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Biota – 20 Años

Políticas para la naturaleza

Los estudios del programa sobre biodiversidad de la Fundación aportan desde hace dos décadas las bases científicas para la creación de áreas protegidas y la búsqueda de un desarrollo sostenible en el estado de São Paulo

Una vista panorámica del Parque Estadual de Itapetinga, en Atibaia, una de las cinco unidades de protección establecidas a partir de los datos del Biota

Carlos Nardi/WPP/Folhapress

El río Paranapanema, que está considerado como uno de los menos contaminados del estado de São Paulo, está más protegido desde 2012, cuando sus casi mil cabeceras pasaron a formar parte del Parque Estadual Nascentes do Paranapanema. Con una superficie de 22.500 hectáreas, esta reserva ecológica cobija y protege la abundante flora y fauna del Bosque Atlántico del municipio de Capão Bonito, a 230 kilómetros de la ciudad de São Paulo, donde todavía proliferan los jaguares (Panthera onca), el mono araña muriqui del sur –o mono carbonero– (Brachyteles arachnoides) e incluso el esquivo perro venadero (Speothos venaticus), también denominado zorro vinagre o perro de monte. En marzo de este año, tres ejemplares de esos cánidos fueron captados por la lente de una trampa fotográfica instalada por la Fundación Forestal, una agencia de la Secretaría de Infraestructura y Medio Ambiente (Sima) del Estado de São Paulo. Un año antes de la implementación de la reserva en Capão Bonito, se habían creado cuatro reservas ecológicas en la región de Serra da Cantareira: el Parque Estadual de Itaberaba, el Parque Estadual de Itapetinga, la Selva Estadual de Guarulhos y el Monumento Natural Estadual de Pedra Grande.

Todas estas reservas naturales son producto del trabajo llevado a cabo en el marco del programa Biota-FAPESP, que este año cumple dos décadas de existencia, aunque fue creado hace veintiún años. Los decretos que instituyeron esas unidades de conservación justificaron la implementación de los parques basándose en los estudios realizados por el programa, y citaron un trabajo publicado en 2008, en colaboración con la Secretaría de Medio Ambiente, antecesora del actual Sima. El documento se intitula Diretrizes para conservação e restauração da biodiversidade do estado de São Paulo. También con base en esa publicación, la gobernación paulista definió la demarcación de la expansión de los cultivos de la caña de azúcar, por medio de la Resolución nº 88/2008. La normativa definió las directrices técnicas para la concesión de licencias a empresas del sector de azúcar y alcohol en el estado utilizando los estudios de la biodiversidad del Biota. Las áreas fueron clasificadas en cuatro niveles de uso (adecuadas, adecuadas con limitación ambiental, adecuadas con restricciones ambientales e inadecuadas). Los dieciocho instrumentos jurídicos elaborados con la ayuda del programa están disponibles en internet.

Desde su creación, el propósito del programa consiste en fortalecer el nexo entre la ciencia y la administración pública, para estimular la adopción de políticas de conservación de los remanentes de vegetación nativa, según informa el biólogo Carlos Alfredo Joly, uno de los ideólogos del Biota y que hasta el día de hoy es uno de sus coordinadores. “Al principio, incluso hasta ingenuamente, creíamos que bastaba con poner a disposición datos altamente confiables para que pudiera utilizárselos con el objetivo de formular políticas públicas. Empero, después de unos cinco años nos dimos cuenta que era necesario traducir el lenguaje científico en un formato que fuera comprensible para los tomadores de decisiones”, recuerda Joly.

Léo Ramos Chaves Los estudios del Biota estipularon que la valuación de los servicios ecosistémicos que presta la polinización, como la que realizan las abejas, llega a 65 mil millones de reales por año en BrasilLéo Ramos Chaves

Un workshop que se llevó a cabo en noviembre de 2006, en el que participaron 160 científicos de universidades públicas y privadas y de institutos de investigación del estado de São Paulo, vino a suplir esa demanda, cuyo resultado fue la publicación de un libro que ha tenido repercusiones hasta el día de hoy. En aquella época, la directora de la Fundación Forestal era la agrónoma Maria Cecília Wey de Brito, quien había participado en la planificación del Biota entre 1996 y 1999, y también en su coordinación, entre 1999 y 2006. “Su ingreso a la coordinación fue lo que propició ese proceso de traducción de la información en un formato más útil para quienes toman las decisiones”, enfatiza Joly. Para Wey de Brito, quien actualmente se ocupa de la coordinación de proyectos en el Instituto Ekos Brasil, una organización no gubernamental (ONG), el workshop y la publicación que generó constituyeron un hito para el sector. “A partir de ese evento surgió la propuesta de hacer realidad distintas políticas públicas basadas en la ciencia producida por el Biota”, relata la agrónoma.

Según el biólogo Ricardo Ribeiro Rodrigues, de la Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP) y también miembro del grupo pionero en la coordinación del Biota, la producción del libro demoró alrededor de dos años e incluyó la elaboración de veintisiete mapas temáticos y tres mapas de síntesis. El primero de estos últimos, destinado especialmente a los investigadores, identificaba lagunas de conocimiento sobre la biodiversidad de São Paulo. Un segundo mapa sugería áreas que, por sus características naturales, podrían transformarse en reservas ecológicas. “Identificamos veintidós zonas, de las cuales trece eran prioritarias. Hasta ahora se han creado en ellas siete unidades de conservación”, enumera Ribeiro Rodrigues.

El tercero de los mapas de síntesis mostraba los fragmentos de vegetación autóctona existentes en propiedades privadas cuyas características, por ejemplo, su tamaño reducido, no justificaban convertirlas en Reservas Naturales de Protección Integral. Esto no significa que las mismas fueran menos valiosas. La protección e interconexión de esos fragmentos, con la intención de restaurar los corredores ecológicos, es vital para la biodiversidad. Los estudios realizados en el marco del Biota por científicos de la Esalq y del Instituto de Biociencias (IB) de la USP, apuntan que el 78 % de la vegetación natural del estado de São Paulo se encuentra en propiedades privadas.

Recientemente, por medio de datos geográficos y con base en modelos matemáticos, investigadores del proyecto coordinado por el agrónomo Gerd Spavorek, de la Esalq, evaluaron la distribución del déficit de vegetación en el estado de São Paulo y proyectaron posibles escenarios compensatorios para esta situación mediante la creación de reservas legales, es decir, áreas de vegetación natural dentro de las propiedades rurales que solo pueden explotarse en forma sostenible. De esta manera, el propietario con déficit de vegetación  puede regularizar la situación de su inmueble. El proyecto surgió a partir de una demanda de la predecesora de la Sima y contó con la participación de la sociedad. Desde 2017, se han llevado a cabo ocho reuniones abiertas de los investigadores con representantes de las secretarías de gobierno, del sector agropecuario, organizaciones no gubernamentales, universidades e institutos de investigación, entre otros. Para una mayor transparencia del trabajo conjunto con la sociedad, también se creó un sitio web y canales en YouTube e Instagram.

Gustavo Muniz Dias/Ib-Unicamp Colonias de tunicados de la especie Symplegma rubraGustavo Muniz Dias/Ib-Unicamp

Para Ribeiro Rodrigues, los resultados del proyecto demuestran que es posible desarrollar estrategias de protección ambiental sin comprometer la producción agrícola. La cercanía de la vegetación nativa puede incrementar la productividad del cultivo. “Hay estudios que demuestran que las plantaciones de café ubicadas cerca de áreas con vegetación nativa registran un aumento en su productividad de entre un 20 % y un 30 %”, recuerda el investigador. El secreto reside en la polinización. Los agentes polinizadores, tales como abejas, mariposas, escarabajos, aves y murciélagos, prestan gratuitamente un servicio valioso al agricultor. Esto es lo que en el campo de la biología se denominan como servicios ambientales o ecosistémicos.

A principios de 2019, la bióloga Kayna Agostini, de la Universidad Federal de São Carlos (UFSCar), participó en un estudio que permitió calcular el valor del servicio ambiental de la polinización en Brasil. El resultado es sorprendente: 12 mil millones de dólares al año, es decir, casi 65 mil millones de reales al valor de cambio actual. “Esta es una cifra estimativa del valor del servicio ambiental de polinización, teniendo en cuenta la dependencia de los polinizadores y el valor de la producción del cultivo agrícola”, dice Agostini. Ella explica que la mayoría de las plantas que se cultivan para producir alimentos en Brasil (el 76 %), dependen, a distintos niveles, de esos agentes para la producción de frutos, semillas y mantenimiento de la variabilidad.

El estudio fue divulgado en el “Informe sobre polinización, polinizadores y producción de alimentos en Brasil”, que incluyó un Sumario para los Tomadores de Decisiones redactado en lenguaje no técnico. La propuesta fue impulsada por la Plataforma Brasileña de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (BPBES), conjuntamente con la Red Brasileña de Interacciones Planta-Polinizador (Rebipp), de la cual Agostini es una de las coordinadoras. El informe es un instrumento importante para promover documentos que apunten a la formulación de políticas públicas de protección a los polinizadores. “En ejemplo son los documentos con objetivos, metas e indicadores para la conservación de los polinizadores que se enviarán a la Convención de la Diversidad Biológica (CDB) y serán de ayuda en los debates de la Conferencia de las Partes del Convenio sobre la Biodiversidad de la ONU (COP 15) que se realizará en China en 2021”, dice la investigadora.

Los datos obtenidos por el Biota también han proporcionado las bases científicas para los debates al respecto de los posibles impactos ambientales como resultado de las obras de infraestructura. La ampliación del puerto de São Sebastião, en la costa norte del estado de São Paulo, no prosperó luego de que los estudios que elaboró el programa indicaron, en 2015, que dicha intervención pondría en riesgo la fauna de la bahía de Araçá, que hasta entonces algunos la consideraban extinta. “La bahía alberga una megadiversidad de especies, es un laboratorio a cielo abierto”, comenta la bióloga Cecília Amaral, de la Universidad de Campinas (Unicamp), coordinadora de un proyecto multidisciplinario que estudió ese ecosistema costero “en el que se identificaron más de 1.400 especies de invertebrados y vertebrados, entre ellos, una familia, dos géneros y cincuenta especies nuevas”, añade.

Tatiana Menchini Steiner/IB-Unicamp Distintas variedades del helminto Diopatra cuprea, que forman parte de las especies paulistas identificadas en el litoral norte de São PauloTatiana Menchini Steiner/IB-Unicamp

El proyecto en la bahía de Araçá, cancelado en 2017, dejó también un legado en el ámbito académico: los datos de la fauna marina del estado de São Paulo que se recabaron a partir de esa iniciativa. En la actualidad, Amaral está trabajando en la elaboración del segundo volumen del Manual de identificação dos invertebrados marinhos da região Sudeste-Sul do Brasil, que se enriquecerá material procedente de varios proyectos, incluido el Biota Araçá. En este momento ella coordina otra iniciativa del Biota cuyo objetivo es llevar a cabo un ajuste taxonómico de la colección del Museo de Zoología del Instituto de Biología de la Unicamp, completando eventuales lagunas en la identificación de las especies allí reunidas. Los resultados estarán disponibles para su consulta en la red de colaboración speciesLink, que surgió a partir del Biota y que es coordinada por el Centro de Referencia en Información Ambiental (Cria), una Organización de la Sociedad Civil de Interés Público (Oscip) creada en el año 2000, en los primeros días del Biota.

Con el Cria comenzó a desarrollarse un sistema para la recepción e intercambio de datos sobre la existencia de las especies presentes en las colecciones biológicas de todo el estado de São Paulo. “Hoy en día, la red speciesLink reúne colecciones que trascienden las meramente paulistas, incluyendo otras del resto del país y del exterior”, dice Dora Ann Lange Canhos, directora del Cria y una de las pioneras del programa Biota. En la actualidad, la red cuenta con 1,2 millones de registros de más de 28 mil especies distintas que habitan en el territorio paulista. “Toda esta colección se encuentra disponible digitalmente para la administración pública y ha sido utilizada de varias formas: para la elaboración de listas de las especies amenazadas, en diagnósticos ambientales y en políticas de conservación”, resalta Ann Lange Canhos.

Soluciones en la naturaleza
“El programa Biota dispone de una enorme cantidad de datos, todos de acceso libre”, destaca el biólogo Jean Paul Metzger, del IB-USP. “A partir de la síntesis de los datos generados en campo y en laboratorio puede potenciarse el conocimiento y promover una investigación científica transformadora, en el umbral entre la ciencia y la política”, dice el investigador, a cargo de un nuevo abordaje del Biota que podría ampliar el impacto del programa en la sociedad. Esta nueva línea de trabajo, denominada Biota Síntesis, tiene como objetivo analizar colaborativamente los datos disponibles sobre un tema y emplear ese conjunto de informaciones multidisciplinarias para la búsqueda de soluciones a los problemas socioambientales.

Los estudios que se harán en ese marco atenderán a las demandas planteadas por el Sima y las secretarías estaduales de Agricultura y Abastecimiento y de Salud. El Biota Síntesis está dividido en cinco grupos temáticos: polinización y productividad agrícola; recuperación y economía de la base forestal; seguridad hídrica ante los cambios climáticos; control de las enfermedades zoonóticas, y prevención de enfermedades en las áreas urbanas. “Es importante dejar en claro que las iniciativas como el centro de síntesis no sustituirán a los proyectos de colecta de datos y caracterización de la biodiversidad. Solamente sumarán una nueva forma de acción”, subraya Joly.

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