Ciencias Biomédicas de la USP, cuyo equipo fue el primero en aislar la variante ómicron en el país, en diciembre de 2021, no puede afirmarse que los casos de covid-19 causados por el nuevo linaje sean más leves que los provocados por otras variantes del Sars-CoV-2. Podría ser que la buena cobertura de vacunación contra el covid-19 registrada en Brasil a finales de 2021 haya colaborado para minimizar el impacto clínico de la escalada de los contagios (actualmente, casi el 70 % de los brasileños han recibido dos dosis y, un 15 %, la tercera dosis de refuerzo). “Por ahora, ninguna de las vacunas disponibles contra el covid-19 es capaz de impedir el contagio”, dice Durigon. “Pero el sistema inmunológico de las personas vacunadas responde con mayor rapidez a la infección y evita la propagación del virus más allá de las vías respiratorias superiores. Si no infecta a los pulmones, el virus no ingresa al torrente sanguíneo. Y si no llega a la sangre, no logra diseminarse por el organismo causando covid-19 sistémico en otros órganos”. Todavía no se sabe a ciencia cierta cuánto de la menor agresividad de ómicron sería una característica propia de la variante, el resultado de la inmunización creciente de la población mundial o, incluso, una combinación de ambos factores.
La llegada de ómicron, con su altísima transmisibilidad, pero aparentemente con menor capacidad para ocasionar casos graves, ha sido esgrimida como pretexto por ciertos grupos antivacunas para adherir a una idea absurda: infectarse a propósito con la esperanza de adquirir inmunidad natural contra el covid-19. Esta estrategia es condenable e ineficiente. Es como jugar a la ruleta rusa con un virus que ha causado la mayor pandemia humana de los últimos 100 años. Siguen apareciendo casos con un final trágico, protagonizados por personas que aún descreen de la gravedad de la enfermedad. La cantante checa Hana Horka, del grupo folclórico Asonance, una conocida militante antivacunas en su país, falleció debido al covid-19 el 16 de enero, a los 57 años, tras haberse contagiado deliberadamente con el Sars-CoV-2.
“La pandemia no está cerca de acabarse. Con el rápido crecimiento global de ómicron, es probable que surjan nuevas variantes, por lo que es esencial continuar con el rastreo y la vigilancia del virus”, dijo Tedros Ghebreyesus, el director general de la OMS. “Por ahora el número de muertos se mantiene estable, pero nos preocupa el impacto de la variante ómicron en los profesionales de la salud, que se encuentran exhaustos, y la sobrecarga de los sistemas de salud”
Hasta la fecha han muerto 5,5 millones de personas debido al covid-19. Esta es la cifra oficial de óbitos atribuidos a la pandemia en dos años. Algunos modelos estadísticos, basados en el aprendizaje automático, en el uso de algoritmos y en el análisis del total de muertes (atribuidas a cualquier causa), ocurridas en 2020 y 2021, sugieren que la cantidad de fallecidos por covid-19 podría ser el doble o hasta cuatro veces mayor de lo que registran las estadísticas oficiales. El Institute for Health Metrics and Evaluation de Seattle (EE. UU.), e incluso el semanario británico The Economist, han divulgado recientemente modelos estadísticos que apuntan a este impacto mayor de la pandemia en lo referente a la cantidad de muertes.
El espectro de alta transmisibilidad de ómicron acentúa las dificultades ante situaciones que ya de por sí son trágicas, como los desastres naturales. Las autoridades de Tonga –un país compuesto por 170 islas del Pacífico sur que ha sido gravemente afectado por una erupción volcánica y un gran tsunami el 15 de enero, causando al menos tres muertos– han adoptado una postura muy cautelosa a la hora de recibir ayuda internacional para mitigar los estragos que causó el cataclismo. Los tonganos, que habían registrado tan solo un caso de covid-19 en octubre pasado, quieren mantener una cuarentena de 21 días para el ingreso de extranjeros en el archipiélago y, de ser posible, evitar cualquier contacto directo con los extranjeros dispuestos a brindarles ayuda.
Con aproximadamente un 60 % de sus 100.000 habitantes vacunados con dos dosis, Tonga ha registrado tan solo un infectado (desde el mes de octubre pasado) y ninguna muerte. La nación insular pretende evitar lo que ha ocurrido en el pasado, cuando la llegada de los europeos y otros pueblos llevó al archipiélago enfermedades como el sarampión y la influenza (gripe). Al igual que el joven xavante Davi Seremramiwe, el primer brasileño menor de 11 años vacunado, los niños y los indígenas de todo el mundo constituyen actualmente uno de los grupos humanos más vulnerables al virus del covid-19.
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