Los primeros resultados de un proyecto de restauración ecológica de la finca Marupiara, en el municipio de Paragominas, estado de Pará, comenzaron a surgir cuatro años después de que se demarcaran las áreas degradadas y se plantaran las primeras especies autóctonas, tales como la palmera de asaí [Euterpe oleracea] y la andiroba [Carapa guianensis]. Mediante el empleo de técnicas tales como el enriquecimiento artificial de bosques, que agrega nuevas especies a la vegetación en crecimiento, se logró la recuperación de alrededor del 60% del territorio parcialmente destruido por la explotación maderera que se llevó a cabo durante las últimas décadas. La propiedad, que se dedicaba a la ganadería de corte, poseía 17 hectáreas en situación irregular en 2011. Esas tierras deberían funcionar como áreas de preservación permanente (APPs), protegiendo los ríos, el suelo y la biodiversidad local. El programa de recuperación también fue de ayuda para diversificar la producción de la propiedad: pronto se comercializará asaí y madera.
Casos como éste podrían multiplicarse en los próximos años. En mayo de 2014, el gobierno federal brasileño reglamentó el Catastro Ambiental Rural (CAR), un instrumento creado para regularizar y monitorear alrededor de 5,6 millones de propiedades rurales. Cuando esté concluido ese registro, algo que está previsto para 2016, dará comienzo el Programa de Regularización Ambiental, que obligará a los propietarios rurales a restaurar las áreas taladas ilegalmente en el pasado. “Eso contribuirá a elevar la demanda de proyectos de restauración de formaciones naturales en el país”, dice el biólogo Ricardo Ribeiro Rodrigues, docente de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz, de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP).
Uno de los principales polos ganaderos de la Amazonia es Paragominas, que encabezó la lista negra del desmonte elaborada por el Ministerio de Medio Ambiente entre 2008 y 2010. Luego de las presiones del Ministerio Público, la ciudad logró salir de dicha lista mediante la ayuda de la organización no gubernamental estadounidense The Nature Conservancy, que colaboró en el registro de un 80% de las propiedades del catastro ambiental rural del estado de Pará. Una vez fuera de esa lista, el dilema pasó a ser otro: ¿cómo evitar que el municipio volviese a la lista de los grandes taladores? “La respuesta no podría haber sido otra: tendríamos que adoptar técnicas modernas capaces de transformar el tipo de ganadería que se practicaba en la región”, recuerda Mauro Lucio Costa, el propietario de la finca Marupiara y expresidente de la Asociación de Productores Rurales de Paragominas.
La entidad solicitó la ayuda de investigadores de la Esalq-USP, que cuenta con gran experiencia en estudios de restauración forestal. “Los resultados de nuestras investigaciones se basan en estudios realizados en el marco del programa Biota-FAPESP”, dice Ricardo Ribeiro Rodrigues, en referencia a la iniciativa lanzada en 1999 para mapear la biodiversidad paulista. El biólogo se desempeñó como coordinador del programa entre 2004 y 2009. Uno de los logros fue un documento emitido en 2008 que plantea directrices para la conservación y restauración de la biodiversidad en el estado de São Paulo, tomando como base el conocimiento producido por el Biota-FAPESP. El trabajo recomienda, por ejemplo, que los fragmentos remanentes de vegetación autóctona se consideren en proyectos de recuperación, poniendo especial énfasis en los bosques de ribera, constituidos por la vegetación localizada a orillas de las cabeceras, ríos, arroyos, lagos y represas que protege a las aguas de la agradación causada principalmente por la erosión, además de funcionar como núcleo de dispersión de semillas y como corredores ecológicos.
También había un desafío extra: convencer a los productores de Paragominas reacios a los cambios. “El compromiso de la mayoría sólo se produjo cuando se comprobó que los proyectos de restauración eran factibles y podrían diversificar la producción, generando rentabilidad”, dice Costa. En la finca Marupiara se plantaron 12 especies nativas en áreas de reserva federal, en las cuales se permite el manejo sostenible para la explotación económica. Entre las especies plantadas figuran el lapacho, el laurel blanco, el guapinol, plantas medicinales y también productoras de madera, tales como la andiroba. También se efectuó un trabajo de mejora de las áreas de pastoreo, que albergan alrededor de dos mil cabezas de ganado. Las pasturas se mejoraron y se densificaron en los terrenos más planos y fértiles, de modo tal que se pudo ubicar más reses en menos espacio. Mientras que en 2003, la propiedad registraba 0,9 cabezas de ganado por hectárea, en 2015 ese índice creció hasta llegar a tres cabezas por hectárea.
Actualmente, Ricardo Rodrigues dirige un proyecto de restauración de bosques de ribera, bosques nativos de producción económica y fragmentos forestales degradados, cuyo objetivo es simular y comprender los efectos de la aplicación del nuevo Código Forestal. En ese estudio se propone, por ejemplo, la detección del potencial de utilización y comercialización de productos madereros y no madereros de especies autóctonas y el desarrollo de métodos de bajo costo para la restauración. En paralelo a los estudios académicos, grupos de investigación, tales como el de la Esalq, también se esfuerzan por probar en la práctica diversas técnicas disponibles. Parte de lo que se está realizando en el país se encuentra reunido en el libro Restauração florestal, compilado por Rodrigues, en un trabajo conjunto con Sergius Gandolfi y Pedro Brancalion, también docentes de la Esalq-USP. El libro se presentó durante la 6ª edición del Simposio de Restauración Ecológica que se llevó a cabo en São Paulo, del 9 al 13 de noviembre.
La obra actualiza el marco teórico que se elaboró en 2010 para hacer las veces de soporte técnico del Acuerdo para la Restauración del Bosque Atlántico, un emprendimiento que congrega a 350 instituciones públicas y privadas, empresas, organismos gubernamentales y propietarios. El objetivo consiste en la restauración de 15 millones de hectáreas del Bosque Atlántico hasta 2050. “Muchas iniciativas no tenían garantías de éxito, a raíz de que los proyectos se estaban implementando en forma errónea”, dice Ricardo Rodrigues.
La recuperación forestal en las haciendas del interior paulista es una de las iniciativas pactadas en el marco de ese Acuerdo. En 2012, se seleccionaron tres propiedades en la localidad de Itu, en las cuales se llevaron a cabo actividades de restauración enfocadas en la compensación ambiental. Eso funciona del siguiente modo: el propietario de una plantación de caña de azúcar, que no posee áreas en las cuales pueda emprender una recuperación forestal dentro de la reserva legal, puede, por ejemplo, invertir en áreas naturales remanentes ubicadas en otra propiedad. “También estamos poniendo a la venta terrenos de 10 mil metros cuadrados en parte de las haciendas. La mitad del área corresponde a vegetación nativa restaurada. El objetivo consiste en la formación de un corredor de bosques en medio de las construcciones”, dice la empresaria y socióloga Neca Setubal, propietaria de dos campos en la región.
El actual Código Forestal permite una explotación controlada de APPs en pequeñas propiedades, siempre y cuando se empleen especies de la zona. En tanto, en las áreas donde se permite el manejo sostenible, la ley autoriza la plantación de hasta un 50% de especies exóticas, tales como el eucalipto, en medio de las especies nativas. En el estado de São Paulo, la primera resolución de la Secretaría Estadual de Medio Ambiente ofrecía un listado de 247 especies de árboles que podían utilizarse en proyectos de restauración. El Instituto de Botánica, la entidad encargada de catalogarlas, anunció recientemente una lista revisada y ampliada a 2.315 especies, que incluye no sólo árboles, sino también helechos, arbustos, lianas y hierbas, entre otros. “La selva no está integrada solamente por árboles. El éxito de la restauración depende de la biodiversidad implicada y de la variabilidad genética”, dice Luiz Mauro Barbosa, director del instituto. En 2001, la mayoría de las áreas de recuperación utilizaba un máximo de 30 especies, casi siempre las mismas. Y los viveros concentraban la producción en escasas especies de árboles. Actualmente, hay 207 viveros en el estado, los cuales se encargan de la producción anual de unas 40 millones de unidades de 800 especies arbóreas.
La ampliación de la lista de especies resultará estratégica para el Programa Nacientes, un emprendimiento conservacionista de los ríos a partir de la recuperación forestal lanzada por el gobierno del estado de São Paulo en 2015, y cuyo objetivo radica en la protección de seis mil kilómetros de cursos de agua y la restauración de alrededor de 20 mil hectáreas de bosques de riberas. Ya se han realizado tres plantíos en las ciudades de Joanópolis, Piracaia y Jacareí, empleando más de 270 mil ejemplares. La organización no gubernamental Iniciativa Verde, que participará en proyectos del programa paulista, es una de las entidades que ya están trabajando en la región del sistema Cantareira, que abastece a una parte de la capital paulista y a otras localidades. La participación de la ONG surge a través del Programa Productor de Agua, de la Agencia Nacional de Aguas (ANA), por medio del pliego Iniciativa BNDES Bosque Atlántico. “En tres años hemos viste que el plantío ha mejorado la calidad del agua”, dice Pedro Barral de Sá, director forestal de Iniciativa Verde.
El municipio de Machadinho, en el estado de Rio Grande do Sul, también desarrolla desde hace tres años un programa destinado a mejorar la calidad y la producción del agua por medio de la protección de las vertientes. Parte de esa iniciativa consiste en asociar la producción de yerba mate con los bosques en cabeceras de ríos y arroyos. El proyecto incluye la participación de diversos actores, entre los que figuran la alcaldía de la ciudad y la estatal Embrapa Bosques. “Hay más de 50 propiedades participantes. Hemos logrado recuperar algunas cabeceras y el caso se ha convirtido en una referencia para la protección de cursos de agua y la recuperación ecológica, que incluye la capacitación de técnicos”, dice Emiliano Santarosa, analista de Embrapa Bosques, y responsable de las actividades de transferencia de tecnologías en la región.
Otro método de recuperación que implementó Embrapa es el sistema agrosilvopastoril, que integra cultivos, ganadería y bosques, y es capaz de elevar la productividad en el campo sin necesidad de expandir el área agrícola sobre la selva virgen. Embrapa desarrolla proyectos de ese tipo principalmente con ganaderos productores de leche o de carne, que plantan árboles en medio de las pasturas. La sombra parcial les brinda confort a los animales y, cuando está bien planificada, deriva en una mejora de la productividad lechera, por ejemplo. En el estado de Paraná hay más de 40 propiedades que son referentes en el empleo de este sistema en trabajos conjuntos realizados por Embrapa con el Instituto de Asistencia Técnica y Extensión Rural de Paraná.
En São Paulo, ciertas experiencias que integran plantaciones de caña de azúcar con la preservación del bosque nativo señalan una vía para que la producción de bioenergía y los bosques convivan en un mismo espacio. Un estudio efectuado en 2012 por científicos brasileños y estadounidenses reveló que el bosque nativo posee la capacidad de almacenar 18 veces más carbono que la cañamiel. En tanto, en un estudio más reciente, investigadores de la USP junto con colegas del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe) demostraron que el estado de São Paulo tiene un déficit de 800 mil hectáreas de bosques que deberían recuperarse. “Una posibilidad consiste en plantar caña de azúcar en entornos forestales, o viceversa”, sugiere Marcos Buckeridge, uno de los autores de la investigación y coordinador del Instituto nacional de Ciencia y Tecnología (INCT) del Bioetanol. “En la restauración forestal, las dificultades están planteadas en el sentido de lograr que las experiencias ganen escala”, señala.
El biólogo Ricardo Rodrigues, de la Esalq-USP, coincide con ese diagnóstico. “Los proyectos que hasta ahora se han puesto en práctica en el país, todavía son muy puntuales”, analiza. La ampliación de las iniciativas, sostiene Rodrigues, depende de la adopción de estrategias tendientes a reducir los costos de los proyectos de restauración forestal y permitir ganancias económicas. En Itu, por ejemplo, la recomposición forestal en las tres haciendas tuvo un costo de alrededor de 20 mil reales por hectárea. A raíz del elevado grado de degradación, hubo que realizar na siembra o plantío completo. “Son proyectos caros, que deben abaratarse valiéndose del conocimiento científico”, dice Rodrigues.
Proyecto
Restauración ecológica de bosques de ribera, de bosques nativos económicamente productivos y de fragmentos forestales degradados (en APP y RL), con base en la ecología de restauración de ecosistemas de referencia, en función de probar científicamente los preceptos del Nuevo Código Forestal Brasileño (nº 2013/50718-5); Modalidad Apoyo a la Investigación – Programa Biota – Proyecto Temático; Investigador responsable Ricardo Ribeiro Rodrigues (Esalq-USP); Inversión R$ 1.115.645,02