Una técnica innovadora concebida en la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE), en Brasil, puede ayudar a la preservación de los arrecifes coralinos. Los científicos de la Biofábrica de Corales, un proyecto vinculado al Laboratorio de Enzimología Luiz Accioly (Labenz) del Departamento de Bioquímica de la UFPE, desarrollaron una especie de cuna para cultivar fragmentos de especies amenazadas. Cada fragmento de coral crece durante algunos meses en esas “cunas” hasta que está en condiciones de poder injertarse definitivamente en los sitios que habían perdido su cobertura original. Se está poniendo en práctica un proyecto piloto en las piscinas naturales de la playa de Porto de Galinhas, un destino turístico en Ipojuca, un municipio ubicado a 50 kilómetros de Recife.
Los corales son animales invertebrados formados por pequeños pólipos de cuerpo blando unidos entre sí por un esqueleto calcáreo. La técnica concebida en la UFPE, capaz de hacer más sencillo y accesible el proceso conocido como trasplante, tiene el potencial de mitigar la degradación de los arrecifes a causa de la contaminación o el calentamiento de los océanos. Cuando el ambiente marino resulta afectado por derrames de petróleo, por ejemplo, asociado con los aumentos bruscos de la temperatura, una de las consecuencias que genera es el blanqueo de las colonias coralinas, a causa de la pérdida de una especie de algas microscópicas, las zooxantelas, organismos asociados a los pólipos que son los que les dan color a los corales. El blanqueo puede provocar la muerte de los pólipos, quedando solamente el esqueleto calcáreo blanco.
El trabajo de la Biofábrica, que comenzó hace seis años, le ha valido al grupo el pedido de dos patentes relacionadas con los dispositivos para el cultivo de los corales y de esponjas marinas. “Nuestro propósito es promover la conservación de estas especies a partir de un abordaje multidisciplinario y comprometer a la comunidad local para concientizarla acerca de la importancia de la conservación desde una perspectiva de sostenibilidad económica”, explica el ingeniero de pesca Rudã Fernandes, coordinador científico del proyecto, en el cual participan 34 miembros, entre los cuales hay biólogos, ingenieros, diseñadores, comunicadores y balseros, 17 de los cuales son permanentes y el resto, eventuales.
En la incubadora de corales de Porto de Galinhas, también conocida como la granja de corales, el grupo cultiva dos especies: Millepora alcicornis, una de las especies de hidrocorales o falsos corales comprendidas entre los denominados corales de fuego, y Mussismilia harttii, llamados comúnmente corales cerebro. Estos últimos corren riesgo de extinción desde 2014 y se los considera una de las especies constructoras más importantes, dado que su composición pétrea ayuda a la conformación de los arrecifes. En tanto, los corales de fuego, con ramificaciones que ofrecen refugio a diversos organismos acuáticos, están bajo amenaza porque son más sensibles a las alteraciones bruscas en la temperatura del agua, que se producen como consecuencia del calentamiento global, pero también por la exposición a mareas bajas o por el aumento de la temperatura del agua en las piscinas naturales de escasa profundidad.
Hasta ahora, los resultados obtenidos en las granjas son alentadores. Los fragmentos de corales de fuego han crecido un 40 % en 90 días y los de corales cerebro, un 200 % en 120 días. En un lapso de tres meses, se hallan completamente recuperados del estrés generado por el manejo y colonizan las cunas, según Fernandes. “Pero seguimos estudiando cuál es el plazo ideal que necesitan permanecer en la incubadora antes de trasplantarlos a su hábitat marino”, dice el investigador.
Un reto global
Los arrecifes de coral cubren menos del 0,1 % de los océanos de todo el mundo; empero, brindan cobijo a un 25 % de la biodiversidad marina, por eso es tan importante su preservación. Más allá de ofrecer sustento a tantas formas de vida, esas colonias dan forma a un entorno que oficia como protección costera, reducto pesquero, fuente de bioactivos para la industria farmacéutica y cosmética, y también como atractivo turístico. Por lo tanto, constituyen un patrimonio clave de recursos para las comunidades locales.
Según consta en el informe Coral reef restoration, publicado este año por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) y por la Iniciativa Internacional de los Arrecifes de Coral (Icri), los arrecifes de coral pueden encontrarse en más de 100 países y al menos 500 millones de personas dependen de su existencia para subsistir. Si la Gran Barrera de Coral de Australia tuviese valor de mercado, se evalúa en el documento, el mismo alcanzaría unos 56.000 millones de dólares. El informe estima incluso que las actividades económicas que dependen de ella generan 6.400 millones de dólares anuales.
Esta abundancia de recursos, no obstante, está amenazada. Los arrecifes de coral son uno de los ecosistemas más vulnerables frente a los cambios climáticos y las actividades humanas. Se calcula que, en los últimos 30 años, la mitad de ellos ha sido destruida; y en las próximas décadas podría desaparecer un porcentaje aún mayor si no se logra detener el proceso de calentamiento global. “Para dar un ejemplo de la envergadura de la amenaza que vienen padeciendo los corales, en 2020, una ola de calor provocó el blanqueo de alrededor del 80 % de los corales de fuego en Porto de Galinhas”, advierte Fernandes. “Frente a este escenario crítico, necesitamos trabajar con premura. De lo contrario, dentro de cinco años, tal vez ya no haya nada que conservar”.
Carlos dos Santos/EcojangadaCunas biodegradables
Un estudio de referencia encabezado por la bióloga Lisa Boström-Einarsson, de la Universidad James Cook, en Australia, analizó más de 360 proyectos de restauración en 56 países y constató que el 70 % de esas iniciativas involucran granjas de corales. En Brasil, el trabajo de la UFPE es uno de los pioneros. El uso de laboratorios en tierra firme para acelerar el crecimiento de los corales, el trasplante directo –sin pasar por incubadoras– y la remoción de organismos competidores son otras de las estrategias utilizadas en todo el mundo para la recuperación de los corales.
“El cultivo y la restauración de los corales no constituyen en sí mismos una novedad. Ya se ha hecho hace algunas décadas. A largo plazo, este abordaje se ha mostrado prometedor en sitios tales como el Caribe, Tailandia y la península de Florida, en Estados Unidos. En un período que va de 8 a 12 años, se verificó en esas regiones una mayor cobertura coralina y una complejidad estructural superior en los enclaves restaurados, en comparación con aquellos en donde no se intervino”, señala el biólogo catarinense Alberto Lindner, de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC). “Con todo, cabe destacar que el trasplante debe tomarse como un último recurso para la conservación. Las medidas preventivas, tales como evitar la sobrepesca, controlar la contaminación oceánica y crear unidades de conservación pueden ser opciones menos costosas y evitan los daños a los corales”.
En Pernambuco existe una innovación reciente desarrollada por el equipo de la UFPE en las piezas con las que se fabrican las cunas donde se cultivarán los corales. Son fabricadas con impresoras 3D con un polímero biodegradable al que se conoce por su sigla PLA (ácido poliláctico). En un ambiente terrestre, este material se degrada al cabo de un año, pero los científicos todavía no saben cuánto tiempo insumirá su descomposición en el fondo del mar. Una de las novedades del proyecto reside en que están diseñadas para adaptarse a la morfología de las distintas especies, lo que podría acelerar su crecimiento (véase la infografía debajo). “Las esponjas marinas y los corales son animales que se asocian al sustrato y se desarrollan a partir de una superficie fija. Pero en muchos cultivos observábamos a los animales suspendidos en cuerdas; entonces pensamos en hacer algo diferente. Cuando fijamos las esponjas a una superficie, los resultados fueron mejores y, a partir de ahí, probamos con ese abordaje para los corales”, relata Fernandes.