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TRAYECTORIA ACADÉMICA

Los currículums académicos cambian para destacar los aportes de impacto

Los investigadores afrontan el reto de escribir textos narrativos sobre sus derroteros profesionales por exigencia de las agencias científicas de fomento

We Are / Getty Images

El concepto de currículum académico está cambiando y, dentro de algún tiempo, podría prescindir de las listas de artículos publicados, los nombres de los alumnos dirigidos y los premios obtenidos a lo largo de la trayectoria. La tendencia es que se convierta en un documento menos exhaustivo, sin dejar de conservar espacio para que el investigador ponga de relieve sus aportes más importantes y sus cualidades profesionales, incluso aquellas que no se miden por los indicadores de rendimiento usuales. En el mes de diciembre pasado, la Agencia de Investigación e Innovación del Reino Unido (UKRI), la principal institución de fomento de la ciencia de ese país, anunció la adopción de un nuevo formato de sinopsis para los científicos que presentan proyectos o solicitan recursos, denominado Currículum para Investigación e Innovación (R4RI).

El nuevo currículum de la UKRI está inspirado en un modelo propuesto hace tres años por la Royal Society, la tradicional institución promotora del conocimiento científico en el Reino Unido. A grandes rasgos, el R4RI establece que los investigadores deben redactar textos alusivos a su aporte científico en cuatro esferas distintas. La primera es la generación de conocimientos, que incluye el desarrollo de conceptos o hipótesis nuevas, la forma en que se probaron y luego se difundieron al público, y la financiación que recibieron. Dentro de este módulo puede enumerarse una selección breve de resultados de investigación relevantes, en forma de artículos, patentes, software, productos educativos o comerciales, o colecciones de datos abiertos, entre otros.

La segunda vertiente abarca los esfuerzos del investigador para el desarrollo de alumnos y colegas, tales como las prácticas de enseñanza, direcciones y supervisiones, el establecimiento de colaboraciones, el intercambio de datos y las habilidades de liderazgo reconocidas. La tercera tiene que ver con el impacto en la comunidad científica, en actividades de revisión por pares, participación en comités de evaluación de investigadores y proyectos, o incluso en el empeño por difundir y valorar los conceptos relativos a la integridad científica. Y la cuarta se refiere a la contribución del investigador a la sociedad, incluyendo sus interacciones con el sector privado, el asesoramiento de autoridades, la prestación de consultoría para la elaboración de políticas públicas y la divulgación de resultados científicos en la prensa y en las redes sociales. “El investigador también puede incluir algunos indicadores en sus narraciones, pero el abordaje general es descriptivo, no cuantitativo”, explica Elizabeth Gadd, directora de política científica de la Universidad de Loughborough, en Inglaterra, en un texto publicado en el blog de la London School of Economics and Political Science. “La redacción de currículums descriptivos no es una tarea sencilla, como así tampoco evaluarlos. Pero proporcionan una imagen mucho más completa y sutil acerca de la contribución individual de un académico, que permite reconocer y retribuir una gama de actividades mucho mayor que las posibles actualmente”.

Otras naciones de Europa también han emprendido este tipo de cambios. En 2021, el Fondo Nacional de Investigación Científica de Luxemburgo adoptó un modelo de currículum descriptivo para los investigadores que solicitan financiación, el cual, de acuerdo con sus directrices, apunta a “permitir que un candidato pueda ser evaluado de manera más justa y acorde con su perspectiva científica, su experiencia y sus contribuciones a la ciencia y a la sociedad, en lugar de basarse únicamente en lo que indican sus métricas académicas, publicaciones en revistas científicas y otro tipo de información que no refleja plenamente el potencial de un investigador”. Según el documento, otro de los objetivos es “nivelar el campo de juego” de los solicitantes en diferentes niveles de carrera. Como cada uno solo puede informar un conjunto determinado de contribuciones, los jóvenes investigadores pueden llegar a disputarse los recursos con los veteranos que acumulan una producción científica más extensa.

Los Países Bajos poseen una experiencia destacada –y controvertida– con los currículums descriptivos. A partir de 2019, la Organización Neerlandesa de Investigación Científica (NWO) vetó la presentación de listas exhaustivas de artículos de los científicos que presentan proyectos. En su lugar, se los animó a que elaboraran una lista con no más de 10 trabajos de su autoría, adjuntando una descripción de los motivos por los cuales quien solicita considera que esos resultados son importantes.

Las instituciones de educación superior se sumaron a este esfuerzo en sus procesos internos de evaluación: el caso más extremo es el de la Universidad de Utrecht, que resolvió dejar de lado los indicadores bibliométricos a la hora de contratar y otorgar ascensos a sus docentes, y ha pasado a valorar la descripción de otros tipos de aportes, tales como la formación de recursos humanos y el empeño para trabajar en equipo, algunos de ellos de carácter subjetivo (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 307). La propuesta ha generado controversias y una parte de la comunidad científica está en contra. “Uno incluso llega a emocionarse con los relatos, pero resulta muy difícil utilizar estos currículums descriptivos para realizar una comparación justa y objetiva de los candidatos”, dijo el epidemiólogo Lex Bouter, experto en integridad científica y rector de la Universidad Libre de Ámsterdam entre 2006 y 2013. “Los indicadores cuantitativos siguen siendo necesarios”, dijo en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP, publicada en el mes de abril (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 314).

A juicio de Jacques Marcovitch, rector de la Universidad de São Paulo (USP) entre 1997 y 2001, el debate al respecto del formato de los currículums descriptivos tiene que ver con un contexto más amplio, que involucra una expectativa de la sociedad para que los resultados de las investigaciones financiadas con fondos públicos generen un impacto en la realidad y en las condiciones de vida de la gente. También se articula con los estudios sobre las formas de evaluación académica responsables. “En el fondo, lo que se busca con los currículums descriptivos es incorporar la dimensión del impacto de la investigación que los indicadores habituales en los currículums tradicionales no proporcionan”, dice Marcovitch, quien coordina un proyecto financiado por la FAPESP centrado en el desarrollo de nuevas métricas tendientes a evaluar el rendimiento científico, económico y cultural de las universidades públicas.

La consolidación de un nuevo modelo no es una tarea trivial, sostiene. “Los currículums descriptivos obligan a recopilar y presentar los datos de una manera relativamente estructurada. En primer lugar, se explican las actividades. A continuación, se muestra el impacto que ha tenido el trabajo. Por último, se aportan las pruebas que documentan rigurosamente la conexión del trabajo con el impacto declarado. Se trata de un cambio cultural importante para los investigadores acostumbrados a un estilo de currículum más directo”, dice Marcovitch. De cualquier manera, este considera que es un error confrontar ambos esquemas. “Tenemos que evitar la polarización entre una escuela ‘descriptiva’ y una escuela ‘bibliométrica’, como si el debate opusiera lo cualitativo a lo cuantitativo. Los sistemas de evaluación deben incluir ambos aspectos para ser lo suficientemente flexibles, rigurosos y replicables”.

A la hora de autorizar el otorgamiento de recursos para ayudas y becas, la FAPESP se basa en evaluaciones de mérito realizadas por expertos, pero también tiene en cuenta los indicadores bibliométricos. La denominada Síntesis Curricular, un documento de referencia utilizado para el análisis de las calificaciones de los investigadores que solicitan financiación, ha ido sufriendo modificaciones y la última de ellas se produjo en 2021. Algunos de los apartados de ese resumen siguen siendo meramente descriptivos, como los que indican las instituciones en las que el investigador se formó, los puestos profesionales que ha ocupado y las subvenciones recibidas, además de otros indicadores relacionados con la publicación de artículos y libros, citas, dirección de alumnos y supervisión de pasantes posdoctorales, entre otros. Al mismo tiempo, también se incluye la medición de otros impactos de esa producción. Una de las secciones está destinada al registro de la información biográfica que el investigador considere relevante para la contextualización y el análisis de su actividad profesional reciente. En otro campo de la síntesis, el investigador debe declarar cinco de sus resultados científicos o académicos que considere más destacados. Hasta el año pasado era posible declarar hasta diez resultados.

“La limitación del número de resultados induce al investigador a reflexionar más sobre la calidad y la influencia de su trabajo”, dice José Roberto de França Arruda, docente de la Facultad de Ingeniería Mecánica de la Universidad de Campinas (Unicamp) y miembro de la Coordinación Adjunta de Ciencias Exactas e Ingeniería de la Dirección Científica de la FAPESP. Los resultados consignados no necesariamente deben ser artículos. También pueden declararse el desarrollo de software, conferencias, la creación de empresas de base tecnológica, entre otras contribuciones, justificando su importancia de manera narrativa. “Pero muchos solamente enumeran artículos en lugar de contextualizar su elección, y así pierden la oportunidad de mostrarles a los evaluadores por qué consideran importante esa producción”, dice De França Arruda.

Wolfgang Kaltenbrunner, sociólogo de la ciencia de la Universidad de Leiden, en los Países Bajos, publicó en 2021 un artículo en la revista Humanities & Social Sciences Communications, en el que enumera sugerencias para enriquecer y contextualizar los currículos académicos. Entre sus recomendaciones, propone, por ejemplo, darle más valor a las contribuciones sustanciales, como un descubrimiento original o un estudio que tuvo gran repercusión, destacándolos sobre otros logros que dependen de factores circunstanciales, como la publicación de un artículo de impacto en coautoría con un investigador de renombre. También pone de relieve la importancia de priorizar la producción más reciente, para demostrar cuán conectado se está con el estado del arte en su campo del conocimiento. Y aconseja reemplazar, siempre que sea posible, las listas por los textos descriptivos, que pueden ser breves. “La enumeración de artículos puede ofrecer un panorama general rápido y bien estructurado, pero también induce a los evaluadores a contabilizar en lugar de leer. Ello puede propiciar una calificación rápida en lugar de una evaluación más profunda”, escribió Kaltenbrunner. “En cambio, las descripciones permiten que los investigadores puedan destacar actividades de alcance público e impacto social que van más allá de la mera cuantificación”.

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