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Silvio Salinas

Silvio Roberto de Azevedo Salinas: Un físico de altas y bajas temperaturas

El científico se refiere a sus trabajos en estadística, a la educación y a la política nuclear brasileña

Entrevista_234_02LÉO RAMOSA Silvio Salinas le gusta entablar una buena charla. Y si es sobre su especialidad, mejor aún. Incluso a aquéllos que tienen poca familiaridad con la física estadística, un segmento de la física teórica complicado para los no iniciados, él intenta transmitirles alguna noción del área en que trabaja desde hace 45 años. Entusiasmado, camina hasta el pizarrón y anota conceptos y fórmulas. Al cabo de algún tempo, se sienta y suelta un lamento: “Si tuviéramos una hora más, yo sería capaz de hacerlos entender un poco de lo que he estudiado”, dice el profesor titular sénior del Instituto de Física de la Universidad de São Paulo (IF-USP). Para él, su trabajo como físico teórico tienen el objetivo de simplificar modelos complejos de la física estadística para volverlos más accesibles.

La física está lejos de ser su único punto de interés. Discurre sobre política y educación. Su trayectoria académica es singular. Siete días después del golpe militar de 1964, Salinas fue detenido y lo expulsaron del Instituto Tecnológico de Aeronáutica (ITA), con sede en São José dos Campos, junto a otros estudiantes y docentes, acusados de subversión. “Éramos jóvenes de izquierda bastante activos en el centro de estudiantes, pero nadie pensaba en volar puentes, tal como nos acusaban”, comenta. Al salir en libertad, cuatro meses después, se inscribió en dos carreras: la de ingeniería, en la Escuela Politécnica (Poli-USP), y la de física, en la en ese entonces Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras (FFCL-USP, actual FFLCH). Aprobó el examen de ingreso a las dos y cursó ambas simultáneamente.

Nacido en Araraquara, interior de São Paulo, Salinas optó por la física, área en la cual cursó su maestría en la USP (1967-68) y su doctorado en Estados Unidos (1969-73). De regreso a Brasil, participó en los debates sobre el acuerdo nuclear Brasil-Alemania y se abocó a las investigaciones sobre física estadística, interactuando con los físicos experimentales de materia condensada. Un asalto del que fue víctima hace 12 años lo dejó ciego del ojo derecho, pero eso no disminuyó su entusiasmo.

Inquieto a los 72 años, dirige alumnos, escribe artículos y se preocupa con cuestiones locales y universales. Se revela frustrado por no conseguir atraer a historiadores para estudiar la trayectoria del IF-USP, que empezó en los años 1930 y contempla el origen de la docencia y la investigación en física en Brasil. E intenta vislumbrar una salida para la física, que se encontraría en un momento de indefinición. Es casado y tiene dos hijos mellizos, uno es abogado y el otro bioquímico. Salinas le concedió la siguiente entrevista a Pesquisa FAPESP.
Pesquisa FAPESP.

Idade:
72 anos
Especialidad:
Física estadística
Estudios:
Licenciado en Ingeniería Eléctrica (Poli-USP) y Física (FFLCH-USP), magíster (FFLCH-USP) y doctor (Universidad Carnegie Mellon)
Institución:
Instituto de Física de la USP
Producción científica:
118 artículos científicos y siete libros. Dirigió 27 maestrías y 17 doctorados

Su detención y su expulsión del ITA se produjeron siete días después del golpe militar de 1964. ¿Usted participaba en algún grupo de izquierda?
Yo cursaba el cuarto año de ingeniería eléctrica y participaba en el centro de estudiantes. Antes del golpe, había un movimiento estudiantil fuerte en el ITA, aun cuando era una escuela comandada por militares. La vida cultural era intensa y el centro de estudiantes recibía el apoyo de la escuela y del CTA [actual DCTA, el Departamento de Ciencia y Tecnología Aeroespacial, vinculado al Comando de la Aeronáutica], desde donde llegaba parte del presupuesto. Podíamos usar ese dinero sin injerencias. Aprendí a disfrutar el cine en el ITA, que tenía una sesión semanal de películas de arte, aparte de presentaciones de buenas obras de teatro y shows musicales. Para alguien de Araraquara, era fantástico. Aliado a la cultura, estaba el movimiento estudiantil, dividido entre izquierda y derecha. La izquierda se ubicaba bajo el influjo del Partido Comunista o de los movimientos sociales de la Iglesia Católica.

¿Su militancia se restringía al movimiento estudiantil?
Sí, y era igual que en São Paulo. Los centros de estudiantes fuertes eran el de la Poli y el de Filosofía. Recién con el golpe nos dimos cuenta de que estudiábamos en una base militar. El día 7 de abril detuvieron a dos profesores y a 12 alumnos, y yo estaba entre ellos. Estuvimos presos durante cuatro meses en la Base Aérea de Santos, en el marco de una IPM [Investigación Policial Militar]. Nos desvincularon del instituto. En 2005 me amnistiaron, junto a otros expulsados por razones políticas en 1964, 1965 y 1975. Fue una iniciativa de un rector reciente, Michal Gartenkraut, fallecido en 2013. Él promovió la reconciliación del ITA con su pasado y creía que debía rescatarse el ambiente previo a 1964, desde el punto de vista intelectual y del comportamiento de la gente.

¿Del comportamiento?
Sí. Había entonces un ambiente cultural y académico interesante. El ciclo básico era excelente y me permitió pasarme a física, años después, sin ningún problema. Encontré en el ITA una práctica llamada disciplina consciente. Era un concepto mediante el cual las reglas de convivencia de la institución y las sanciones a sus transgresiones estaban a cargo de los propios estudiantes. Para quedarnos en un ejemplo: el docente dictaba una prueba y salía del aula. Nadie copiaba. ¿Dónde uno encuentra algo así hoy en día?

¿Cómo fue su ingreso en la USP?
Cuando salí de la cárcel rendí el examen de ingreso a la Politécnica y a la carrera de física de la FFCL. Entré y a partir de 1965 cursé las dos carreras dos  años, porque pedí equivalencias de las materias que ya había cursado. Creo que hoy en día eso no sería posible. Iba a las clases de la Poli a la mañana y a los laboratorios a la tarde. Y cursaba en Física a la noche. Todo era en la Ciudad Universitaria, y como vivía en el Crusp [el Complejo Residencial de la USP], podía conciliar todo.

¿Qué lo llevó a inclinarse hacia la física?
Primeramente fueron algunos cursos interesantes y los desafíos intelectuales que se me plantearon. En segundo lugar, no me animaba a trabajar como ingeniero. Decidí cursar la maestría en física y, por suerte para mí, descubrí a la FAPESP. Fui becario en 1967, cuando terminé la carrera de grado. Defendí mi maestría en 1969, pero antes había sido contratado como docente de la Poli.

¿Tan pronto?
Así se hacía en ese entonces. José Goldemberg, quien no me conocía, me contrató para dar clases en marzo de 1968, a tiempo parcial. La Poli tenía una cátedra de física casi abandonada porque nadie hacia investigación en el área. Goldemberg se hizo cargo de la cátedra y quería mejorar la situación. Fue antes de la reforma de la universidad. La cátedra de Física en la Poli era distinta de la cátedra de Física de Filosofía. Él estaba vinculado a la FFCL, pero surgió esa vacante en la Poli. Nadie parecía estar interesado, a excepción de Roberto Salmeron, quien estaba en el exterior y no vino a concursar. Goldemberg ganó y necesitaba gente joven para hacer docencia e investigación. Y le pareció perfecto que yo apareciera allá.

¿Cuál era su línea de investigación?
La materia condensada. Inicialmente trabajé con semiconductores, con el profesor Luiz Guimarães Ferreira. Él me sugirió que hiciera una pasantía en el Laboratorio de Bajas Temperaturas y allí cursé mi maestría.

¿Ése es el laboratorio que creó Mario Schenberg en los años 1960?
Sí. En algún momento, Schenberg se percató de que necesitaba ampliar las áreas de investigación del Departamento de Física de la FFCL. La física de la USP había vivido la época gloriosa de los estudios con rayos cósmicos a partir de 1936, cuando empezaron a hacerse las investigaciones en física. Más tarde, allí se abocaron a la física nuclear. En los años 1950 y 1960, despuntaron nuevas áreas y la física del estado sólido, actualmente llamada física de la materia condensada, parecía prometedora. Schenberg asumió la construcción de un laboratorio de física del estado sólido, instalado en 1961.

Silvio Salinas, John Nagle y Carlos Yokoi en Río de Janeiro (s/f)

Archivo personalSilvio Salinas, John Nagle y Carlos Yokoi en Río de Janeiro (s/f)Archivo personal

Ésa no era el área de él.
No. Lo suyo era la física teórica. Schenberg ya estaba en la fase más abstracta de su carrera, y un tanto aislado. Como no era del área, debía traer investigadores a ese laboratorio. Los primeros fueron Newton Bernardes y Carlos Quadros, que trabajaban en Estados Unidos. Quien proyectó el laboratorio fue un invitado norteamericano.

¿Y ustedes qué estudiaban ahí?
La temperatura en que vivimos, de veintitantos grados Celsius, no es la temperatura que se usa en esas investigaciones. Utilizamos la escala Kelvin. El cero Celsius equivale a 273 Kelvin. Decir bajas temperaturas es por debajo de eso, pero la segunda ley de la termodinámica impone un límite: el cero Kelvin. No se logra ir por debajo de eso, a no ser en situaciones especiales. Allí hay algunos puntos importantes. Uno de ellos es la licuación del nitrógeno, que ocurre a 90 Kelvin. No es tan difícil de llegar a esa temperatura. Pero, para determinadas investigaciones, hay que bajar más. La única sustancia líquida a temperaturas muy bajas es el helio. Su temperatura de licuación es 4 Kelvin, y eso se logró acá un poco antes de que yo entrara al laboratorio, en 1967. Con helio líquido, se pueden hacer mediciones eléctricas y magnéticas precisas y caracterizar materiales.

¿Cuál era su trabajo?
Participé en la caracterización de materiales magnéticos. Hay otros materiales, tales como los superconductores, que cuando se pretende caracterizárselos hay que trabajar con temperaturas aún más bajas. A 4 Kelvin, el helio se licúa; a 1,2 Kelvin, el líquido se vuelve superfluido y tiene características notables, tal como la ausencia de viscosidad. Quien licuó helio por primera vez en el mundo fue el holandés Heike Kamerlingh Onnes, en 1906, y fue éste quien descubrió efectos sensacionales. El más interesante fue la superconductividad. Algunos materiales, por debajo de determinadas temperaturas, se transformaban en conductores perfectos, sin disipación de energía. Se hizo un gran esfuerzo para caracterizar superconductores. En mi maestría trabajé con una bobina superconductora bajo la supervisión del profesor Nei Oliveira, un poco mayor que yo. Creo que ésa fue la primera bobina de ese tipo en Brasil, donada por un laboratorio de Grenoble, Francia.

¿Cuáles son las posibles aplicaciones de esas  investigaciones?
Aunque la superconductividad no tiene disipación de energía, funciona hasta a 10 Kelvin. Por ejemplo: para construir un tren que flote en esas condiciones, sería necesario mantener todo a esa temperatura, cosa que es imposible. Hace unos 20 años descubrieron materiales superconductores a 100 Kelvin. Mejoró, pero ése sigue siendo un problema no solucionado tecnológicamente. Sabemos explicar la superconductividad a bajas temperaturas, hasta los 15 Kelvin. Hay una teoría llamada BCS, propuesta por [John] Bardeen, [Leon] Cooper y [Robert] Schrieffer, que es la base de la superconductividad. Ellos ganaron el Premio Nobel de Física gracias a esa teoría.

¿John Bardeen, uno de los inventores del transistor?
Exactamente, el único que ganó dos veces el Nobel de Física. Una por el transistor, con William Shockley y Walter Brattain, en 1956, y otra por la teoría BCS. Newton Bernardes fue alumno de maestría de Bardeen, quien le planteó un problema. Bernardes lo resolvió muy bien y lo publicó. Pero ese mismo año, Schrieffer resolvió otro que funcionó mejor para explicar lo que Bardeen pretendía. Él y Cooper ganaron el Nobel de 1972. Bernardes tuvo una enorme mala suerte. Hoy en día existe una disputa por una nueva teoría referente a los superconductores, y algunos físicos dicen que la teoría BCS está incompleta.

Si usted tenía encaminada su carrera, ¿por qué se fue del país en 1969?
El año 1969 fue terrible; hubo muchas persecuciones. De física se fueron Schenberg y Jayme Tiomno. La represión fue brutal y yo tenía un pasado político que no me ayudaba. Decidí intentar irme al exterior. En esa época hasta estaba bien ubicado, me había casado en 1968, tenía un Volkswagen y vivía en un departamento alquilado. Mis amigos usaban esa infraestructura para lanzar acciones contra la dictadura y yo, aunque no hacía nada, estaba indirectamente involucrado.

¿Cómo logró salir?
El profesor Fernando de Souza Barros, actualmente en Río de Janeiro, estaba en la Universidad Carnegie Mellon, en Pittsburgh, Estados Unidos, y me consiguió un puesto como teaching assistant sin que yo hubiera hecho el examen ni la prueba de inglés. También me aceptaron en el doctorado. La invitación contó con la intermediación de amigos físicos como Amélia y Ernst Hamburger, que estaban en la Universidad de Pittsburgh. La intención era seguir con lo que estudiaba acá; pero después de hacer cursos y conocer a la gente, me mudé a la física teórica. Había allí gente fuerte en el área, como Robert Griffiths, James Langer y John Nagle.

Con sus hijos mellizos y su esposa, Cristina, en Pittsburgh, Estados Unidos, a comienzos de los años 1970

Archivo personalCon sus hijos mellizos y su esposa, Cristina, en Pittsburgh, Estados Unidos, a comienzos de los años 1970Archivo personal

¿Su director de tesis era estadounidense?
Sí, fue John Nagle. Al principio yo iba a trabajar con Fernando de Souza Barros, pero él pretendía volverse a Río. Surgió esa posibilidad en la física teórica y la colaboración con Nagle me abrió perspectivas de trabajo en modelos de cristales con enlaces de nitrógeno que retomé después en la USP. Para mantenerme en la Carnegie Mellon, obtuve una beca de la universidad que me obligaba a dar clases. Lo hice durante dos años. Al comienzo me protegieron bastante, porque yo hablaba mal el inglés. Tenía que preparar bien las clases y eso requería tiempo. Hasta que descubrí que con una beca de la FAPESP podría investigar en dedicación exclusiva y elegir a mi supervisor. La solicité y la obtuve. Era mejor en términos de dinero que la que me pagaban allá.

¿Por qué no se quedó en Estados Unidos?
En esa época, mis amigos mantenían la perspectiva de regresar a Brasil. No era una decisión fácil. Yo tenía problemas acá, estuve involucrado en la IPM del Crusp cuando descubrieron la expulsión del ITA. Cuando iba a salir del país, le pedí a Goldemberg que me despidiera, pero él me sugirió que solicitase una licencia sin goce de sueldo. Cuando desease regresar, tendría un empleo. Él mantuvo mi puesto y renovó mi contrato por cuatro años. En aquel tiempo se hizo la reforma universitaria, se extinguió el sistema de cátedras y las áreas de Física de la Poli y de Filosofía se unificaron en el Instituto de Física. Me quedé en Estados Unidos hasta que recibí un ultimátum del instituto. De no regresar, no sería posible renovar el contrato. Volví en 1974.

¿No temió regresar en plena dictadura?
Un tío mío que era fiscal de Justicia jubilado me dijo que no iba a pasar nada. La IPM del Crusp ya había ido a parar a la auditoria militar y fui absuelto, tal como sucedió en la investigación del ITA. Volví y asumí mi puesto de instructor. El cargo era a tiempo parcial y no se podía vivir sólo de eso. Por suerte existía el BNDE [el actual BNDES, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social], que abrió una línea de fomento de la que luego se hizo cargo la Finep [la Financiadora de Estudios y Proyectos]. En esa época, había un proyecto grande del banco que ayudaba a complementar mi sueldo y el de mucha gente de la USP. Posteriormente conseguí la dedicación exclusiva en la universidad.

¿Usted siguió trabajando con bajas temperaturas en Estados Unidos?
Sí, pero en física estadística. La física de sólidos es una aplicación de la mecánica cuántica y de la física estadística. Se trata de trabajar con una cantidad muy grande de partículas, lo que inviabiliza tratamientos individuales. Para eso es necesario tener una visión de estadística. Trabajé en problemas de ferroelectricidad y aprendí técnicas de mecánica estadística durante el doctorado. Cuando regresé, interactué con quienes trabajaban con bajas temperaturas. En esa época había interés en comprender fenómenos físicos llamados de transición de fase, críticos y multicríticos.

¿Cuál fue su aporte de mayor repercusión?
Algunos de mis aportes apuntaron a entender mejor el funcionamiento de esos sistemas y las teorías existentes en la época. Hay un libro de un amigo, Mario Oliveira, en celebración de los 80 años de la USP, con artículos sobre trabajos considerados importantes. Allí está un estudio que hice con un alumno que actualmente es profesor acá, Carlos Yokoi, y otro docente de Pernambuco, Mauricio Coutinho, relacionado con algo originado en charlas con los experimentales. Es un modelo de un diagrama de fases [un gráfico de las condiciones de equilibrio entre las fases sólida, líquida y gaseosa] en que se pueden hacer conexiones y mediciones. Fue un trabajo de física estadística con una cierta repercusión. Uno de los despliegues consistió en que conseguimos hacer una conexión con una idea que había surgido en eda época, en la teoría de sistemas dinámicos, sobre caos y fractales. Fue al comienzo de la década de 1980.

¿Su trabajo estaba dirigido hacia modelos estadísticos desde el doctorado?
Mi tesis fue sobre un modelo estadístico para explicar la transición de fases en un cristal ferroeléctrico. En mi período en Estados Unidos publiqué algunos artículos. Ése relacionado con la tesis salió en la revista Physical Review B en 1974.

Usted siguió de cerca la política nuclear brasileña. Por lo que se desprende de ese período, algunos físicos brasileños tenían restricciones al acuerdo con Alemania, pero no se opusieron de manera clara al mismo, aun cuando Brasil tiene un enorme potencial hídrico para generar energía. ¿Cuáles fueron las razones de esa reacción?
No fue precisamente así. Yo participaba bastante en la SBF [la Sociedad Brasileña de Física] en esa época y el acuerdo con Alemania fue una sorpresa. Cuando se anunció, en julio de 1975, estábamos en una reunión de la SBPC [la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia] en Belo Horizonte. Muchos físicos estaban a favor del acuerdo, y algunos incluso participaron en su concreción de modo velado, como en el caso de José Israel Vargas. Otros quedaron aturdidos, como Goldemberg. Él estaba a favor al uso de la energía nuclear, pero quería un proyecto que asegurase la independencia del país y estaba en contra de los métodos basados en el enriquecimiento de uranio. Había físicos favorables a un programa nuclear brasileño independiente, con resistencia a las características del programa alemán. Fue un debate importante. Los físicos se abrieran a la cuestión energética como un todo. Los físicos sabían poco acerca del potencial hídrico brasileño. Goldemberg se convirtió en investigador de energía después de esos debates y actualmente es crítico del uso de la energía nuclear. Existía también una sospecha de que los militares deseaban producir la bomba atómica.

¿Cómo analiza usted esta cuestión hoy en día?
Estoy a favor de tener un reactor multipropósito, como el que se desea construir para producir radioisótopos y hacer investigaciones en esa línea. No así de construir centrales nucleares para generar electricidad. Hay problemas de seguridad que no se han resuelto. Aparte del potencial hídrico, existe la posibilidad de explorar la energía eólica y la biomasa. Puede ser un país más limpio sin tantos riesgos.

Una vez usted dijo que la física atravesaba un momento difícil. ¿Por qué?
Un ejemplo: recientemente se descubrió el bosón de Higgs, que confirma el modelo estándar de la física, un gran modelo teórico. ¿Qué viene después? Hay avances observacionales en astronomía y astrofísica. Hace 20 años, la cosmología era un tema medio que metafísico. Hoy en día tiene otro estatus. Están esas ideas de materia y energía oscura. ¿Cómo queda el modelo estándar de la cosmología? ¿Cómo se ajustará a las modernas teorías de campos?

¿Eso no es estimulante?
Por un lado, sí, pero, ¿qué ha surgido para explicarlo? Una de las cosas más interesantes es la teoría de cuerdas. Pero es muy complicado, porque no hay manera de probarla experimentalmente, ni se pueden construir aceleradores de partículas cada vez mayores y más costosos. A mí me resulta difícil vislumbrar una salida.

¿Y cómo ve a la física brasileña?
Empezó de una manera difícil, sin gente ni recursos, pero llegó a buen puerto, gracias al trabajo del grupo inicial formado por Gleb Wataghin de los años 1930 y 1940. Hoy en día hay una buena cantidad de gente trabajando en física en Brasil. Debemos de permanecer atentos para ver si los trabajos tienen calidad y generan impacto.

En los últimos años, usted se ha preocupado por preservar los archivos del Instituto de Física. ¿Es cierto que cedió su despacho para guardar documentos históricos?
Cuando fui director del instituto, entre 1993 y 2002, me solicitaron utilizar mi antiguo despacho de investigador. Al salir de la dirección, me asignaron otra sala mayor. En 2012 me jubilé y seguí investigando, pero creí que no tenía sentido ocupar todo aquel espacio. Existía entonces el proyecto de archivo del instituto y los responsables estaban desesperados en busca de un lugar. Dejé mi despacho para que pusieran la documentación. Cuando Amélia Hamburger falleció, ocupé su despacho, que es pequeño. Asimismo, soy físico teórico y puedo trabajar en casa. Hay un proyecto de digitalizar el archivo. Parte se ese trabajo ya se ha hecho. Es algo difícil: falta dinero y falta interés por parte de los historiadores de ciencia. Desearíamos contar con dos o tres investigadores jóvenes, que se dedicasen a trabajar con la historia de la física en São Paulo.

Usted fue colaborador de la Universidad del ABC [UFABC] en 2006 y 2007. ¿Por qué lo impresionó esa joven universidad?
A comienzos de 2006 encontré por casualidad a Hermano Tavares, mi contemporáneo en el ITA y exrector de la Unicamp. Él había asumido entonces la rectoría pro tempore de la UFABC, en Santo André, y dijo necesitaba mi ayuda. Fui a conocer allá y me pareció una experiencia innovadora. Todos los ingresantes cursan una misma licenciatura interdisciplinaria en ciencia y tecnología durante tres años. La mitad de las materias eran optativas y tenían una base común: física, química, matemática, computación y ciencias sociales. El alumno decidía qué hacer. Al cabo de tres años, podía salir como tecnólogo, por ejemplo. O teniendo interés, desempeño superior en un cierto nivel y una elección adecuada de materias optativas, podría concluir una de las licenciaturas (ingeniería, física, química, matemática o computación) con uno o dos años suplementarios más de carrera. La idea era tener una fuerte base conceptual y disminuir las distinciones entre científicos e ingenieros o entre las diversas especializaciones. Esa universidad es la única en Brasil que cuenta con un 100% de docentes doctores. Fue una época peculiar, pues la UFABC reclutó a una buena cantidad de doctores graduados en nuestras carreras de posgrado y a veces con pasantías de posdoctorado, que no lograban obtener puestos en São Paulo. La UFABC no cuenta con departamentos, sino con centros comunes, lo que es bueno, porque congrega. Fui director del Centro de Ciencias Naturales y Humanas. Me pareció medio extraño cuando crearon una licenciatura en humanidades. No sería necesario tener todas las áreas en la UFABC, tal como lo pretenden muchas universidades brasileñas. Las materias de humanas son importantes para apoyar la formación del ingeniero, que las necesita. Estados Unidos cuenta con experiencias increíbles con lo que allá se denominan general studies, incluso en Harvard.

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