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Buenas Prácticas

Sesenta sombras de mala conducta

Un estudio sugiere que una elevada frecuencia de omisiones y deslices puede causar más daños a la integridad científica que los casos ocasionales de fraude

Maurício Pierro

Científicos e instituciones se movilizan para prevenir las formas más graves de mala conducta científica, tales como fraudes y manipulación de datos, pero no combaten con el mismo denuedo los comportamientos dudosos o negligentes, que si bien no generan escándalos, comprometen la integridad de la investigación científica por la elevada frecuencia con que ocurren. Para evaluar si esta premisa es verdadera, un grupo coordinado por el psiquiatra Joeri Tijdink, de la Universidad Libre de Ámsterdam, en Holanda, escuchó la opinión de 227 expertos de varios países que participaron de las cuatro primeras conferencias mundiales sobre integridad científica, llevadas a cabo entre 2011 y 2015.

Los entrevistados respondieron a un cuestionario electrónico que los invitaba a opinar sobre una lista con 60 tipos diferentes de conductas antiéticas o controversiales. Debían puntuar ciertas características de cada uno de los ítems, tales como la gravedad y la regularidad con la que ocurren, y eso derivó en varios rankings. Dentro del listado de los problemas más frecuentes, el primero de la clasificación fue una inclinación que no necesariamente compromete la consistencia de un artículo científico, que consiste en citar ciertos datos con el objetivo de realzar hallazgos o convicciones del autor. En segundo lugar, se mencionó la falta de supervisión y dirección adecuadas para los estudiantes e investigadores en el inicio de su carrera, un desliz que puede ser producto de la negligencia o bien, del exceso de responsabilidades de un líder científico.

En tanto, en otras dos clasificaciones elaboradas de acuerdo con el estudio, las que miden la percepción del impacto de la mala conducta en la validez de la investigación y en la confianza que ésta inspira, el problema que figuró al tope de las respuestas fue la invención de datos, que en la lista de los más frecuentes figura en el penúltimo puesto. En segundo lugar, aparece el recurso de modificar, falsear o retirar datos una vez que ellos han sido analizados por primera vez y, en tercer lugar, la manipulación de conclusiones por apremios del patrocinador del estudio. El plagio fue considerado algo común (figuró en el 12º puesto entre los más frecuentes), pero con impacto limitado (42º en la lista de aquéllos que causan mayor impacto en la validez de la investigación científica). “Las prácticas cuestionables o indeseadas, que a veces no son intencionales, pueden tener un impacto acumulado mayor que el de los casos de fraude”, dijo Tijdink al sitio web de la publicación, Nature Index.

Algunos de los problemas habituales, dice Tijdink, son muy difíciles de erradicar. Y cita como ejemplo el tercer tipo más frecuente de problema apuntado en el estudio: la omisión de la divulgación de investigaciones científicas cuyo resultado fue negativo. Dar publicidad a eventuales resultados negativos obtenidos a lo largo del proceso de investigación es importante para comprender cuán representativos son los resultados positivos registrados. “Pero los resultados negativos no redundan en artículos en revistas de alto impacto ni ayudan a obtener financiación para la investigación. Resulta difícil sustraerse a ese círculo vicioso”, dice el psiquiatra.

El estudio fue publicado en la revista Research Integrity and Peer Review hacia el final de 2016 y fue presentado en el mes de mayo de este año en la 5ª Conferencia Mundial de Integridad Científica, que se realizó en Ámsterdam. El autor principal del artículo es el epidemiólogo Lex Bouter, rector de la Universidad Libre entre 2006 y 2013, y uno de los organizadores de la conferencia. “Según nuestro análisis, queda claro que debemos trasladar nuestra atención de los casos de invención y falsificación de datos, que son ocasionales, a los casos menores de mala conducta, tales como los redondeos estadísticos y la selección de datos, que son mucho más frecuentes”, dijo Bouter, quien es docente de metodología e integridad científica, en el acto de presentación del estudio en la conferencia.

A partir de la opinión de los entrevistados se elaboró un cuarto ranking que detalla cuáles son los problemas de mala conducta que serían más fáciles de prevenir. En primer lugar, se destaca la actitud de ignorar los riesgos impuestos a los participantes del estudio y, en un segundo puesto, aquellos ardides que les permiten a algunos investigadores tener control sobre el proceso de revisión de sus propios papers. El trabajo también apuntó matices sobre la percepción en diferentes campos del conocimiento. En el área de las ciencias naturales, el problema que más compromete la validez de una investigación científica sería, según los consultados del área, el redondeo incorrecto de resultados estadísticos, mientras que en el área de las ciencias biomédicas sería el falseo de datos y, en las ciencias sociales, la posibilidad de revisar los propios papers.

Durante el proceso de revisión del artículo de Tijdink y Bouter efectuado por la Research Integrity and Peer Review, el trabajo fue criticado por las características de la muestra de entrevistados. De los 1.131 que recibieron el cuestionario, respondieron tan sólo 227, y en ese grupo prevalecieron aquéllos que eran docentes e investigador sénior, algo que podría conducir a conclusiones tendenciosas. El carácter subjetivo de los resultados –basados en opiniones personales de los investigadores limitadas a un conjunto de 60 comportamientos predeterminados– también fue señalado como un sesgo, reconocido por los propios autores. Con todo, Tijdink argumentó que resulta muy difícil medir objetivamente el impacto de los casos más leves de mala conducta científica y explicó que el mapeo de las opiniones de los especialistas fue la forma que encontró para evaluar la amplitud del fenómeno. Ese recurso también fue utilizado en un estudio de 2015 en el cual se compararon las percepciones sobre integridad científica entre 1.200 investigadores científicos del área biomédica en China, con aquéllas recabadas en un relevamiento realizado en 2010.

El paper que se publicó en el mes de abril en la revista Science and Engineering Ethics, sugiere que el 40% de la producción científica china en esa área del conocimiento está asociada a alguna forma de mala conducta, pero refuerza la idea de que los tipos más leves son los más frecuentes. Los más recurrentes, según los entrevistados chinos, son el plagio y la atribución impropia de autoría a investigadores que no brindaron una contribución efectiva a la investigación científica publicada, bastante por delante de los fraudes y de la invención de datos.

Artículos científicos
BOUTER, L. et al. Ranking major and minor research misbehaviors: Results from a survey among participants of four World Conferences on Research Integrity. Research Integrity and Peer Review. 21 nov. 2016.
LIAO, Q.-J. et al. Perceptions of chinese biomedical researchers towards academic misconduct: A comparison between 2015 and 2010. Science and Engineering Ethics. 10 abr. 2017.

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