Un trabajo llevado a cabo por tres grandes genetistas brasileños y un antropólogo argentino le añade una cuota de polémica a un tema de por sí sumamente controvertido: el proceso de población del continente americano, el último conquistado por el Homo sapiens. De acuerdo con dicho estudio, publicado el mes pasado en la versión online del American Journal of Physical Anthropology, fue necesaria una sola oleada migratoria, proveniente del norte de Asia a través del estrecho de Bering, hace alrededor de 18 años, para introducir toda la diversidad biológica humana presente en América. Los miembros de esa oleada primordial de cazadores y recolectores que se internaron en el Nuevo Mundo exhibían una gran variedad de características físicas. Había entre ellos desde individuos con semejanzas con los pueblos mongoloides, con facciones orientalizadas (de los cuales descienden todos los grupos actuales de amerindios), hasta otros con muchos menos rasgos de esas características (parecidas a las del cráneo de Luzia, hallado en la zona de Lagoa Santa, en el estado brasileño de Minas Gerais).
El nuevo modelo de ocupación se basa en la idea de que, antes de establecerse efectivamente en tierras americanas, los primeros inmigrantes asiáticos permanecieron estacionados durante algunos miles de años, probablemente entre hace 26 mil y 18 mil años, en Beringia, una vasta fracción de tierra firme que unía Siberia a Alaska. La parada obligatoria en esa antigua zona de contacto entre Asia y América -en la actualidad, Beringia está sumergida y dio lugar al estrecho de Bering- no es precisamente un mero detalle de la teoría. Durante el período en el cual esa población quedó aprisionada en dicha región se produjeron alteraciones en su ADN. “Existen mutaciones en los amerindios que son específicas de la época en que sus antepasados vivieron en Beringia y que no se encuentran en los pueblos asiáticos”, dice Maria Cátira Bortoloni, de la Universidad Federal de Río Grande do Sul (UFRGS), una de las autoras del estudio. Cuando los glaciares que obstruían la entrada al continente americano empezaron a derretirse, los remanentes del grupo inicial que se había apostado entre ambos continentes finalmente entraron en el Nuevo Mundo.
Apoyada en el análisis de las características anatómicas de 576 cráneos de poblaciones extinguidas y otras actuales, encontradas de norte a sur del continente, y también en 10 mil muestras de datos genéticos, la propuesta de colonización americana sostenida por el equipo binacional de investigadores efectúa una síntesis interdisciplinaria del conocimiento sobre este espinoso tema. “Hacía 20 años que no existía una visión integrada de cómo se pobló el continente americano”, afirma Sandro Bonatto, de la Pontificia Universidad Católica de Río Grande do Sul (PUC-RS), otro de los autores del estudio, que también contó con la participación de Fabrício Santos, de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), y del argentino Rolando González-José, del Centro Nacional Patagónico.
Quizá por eso, el nuevo escenario propuesto es divergente tanto de la visión clásica como de otras tesis alternativas sobre la población americana. La teoría tradicional se refiere a tres oleadas migratorias de pueblos mongoloides. La primera de éstas habría ocurrido hace 12 mil años. El modelo esgrimido por Walter Neves, de la Universidad de São Paulo (USP), admite la existencia de dos migraciones, una de individuos parecidos a Luzia, hace 14 mil años, y la otra, más reciente, de grupos mongoloides. Para la arqueóloga Niède Guidon, el hombre llegó al Nuevo Mundo hace 100 mil años, probablemente por una ruta a través del Atlántico.
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