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HISTORIA

La tortuosa llegada a Brasil

Documentos describen el ingreso de africanos esclavizados en Río de Janeiro a principios del siglo XIX

La bodega de un buque negrero, representada por el pintor alemán Johann Moritz Rugendas en su obra Nègres a fond de calle, de la década de 1820

Wikimedia Commons

Durante las primeras décadas del siglo XIX, la introducción de africanos esclavizados en Río de Janeiro tenía lugar por etapas. Luego de pasar meses viajando en condiciones degradantes en las bodegas de los barcos, los negros cautivos, por lo general, desnutridos y enfermos, hacían una escala, en primera instancia, en la aduana, donde los identificaban y los registraban para el pago de impuestos. Luego de eso, los reembarcaban para someterlos a un período de cuarentena, que inicialmente se realizaba en las islas cercanas a la ciudad y, posteriormente, en un leprosario ubicado en un barrio alejado del centro. Recién entonces se los trasladaba al mercado de Valongo, donde los exponían a la venta para abastecer de mano de obra forzada a las provincias de Río de Janeiro, Minas Gerais y São Paulo.

La descripción minuciosa del arribo y el camino recorrido hasta el desembarco final figuran en un trabajo concluido recientemente por el grupo de la arqueóloga Andrea de Lessa Pinto, docente del Programa de Posgrado en Arqueología (PPGArq) del Museo Nacional de la Universidad de Río de Janeiro (UFRJ), y presentado en un artículo publicado en mayo de 2020 en la revista Latin American Antiquity. En la obra, que forma parte de la tesis doctoral del historiador y arqueólogo Reinaldo Bernardes Tavares, se analizó documentación guardada en la Biblioteca Nacional y en el Archivo General de la Ciudad de Río de Janeiro para reconstruir los pormenores del trayecto recorrido por los africanos cautivos luego de arribar al puerto de la que en aquel entonces era la capital de la colonia y, posteriormente, del Reino Unido de Portugal, Brasil y Algarves. “El material hallado ayudará a corregir ciertas imprecisiones que habían quedado cristalizadas en los últimos años al respecto de la llegada de los africanos cautivos”, dice Lessa.

Hace poco más de una década, comenzó a difundirse entre los historiadores brasileños la hipótesis de que, tras atravesar el océano, los negros esclavizados recalaban directamente en el muelle de Valongo, en lo que, hoy en día, es el barrio carioca de Gamboa, cerca de la calle Camerino, donde entonces funcionaba uno de los mayores centros de venta de africanos cautivos de América. El simbolismo de Valongo como el principal enclave del comercio de esclavos se consolidó después que las excavaciones arqueológicas que se realizaron a partir de 2011 identificaron vestigios del muelle en cuestión.

Según dejan constancia los datos recogidos en la investigación actual, la tesis que sitúa a Valongo también como el punto de arribo de los africanos a Río fue cobrando cuerpo a partir de la publicación, en 2005, del libro intitulado De costa a costa – Escravos, marinheiros e intermediários do tráfico negreiro de Angola ao Rio de Janeiro (1780-1860), del historiador Jaime Rodrigues, editado por Companhia das Letras. En su obra, Rodrigues sostiene, probablemente influenciado por un trabajo de la década de 1980, que el muelle de Valongo “fue el sitio por donde los africanos importados en forma ilegal desembarcaban en Río de Janeiro”, entre 1780 y 1831.

Antes del grupo de Lessa, otros historiadores habían ubicado el desembarco inicial de los africanos en la aduana, que estaba ubicada en lo que entonces era el distrito comercial de la ciudad, en un edificio que ya no existe, que se alzaba en las inmediaciones de la actual calle 1º de março, cerca de donde ahora está el Centro Cultural Banco do Brasil. En el año 2000, en la obra  A vida dos escravos no Rio de Janeiro, también publicada por la editorial Companhia das Letras, la historiadora estadounidense Mary Karasch, expresaba que, antes de 1824, los barcos negreros ingresaban libremente al puerto para desembarcar su carga en el centro de Río y, luego de fondearse y “someterse a las formalidades legales, las tripulaciones de los buques obtenían el permiso para hacer el transbordo de los africanos a barcazas de remo más pequeñas y trasladarlos a la aduana”. Sin embrago, no había constancia de otros detalles.

En su doctorado, que contó con la dirección de Lessa y la coasesoría de Claudia Rodrigues Carvalho, también del PPGArq, Reinaldo Tavares halló en la Biblioteca Nacional y en el Archivo General de la Ciudad documentos oficiales que permiten conocer los pormenores del desembarco inicial en la aduana y el posterior traslado a la zona del Valongo. El registro más antiguo del paso por la aduana es una carta de 1752 redactada por José I (1714-1777), rey de Portugal, dirigida a Antonio Almeida Soares Portugal (1699-1760), el primer marqués de Lavradio, gobernador y capitán general de la provincia, en la que le ordena investigar un reclamo de los oficiales del Concejo de la ciudad quejándose por el tráfico de africanos esclavizados en la aduana.

Colección Biblioteca Nacional Digital En la obra pictórica Débarquement, Rugendas retrata el desembarco de los africanos en la aduana de Río de Janeiro luego de haber cruzado el AtlánticoColección Biblioteca Nacional Digital

El desembarco inicial en la aduana lo confirma una misiva del Senado dirigida al rey en 1762, informando quejas de los tratantes de esclavos a causa del plazo mínimo de ocho días que tenían que aguardar tras el arribo de los cautivos hasta poder negociarlos. La información que consta en esos documentos es refrendada por los informes del pintor y expedicionario alemán Johann Moritz Rugendas (1802-1858), quien estuvo en Brasil entre 1822 y 1825, y registró los trámites de la llegada de los africanos a Río en su libro Viagem pitoresca através do Brasil y en la pintura intitulada Débarquement).

Los documentos de principios del siglo XIX ayudaron a los historiadores a reconstruir el derrotero más probable que seguían los africanos recién llegados luego de su paso por la aduana. En 1774, Luís de Almeida Portugal Soares de Alarção d’Eça e Melo Silva Mascarenhas (1729-1790) virrey de Brasil y segundo marqués de Lavradio, logró trasladar el mercado de esclavos de las inmediaciones de la aduana a una zona algo más alejada, ocupada por quintas y aldeas de pescadores: el Valongo, ubicado a alrededor de 1,5 kilómetros (km) hacia el oeste del centro. Una cédula fechada en 1808 redactada por el juez Paulo Fernandes Viana (1758-1821), intendente general de policía de la Corte, prohibió el tránsito a pie de los africanos esclavizados entre la aduana y Valongo. El trayecto debería cubrirse por mar, con la permanencia de los enfermos en Ilha das Enxadas o en Ilha de Bom Jesus para cumplir un período de cuarentena, previo a la construcción de un lazareto en la propia zona de Valongo. “Con el traslado del comercio de esclavos a Valongo, la región fue creciendo y los tratantes se mudaron hacia allí, manteniendo a los cautivos en el patio de sus propiedades”, relata Lessa.

Según consta en los documentos registrados durante la investigación, desde ese período hasta la prohibición legal de la importación de esclavos, en 1831, en el cual arribaron entre 500 mil y 700 mil esclavos africanos a Río, el desembarco final de los cautivos –técnicamente denominado descarga– se realizaba en las playas cercanas al Morro da Saúde, a 1 km de distancia hacia el oeste del sitio en que posteriormente eran vendidos los africanos en los depósitos de Valongo. Luego de la construcción del leprosario, en 1811, se comenzó a descargar a los cautivos principalmente detrás del Morro da Saúde. “El análisis e interpretación de fuentes literarias primarias, en su mayoría inéditas, nos permitieron abordar el ingreso, desembarco y descarga de los cautivos africanos en Río de Janeiro desde una nueva perspectiva histórica”, escriben los investigadores en el artículo publicado en Latin American Antiquity. Como resultado de ello, sostienen, la hipótesis que plantea el protagonismo del muelle de Valongo en ese proceso, hasta entonces señalado como el punto de “desembarco” obligatorio de los embarques negreros, no tiene ningún respaldo en los documentos que se consultaron. “El muelle de Valongo no fue el lugar de llegada, sino el centro de distribución de los cautivos hacia otros muelles en la bahía de Guanabara, antes de enviarlos hacia el interior”, explica Lessa.

Proyecto Brasiliana Iconográfica La obra Boutique de la rue du Val-Longo, del pintor francés Jean-Baptiste Debret, muestra un depósito de negros esclavizados en el mercado do ValongoProyecto Brasiliana Iconográfica

“Este trabajo constituye un hermoso esfuerzo para documentar las prácticas habituales de aquel período y permite una mejor comprensión de cómo habría sido la logística del arribo y cómo la esclavitud fue definiendo el entorno urbano en Río de Janeiro”, comenta el historiador Rafael Marquese, de la Universidad de São Paulo (USP), estudioso de la esclavitud negra en América.

Andrea Lessa reafirma que las conclusiones de la tesis de Tavares no le restan trascendencia histórica y simbólica al muelle de Valongo para los afrodescendientes. “Aquel sitio fue el epicentro del comercio negrero en América durante un extenso período”, dice la arqueóloga, autora de excavaciones que, en 2017 y 2018, permitieron determinar las condiciones abyectas en que eran sepultados los cuerpos de los africanos recién llegados que fallecían: apilados y apenas cubiertos por tierra, se los quemaba para evitar el hedor y optimizar el espacio.

Artículo científico
TAVARES, R. B. et al. Da alfândega ao Valongo: A entrada dos cativos africanos no Río de Janeiro no século dezenove sob uma nova perspectiva historiográfica. Latin American Antiquity. v. 31, n. 2, p. 342-59. 2020.

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