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INTERNACIONALIZACIÓN 

Para desafiar barreras

La FAPESP Week Beijing acerca a científicos de Brasil y China

desde Pekín

La Gran Muralla: investigadores de Brasil y China procuran iniciar colaboraciones para mitigar el efecto de los 20 mil kilómetros que los separan y las diferencias lingüísticas

Ricardo ZorzettoLa Gran Muralla: investigadores de Brasil y China procuran iniciar colaboraciones para mitigar el efecto de los 20 mil kilómetros que los separan y las diferencias lingüísticasRicardo Zorzetto

No hay nada como una buena conversación cara a cara para reducir las barreras creadas por la distancia y las diferencias culturales que subsisten incluso en la era de internet. Del 16 y al 18 de abril de este año, alrededor de 30 de los más destacados científicos de Brasil y de China se reunieron en la capital de este último país para conocer algo más de la ciencia de punta realizada en ambos, y evaluar la posibilidad de iniciar colaboraciones que permitan disminuir el efecto de los casi 20 mil kilómetros y las diferencias lingüísticas que los separan. En uno de los salones de la Peking University (PKU), la principal institución educativa y de investigación científica de China y la mejor ubicada en los rankings universitarios internacionales, asistieron a 28 conferencias en áreas tan diversas como medicina y ciencias de materiales y participaron en reuniones oficiales ‒y conversaciones informales en almuerzos, cenas e intervalos para un café o té verde‒ durante la FAPESP Week Beijing, el séptimo de los encuentros internacionales que promueve la Fundación desde 2011 con el objetivo de incrementar la proyección de la ciencia brasileña en el exterior y estimular la cooperación con grupos extranjeros. Pese a su brevedad, ese primer contacto permitió que algunos investigadores brasileños y chinos identificasen afinidades e intereses comunes en el trabajo de sus grupos y salieran del encuentro con cooperaciones científicas en vista. Más allá de las posibles colaboraciones entre equipos específicos, el encuentro en Beijing se cerró con negociaciones avanzadas para un acuerdo formal entre la PKU y la FAPESP para promover investigaciones en áreas del conocimiento consideradas estratégicas para Brasil y China.

La FAPESP Week, que se llevó a cabo en el campus de la PKU, en el distrito de Haidian, en el noroeste de la capital china ‒y no muy lejos del Palacio de Verano, la residencia que comenzaron a utilizar los emperadores en el siglo XVIII para escapar del calor imperante en la Ciudad Prohibida a mitad del año‒, fue el resultado de una negociación que comenzó en junio de 2013, cuando una misión de la FAPESP visitó China. El primer día del encuentro en Beijin, Enge Wang, presidente de la PKU, la más alta autoridad de la universidad china (con un cargo equivalente al de un rector en una universidad brasileña), se reunió con el presidente de la FAPESP, Celso Lafer, quien estaba acompañado por el vicepresidente Eduardo Krieger y el director científico Carlos Henrique de Brito Cruz. En dicha reunión, Enge les manifestó la intención de firmar un acuerdo de cooperación entre ambas instituciones. “La cooperación con China es prioritaria porque ambos países atraviesan procesos similares en cuanto a su desarrollo científico y tecnológico”, afirmó Lafer.

Actualmente clasificadas, respectivamente, como la segunda y la séptima mayores economías del mundo, China y Brasil ostentaban una producción científica bastante modesta hace tres décadas. La cantidad de artículos científicos publicados en revistas internacionales de renombre se ubicaban en un rango de unos pocos cientos por año al comienzo de la década de 1980. Desde entonces, la producción científica de ambos países creció ininterrumpidamente, con la de China progresando a un ritmo acelerado jamás observado en el mundo. Tan sólo en 2011, los científicos residentes en China publicaron alrededor de 150 mil artículos científicos, que corresponden al 11% de la producción mundial, mientras que los brasileños produjeron unos 30 mil (el 2,6% de la producción mundial), según datos revelados por el estudio Building Bricks, publicado por Thomson Reuters en febrero de 2013. Esas cifras ubican a la producción científica china apenas detrás de la de Estados Unidos, que está entre los países con más sólida tradición científica del mundo, de donde surgen casi un tercio de las investigaciones que se publican en las revistas que integran la base de datos Web of Science, de Thomson Reuters.

Las autoridades chinas “reconocieron que la investigación científica y la educación de nivel superior son esenciales para alcanzar el liderazgo global”, escribieron los investigadores Philip Altbach, del Centro para la Educación Superior Internacional del Boston College, en Estados Unidos, y Qi Wang, de la Escuela de Educación de la Universidad Jiao Tong de Shanghái, en China, en un artículo publicado en 2012 en la revista Scientific American. Desde el inicio de los años 1980, el número de estudiantes de educación superior, en China, dio un salto de 860 mil a 23 millones, y el de estudiantes inscritos en doctorados, de 280 mil a 1.600.000.

El presidente de la FAPESP, Celso Lafer, y el presidente de la Universidad de Pekín, Enge Wang: con la intención de firmar un acuerdo de cooperación

Agência FapespEl presidente de la FAPESP, Celso Lafer, y el presidente de la Universidad de Pekín, Enge Wang: con la intención de firmar un acuerdo de cooperaciónAgência Fapesp

Gastos en I&D
Las características sociales, económicas y políticas de cada uno de esos países podrían justificar la diferencia en sus ritmos de crecimiento. Brasil cuenta con algo más de 100 mil científicos entre sus 200 millones de habitantes. En tanto, en China, que es seis veces más populosa, el total de investigadores llega al millón. En ambos países, el gasto en investigación y desarrollo (I&D) se incrementó en las últimas décadas. Pero en Brasil se niveló en los últimos años en una proporción del 1,1% del producto interno bruto (PIB), que en 2012 fue de 2,2 billones de dólares, mientras que en China, esa inversión sigue aumentando. Según datos del Banco Mundial, China destinó en 2012 casi un 2% de su PIB de 8,3 billones de dólares en ciencia y tecnología. Y esa proporción continuará en aumento.

En 2006, el gobierno central del que fuera el antiguo Imperio del Medio lanzó un plan estratégico para el desarrollo a mediano y largo plazo, el Medium and Long-term National Plan for Science and Technology Development 2006-2020, que plantea como meta nacional una inversión del 2,5% del PIB para actividades de ciencia y tecnología hasta el final de la década. “Ese plan representó un punto de inflexión en el desarrollo de la ciencia y la tecnología chinas”, explicó Zhe Li, vicedirector del Instituto de Sistemas y Administración de Ciencia y Tecnología de la Academia China de Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (Casted), una organización ligada al Ministerio de Ciencia y Tecnología de China, en una entrevista concedida a la revista Pesquisa FAPESP. El programa establece que, tanto el gobierno central como los gobiernos de las provincias contribuyan para alcanzar la meta de inversión. “En los últimos cuatro años, éstos han gastado proporcionalmente más dinero que el gobierno central”, añade Yan Li, otro investigador del Casted.

Los científicos relataron que luego del fallecimiento de Mao Tse-Tung, al final de los años 1970, China inició un proceso de apertura hacia Occidente y empezó a invertir en el desarrollo industrial basado en una mano de obra barata. “Pero se observó que no se podía depender permanentemente del trabajo barato”, dijo Yan Li. “Las inversiones en ciencia y tecnología son el motor que impulsa la economía”.

Además del incremento de los gastos en investigación y desarrollo, China también implementó un sistema de evaluación de los investigadores basado en la publicación de artículos científicos en revistas internacionales calificadas, en una forma similar a lo que ocurrió en Brasil durante las últimas décadas. Esa estrategia, que está asociada al proceso de repatriación de científicos de elite capacitados en el exterior, impulsó la producción científica china. “Cuanto mayor es la cantidad de publicaciones, más rápido se avanza en la carrera académica”, explicó Yan Li. En algunas universidades e instituciones de investigación, los estudiantes deben publicar artículos para poder obtener el título de doctor.

A pesar de esa combinación, la calidad de los artículos chinos, que se mide por el número promedio de citas en otras publicaciones (el factor de impacto), aún se encuentra en muchas áreas por debajo del promedio mundial, si bien en general, es superior a la de Brasil. La excepción son las áreas de matemática, ingeniería, ciencias de materiales, biología y bioquímica, y agricultura. No obstante, el elevado índice de crecimiento de la producción china puede camuflar el aumento del factor de impacto de los artículos como algo más acelerado de lo que  se viene midiendo, según indica el estudio China’s absorptive state – Research, innovation and the prospect for China-UK collaboration, publicado en octubre de 2013 por Nesta, una fundación del Reino Unido que evalúa políticas de innovación.

Boya Pagoda, uno de los mojones del campus de la Peking University: la más productiva universidad de China cuenta con un presupuesto anual para investigaciones que suma 400 millones de dólares

M.L. Duong/ WikicommonsBoya Pagoda, uno de los mojones del campus de la Peking University: la más productiva universidad de China cuenta con un presupuesto anual para investigaciones que suma 400 millones de dólaresM.L. Duong/ Wikicommons

Interés mutuo
Tal como sucede en Brasil, la producción científica china se concentra en una pequeña cantidad de instituciones, en general, aglomeradas en la franja oriental del país asiático. La más productiva de es la Peking University, que posee un presupuesto anual para investigación de aproximadamente 400 millones de dólares y, en 2013, publicó 6.247 artículos cuyo primer autor era un investigador de la universidad. “El ingreso en China a través de la Peking University es algo muy bueno porque es una universidad de gran prestigio, tanto en China como en el mundo”, dijo Carlos Henrique de Brito Cruz, director científico de la FAPESP, quien anunció, en el marco del evento, las estrategias de estímulo a la cooperación internacional adoptadas por la Fundación, en especial, la colaboración con universidades y agencias de fomento  a la investigación extranjeras y el apoyo para los jóvenes investigadores de Brasil y del exterior que inicien su carrera científica en São Paulo.

“La Peking University manifestó un claro interés por colaborar con la investigación que se realiza en São Paulo”, comentó Brito Cruz al finalizar la FAPESP Week Pekín. “Estamos por cerrar el debate de un acuerdo por medio del cual la FAPESP ofrecerá seed funds para los investigadores de São Paulo y la PKU aportará el mismo tipo de financiación para sus investigadores locales”, explicó.

Con una extensión variable entre pocos meses y un año, los seed funds son solamente una forma inicial de fomento, generalmente destinados a convenios con universidades extranjeras. Su objetivo consiste en permitir que investigadores de São Paulo y de instituciones internacionales trabajen juntos en la preparación de proyectos de largo aliento que sean concebidos, redactados y ejecutados por equipos de São Paulo y del país colaborador. Desde que comenzó a invertir con mayor énfasis en la internacionalización de la ciencia de São Paulo, la FAPESP ha formalizado acuerdos con varias universidades extranjeras. Aparte de esa estrategia, también ha firmado convenios de financiación en forma conjunta con agencias de fomento de al menos otros 10 países, que se tradujeron en más de 300 proyectos financiados entre 2005 y 2010 (vea la tabla). “En São Paulo contamos con investigaciones muy competitivas a nivel internacional”, recordó Brito Cruz. “Por eso la estrategia no se basa en el mero envío de estudiantes o en el intercambio de investigadores, sino en poner a los científicos a trabajar de igual a igual”, ideando, redactando y remitiendo conjuntamente las propuestas de investigación”.

Más allá del acuerdo que ofrece seed funds, el presidente de la PKU se comprometió a trabajar para que la National Natural Science Foundation of China (NSFC), la agencia china de apoyo a la investigación básica y aplicada, financie los proyectos que involucran a investigadores chinos y brasileños costeados por la FAPESP. En un análisis inicial, Brito Cruz consideró “muy bueno” al resultado de este primer contacto.

“Experiencias anteriores demuestran que una forma eficaz de incrementar el intercambio entre investigadores se basa en establecer contactos personales”, dijo el vicepresidente de la Fundación, Eduardo Moacyr Krieger, quien durante los 11 años en que dirigió a la Academia Brasileña de Ciencias trabajó intensamente para mejorar la inserción de la ciencia brasileña en el escenario internacional. “El rol de las instituciones consiste en promover encuentros para poner en contacto a los científicos, pero la cooperación ocurre siempre entre individuos”, recordó. “Los investigadores son muy celosos de su tiempo y de sus intereses; por eso, si el interés no es recíproco, la colaboración no progresa”.

Incluso antes de la formalización del acuerdo entre la FAPESP y la PKU, grupos de São Paulo y de la universidad china que trabajan con medicina molecular y biología de plantas habían demostrado su interés por desarrollar proyectos en conjunto. En el segundo día del encuentro, la cardióloga Rui-Ping Xiao invitó a los médicos Eduardo Moacyr Krieger y José Eduardo Krieger, padre e hijo respectivamente, ambos del Instituto del Corazón (InCor) de la Universidad de São Paulo (USP), a conocer el Instituto de Medicina Molecular de la PKU, creado y dirigido por ella. Ella y su grupo investigan los mecanismos genéticos y moleculares asociados con el síndrome metabólico, un desequilibrio en el procesamiento de energía del organismo, signado por un aumento de los niveles de azúcar (glucosa) y lípidos en sangre y que está asociado con el aumento del riesgo de problemas cardiovasculares. E identificaron recientemente alteraciones genéticas que impiden a los músculos un aprovechamiento adecuado de la hormona insulina, responsable del transporte de la glucosa, la principal fuente de energía celular, hacia el interior de las células musculares. Como consecuencia de esas alteraciones, surge lo que se denomina resistencia a la insulina, una de las causas del síndrome metabólico.

Luego de pasar casi dos décadas como investigadora en los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos, uno de los mayores centros de investigación médica del mundo, Rui-Ping Xiao recibió una invitación del presidente de la PKU, en 2005, para regresar a su país de origen e idear un centro de medicina molecular en la universidad china. Actualmente coordina el trabajo de casi 200 personas que realizan pruebas con roedores, cerdos y monos. Los investigadores del Instituto de Medicina Molecular de la PKU también están comenzando a participar en las fases iniciales de los ensayos con humanos de compuestos desarrollados por Rui-Ping Xiao durante el período que pasó en los NIH. “José Eduardo Krieger me invitó a iniciar colaboraciones para el estudio de la reparación cardíaca”, comentó ella después de presentar los resultados de su grupo durante el último día del congreso en Pekín. “Me encantaría. Él ha realizado estudios con cerdos y aquí lo hacemos con monos. A lo mejor hacemos algo juntos”.

José Eduardo Krieger confirmó el interés en la cooperación luego de presentar datos alentadores que obtuvo su equipo en el InCor al utilizar células madre implantadas directamente en el corazón para ayudar a la recuperación cardíaca tras un infarto. “Ellos han implementado aquí un modelo experimental con minicerdos, una raza porcina que no crece demasiado y reduce el espacio necesario para la cría y el mantenimiento de los animales”.

En la USP, los estudios de biología molecular se efectúan en los laboratorios instalados en diferentes institutos, tales como el InCor y el del Cáncer. Pero no hay un centro con todos los recursos como el que existe en la Peking University, comentó Eduardo Moacyr Krieger. “Un instituto como el de la PKU permite realizar no sólo la transposición del conocimiento del banco de pruebas hacia el área clínica sino también algo que aún suscita polémicas y que comienza a plantearse que la universidad debe hacer, en cierta medida, que es la innovación”, dijo. Si se da ese paso al frente, las universidades y los institutos públicos de investigación complementarían el papel de la industria. “El problema de la salud es tan complejo que el poder público no puede permanecer ajeno a la responsabilidad de generar también nuevos fármacos”, comentó Krieger padre. “La industria posee una lógica propia, mientras que el Estado puede invertir en ciertas moléculas que por alguna razón no resultan atractivas para el sector comercial”.

Biología de plantas
Otra área donde podría lograrse una cooperación dentro de poco es la de la biología de las plantas. Durante la FAPESP Week Beijing, el biólogo molecular Hongwei Guo, de la PKU, y el botánico Marcos Buckeridge, de la USP, demostraron un interés recíproco en las investigaciones. El biólogo chino y su equipo investigan los mecanismos moleculares mediante los cuales actúa la hormona vegetal etileno, induciendo el desarrollo y también la decadencia en las plantas. Valiéndose de estrategias genómicas y proteómicas, comprobaron durante los últimos años que las modificaciones en el ciclo de luz y oscuridad, los estresantes ambientales y las infecciones alteran la producción de etileno. En tanto, Buckeridge está interesado en dilucidar cómo puede influir el etileno en la degradación de la pared celular de la caña de azúcar, importante para la producción del denominado etanol de segunda generación. Actualmente, el etanol se produce a partir de la fragmentación de la celulosa, uno de los azúcares que forman la pared celular de la caña. Pero la celulosa representa tan sólo el 30% de esos azúcares y el aumento de la producción de etanol depende de la capacidad para romper las moléculas de otros azúcares. En la USP, el grupo de Buckeridge está trabajando para caracterizar la actividad de las hormonas vegetales, entre ellas, el etileno, en la degradación de la pared celular de la raíz de la caña.

Como el grupo de Hongwei Guo ya conoce los genes implicados en la actividad del etileno, la interacción con el equipo de la USP podría acelerar la comprensión del modo de regulación de ese fenómeno. Buckeridge imagina que, una vez que se entienda esa etapa, sería posible intentar el control de la actividad de los genes que inducen la producción de etileno y la degradación de la pared celular en el tallo, el gran reservorio de azúcares de la caña. “La interacción con el grupo chino plantea la posibilidad de acelerar la transferencia de ese conocimiento”, dijo. “Luego podríamos utilizar modelos de gramíneas que crecen más rápido, tales como Setaria Brachipodium para realizar una prueba de concepto, mientras paralelamente trabajamos con la caña de azúcar”.

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