
Hace 58 años que Hoffmann es profesor de la Esalq. Ya jubilado, en la década de 1990, también fue docente del Instituto de Economía de la Universidad de Campinas (Unicamp), entre 1996 y 2012, donde principalmente ha enseñado estadística. Además de la desigualdad de ingresos, ha sido un estudioso de la cuestión agraria y la inseguridad alimentaria, entre otros temas. Ha dirigido 62 tesinas de maestría y 30 tesis doctorales, y ha publicado unos 250 artículos, solo o en coautoría. Es autor de libros tales como Estatística para economistas [Estadística para economistas] (Editora Pioneira, 1980) y Distribução de renda: Medidas de desigualdade e pobreza [La distribución del ingreso. Mediciones de la desigualdad y la pobreza] (Edusp, 1998), cuya versión actualizada, en coautoría con dos de sus exdirigidos, los economistas Diego Camargo Botassio y Josimar Gonçalves de Jesus, fue publicada por la misma editorial en 2019.
Especialidad
Distribución del ingreso en Brasil
Institución
Escuela Superior de Agricultura Luiz de Queiroz de la Universidad de São Paulo (Esalq-USP)
Estudios
Título de grado en ingeniería agronómica (1965), maestría en ciencias sociales rurales (1967) y doctorado en economía agraria (1969) por la Esalq-USP
Casado en segundas nupcias con Marina Vieira da Silva, profesora jubilada de la Esalq, Hoffmann tiene dos hijos y cuatro nietos. Recibió a Pesquisa FAPESP en su despacho de la Esalq en Piracicaba (São Paulo), donde concedió la siguiente entrevista.
Usted nació en São Paulo, pero vivió sus primeros años en una chacra en el interior del estado. ¿Por qué?
Allá por la época en que nací, mis padres, Hellmut y Annemarie, y mis dos hermanos mayores, Helga y Ulrich, vivían en una chacra en Nova Europa, una localidad cercana a Araraquara. Mis padres eran alemanes y se conocieron en Santos, en el litoral paulista, en 1937. Poco después se casaron y adquirieron una propiedad en esa ciudad. En agosto de 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, el gobierno de Getúlio Vargas [1882-1954] se alineó contra los países del Eje [Alemania, Italia y Japón] y declaró el estado de guerra en todo el territorio nacional. En consecuencia, todos aquellos que eran ciudadanos del Eje fueron obligados a retirarse de las zonas costeras. Mi padre acabó siendo despedido del banco en el que trabajaba como escribiente y le dieron menos de 24 horas para abandonar Santos con su esposa e hijos. Se dirigieron a una quinta que la familia de él poseía en Nova Europa y administraba mi tía, Luise, y mi padre empezó a trabajar la tierra. Poco antes de mi nacimiento, en diciembre de aquel año, mi madre consideró que sería mejor dar a luz en São Paulo, donde vivían sus padres y había más infraestructura.
¿Creció allí en la chacra?
Viví ahí hasta los 3 años. En 1945, cuando la guerra terminó, mi padre consiguió empleo como escribiente en la junta directiva de una fábrica de juguetes y se trasladó a São Paulo. Mi madre regresó con sus hijos a nuestra casa en Santos y mi papá nos visitaba los fines de semana. Cuando tenía 10 años, mi madre, mis cuatro hermanos y yo nos mudamos a São Paulo con mi padre. Todos mis estudios fueron en la escuela pública: hice el gymnasium y la enseñanza media en la Escuela Estadual de São Paulo, en el centro de la ciudad. Vivíamos en una casa sencilla en el barrio de Vila Mariana, porque mi padre quería ahorrar para comprar una quinta en el interior. Cuando emigró de Alemania a Brasil a principios del siglo XX, mi abuelo se convirtió en agricultor y mi padre tenía una conexión emocional con el campo. Los fines de semana se iba en tren a visitar lugares para tratar de hallar un terreno en venta y yo era uno de los que lo acompañaba. Hasta que encontró una parcela situada entre Itapevi y São Roque. Durante mi infancia y adolescencia, habitualmente pasaba las vacaciones escolares de principios de año en la chacra de la tía Luise.
¿Eso influyó en su elección de la carrera de ingeniería agronómica?
Supongo que sí. Hasta los 18 años, tenía sueños bucólicos que idealizaban la vida en el campo que, como es sabido, puede ser buena, pero también muy dura. Ingresé a la facultad en 1961. No me gustaron las bromas iniciáticas, por supuesto, pero quienes las rechazaban de plano se convertían en “tipos extraños” y no eran aceptados en el centro de estudiantes. Y yo ansiaba formar parte del centro de estudiantes, que funcionaba fuera del campus de la Esalq y tenía una vida independiente.
¿Su implicación en la política empezó en Piracicaba?
En mi adolescencia, cuando asistía a la escuela en São Paulo, recuerdo haber participado en campañas por la educación. También leía a Marx [1818-1883]. Mi hermana Helga, cuatro años mayor que yo, siempre fue un punto de referencia para mí. Participaba en el movimiento estudiantil y en 1956 fue la primera mujer electa presidenta de la Unión Nacional de Estudiantes Secundarios [Unes].
¿Consiguió entrar en el centro de estudiantes de la Esalq?
Sí. Dentro del movimiento estudiantil, mis simpatías se acercaban más al PCB [Partido Comunista Brasileño], pero la Unión Estudiantil Estadual [UEE] estaba prácticamente dominada por la AP [la organización de izquierda Acción Popular]. Tomaba el material de la AP en São Paulo y lo divulgaba en Piracicaba. En 1963 fui designado por la UNE [Unión Nacional de Estudiantes] para ir a un encuentro nacional de estudiantes de agronomía en Río de Janeiro y allí conocí a dos cubanos. Vinieron conmigo a Piracicaba y dieron una charla en el centro de estudiantes sobre la revolución socialista en la isla. El ambiente de la Esalq era muy conservador y fui ganando fama de subversivo.
¿Por eso fue detenido?
En abril de 1964, unos días después del golpe, estaba en clase y me convocaron al despacho del entonces director de la Esalq, Hugo de Almeida Leme [1917-1992], quien se encontraba con el jefe de policía y un oficial ayudante. Tenía 22 años y me llevaron detenido con lo puesto a la cárcel de Piracicaba. Recuerdo que mi preocupación era destruir una libreta de direcciones que llevaba en el bolsillo para no delatar a mis compañeros de militancia. La hice picadillo con los dedos, otro poco la mastiqué y el resto lo arrojé por el agujero de la celda que funcionaba como inodoro. Después de eso Almeida Leme se convirtió en ministro de Agricultura [1964-1965] del gobierno militar. En la década de 1980 fue nombrado profesor emérito de la Esalq. Yo me encontraba en la reunión de claustro y pedí el uso de la palabra. Dije que no me parecía digna su actitud, en el pasado, de haber entregado a un estudiante a la policía sin una orden de detención. A título comparativo, el rector Zeferino Vaz [1908-1981] impidió que sucediera lo mismo en la Unicamp durante el régimen militar. El tema fue retirado del orden del día y posteriormente, en otra reunión en la que no estuve presente, le concedieron el título de profesor emérito.
En los años 1960, el ambiente de la Esalq era conservador y adquirí fama de subversivo a causa de mis convicciones políticas
¿Cuánto tiempo estuvo detenido?
Unos 50 días. Era una celda común, con tres cuchetas, que compartía con otros cinco presos, entre ellos Capixaba, un ladrón que robó un banco y fue detenido cuando intentaba subirse a un ómnibus en la estación terminal de Piracicaba. Me interrogaron, pero no me torturaron. Creo que fui uno de los primeros detenidos en la ciudad por motivos políticos en la época de la dictadura. Y pienso que fui el único estudiante. Después, cuando aún estaba en la cárcel, “cayeron” varios dirigentes sindicales locales.
¿Cómo fue que empezó a estudiar economía?
Había perdido casi dos meses de clases y a finales de 1964 tuve que rendir un examen para recuperarlos. Cursaba el cuarto y penúltimo año en la facultad de agronomía. El año siguiente era el de especialización: fitopatología, agricultura o economía. Tengo que darle las gracias al destino. Una de las asignaturas que debía recuperar era economía rural, que impartía el profesor catedrático Érico da Rocha Nobre. Mientras reflexionábamos sobre un libro de Paul Sweezy [1910-2004], un economista marxista estadounidense, se complicó con un tramo y yo pude ayudarlo. Él aceptó mi intervención gentilmente. También se dio cuenta de que yo tenía potencial para la economía. Mi interés por la materia venía de mucho antes, de mis estudios por motivaciones políticas o, simplemente, por el afán de entender la historia. Como autodidacta, aprendí mucho de la economía marxista antes de estudiar la economía neoclásica en el último año de la carrera de agronomía.
¿Cuándo se convirtió en profesor?
Me gradué en agronomía en 1965, pero nunca trabajé en esta área desde un punto de vista técnico, asesorando a productores rurales, por ejemplo. Mi carrera académica comenzó pronto. Al año siguiente, el profesor Nobre me invitó a ser su asistente de cátedra en la Esalq. Yo tenía alguna experiencia docente. Mi abuela materna daba clases particulares y solía enviarle algunos alumnos a mi madre, quien también era profesora particular, sobre todo de inglés. Cuando un alumno tenía dificultades con alguna materia de ciencias exactas, me llamaba para que le enseñe. Yo era un adolescente. Poco después de mudarme a Piracicaba, fui docente del cursillo de preingreso en el centro de estudiantes de la Esalq. En 1964, un compañero de piso abrió un cursillo en la ciudad y me convocó para que trabajar como profesor de física. Él me reemplazó mientras estuve preso. Cuando salí de la cárcel, los alumnos firmaron un petitorio solicitando que yo no volviera a darles clases. Nunca pude saber si el principal motivo por el que firmaron la solicitud era que no querían tener un profesor “subversivo” o porque consideraron que mi reemplazo era mejor docente de física que yo. Así que, en 1964, no solo estuve preso, sino que también perdí mi empleo. Pero continué dando clases particulares y, al año siguiente, me convertí en profesor de física en una escuela de enseñanza media pública.
¿Empezó la maestría en ciencias sociales rurales el mismo año que se convirtió en profesor asistente?
Formé parte de la primera cohorte de maestría en economía de la Esalq. Mi tesina sobre la distribución de la propiedad de la tierra fue una derivación de un artículo que presenté en un congreso de estudiantes de agronomía en Fortaleza [Ceará], allá por 1962. En ese trabajo demostraba que la propiedad de la tierra está muy concentrada en Brasil, lo que no era ninguna novedad, pero lo innovador fue la forma en que se realizó el cálculo. Tomé los datos del Censo Agropecuario del IBGE [Instituto Brasileño de Geografía y Estadística] de 1960, pero como no tenía una computadora para llevar a cabo el análisis, dibujé la curva de Lorenz [una representación gráfica del grado de desigualdad] en papel milimetrado con los datos de la producción acumulada de todos los establecimientos agropecuarios del país. Y utilicé un dispositivo topográfico para medir la superficie interior de la curva y calcular el Índice de Gini [coeficiente de Gini, ideado para medir la desigualdad]. El profesor Frederico Pimentel Gomes, profesor de matemática, aceptó dirigirme y defendí mi tesina en 1967.
¿Qué investigó en su doctorado?
Es una investigación relacionada con la agronomía y la economía: estudié la variación estacional de los precios de los productos agrícolas. Los productos cuyo precio fluctúa estacionalmente en forma similar pertenecen a una misma familia botánica y son susceptibles a las mismas enfermedades y oscilaciones de la temperatura, por ejemplo. En mi trabajo, puse de relieve esta condición. Cuando hice mi doctorado, ya tenía acceso a una computadora del Departamento de Estadística de la Esalq, que podía utilizar durante la madrugada. Por entonces, prácticamente no existían los programas informáticos en el país. Había que diseñarlos, algo que aprendí a hacer asistiendo a un curso libre en la Esalq.
Cuando salí de la cárcel tuve que recuperar para ponerme al día porque perdí casi dos meses de clases y así fue como me volqué a la economía en la facultad
Comenzó su investigación doctoral en la Universidad de Ohio. ¿Cómo le fue en esa experiencia suya en Estados Unidos?
No salió muy bien. Por entonces, la Esalq había suscrito un convenio con la Universidad de Ohio por el cual vinieron algunos docentes a trabajar en el posgrado de la carrera de agronomía. Me ofrecieron una beca para realizar mi doctorado en esa universidad ni bien hubiera concluido la maestría. Ahora bien, yo estaba casado y tenía una hija pequeña. Mi primera esposa, Sônia Vieira, era docente de estadística en la Facultad de Medicina de la Unesp [Universidade Estadual Paulista], en Botucatu. Para poder acompañarme, tendría que dejar su empleo y quedarse como ama de casa en Estados Unidos. Obviamente no aceptó y yo estuve completamente de acuerdo. Ella se quedó en Brasil con nuestra hija, tratando de conseguir una beca de estudios. En aquella época, las instituciones no se preocupaban como ahora en conseguir becas para la pareja. Viajé solo, pero acabé regresando unos cinco meses después, en 1968. Más allá de que extrañaba a mi familia, no me entusiasmaron mucho las clases. Consideré que no valía la pena el sacrificio de estar lejos de Brasil y retomé mis investigaciones en Piracicaba. El profesor Nobre me amenazó con despedirme si yo no concluía mi doctorado en Ohio, pero acabó por conformarse, con la condición de que hiciera el doctorado inmediatamente en la Esalq.
Su tesis de libre docencia, intitulada “Una contribución al análisis de la distribución del ingreso y la propiedad de la tierra en Brasil” (1971), ¿fue una continuación de su investigación de maestría?
Así es. En mi investigación utilicé los datos por categoría de ingresos del censo demográfico de 1960 y apliqué el Índice de Gini, detectando niveles muy altos de desigualdad de ingresos en el país. Solo disponía de los datos tabulados del IBGE. En mi trabajo, desarrollé un procedimiento matemático para trazar la curva de Lorenz con esos puntos y estimar el área correcta, teniendo en cuenta la curvatura. Por la misma época, mi alumno de maestría João Carlos Duarte [agrónomo y sociólogo fallecido en 1989], aplicó el mismo procedimiento a los datos del Censo 1970, que acababan de publicarse. Identificó niveles aún más altos de desigualdad de ingresos.
¿Qué hicieron?
En 1972 publicamos juntos un artículo en la Revista de Administração de Empresas, de la Fundación Getulio Vargas [FGV], donde analizamos la distribución de la renta entre los asalariados en 1960 y 1970. Hoy en día es posible acceder muy fácilmente a los datos de la Encuesta Nacional por Muestreo de Domicilios [Pnad, en portugués] y la Encuesta de Presupuestos Familiares [POF, también en portugués], por ejemplo. Pueden descargarse en la computadora personal en casa. Pero en aquella época eso no existía. Ya existían los microdatos, pero solo era posible analizarlos en ordenadores de gran porte, no había computadoras personales en el país. Con Duarte tuvimos que realizar una complicada labor estadística con los datos publicados por estratos de ingresos para obtener buenas estimaciones del Índice de Gini.
El economista estadounidense Albert Fishlow, de la Universidad de California en Berkeley, arribó a la misma conclusión. Había visitado Brasil en la década de 1960 y también publicó un artículo en 1972 en la revista American Economic Review. Ese trabajo ganó repercusión internacional y fue mencionado por Robert McNamara [1916-2009], entonces presidente del Banco Mundial. El libro Distribuição da renda e desenvolvimento econômico do Brasil [Distribución del ingreso y desarrollo económico de Brasil] [editorial Expressão e Cultura, 1973], del economista Carlos Langoni [1944-2021], ¿fue una respuesta del gobierno militar a esta cuestión?
Delfim Netto [economista y ministro de Hacienda entre 1968 y 1974] le encargó a Langoni, por entonces profesor de la USP, un estudio para cuestionar estos datos sobre el aumento de la desigualdad en el régimen militar. En aquel entonces, el país vivía el apogeo del llamado “milagro económico”. Le reconozco cierta seriedad académica a Langoni, que era doctor por la Universidad de Chicago. En el primer capítulo menciona nuestro artículo, mi tesis de libre docencia, la tesina de Duarte y el artículo de Fishlow. El libro contiene un sofisticado análisis econométrico. Langoni analizó los datos del IBGE y reconoció que, en lo que concernía al aumento de la desigualdad, los resultados que él había obtenido no desmentían nuestras conclusiones. En mi opinión, el gran pecado de su libro es que no tuvo en cuenta el contexto político de la época, las decisiones económicas del régimen militar, que generaron esa desigualdad de ingresos.
Todos los participantes en ese debate que pasó a la historia como la “Controversia de los años 1970”, concordaron en que la desigualdad se había incrementado entre las décadas de 1960 y 1970. ¿En lo que no acordaban era en los factores que contribuyeron a ello?
Exacto. Yo pensaba que un factor fundamental en este análisis había sido el golpe de 1964 y la política económica que adoptó el régimen. La dictadura reprimió a los sindicatos para que no reclamaran aumentos de sueldos. Nunca he olvidado que, incluso en la escasamente politizada Piracicaba, en abril de 1964 fueron detenidos los presidentes y varios miembros de las juntas sindicales locales. Sin duda que esto mismo ocurrió en miles de municipios del país. Desde mi punto de vista, la represión sindical en la época de la dictadura explica, en parte, aquel aumento de la desigualdad en Brasil.
¿Y cuál era la perspectiva de Langoni?
Para él, la economía brasileña había ganado sofisticación con el crecimiento entre las décadas de 1960 y 1970, generando un aumento de la demanda de mano de obra cualificada. Sin embargo, la oferta de este tipo de mano de obra no creció al mismo ritmo porque el país tenía un gran desfasaje educativo. Por ello, los sueldos de ese tipo de trabajadores se incrementaron mucho en comparación con los de los obreros no cualificados, ampliando la brecha de ingresos en el país. En definitiva, sería una consecuencia del desarrollo económico, del funcionamiento del mercado y de la falta de inversión histórica en la educación. No dice nada del golpe de 1964 y la política económica del régimen, como si los fenómenos políticos no tuvieran ninguna incidencia en la realidad. Esa interpretación de los resultados me resulta escandalosa.
La represión a los sindicatos en la dictadura contribuyó a explicar el gran aumento de la desigualdad en el país entre las décadas de 1960 y 1970
¿Él pudo trabajar con microdatos a los que usted no tuvo acceso?
Sí, un privilegio en aquella época. Los datos que publicaba el IBGE eran genéricos, por ejemplo: hay tanta gente en el rango de ingresos entre tal o cual. Langoni trabajó con los datos individuales que el gobierno ponía a su disposición. Y contó con apoyo logístico del gobierno para elaborar sus análisis estadísticos por computadora. Tanto es así que en el libro él agradece la ayuda de los analistas de sistemas del Serpro [Servicio Federal de Procesamiento de Datos], organismo vinculado al Ministerio de Hacienda.
¿Cree que su explicación es incompatible con lo que usted sostiene? ¿No le parece que el bajo nivel educativo de la mano de obra activa pudo haber contribuido a la desigualdad observada en aquella época?
Por supuesto, eso está claro. La escolaridad es un elemento importante para explicar el nivel de ingresos de la gente. Como ya he dicho, el problema del estudio de Langoni, en mi opinión, es que no menciona los efectos del contexto político, de la dictadura.
En su libro de 2018 intitulado Uma história da desigualdade: A concentração de renda entre os ricos no Brasil (1926-2013) [Una historia de la desigualdad. La concentración del ingreso entre los ricos en Brasil (1926-2013)], el sociólogo Pedro Ferreira de Souza afirma que la “Controversia de los años 1970” generó mucho ardor y poca luz. Es decir, no se llegó a una conclusión al respecto de los factores que explican el aumento de la desigualdad brasileña en aquel período.
Yo creo que esa polémica contribuyó a arrojar luz sobre el tema. Estamos hablando de una discusión académica que cobró importancia política en un momento en el que incluso un periódico conservador como O Estado de S. Paulo era censurado. Recuerdo que en 1973 me invitaron a participar en un seminario en la FGV de São Paulo, para debatir sobre este tema. En aquella mesa estaba, por ejemplo, [el actual diputado estadual paulista] Eduardo Suplicy. Concedí una entrevista a un importante periódico de la época, junto con Paul Singer [Hoffmann, Singer y otros economistas escribieron artículos críticos a los argumentos de Langoni publicados en el libro A controvérsia sobre a distribuição de renda e desenvolvimento (La controversia sobre la distribución del ingreso y el desarrollo), de 1975]. Para mí fueron acontecimientos extraordinarios, porque eran los comienzos de mi carrera como docente universitario. El tema generó repercusiones y así fue que me hice conocido como economista.
¿Discutió personalmente el tema con Langoni?
Nunca nos hemos visto cara a cara. Pero conocí a Fishlow en un seminario en Cebrap [Centro Brasileiro de Análise e Planejamento]. Le manifesté mi interés por una nueva temporada en el exterior, tras la experiencia fallida del doctorado, y Fishlow me apadrinó. Como jefe del Departamento de Economía, me invitó a hacer una pasantía como investigador visitante en la Universidad de California en Berkeley, durante el primer semestre de 1974. Volví allí en el primer semestre de 1977. Además, fui como investigador visitante a la Universidad Yale, en 1983 y 1989. Para ello también fue clave la recomendación de Fishlow.
¿Por qué ha seguido siendo tan alta la desigualdad de ingresos luego de la redemocratización del país?
Acabó disminuyendo, pero estos fenómenos no son inmediatos. La vuelta de la democracia, a mediados de la década de 1980, desembocó posteriormente en el gobierno de Fernando Henrique Cardoso [1995-2002]. La economía se estabilizó y se creó el programa Beca Escuela [Bolsa Escola, de transferencia de ingresos condicionados a la asistencia de los hijos a la escuela para familias de bajos recursos], que luego se amplió con el programa Bolsa Familia durante el gobierno siguiente, de Luiz Inácio Lula da Silva. Mis estudios demostraron que los programas de transferencia de ingresos han contribuido a reducir la desigualdad y la pobreza en el país entre 1995 y 2014. Otras políticas, como el aumento del valor real del salario mínimo desde 2001 y el incremento de la escolaridad, también han sido importantes. El control de la inflación a través del Plan Real tuvo efectos inmediatos sobre la desigualdad, porque el alto nivel inflacionario perjudicaba especialmente a los más pobres. Pero el logro de una moneda nacional razonablemente estable es mucho más importante, ya que es una condición fundamental para la racionalización de las cuentas públicas e incluso para el buen funcionamiento de la economía en general.
La mejora de la educación por sí sola no produce automáticamente desarrollo económico ni una disminución de la desigualdad
En su libro Os ricos e os pobres: O Brasil e a desigualdade [Los ricos y los pobres. Brasil y la desigualdad], de 2023, el sociólogo Marcelo Medeiros sostiene que una reforma tributaria que gravase progresivamente a los más ricos contribuiría más a mitigar la desigualdad en Brasil que la inversión en educación. En su opinión, si el país apuesta a la educación para corregir el problema gastará una fortuna en un proceso que va a llevar décadas, y obtendrá escasos resultados. ¿Usted qué piensa?
Creo que la inversión en educación es fundamental y para nuestra sociedad sería un paso muy importante si Brasil consiguiera mejorar la calidad de su educación básica. No obstante, coincido con Medeiros en que una mejora de la educación por sí sola no produce automáticamente desarrollo económico ni una disminución de la desigualdad. En el caso de los tigres asiáticos, por ejemplo, se invirtió en educación, pero también mejoraron su estructura económica. En cuanto al gravamen de los ricos, el economista francés Thomas Piketty habla de ello, aunque reconoce que es un tema complicado, porque con la movilidad actual del capital, si el país aumenta demasiado la presión impositiva sobre los ricos, el capital huye a otros lugares. En mi opinión, tendría que haber un sistema mundial de gravamen sobre la renta, pero acaso sea una idea muy utópica.
¿Cuál sería la solución para reducir la desigualdad de ingresos en el país?
No existe una solución mágica. El economista Ricardo Paes de Barros incluso ha llegado a decir que las principales políticas de reducción de la desigualdad deben cambiar con el tiempo. El programa Bolsa Família cumplió un rol importante y debe mejorarse. Hay que considerar los aspectos distributivos de todas las decisiones y políticas económicas, como la reforma tributaria. Creo que es relevante reducir el monto de las jubilaciones de los empleados públicos de alto rango, algo que también sostiene el economista y periodista inglés Brian Nicholson en su libro A Previdência injusta: Como o fim dos privilégios pode mudar o Brasil [Injusticia previsional. Cómo puede cambiar Brasil si se pone fin a los privilegios], de 2008. El asunto es quién está dispuesto a agitar ese avispero. Según mis análisis cuantitativos, a corto plazo es mucho más sencillo reducir la desigualdad de ingresos en Brasil modificando el régimen previsional que intentando, por ejemplo, una reforma agraria. Pero queda claro que la historia de Brasil hubiera sido otra si, tras la Abolición, los antiguos esclavizados hubieran recibido una parcela de tierra. Los nuevos asentamientos y la reformulación del Impuesto a la Propiedad Rural también tendrán que formar parte del esfuerzo continuo para reducir la altísima desigualdad en la distribución del ingreso en Brasil.