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Ecología

La selva inesperada

Más rico en biodiversidad, el Bosque Atlántico es más pobre en nitrógeno que la Selva Amazónica

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Eduardo CesarLitoral norte paulista: el Bosque de 65 millones de añosEduardo Cesar

Biólogos  y agrónomos arribaron a la conclusión de que el Bosque Atlántico ?al menos el del litoral norte paulista? tendría un modo diferente, tal vez único y hasta ahora desconocido de captar, aprovechar y liberar los nutrientes que le permiten crecer y mantenerse. Los suelos de los montes que cubren las laderas de Ubatuba  y São Luís do Paraitinga son más rastreros y aún más pobres que los de la Amazonia en nitrógeno, un nutriente esencial para las plantas, tanto como lo son el agua y la luz. Aún no existe un medio de explicar de qué manera un bosque tan pobre en nitrógeno puede ser más exuberante que la Amazonia en variedad de especies de plantas y animales.

Este trabajo, iniciado en 2003, mostró que la selva más cercana a las mayores ciudades del país es aún muy poco conocida, en contraste con la Amazonia, que comenzó a ser examinada hace al menos cuatro siglos, con los naturalistas europeos. Es inquietante eso de saber más de la Amazonia que del Bosque Atlántico, que está mucho más cerca de nosotros, asevera Luiz Antonio Martinelli, investigador de la Universidad de São Paulo (USP) y uno de los coordinadores del grupo que reúne a especialistas en suelo, plantas y atmósfera dispuestos a elaborar una visión amplia e integrada del monte atlántico brasileño.

Los botánicos fueron los primeros que notaron que el nitrógeno del Bosque Atlántico no sería tan abundante como en la Amazonia. En la base de todo el trabajo, unos 15 estudiantes y auxiliares de investigación recorrieron las 14 áreas de estudio cada terreno mide una hectárea (10 mil metros cuadrados) de monte con la vegetación más preservada posible en tres franjas de altura (de 5 a 50 metros, de 50 a 500 metros  y de 500 a 1.200 metros) en los municipios de Ubatuba y São Luís do Paraitinga. Coordinados por Simone Vieira, ingeniera agrónoma de la USP,  y Luciana Alves, bióloga del Instituto de Botánica, debían hallar y marcar con una pequeña placa metálica todos los árboles, incluso los que aún estaban en crecimiento, de al menos 4,8 centímetros de diámetro. En total, 28 mil árboles.

Los botánicos verificaron que los representantes de la familia botánica de las leguminosas como el guapinol, el guayacán de hierro y el jacarandá no eran tan abundantes allí como en la Amazonia. Los árboles de la familia de las leguminosas son importantes para toda la selva porque, más que otras especies, captan nitrógeno de la atmósfera mediante la asociación de las raíces con grupos de bacterias del género Rhizobium. Inicialmente lo utilizan para ellos mismos y después lo distribuyen para otras plantas, cuando las hojas caen y el nitrógeno se esparce en el suelo y en los ríos.

Mientras que los botánicos examinaban las plantas, Luiz Felippe Salemi  y Juliano Daniel Groppo recolectaban agua de lluvia. Posteriormente la examinaron en Piracicaba en los aparatos del Centro de Energía Nuclear en Agricultura (Cena), bajo la supervisión de Martinelli, y hallaron muy poco nitrógeno en el agua de lluvia y de los ríos, en el suelo y en las hojas de los árboles. Pensamos que los aparatos estaban fallando, comenta Martinelli. Poco a poco llegaron a la conclusión de que el Bosque Atlántico debería funcionar de manera totalmente diferente de lo que habían pensado, tal vez con la mitad del ya de por sí poco nitrógeno encontrado en la Amazonia, aunque más que en los bosques templados europeos, bastante modestos en biodiversidad si se los compara con los de América.

Martinelli aún no sabe si la escasez de nitrógeno sería una de las razones del hecho de que el Bosque Atlántico sea uno de los más antiguos del mundo, con alrededor de 65 millones de años, o si el Bosque Atlántico vivió tanto porque siempre contó con poco nitrógeno. Él presume que comparaciones con un ambiente natural muy diferente, el Cerrado [sabana], cuyas plantas se adaptaron a la escasez de nutrientes y de agua, podrían ayudar a explicar de qué manera la selva tropical costera alberga tamaña riqueza biológica, medida por la diversidad de especies de animales y plantas, si se considera las epifitas, tales como orquídeas y bromelias, hasta tres veces mayor por metro cuadrado que la de la Selva Amazónica, mucho más rica en nitrógeno.

Árboles apurados
Ahora al menos han quedado claros los contrastes no solamente entre las mayores selvas de Brasil sino también del interior del propio Bosque Atlántico. Los montes de alturas más bajas crecen y viven funcionan de manera distinta que los de altitudes más elevadas, como si fueran organismos distintos. Los suelos de los montes de 5 a 50 metros de altura son planos (no pasan de 30 centímetros) y también más pobres en nutrientes que los de los terrenos de 800 a 1.200 metros. De acuerdo con los resultados obtenidos hasta ahora, en los montes bajos las plantas parecen tener prisa  y absorben nitrógeno directamente de las hojas que caen sobre el suelo sin esperar que el valioso nutriente se mezcle con la tierra y forme la espesa capa de material orgánico del suelo de los bosques altos, donde el nitrógeno circula más lentamente. En los montes más cercanos a la playa, la cantidad de lluvia corresponde a la mitad de la que cae en los montes de lo alto de la sierra, inmersos en neblina durante al menos 200 días por año. En las altitudes más elevadas, los árboles son más corpulentos, además de tener una densidad mayor que en los montes bajos. Ya no se puede decir más que el Bosque Atlántico funciona indistintamente de una manera o de otra, afirma Joly.

Simone Vieira  y Luciana Alves también estimaron la biomasa la cantidad de carbono almacenado principalmente en los árboles, las palmeras y los helechos del Bosque Atlántico. Reunieron informaciones sobre el diámetro, la altura y la densidad de la madera de casi 30 mil árboles y arribaron a la conclusión de que la biomasa de la vegetación del Bosque Atlántico puede variar de 80 toneladas de carbono por hectárea en los bosques más cercanos al mar a 120 toneladas en los montes de laderas y en la cima de la sierra. Es una cantidad de carbono mucho mayor que la que esperábamos, afirma Simone. Esa biomasa sugiere que el Bosque Atlántico tiene una elevada capacidad de almacenar carbono orgánico, si bien que mediante mecanismos aún misteriosos, porque la cantidad de nitrógeno que recibe no debería producir árboles tan corpulentos.

La estimación de biomasa indicó que cada hectárea de Bosque Atlántico deforestada redunda en la emisión de al menos 100 toneladas de carbono, similar a la franja mínima de emisión de la Amazonia (la quema de una hectárea de Selva Amazónica, dependiendo de la densidad  y de la composición, implica la emisión de entre 100 y 200 toneladas de carbono). Tardamos cinco siglos para conocer la biomasa, un dato básico sobre el Bosque Atlántico, reconoce Martinelli. Su indignación se mezcla al placer de haber encontrado un ser gigantesco, tan cercano que seguía siendo tan desconocido y que seguramente guarda aún muchas otras sorpresas.

El proyecto
Composición florística, estructura  y funcionamiento de la selva ombrófila densa de los núcleos Picinguaba y Santa Virgínia del Parque Serra do Mar (nº 12/51509-8); Modalidad Proyecto Temático – Programa Biota FAPESP; Coordinadores Carlos Alfredo Joly (Unicamp)  y Luiz Antonio Martinelli (Cena-USP); Inversión R$ 2.576.067,24 (FAPESP)

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