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ENTREVISTA

Miguel de Barros: El mar se está tragando la tierra

El sociólogo de Guinea-Bisáu habla de la pérdida de tierras agrícolas y del avance de la inseguridad alimentaria a causa del impacto del cambio climático en África Occidental

En 2018, De Barros fue considerado la figura más influyente de África Occidental por la confederación juvenil de la región

Lela Beltrão

En 2018, el sociólogo bisauguineano Miguel de Barros fue considerado la personalidad más influyente de África Occidental por la confederación juvenil de esta región situada al oeste del continente, que abarca 16 países, entre los que figura Guinea-Bisáu, una antigua colonia portuguesa del tamaño del estado brasileño de Sergipe, que se independizó en 1973. Barros nació en 1980 en Bisáu, la mayor ciudad y capital de Guinea-Bisáu, donde en la actualidad viven alrededor 500.000 personas, casi la cuarta parte de la población del país, compuesta por 33 grupos étnicos. La joven nación es una de las más pobres del mundo, con una economía basada en la agricultura. Su principal producto de exportación es el anacardo o castaña de cayú.

Graduado en el Instituto Universitario de Lisboa, en Portugal, Barros trabaja como investigador del Centro de Estudios Sociales Amílcar Cabral, en Bisáu. Desde hace 12 años es el director ejecutivo de la organización no gubernamental Tiniguena, que protege la biodiversidad local y ayuda a los agricultores a adoptar prácticas sostenibles. El sociólogo trabaja con un amplio abanico de temas, generalmente con énfasis en la planificación de políticas públicas que considera más justas.

En los últimos tiempos, uno de los temas más reiterados en sus discursos ha sido la incidencia de los cambios climáticos sobre Guinea-Bisáu, uno de los países más amenazados por la elevación del nivel de los océanos, y también sobre el continente africano en su conjunto, el que menos contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero, pero el más pobre y vulnerable a los efectos deletéreos del calentamiento global.

El sociólogo, quien ya ha visitado Brasil en varias oportunidades, estuvo en São Paulo a finales del mes de julio para hablar de este tema en el marco de la 6ª Conferencia FAPESP de 2024. Antes de realizar su ponencia, conversó con Pesquisa FAPESP.

¿Cómo están afectando los cambios climáticos a Guinea-Bisáu y al continente africano?
Cuando hablamos del cambio climático, tenemos que considerarlo la consecuencia, y no la causa del modelo neocolonial y extractivista imperante en el mundo. Hablamos, sobre todo, de un modelo asociado a un sistema de explotación de los recursos naturales, de la mano de obra en el sur global y de la privatización del patrimonio colectivo. Su racionalidad no apunta a la equidad ni mucho menos a la justicia social. La agenda mundial se erige sobre una lógica completamente vertical de las relaciones geoestratégicas y no contempla las necesidades, capacidades ni límites del propio modelo. Voy a citar ejemplos muy concretos antes de hablar específicamente de Guinea-Bisáu. Si nos fijamos, por ejemplo, en las formas de producción y consumo, vemos que el norte global tiene una responsabilidad enorme en lo concerniente a las cuestiones vinculadas con la seguridad climática, energética y alimentaria del mundo. Datos recientes muestran que cada año mueren en África 9 millones de personas a causa de la contaminación atmosférica y del agua. Esta cifra supera los 6,7 millones de personas que murieron en todo el mundo durante la pandemia de covid-19. Si nos centramos en los 10 países que padecen los mayores impactos de la contaminación del aire y del agua vemos que 7 de ellos son africanos: Chad, Níger, República Centroafricana, Somalia, Lesoto, Burkina Faso y Sudáfrica. Pero de los 54 países africanos, solo 10 son capaces de monitorear la contaminación climática: Sudáfrica, Egipto, Ghana, Liberia, Mauricio, Marruecos, Nigeria, Tanzania, Uganda y Kenia.

¿El continente africano es el que más está padeciendo con el cambio climático?
Sí. Ahora bien, veamos esta cuestión desde otra perspectiva. Desde el punto de vista del consumo energético, más de la mitad de la población de África, que asciende a 1.500 millones de habitantes, carece de energía. La población africana sin abastecimiento energético es superior a la población de toda la Unión Europea. Dos países europeos, Alemania y Francia, consumen nueve veces más energía que todo el continente africano. La capacidad de contaminación de África es residual: es el continente menos contaminante. Su contribución apenas llega al 4 % de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una tendencia que se mantendrá hasta 2040. Las emisiones de dióxido de carbono [CO2] asociadas a la producción de energía en África representan el 2 % de las emisiones mundiales acumuladas. Aunque el continente africano tiene el mayor potencial mundial de generación de energía solar, solo cuenta con instalaciones de paneles fotovoltaicos que aportan 5 gigavatios [GW], es decir, menos del 1 % de la capacidad mundial instalada. A pesar de albergar el 17 % de la población mundial, África representa actualmente tan solo el 4 % de la inversión mundial de oferta energética.

¿Cuál es el impacto económico de la crisis climática en África?
En estos momentos, estamos experimentando una pérdida en términos de Producto Interno Bruto en África de un 11 % anual debido al cambio climático. Para 2050, los pronósticos apuntan a un 27 %. El continente está registrando una pérdida de tierras cultivables de alrededor de un 2,9 % al año. Para 2050, será del 18 %. Esto significa más de 200 millones de pobres sin capacidad productiva y en situación de hambre. Esta situación provoca migraciones forzosas. Desde Ucrania, la gente se ve obligada a emigrar en avión. Desde África, a través del Mediterráneo, en las travesías por barco que vemos a diario. ¿Qué significa esto? Que hay una pérdida de saberes asociados a la producción, de mano de obra disponible, sobre todo juvenil, para el trabajo agrícola. Y más allá de todo, representa el empobrecimiento de la capacidad económica de nuestros países.

En África estamos registrando una pérdida del 11 % anual en términos de Producto Interno Bruto a causa del cambio climático

¿Cuál es la situación de Guinea-Bisáu en este contexto?
El país es el segundo más vulnerable al ascenso del nivel del mar, después de Bangladés. Uno de los problemas más importantes es la erosión de las zonas costeras. El mar se está tragando tierras tanto en el sur como en el norte de Guinea-Bisáu, así como en todas las costas occidentales de África. La erosión tiene un mayor impacto en las tierras agrícolas, pero ya está empezando a afectar a las comunidades residenciales y los gobiernos africanos no están en condiciones de reubicarlas. Esto ha provocado una gran pérdida de biodiversidad y de capacidad de producción que permita una regeneración de los suelos y generación de ingresos. El territorio de Guinea-Bisáu es totalmente llano. Esto permitió el asentamiento poblacional en la zona costera para el desarrollo de cultivos alimentarios. La región formó parte, por ejemplo, de la base de difusión de la producción y el consumo del arroz a nivel mundial. La especie Oryza glaberrima [popularmente conocida como arroz africano] fue introducida desde Guinea-Bisáu y Burkina Faso en Carolina del Norte [EE. UU.] y en Brasil. Su consumo era habitual en el imperio portugués y fue difundido por las personas esclavizadas.

¿Podría explicarnos un poco más de las características naturales de su país?
Guinea-Bisáu se sitúa en una región cálida que se conoce como el Sahel, por su proximidad con el desierto del Sahara, y presenta unas características naturales muy importantes. El país tiene un período de lluvias de siete meses al año, desde mayo hasta noviembre. Suelo decir que si quitamos a Guinea-Bisáu del mapa, habrá un desequilibrio en África Occidental y, por consiguiente, en toda África y en el resto del mundo. ¿Por qué? Porque posee una enorme línea costera bañada por el Atlántico, que se extiende por 350 kilómetros, y es la segunda mayor reserva pesquera de África Occidental, después de Mauritania. Cuenta con más de 210 variedades de peces. El encuentro de las corrientes cálidas de Benguela y frías de las Islas Canarias da lugar al fenómeno de la resurgencia [afloramiento a la superficie del océano de aguas más frías y ricas en nutrientes] y diversas especies se conectan en este espacio para buscar alimentos. Tenemos el segundo mayor territorio continuo de manglares de África, después de Nigeria. Esto convierte al país en el principal espacio de reproducción del camarón de África Occidental. Guinea-Bisáu tiene, por ejemplo, especies de hipopótamos que habitan en agua dulce y salada y cinco de las siete especies de tortugas marinas del mundo. También posee la última mancha de selva húmeda subtropical de África Occidental, el Parque Nacional de los Bosques de Cantanhez, un conjunto de bosques sagrados para la población local.

¿Sagrados en qué sentido?
Las áreas protegidas albergan comunidades cuyo modo de vida ha hecho posible la conservación de ese patrimonio. Los científicos notaron que las zonas de reproducción de las especies coincidían con las áreas que las comunidades consideraban sagradas. Entonces, declaramos sagradas a las zonas sensibles, que cumplen un papel fundamental en la reproducción de las especies. Las áreas protegidas constituyen el mayor mecanismo de respuesta a las cuestiones climáticas, porque permiten que la vida natural siga su curso sin perturbaciones y cumpla sus funciones. A la vez, también permite que haya disponibilidad de alimento para los habitantes y mejora la calidad del aire. Es por ello que el 26,3 % del territorio de Guinea-Bisáu corresponde a áreas protegidas.

Las inversiones de China en África son considerables. ¿El país asiático también está presente en Guinea-Bisáu?
Así es. Tienen inversiones a gran escala en explotaciones madereras y pesqueras. Tenemos a los franceses en el petróleo y el turismo, a la Unión Europea en la pesca. Los gobiernos locales proyectan a corto plazo y, a menudo, los cálculos en términos de costos y beneficios no se corresponden con la capacidad del país de soportar el impacto en términos de explotación. El norte de nuestro territorio ya no cuenta con bosques primarios a causa de la explotación china. ¿Y qué le da China a África a cambio? Infraestructura, aunque precaria, como la construcción de palacios, centros de congresos, universidades y carreteras. Son relaciones extremadamente desiguales.

¿Qué otros problemas relacionados con la cuestión climática podría destacar?
Está el tema de la sequía. Su impacto en la ganadería es mayúsculo y está obligando a las comunidades a un proceso migratorio forzoso. También tenemos el aumento de la población en las ciudades. El crecimiento demográfico actual es un problema de carácter transversal en África y ejerce presión sobre las zonas costeras, que poseen un mayor acceso a los recursos que les permiten sobrevivir. Esta presión también está causando, sobre todo, que una gran cantidad de basura vaya a parar al mar. El mayor problema de la basura no es la que producimos, sino la que recibimos en nuestras costas procedente del norte global.

Los mecanismos internacionales creados para financiar la conservación en pie de los bosques ¿funcionan en África?
La cuestión de los impuestos sobre el carbono es una hipocresía. El dinero va a parar, sobre todo, a las agencias de certificación del norte global que operan sobre la base de la especulación en el mercado financiero. Nadie come acciones. La gente consume alimentos. Se necesita una amplia inversión en las agriculturas familiares para poder producir alimentos sanos, que forman parte de la matriz cultural de las personas y que provengan de las inmediaciones de donde vive la gente. Así podremos tener seguridad nutricional.

¿Cuál es la percepción de la población africana al respecto de la crisis climática?
Este tema ha sido planteado desde una perspectiva muy elitista. En África, a la gente no le preocupa la capa de ozono. Tratamos de que tengan una comprensión más instrumental de lo que es el cambio climático, que sepan lo que ocurre con el suelo, en su patio, en su huerta. Quieren saber cómo es la comida en su mesa después de no haber conseguido producir alimentos al cabo de tres ciclos consecutivos de inundaciones. El sur de Angola, por ejemplo, soportó siete años consecutivos de grave sequía. Cuando los agricultores familiares, las familias rurales, empezaron a darse cuenta del impacto de estas transformaciones en su régimen alimentario, en su sistema económico, África comenzó a movilizarse.

Erikson Mendonça /Tiniguena e Sofia Conde/Malmon 2022Tierras agrícolas durante la temporada de lluvias y una aldea amenazada por la subida del nivel del mar, ambos en el norte de Guinea-BisáuErikson Mendonça /Tiniguena e Sofia Conde/Malmon 2022

¿Y cuándo es se ha producido aproximadamente esta toma de conciencia?
En los últimos 10 años. Ahora hay una gran movilización entre los africanos. Se han dado cuenta de que están perdiendo su patrimonio genético, sus tierras, la capacidad de alimentar a sus familias y financiar su economía. Intentaron entender por qué estaba ocurriendo esto y la reacción fue directa. El ritmo de pérdida de tierras agrícolas en África es brutal, su impacto es enorme.

¿Cuál es la incidencia de Brasil en la cuestión climática y ambiental?
No analizo este tema desde el punto de vista de los datos macroeconómicos de Brasil, como su capacidad de exportación de materias primas o el tamaño de su mercado de consumo. Yo no lo veo así. A mi modo de ver, Brasil tiene cuatro responsabilidades. La primera es la ecológica. Tiene la suerte de tener el mayor don que la naturaleza le ha legado al mundo, que es la Amazonia, y tiene la responsabilidad de preservarla para que el mundo sea más habitable. El país debe asegurarse de que la Amazonia no sea un patrimonio mundial, sino en primera instancia, para los propios brasileños, especialmente para los pueblos indígenas que habitan en la región. Por ello, deberían dar el ejemplo con la conservación y la utilización de lo que son las respuestas basadas en la naturaleza y en la cultura para salvaguardar la transición ecológica. La segunda responsabilidad es histórica. El país fue una sociedad víctima de la colonización y se desarrolló con mano de obra esclavizada. Ahora debe contribuir a ponerle fin al sistema colonial de explotación laboral. Esto implica crear formas de regular y normalizar las relaciones de trabajo para que sean más humanas y darle ese ejemplo al mundo. El país no puede pensar que su economía va a prosperar explotando a los pueblos indígenas, a los negros y a las mujeres.

¿Cuáles son las otras dos responsabilidades que le adjudica a Brasil?
La tercera es la demográfica. La población de Brasil es una de las más numerosas del mundo. El país tiene que desarrollar modelos educativos que les brinden a sus ciudadanos la posibilidad de contribuir a la conservación del medio ambiente, a la preservación y la valoración de los derechos cívicos y también a una economía justa y solidaria. La cuarta es la responsabilidad política. Brasil no puede correr el riesgo de caer en regímenes como el que experimentó recientemente. Un régimen desfasado con respecto a los retos contemporáneos, populista, misógino, racista y con estructuras obsoletas en términos de innovación y tecnología social.

Pero, ¿cuál sería el rol del país?
A partir del momento en que asuma estas cuatro responsabilidades ‒ambiental, histórica, demográfica y política‒ Brasil estará en condiciones de influir en la construcción de un nuevo orden mundial. Sería capaz de influir, por ejemplo, sobre Rusia, China y la India, para que también adopten conductas y prácticas que propicien una democracia popular en lugar de nuevas formas de neocolonialismo e imperialismo, que es la postura internacional que están adoptando estos países. Por lo que Brasil, que es el mayor productor de alimentos del mundo, tiene una responsabilidad enorme en este sentido.

¿Cuál es la temática de sus investigaciones?
Realizo investigaciones en el ámbito del Centro de Estudios Sociales Amílcar Cabral, en la ciudad de Bisáu, donde coordino el núcleo de investigación en historia, antropología y sociología. Mis investigaciones se ocupan de varios temas, desde asuntos vinculados a la cooperación internacional a la transparencia en la gobernanza de los recursos naturales y las finanzas públicas hasta temas relacionados con los jóvenes, con la cuestión de género, tanto en la economía informal como en la participación política o en sus contribuciones a la seguridad alimentaria. Últimamente también he debatido mucho sobre el racismo ambiental. Cuando los procesos de producción o explotación de un territorio ponen en cuestión la supervivencia económica y la dignidad de los pueblos que ocupan esos territorios, estamos sumergidos en un proceso de racismo ambiental.

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