Ya han transcurrido 50 años del golpe de 1964, y algunos sectores de la sociedad aún mantienen viva en su memoria las imágenes de los tanques desplazándose en la oscuridad por las calles de la ciudad Juiz de Fora, en Minas Gerais, rumbo a Río de Janeiro ‒por entonces, uno de los centros políticos brasileños‒ rodeados por las tropas comandadas por el general Olympio Mourão Filho, como si el golpe que derrocó al entonces presidente João Goulart, apodado Jango, y sumió al país en una dictadura que duró más de dos décadas hubiese sido el resultado de una ingeniería política unilateral, impuesta verticalmente por los militares. Estudios recientes, producidos en diferentes áreas, han intentado ahondar en el conocimiento al respecto de las condiciones, procesos y acciones que culminaron con la caída de Goulart, en consonancia con el fortalecimiento de la corriente crítica que sostiene que el golpe habría sido fruto de una crisis política que involucró a diferentes actores. Por lo tanto, historiadores, sociólogos y politólogos han sido cada vez más recurrentes al atribuir también un carácter civil al golpe, y no sólo militar.
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“Hoy resulta innegable la participación de grupos civiles en el golpe, así como el apoyo que brindaron a la dictadura ciertos sectores civiles”, sostiene la historiadora Miriam Dolhnikoff, de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP). “El planteo pasa por qué criterios utilizar para caracterizar al régimen que se instaló a continuación. Si hubo participación y apoyo civil, cabe destacar que los militares mantuvieron el control de las decisiones políticas en sus manos”.
A juicio del historiador Marcos Napolitano, también de la FFLCH-USP, el régimen que se instauró luego del golpe debe ser calificado tan sólo por su naturaleza militar. “La construcción del régimen se concentró en las Fuerzas Armadas. Luego de la asonada, los civiles quedaron en segundo plano desde el punto de vista político”, explica. Eso no quiere decir que los civiles no se hayan beneficiado con el régimen. Muchos empresarios y políticos, entre otros, fueron socios de la dictadura. Al cabo, el golpe de 1964, dice, habría sido el resultado de una amplia y compleja coalición, en la cual los civiles desempeñaron un rol fundamental, “aunque los agentes principales, de todos modos, hayan sido los militares”.
Napolitano es el autor del recientemente lanzado 1964: histórias do regime militar brasileiro (editorial Contexto), un libro en el que realiza un balance histórico de los años del gobierno de João Goulart, de la configuración del movimiento que desencadenó el golpe y del régimen militar que lo sucedió. El libro es el resultado de trabajos de maestría y doctorado que él dirigió, y también de un proyecto enfocado en el análisis de la transición entre la crisis política del gobierno de Jango y el golpe de Estado de 1964. En sus páginas, Napolitano y su maestrando David Ribeiro, analizaron ciertas tesis académicas que explicaban el golpe bajo la justificación de que habría sido el resultado de la radicalización de sus autores o de una ausencia de compromiso con la democracia, y ponen sobre el tapete el protagonismo ejercido por el Poder Legislativo en el proceso de planificación, ejecución y legitimación del golpe. Más allá de potenciar los conflictos ideológicos de la sociedad, las decisiones políticas que tomó el Congreso Nacional en medio de los debates por las reformas habrían sido cruciales para el desgaste y el aislamiento político de Goulart, según ellos.
La implicación de otros sectores civiles también resultó fundamental para desestabilizar el gobierno de Jango, preparando el clima para el golpe y legitimando la acción de los militares. Empresarios, la Iglesia Católica e incluso la Orden de los Abogados de Brasil (OAB), por ejemplo, se mostraron a favor de la intervención militar. A esa conclusión arriba la historiadora Denise Rollemberg, del Departamento de Historia de la Universidad Federal Fluminense (UFF), en Río de Janeiro. En el artículo “Memoria, opinión y cultura política ‒ La Orden de los Abogados de Brasil bajo la dictadura (1964-1974)”, publicado en el libro Modernidades alternativas, organizado por el historiador Daniel Aarão Reis, de la UFF, Rollemberg relata que, el 7 de abril, el Consejo Federal de la OAB, reunido en asamblea, festejó la victoria del movimiento golpista, aliviado por hallarse del “lado de las fuerzas justas”.
El artículo es el resultado de un proyecto mayor, que la historiadora desarrolló en el Núcleo de Estudios Contemporáneos (NEC) de la UFF, financiado por el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq). En él, la investigadora realiza un análisis de las declaraciones oficiales de diversas instituciones durante los primeros meses posteriores al golpe. La Comisión Central de la Conferencia Nacional de Obispos de Brasil (CNBB), divulgó en julio de 1964 el “Manifiesto de la CNBB sobre la situación nacional”, en el cual se posiciona afirmando que “atendiendo a la general y angustiante expectativa del pueblo brasileño, que asistía a la acelerada progresión del comunismo para conquistar el Poder, las Fuerzas Armadas intervinieron a tiempo, evitando que se consumara la implantación de un régimen bolchevique en nuestra tierra”. Según Reis, los jerarcas eclesiásticos de la cristiandad conservadora, tales como la Iglesia Católica ‒con excepción de algunos obispos y de la Orden de los Dominicanos‒, incluso colaboraron para imprimirle valores religiosos a la disputa política. “Para ellos, no sólo era necesario ‘salvar la democracia’, sino también ‘salvar la civilización cristiana’, combatiendo en tal sentido al fantasma del comunismo”.
Por su parte, la Asociación Brasileña de la Prensa (ABI) no formalizó su apoyo, tal como si lo hicieron la OAB y la CNBB, comenta Rollemberg. Pero la lectura de las actas de las asambleas ordinarias y extraordinarias y del boletín de su consejo administrativo sugiere cierta diversidad de posturas en los debates.
La prensa
La prensa se transformó en una pieza clave en la conspiración contra Goulart a finales de 1963, según Marcos Napolitano, cuando tres de los principales periódicos cariocas ‒O Jornal, de Diários Associados, Jornal do Brasil, de la familia Nascimento Brito, y O Globo, de la familia Marinho‒ unificaron sus voces en la denominada Red de la Democracia, un arreglo mediático a favor del derrocamiento del gobierno de Goulart. El movimiento estaba inspirado en su antítesis, la Red de la Legalidad, una organización de resistencia liderada tres años antes por Leonel Brizola, por ese entonces gobernador del estado de Rio Grande do Sul, contra el quiebre de la legalidad constitucional articulado por el Ejército, la Armada y la Aeronáutica en su intento por impedir que Jango, el vicepresidente, asumiera el gobierno luego de la renuncia del presidente Jânio Quadros, en 1961.
A ejemplo de la red de Brizola, la Red de la Democracia empleó la radio para propiciar el debilitamiento del gobierno de Goulart. Todos los días, explica el investigador, con el aval de organizaciones tales como el Instituto de Investigaciones y Estudios Sociales (Ipes) y el Instituto Brasileño de Acción Democrática (Ibad), políticos, empresarios, militares, periodistas y sindicalistas, entre otros, se articulaban para oponerse al entonces presidente, mediante discursos de defensa del nacionalismo frente al comunismo, críticas a la ineficiencia del Congreso, a la falta de legitimidad de Jango y al peligro de que el gobierno cediera ante las presiones de las manifestaciones masivas y de los movimientos populares.
Medio siglo después, la Red de la Democracia ha sido objeto recurrente de estudios, concitando la atención de historiadores que intentan comprender hasta qué punto influyó en el proceso de disputa por el control del Estado por medio del adoctrinamiento ideológico enfocado en la desestabilización del gobierno de Goulart. El trabajo más reciente pertenece al historiador Aloysio Castello de Carvalho. En su investigación posdoctoral en historia social desarrollada en la USP, cuyos resultados se publicaron en el libro A Rede da Democracia: O Globo, O Jornal e Jornal do Brasil na queda do governo Goulart (1961-1964), intenta identificar los patrones discursivos de la retórica conservadora y antirreformista utilizada por los periódicos en sus críticas al gobierno de Jango (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 181).
Pero no sólo fue mediante coaliciones que la prensa se articuló para desestabilizar a Goulart y consolidar la idea de que el país se encaminaba hacia el comunismo. Más allá del Jornal do Brasil y de O Globo, el Correio da Manhã fue uno de los más importantes periódicos brasileños de la época, no sólo en cuanto al aspecto empresarial, sino también en relación con su participación en la política nacional. La historiadora Maria Helena Capelato, docente de la FFLCH-USP, quien desde hace tiempo se encuentra abocada a estudios sobre la historia de la prensa en Brasil, analizó los titulares y los títulos de editoriales y artículos de la gran prensa durante el período que precedió al golpe.
Correio da Manhã publicó dos textos que quedaron en la historia, según ella. Un editorial intitulado “¡Basta!”, del 31 de marzo de 1964, clamaba por la renuncia de Goulart, bajo el argumento de que el presidente había contribuido para estimular la intranquilidad y la inseguridad entre la clase productora, a desregular la inflación y a disgregar a las Fuerzas Armadas por medio de la indisciplina. Al día siguiente, el 1º de abril, otro editorial publicado por el periódico, con el título “¡Fuera!”, indicaba el clima de radicalización política al que había llegado el país. Según Capelato, los textos de ambos editoriales demuestran cuán involucrados se hallaban los representantes del periódico en el golpe. “Los títulos revelan el impacto que producen ciertas expresiones. Algunos autores, por ejemplo, se refieren a ellos como ‘palabras balas’, debido a su capacidad de llegar al cerebro del lector”, dice. Ella explica que en las investigaciones historiográficas sobre el régimen militar los periódicos solamente son utilizados como fuente: son raros los trabajos que los sitúan como objeto específico de estudio. “La prensa en general y los grandes periódicos brasileños en particular fueron actores de extrema relevancia durante aquel período”.
La investigadora acaba de escribir un artículo al respecto de la participación de la prensa en el golpe para la compilación Histórias do tempo presente, organizada por la historiadora Marieta de Moraes Ferreira, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), que próximamente saldrá publicada por el Centro de Investigación y Documentación de la Historia Contemporánea de Brasil (CPDOC) de la Fundación Getúlio Vargas (FGV). Durante el mes de marzo, Capelato coordinó un simposio internacional, intitulado El Golpe de 1964 y la Ola Autoritaria en América Latina, en la USP, con el apoyo de la FAPESP.
Por otra parte, la historiadora subraya que algunos de los diarios que apoyaron la intervención de los militares, entre ellos Correio da Manhã, condenaron la invasión, de Última Hora, por ejemplo, luego que los militares tomaran el poder. Según ella, las publicaciones que aplaudieron el golpe, a semejanza de otros sectores civiles, clamaban por una intervención quirúrgica que restaurase el orden y le devolviese el poder al pueblo. “Enseguida percibieron que el camino sería diferente. Los censuraron y, entonces, empezaron a participar en los movimientos por la redemocratización, años más tarde”, comenta.
La postura del Jornal do Brasil durante la primera fase del régimen fue diferente a la que asumió el Correio da Manhã. Ese periódico festejó la victoria de los golpistas con primeras planas tales como la del 1º de abril: “De Norte a Sur vivas a la contrarrevolución”. Unos días después de la toma del poder, relata Capelato, el diario manifestó su entusiasmo por la asunción del mariscal Humberto de Alencar Castello Branco con el titular de portada: “Río festeja la asunción de Castello”, y justificó las proscripciones de políticos, alegando que eran fruto de la crisis vivida por el país. Similar apoyo explícito brindó O Globo, que, además de ayudar a legitimar el golpe, brindó apoyo a la dictadura a lo largo de los años. “La apología del ‘milagro económico’, expresada en un editorial de 1984, por ejemplo, puede comprenderse como un intento por desviar la atención de los lectores al respecto de los beneficios que recibió del poder durante ese período”, dice Capelato. En agosto de 2013, Organizações Globo reconoció que el apoyo al golpe fue un error.
La trayectoria de los principales periódicos de São Paulo siguió el mismo derrotero. Según Capelato, en un primer momento, O Estado de S.Paulo reclamó la intervención militar, aplaudió la Marcha de la Familia con Dios por la Libertad ‒una serie de manifestaciones civiles promovidas entre marzo y junio de 1964 en contra del comunismo, del gobierno y de su agenda reformista‒ y festejó el éxito del golpe. Empero, a lo largo de la dictadura, el periódico asumió una postura crítica y padeció la censura. Es bastante conocido el recurso de las publicaciones de los poemas de Camões y recetas de pasteles en lugar de las noticias censuradas. En los años finales del régimen, relata Capelato, el periódico participó en la lucha por la redemocratización del país e “incluso hoy se enorgullece de haber bregado por el retorno de la democracia en Brasil”.
En tanto, Folha de S.Paulo, según refiere la historiadora, realizó críticas moderadas al gobierno y a las reformas de Goulart, aunque también apoyó la marcha, se manifestó a favor del golpe y, luego, elogió al nuevo presidente Castello Branco. “Folha de S.Paulo apoyó el golpe, pero asumió una postura de mayor reserva en cuanto al nuevo régimen”, comenta. “Cabría suponer que esa actitud se adoptó para no poner en riesgo el patrimonio de la empresa y la reputación del periódico”. Ella explica que, en referencia al Acto Institucional Nº 5, el AI-5, que le otorgó poderes absolutos a los militares, Folha optó por la autocensura, y luego llegó a colaborar con los agentes de la represión encargados de las detenciones y torturas. En total, el Estado brasileño fue responsable del asesinato de 426 personas entre 1964 y 1985, según la Comisión de Familiares de Muertos y Desaparecidos Políticos. En tanto, los datos oficiales de la Presidencia de la República revelan que 475 expedientes que involucran a las víctimas de la dictadura militar se trataron en la Comisión Especial sobre Muertos y Desaparecidos Políticos de la Secretaría Nacional de Derechos Humanos. En un editorial publicado el 30 de marzo de 2014, Folha también reconoció que, “desde la mirada de hoy, el apoyo a la dictadura militar fue un error, aunque las opciones de aquel entonces estaban basadas en condiciones mucho más adversas que las actuales”.
Los ecos de la conspiración
Para el sociólogo Paulo Ribeiro da Cunha, docente de la Facultad de Filosofía y Ciencias de la Universidade Estadual Paulista (Unesp) de Marília, hubo importantes avances en cuanto a la producción científica pautada en investigaciones y libros, volcada al análisis del período de la dictadura, aunque admite que “todavía queda mucho por rescatarse”. Sin embargo, el historiador Carlos Fico, del Instituto de Filosofía y Ciencias Sociales de la UFRJ y coordinador de historia en la Coordinadora de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), cree que si bien se nota un creciente interés en jóvenes historiadores y estudiantes de la carrera de historia por el período dictatorial, buena parte de los proyectos de maestría y doctorado en esa área no se plantean estudiar los procesos que condujeron al golpe.
Fico cita un trabajo del Grupo de Estudios sobre la Dictadura Militar de la UFRJ, que comprobó que entre 1971 y 2000 se produjeron 214 tesis doctorales y tesinas de maestría sobre la historia de la dictadura militar, 205 de ellas en Brasil. Según el historiador, un estudioso de la producción historiográfica brasileña al respecto de la dictadura militar, el crecimiento de la cantidad de investigaciones sobre esta temática es visible, en parte, debido al aumento del número de alumnos que ingresaron en la universidad. Entre 1971 y 1975, por ejemplo, tan sólo se defendieron dos trabajos. En tanto, entre 1986 y 1990 se registraron 47. Entre 1996 y 2000 se registraron 74 tesis y tesinas. Los principales focos de interés fueron los movimientos sociales urbanos, temas del arte y de la cultura, economía y asuntos relacionados con la izquierda y con la oposición en general. Luego le siguen la prensa, la censura y el movimiento estudiantil. Durante todo ese período, resalta, tan sólo seis estudios se focalizaron en la naturaleza del golpe.
Esa producción historiográfica abona la tesis que sostiene que el discurso antigobierno de la prensa ganó adeptos en muchos segmentos civiles, dice Napolitano, quien actualmente coordina un proyecto de investigación apoyado por el CNPq, dedicado al estudio del proceso de construcción y densificación de la memoria sobre el régimen militar construida por la prensa a partir de 1974. Las acusaciones de corrupción ‒como ahora, casi siempre atribuidas al populismo de izquierda‒ y la incompetencia administrativa de Jango marcaban el tono de las críticas de ciertos sectores sociales amedrentados por lo que definían como la “proletarización” del país. Para Napolitano, esa retórica, en realidad, les sirvió para encubrir profundos intereses. “El ascenso de los ‘de abajo’ siempre es visto como una amenaza por los que se ubican en las altas esferas de la sociedad”. El historiador se refiere a las reformas de base, una de las marcas del gobierno de Goulart.
Según Marco Antonio Villa, profesor jubilado del departamento de Ciencias Sociales del Centro de Educación y Ciencias Humanas de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), Jango nunca definió claramente esas medidas. No obstante, en su libro Ditadura e democracia no Brasil (Editorial Zahar), el historiador Daniel Aarão Reis verificó que el reformismo de Goulart contemplaba la distribución de la tierra mediante la ruptura de los monopolios; el crecimiento planificado de las ciudades, combatiendo la especulación inmobiliaria; la creación de un sistema estatal para financiar actividades que asegurasen la autonomía nacional, y la incorporación del voto de los soldados, los oficiales de las Fuerzas Armadas y los analfabetos, entre otros puntos. Reis, sin embargo, afirma que se debe relativizar el rol de Jango en ese punto de la historia. “El programa de reformas de base fue estructurado por un amplio frente de movimientos sociales y líderes políticos”, sostiene. “Frente a ello, Goulart siempre vaciló y se escamoteó. Recién durante los últimos meses de su gobierno comenzó a inclinarse por las posturas reformistas”.
En su libro, fruto de una intensa revisión bibliográfica, Reis explica que esas disposiciones, sin embargo, no resultaron suficientes para que su proyecto recibiera un apoyo unánime, mientras que los estratos más conservadores comenzaron a articularse en grupos de presión, cuyas críticas se intensificaron ante la presentación del Plan Trienal, una combinación de estímulos y restricciones elaborada por Celso Furtado, por entonces ministro de Planificación, para promover el desarrollo y controlar la inflación. “El Plan Trienal se abandonó en el primer semestre de 1963. Y, en un marco de turbulencia política, la inflación no cesó de crecer. En 1960 registraba un 30,5%. Un año después subió al 47,8%. En 1962 saltó al 51,6%”, afirma Marco Antonio Villa, cuyas investigaciones convergieron en el recientemente lanzado libro Ditadura à brasileira ‒ A democracia golpeada à esquerda e à direita (Editorial LeYa).
El país se dividió. Se propagaron las manifestaciones civiles en varios estados. El 19 de marzo de 1964, la primera Marcha de la Familia con Dios por la Libertad convocó a unas 500 mil personas en el centro de São Paulo, contando en sus filas con líderes de la clase media y de la Iglesia Católica junto a políticos, como por ejemplo Ulysses Guimarães, uno de los líderes de la marcha, según Reis. Le siguieron otras manifestaciones días más tarde, tales como la de Santos, en el litoral paulista, que aún ha sido poco estudiada, según Napolitano. En sus investigaciones, el historiador identificó más de 100 entidades civiles que coparon las calles para manifestarse en contra del comunismo y de la agenda reformista de Jango, entre ellas, la Organización por la Unión Cívica Feminista, una entidad conservadora y anticomunista de aquella época.
El golpe final
Una vez consumado el golpe, se jugó la carta decisiva. No fue obra de los militares, “sino de la institución que, en teoría, debería defender la legalidad constitucional: el Congreso Nacional”, resalta Paulo Cunha. El 2 de abril de 1964, en medio de manifestaciones tales como la Marcha de la Victoria, en Río, se declaró la “cesantía” de Goulart, quien todavía se encontraba en Rio Grande do Sul, preparándose para exiliarse en Uruguay. En la práctica, dice Cunha, “el Congreso determinó que el país estaba acéfalo de presidente, mientras que éste aún se hallaba en Brasil”. Días más tarde, el 11 de abril, los parlamentarios designaron a Castello Branco para ocupar el cargo de Goulart. “En un contexto de polarización política, al Congreso le cupo mayor responsabilidad por las medidas que no tomó, puesto que no fue capaz de manejar la crisis política o negociar salidas institucionales y democráticas”, concluyó Miriam Dolhnikoff, también investigadora del Centro Brasileño de Análisis y Planificación (Cebrap), fundado inmediatamente después del AI-5 por docentes cesanteados por el régimen.
Jango no resistió el golpe, pero podría haberlo hecho, reflexiona Cunha. Él plantea que Goulart contaba con el apoyo social e, incluso, el de algunos mandos importantes en las Fuerzas Armadas. Cunha coordinó, desde 2004, un proyecto que tiene como objetivo estudiar la intervención política de militares de izquierda y comunistas en el curso del siglo XX y, particularmente, el papel del brazo militar del Partido Comunista Brasileño (PCB), el denominado Antimil, en las Fuerzas Armadas. El proyecto se basa en entrevistas, lecturas de periódicos y fuentes documentales. Recientemente, el investigador ha venido intentando rescatar la historia de la Asociación Democrática y Nacionalista de los Militares (Adnam), una entidad formada por militares pasados a retiro cuya expresión política, según él, fue la continuidad de las actividades de la izquierda militar post-64, con la expectativa de lograr la amnistía y el retorno de la democracia.
Más allá del respaldo de un sector de los militares, Jango también contaba con apoyo popular. Según Napolitano, los datos de la encuestadora Ibope de marzo de 1964 revelan que el presidente gozaba del respaldo público en las principales ciudades de Brasil, con un 45% de “muy bueno” y “bueno” en la calificación de su gobierno y un 49% de intención de voto en caso de que se presentara como candidato en 1965, en una época en que la reelección estaba prohibida. Tan sólo un 16% consideraba a su gobierno “malo o pésimo” y el 59% se mostraba a favor de las reformas presentadas en el acto del 13 de marzo, en la Estación Central de Brasil, en Río de Janeiro.
Carlos Fico cree que João Goulart decidió no resistir debido a varias razones. Entre ellas, porque el Congreso lo destituyó y también porque ya no gozaba del apoyo de los sectores militares. “Él mismo era un pacifista. Cualquier intento por contener el golpe podría desencadenar una guerra civil”, analiza el historiador. Según él, la principal razón para que Goulart no resistiera fue quizá el hecho de que, en la mañana del 1º de abril, el ex ministro de Hacienda, San Tiago Dantas, le había avisado que Estados Unidos (EE.UU.) reconocería y apoyaría a un gobierno alternativo al suyo. Fico coordina un proyecto de investigación con el objetivo de ampliar la comprensión de los sistemas represivos de la dictadura militar brasileña y entender la influencia que tuvo EE.UU. en las dictaduras de Brasil y de Argentina. Sus estudios dieron origen, entre otros, al libro O Grande Irmão: da Operação Brother Sam aos anos de chumbo – O governo dos Estados Unidos e a ditadura brasileira [El Gran Hermano: de la Operación Brother Sam a los años de plomo ‒ El gobierno de Estados Unidos y la dictadura brasileña] (Civilização Brasileira), editado en 2008.
A juicio de Fico, los principales hallazgos sobre la injerencia de EE.UU. en el golpe de 1964 se divulgaron entre los años 1970 y 1980, como fue el descubrimiento de la Operación Brother Sam, que se basó en el aporte de pertrechos militares, e incluso la intervención de un portaaviones, en apoyo a los golpistas. “EE.UU. le tenía una enorme desconfianza a Goulart. No deseaba una segunda Cuba en América Latina”, explica. “El gobierno de Kennedy colaboró en la organización del golpe. Pero como Goulart no presentó resistencia, la utilización de tales recursos no fue necesaria”.
Hace poco, Fico obtuvo acceso al plan de contingencia discutido por el embajador estadounidense Lincoln Gordon con el Departamento de Estado en diciembre de 1963, el cual avala la teoría de que Kennedy podría intervenir, de ser necesario. Ese debate ha sido retomado recientemente, ante la divulgación de nuevos documentos, anteriormente secretos, sobre la participación de EE.UU. en el golpe de 1964 (lea sobre el tema en la página 43). En una entrevista reciente, el politólogo y brasileñista Thomas Skidmore, de la Universidad Brown, en EE.UU., sostuvo que fue informado del golpe un día antes, el 31 de marzo, durante una cena con Gordon, en Río de Janeiro. En 2006, Skidmore donó sus archivos personales, que contienen alrededor de 6 mil documentos, en portugués e inglés, a la Universidad Brown, los cuales pueden consultarse en la dirección electrónica http://library.brown.edu/collections/skidmore/.
Si bien las investigaciones sobre la época han avanzado, todavía quedan lagunas en la historia que deben investigarse. “La propia participación del Congreso carece de estudios más específicos”, comenta Cunha. Lo mismo puede decirse al respecto de la participación de los empresarios antes, durante y después del golpe, algo escasamente investigado. Según Carlos Fico, muchos toman al golpe como el evento inaugural de la dictadura. En realidad, dice el historiador, se trató de la expresión de un autoritarismo que signó al país durante mucho tiempo. “Ese evento clave en la historia de Brasil aún precisa que se lo estudie mejor”, concluye. Por otra parte, Reis subraya que aún deben comprenderse mejor las conexiones de la dictadura con los líderes sindicales, tanto urbanos como rurales. “Existe cierto tabú con respecto a ese tema, pero se estima que el mismo caerá en los próximos años”, afirma. Según él, si no se entiende a la dictadura como una construcción social e histórica, poco se podrá avanzar en la comprensión del período dictatorial.
Proyectos
1. De la crisis política al golpe de Estado: conflictos entre el Poder Ejecutivo y el Poder Legislativo durante el gobierno de João Goulart (nº 2013/ 25214-3); Modalidad Ayuda a la Publicación Regular – Libro Brasil; Investigador responsable Marcos Francisco Napolitano de Eugenio (FFLCH/ USP); Inversión R$ 6.000,00 (FAPESP).
2. De la renuncia al golpe: la consolidación del proyecto golpista en el Congreso Nacional (nº 2010/ 14533-2); Modalidad Beca en el País – Regular – Maestría; Investigador responsable Marcos Francisco Napolitano de Eugenio (FFLCH/ ISP); Becario David Ricardo Sousa Ribeiro; Inversión R$ 25.752,10 (FAPESP).
3. El golpe de 1964 y la ola autoritaria en América Latina (nº 2013/ 21149-2); Modalidad Ayuda a la Organización – Regular; Investigadora responsable Maria Helena Rolim Capelato (FFLCH/ USP); Inversión R$ 20.766,76 (FAPESP).