La física Lia Queiroz Amaral mantiene un vínculo fuerte y duradero con la Universidad de São Paulo (USP), donde se graduó en 1962, hizo su maestría y se doctorado y prosiguió luego su carrera académica hasta jubilarse como profesora titular en 1995. Y hoy en día aún se desempeña como docente colaboradora en el Instituto de Física. Con la escalada de los casos de covid-19 en Brasil, tuvo que interrumpir varias de sus actividades, y eso le dejó cierto tiempo para dedicarse a un viejo proyecto personal. “Recibí una suma de dinero por la expropiación de un antiguo inmueble familiar y resolví destinarlo a iniciativas de combate contra la pandemia”, relata. Desde el mes de marzo, Queiroz Amaral ha donado más de 300 mil reales a diversas instituciones. La USP se quedó con casi la mitad de ese monto. Otra parte fue para el Hospital de Clínicas. El resto, aproximadamente 68 mil reales, fueron para el USP Vida, un programa creado para recaudar fondos destinados a investigaciones y actividades de enfrentamiento del covid-19 en el ámbito de la universidad.
Este programa, creado en el mes de abril, permite que empresas y personas físicas donen a una o más entre seis líneas de investigación relacionadas con la pandemia, las cuales abarcan proyectos de desarrollo de vacunas, medicamentos y respiradores artificiales, estudios sobre procesos antivirales y de soporte a las redes de diagnóstico, entre otros. Los donadores también pueden depositar recursos en un fondo único, administrado por un Comité de Gestión, para que se los utilice en las investigaciones más avanzadas. Esa fue la opción que eligió Queiroz Amaral. El USP Vida ya ha recibido 2.836 donaciones y ha recaudado alrededor de 3,5 millones de reales. Más de la mitad de esos recursos fueron aportes individuales: se puede donar cualquier suma que se desee a partir de 20 reales. “Recientemente nos han solicitado donar para investigaciones no relacionadas con el covid-19”, comenta Carmen Fávaro Trindade, prorrectora adjunta de Investigación de la USP. “Esto demuestra que en Brasil hay margen para la filantropía científica, siempre y cuando existan canales que faciliten y promuevan esta práctica”.
Otro ejemplo que puede destacarse es el de la microbióloga Natalia Pasternak, investigadora colaboradora del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICB) de la universidad. En junio, ella y su familia donaron 2 millones de reales para el proyecto de fabricación de ventiladores pulmonares de bajo costo denominados Inspire, que coordinan los ingenieros Marcelo Zuffo y Raúl Gonzalez, de la Escuela Politécnica (Poli) de la USP. En abril, Pasternak se contactó con ellos para conocer el proyecto y ofrecerles ayuda. “Supe que necesitaban un gran aporte para iniciar el desarrollo de los prototipos”, relata la investigadora, quien ya ha realizado donaciones a la Facultad de Medicina del Hospital Santa Casa, al Hospital Universitario de la Universidad de Campinas (Unicamp) y al propio ICB-USP. El proyecto Inspire cuenta actualmente con más de 900 donadores y lleva recaudados casi 6,6 millones de reales. La mitad de ese monto correspondió a personas físicas. También están las donaciones de materiales, máquinas y equipos, sobre todo provenientes de empresas. “Hace unos días recibimos de la firma Procter & Gamble un simulador de pulmón cuyo valor es de 400 mil reales, dice Zuffo.
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Desde hace algún tiempo Pasternak está trabajando en proyectos que apuntan a estimular la filantropía científica en Brasil a través del Instituto Questão de Ciência (IQC), del cual es fundadora. Uno de ellos involucra la creación de una plataforma que permita que empresas e individuos donen a un fondo único, administrado por el instituto, que se encargaría de gestionar y canalizar los valores hacia proyectos de investigación relacionados con su temática de actuación. “El IQC, a su vez, se haría cargo de rendirles cuentas a los donantes, mediante actualizaciones acerca del progreso de los trabajos financiados”. Otra propuesta consiste en un fondo de donaciones para la financiación de investigaciones de maestría realizadas en universidades públicas y dedicadas al estudio de políticas públicas basadas en evidencias científicas.
Las iniciativas de este tipo están cobrando impulso en distintos sitios de Brasil desde el comienzo de la pandemia. En los últimos meses, varias universidades han comenzado a adoptar estrategias para recaudar fondos destinados a acciones e investigaciones relacionadas con el nuevo coronavirus. En abril, la Unicamp lanzó el programa Unicamp Solidaria, por medio del cual pueden donarse alimentos y productos de higiene para las familias vulnerables de la zona, equipos de protección individual (EPI), aparatos e insumos para el tratamiento de pacientes internados en hospitales de la universidad, y también sumas de dinero para investigaciones y como ayuda para estudiantes carentes de recursos. Las partidas ya ascienden a casi 15 millones de reales, de los cuales poco más de 10 millones proceden de fondos de indemnización, obtenidos por medio de articulaciones entre la rectoría, jueces y fiscales de Campinas que involucran montos provenientes del saldo remanente de demandas civiles públicas. El resto proviene de donaciones de empresas e individuos particulares. “La pandemia está ayudando a demostrar la importancia de las donaciones para el mantenimiento del trabajo que se realiza en las universidades”, dice el físico Marcelo Knobel, rector de la Unicamp. “En gran parte, esto se debe al protagonismo actual que han adquirido estas instituciones, ya sea para la comprensión de la enfermedad o en lo referente al desarrollo de estrategias tendientes a combatirla”.
En la Universidad de Brasilia (UnB), este movimiento fue promovido por el lanzamiento de una convocatoria prospectiva de proyectos de investigación durante el primer semestre. La estrategia dio como resultado la aprobación de 180 propuestas de estudio en diferentes áreas relacionadas con la pandemia, con una demanda de unos 70 millones de reales. “Resolvimos crear un fondo de donaciones para captar recursos para la financiación de una parte de esos trabajos”, relata Cláudia Amorim, directora de Investigación del Decanato de Investigación e Innovación de la UnB. En junio, la universidad firmó un convenio con la Fundación de Emprendimientos Científicos y Tecnológicos (Finatec), una fundación de apoyo de la universidad, para posibilitar la creación del fondo, que puede recibir donaciones para proyectos específicos o para el fondo general.
En Estados Unidos, casi un 26% de los 43.600 millones de dólares recaudados por las universidades en el bienio 2017-2018 proviene de donaciones de egresados
Las donaciones realizadas por exalumnos, empresarios o filántropos son esenciales para el mantenimiento de las actividades de universidades y centros de investigación en muchos países. En Estados Unidos, por ejemplo, alrededor del 35% del presupuesto de instituciones como la Universidad Harvard, proviene de fondos aportados por donadores. Brasil no cuenta con una tradición en filantropía científica. El obstáculo principal, según el análisis de los investigadores, es la falta de una cultura permanente de donación, propiciada por la ausencia de mecanismos fiscales que faciliten y estimulen esa práctica. “En Estados Unidos, la legislación tributaria contempla incentivos fiscales a la filantropía. Aquellos que donan, pagan menos impuestos”, dice Pasternak. Desde los albores del siglo XX, Estados Unidos cuenta con leyes que garantizan deducciones fiscales para quienes realizan donaciones. Quienes donan a museos o universidades, por ejemplo, pueden deducir hasta un 50% del impuesto a las ganancias. En 2019, ese límite aumentó hasta el 60%, algo que en Brasil es, como máximo, de un 8% para los contribuyentes individuales. Otro factor importante que ayuda a estimular la filantropía en aquel país involucra al impuesto sobre herencias. La alícuota para las familias cuyos activos superan la suma de 10,6 millones de dólares (ó 5,3 millones de dólares por cada miembro de un matrimonio) llega a ser del 40%, de manera tal que se planifican donaciones en vida para abonar menos impuestos.
La modificación de la ley tributaria en Estados Unidos redundó en un incremento del 6% en el monto total recaudado por las universidades del país en el período 2017-2018 en comparación con el bienio anterior. Según datos de la organización Council for Aid to Education, las instituciones estadounidenses de educación superior recaudaron 43.600 millones de dólares, la mayor suma registrada desde que comenzaron a registrarse esos valores, en 1957. Se calcula que las universidades acumulan aproximadamente 616 mil millones de dólares en fondos patrimoniales filantrópicos, también conocidos como fondos de endowment. Esas cifras son similares o mayores al Producto Bruto Interno (PIB) de muchos países. Eso ha generado un debate en el país acerca del modo de administrar los endowment y de por qué aún no han redundado en una disminución de los costos de la educación superior o en un mayor acceso de los estudiantes de bajos recursos a esas instituciones.
En enero de 2019, Brasil dio un gran paso para promover la filantropía científica al aprobar una ley que reconocía los fondos de endowment, aquí llamados fondos patrimoniales. La idea era establecer bases legales y garantizar la seguridad jurídica para la captación de recursos privados destinados a la financiación de actividades educativas, de investigación e innovación. A diferencia de una donación tradicional –como las que se están realizando durante la pandemia mediante la utilización directa de los recursos para la adquisición de equipos e insumos de investigación–, los fondos patrimoniales apuntan generar un patrimonio perpetuo. La dotación se deposita en fondos de inversión y solamente se utiliza una transferencia periódica basada en los intereses generados.
El programa Unicamp Solidaria (Ajude Unicamp) recaudó casi 15 millones de reales, de los cuales algo más de 10 millones provinieron de los fondos indemnizatorios
La legislación aprobada a principios de 2019 preveía la creación de mecanismos fiscales similares a los existentes en Estados Unidos, pero los artículos que versaban sobre los incentivos para los donadores fueron vetados por el presidente Jair Bolsonaro. Uno de esos dispositivos les permitía a las personas jurídicas deducir el equivalente al 1,5% o el 2% de los beneficios operativos para donaciones destinadas a la conformación de esos fondos (lea el artículo intitulado “Un marco regulatorio para los endowments”). El Congreso Nacional pudo revertir en parte ese panorama en junio de 2019 al anular uno de los vetos presidenciales, el que les impedía a las fundaciones de apoyo a las universidades públicas actuar como administradoras de esos fondos patrimoniales. Pero mantuvo los demás, algo que, según Knobel, de la Unicamp, acotará bastante los efectos de la ley sobre la financiación a la investigación científica por medio de donaciones privadas. “La promoción fiscal tal vez sea la principal estrategia de estímulo a la filantropía”, dice. Así y todo, el físico subraya que las donaciones jamás podrán sustituir a los aportes realizados por el Estado, fundamentales para el mantenimiento de las universidades públicas. “Hay muchos que consideran que los fondos patrimoniales serían el punto de partida para la privatización de esas instituciones, pero ese no es el caso. El endowment solamente utiliza los recursos provenientes de los rendimientos financieros, manteniendo el valor principal, como un complemento del presupuesto principal de las universidades”.
El aliento que la pandemia le aportó a la filantropía en Brasil sigue una tendencia que también puede observarse en otras naciones, tales como Estados Unidos y el Reino Unido. Los datos del Monitor de Donaciones Covid-19 revelan que unas 480 mil empresas, asociaciones, instituciones de diversos sectores e individuos particulares han donado más de 6 mil millones de reales a iniciativas para combatir la pandemia en el país. A comienzos de agosto, un grupo de ocho empresas y fundaciones, entre las cuales figuran Ambev, Itaú Unibanco y la Fundación Lemann, anunció inversiones por 100 millones de reales para la construcción de un laboratorio de vacunas contra el covid-19 en la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz), en su sede de Río de Janeiro. Mediante la iniciativa Todos por la Salud, lanzada por Itaú Unibanco y la FAPESP, también se le transfirieron 82,5 millones de reales al Instituto Butantan, de los cuales 50 millones los aportó al banco y 32,5 millones la Fundación. Los recursos serán destinados al desarrollo de los ensayos clínicos de la fase III de la vacuna Coronavac, producida en asociación con la empresa china Sinovac, como así también para adecuar una fábrica para la producción de la vacuna. En el caso del USP Vida, se destaca el aporte de Novelis, una empresa de la industria del aluminio, que en el mes de agosto donó 200 mil reales. “Los aportes de las empresas se concentran mayormente en donaciones de elementos y materiales para la investigación, así como también equipos para ayudar a reducir los riesgos de contagio y adecuar las condiciones de tratamiento en nuestros hospitales”, dice Fávaro Trindade, de la USP. “En nuestro caso, esos aportes ya suman casi 13 millones de reales”.
Los investigadores no saben si la práctica de la filantropía perdurará después de la pandemia, pero sostienen que la experiencia deja lecciones importantes que podrán utilizarse para estimular donaciones en el futuro. Una de ellas alude a la construcción de plataformas tendientes atraer y facilitar esta práctica. “Existen iniciativas puntuales, tales como las de la Poli-USP, pero ninguna universidad del país cuenta con canales institucionales específicos como para facilitar y promover este tipo de mecenazgo”, comenta Pasternak. En 2018, la USP creó su Oficina de Colaboraciones, con la misión de viabilizar el ingreso de aportes privados para proyectos de la institución. Este organismo ha trabajado, por ejemplo, en la captación de recursos para la reforma del Museo de Ipiranga, cuya reapertura al público está prevista en 2022.
El USP Vida recibió 2.836 donaciones y recaudó unos 3,5 millones de reales. Más de la mitad de esos recursos fueron aportados por individuos particulares
Diversas instituciones tienen la intención de expandir las plataformas que han lanzado ahora. La Unicamp y la USP formalizarán la creación de fondos de endowment en los próximos meses. “Esto es importante porque nos ayudará a establecer una organización clara y transparente, capaz de promover y facilitar los donativos, así como a mantener a los donadores actualizados al respecto del destino de sus aportes e interesados en los proyectos que ayudaron a financiar”, dice Trindade. La instauración de una cultura filantrópica científica en Brasil también tiene que ver con un esfuerzo de las instituciones para vincularse con sus exalumnos. En Estados Unidos, por ejemplo, casi un 26% de los 43.600 millones de dólares recaudados en el bienio 2017-2018 proviene de donaciones de egresados. En los últimos años, instituciones tales como la USP, la Fundación Getulio Vargas (FGV) y la Universidade Estadual Paulista (Unesp) empezaron a invertir en plataformas para contactar y reunir a antiguos alumnos (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 264). En agosto, la Unicamp también presentó una iniciativa de este tipo. “La idea es que esas estructuras fomenten un sentido de comunidad entre aquellos que se graduaron en la institución, reforzando la importancia que ella tuvo en su éxito profesional, como una forma de estimularlos para que contribuyan al sostén y el perfeccionamiento de esos centros por medio de donaciones”, explica Knobel.
La difusión de esta práctica también depende de un esfuerzo mayor de los investigadores para visibilizar sus proyectos, de manera tal que atraigan donaciones de empresas e individuos particulares. “Esto es bastante común en otros países”, resalta Pasternak. “Las universidades suelen organizar eventos sociales para vincular a los investigadores con los posibles donadores”. Algunas iniciativas pueden servirles como inspiración a las universidades brasileñas. Amorim, de la UnB, subraya que la Universidad Católica de Lovaina, en Bélgica, dispone de equipos abocados exclusivamente a la captación de recursos. “Cada tanto, ellos emiten convocatorias internas a la presentación de propuestas, por medio de las cuales seleccionan a los proyectos más prometedores, que entonces pasan a contar con la ayuda de esos profesionales para recaudar recursos mediante donaciones y colaboradores asociados”. Pasternak reconoce que muchos científicos temen perder su libertad para investigar al recibir donaciones de fuentes distintas a las agencias de financiación o de la propia universidad en la que se desempeñan. “Es tarea de las universidades establecer las reglas y límites que estimulen la donación, sin que ello interfiera en la libertad de los investigadores ni en el rumbo de sus estudios”, añade.
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