Los árboles que resisten a los incendios muy intensos, como los que devastaron el humedal brasileño del Pantanal, en 2020, se ven afectado por una importante merma en su capacidad de recuperación, de rebrote y de absorción de dióxido de carbono (CO2) de la atmósfera. Como consecuencia de ello, la regeneración de la vegetación autóctona puede ser más lenta y difícil en los territorios quemados.
Con base en la información proporcionada por satélites sobre los incendios forestales que se produjeron entre 2001 y 2019 en todo Brasil, científicos de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), junto con expertos de la Universidad de Brasilia (UnB) y del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), han constatado que los llamados incendios de alto impacto –los que fueron parte del 10 % de mayor intensidad, frecuencia y superficie calcinada– redujeron el potencial del follaje, principalmente de los árboles, para realizar la fotosíntesis. Esta disminución fue de un 23 % en las áreas quemadas con frecuencia en el sur y sudeste de la Amazonia, de un 19 % en el Cerrado, la sabana brasileña, y de un 16 % en el Pantanal, en comparación con zonas que nunca se incendiaron (obsérvese el mapa).
En este estudio, la actividad fotosintética y la biomasa del foliar de grandes áreas fueron evaluadas a distancia mediante el índice de vegetación de diferencia normalizada (NDVI), que combina dos bandas de longitud de onda del espectro electromagnético (la luz roja y la infrarroja) del satélite Modis. Este índice ayuda a determinar la coloración de las hojas de la vegetación: las sanas son más verdes y realizan más fotosíntesis, mientras que las quemadas adquieren tonalidades que van del castaño al rojizo y su capacidad de transformar la energía lumínica en hidratos de carbono es inferior.
Cuanto menor es la actividad fotosintética, menos capacidad posee la planta para absorber CO2 y mayor es la dificultad para que produzca hojas nuevas. En definitiva, la recuperación de la vegetación tras las quemas se torna más lenta.
Sin embargo, en la Ecorregión del Cerrado, expuesta a incendios forestales más frecuentes, la vegetación rastrera se recupera rápidamente, según sostiene la ingeniera forestal Giselda Durigan, del Instituto de Investigaciones Ambientales (IPA), quien no participó en el trabajo que condujo a esas conclusiones. En los ecosistemas secos, tales como las sabanas africanas y australianas, y el propio Cerrado brasileño, los incendios espontáneos ayudan a renovar la vegetación y propician la selección natural de especies resistentes. Los troncos de los árboles están recubiertos por una gruesa capa de corteza, los frutos tienen cáscaras de gran espesor y las semillas germinan solamente después de las quemas (lea en Pesquisa FAPESP, ediciones nº 291 y 309).
“La disminución de la tasa de fotosíntesis y el consecuente estrés fisiológico en la vegetación de la Amazonia son mayores, pues allí son pocas las especies resistentes al fuego, aunque esto también ocurre en el Cerrado, cuya vegetación se encuentra adaptada a los incendios forestales de baja intensidad, pero no a los de alta intensidad”, dice el geólogo Britaldo Soares-Filho, experto en modelado ambiental de la UFMG, uno de los autores del artículo que describe estos resultados, publicado en marzo en la revista científica Frontiers in Forest and Climate Change. “En el Cerrado, cuando el fuego se vuelve más intenso deja de ser un factor regenerador para transformarse en un elemento destructivo”.
Durigan dice que la destrucción no siempre es irreversible: “Es un simplismo poco recomendable afirmar que en el Cerrado, los incendios de gran intensidad son destructivos o que el bioma no está adaptado a ello”. Según ella, esa apreciación podría sugerir erróneamente que un área arrasada por un gran incendio ha quedado destruida, ha perdido su valor y podría llegar a ser reemplazada por un cultivo como el de la soja.
El análisis de 12.200 imágenes que llevó a cabo el biólogo de la UFMG, Ubirajara Oliveira, indica que el Pantanal ha sido, en términos proporcionales, el bioma brasileño con la mayor cantidad de incendios, naturales o intencionales. Las quemas han consumido el 45 % del Pantanal, el 34 % del Cerrado, el 9 % de la Amazonia, el 8,2 % del Bosque Atlántico, el 5,6 % de la Caatinga y el 1,8 % de la Pampa. En tanto, los incendios de alto impacto afectaron un área menor: el 16,5 % de toda la superficie quemada del Pantanal, el 8,8 % en el caso del Cerrado y el 6,3 % en la Amazonia, principalmente los remanentes de vegetación nativa contiguos a zonas deforestadas en los últimos 20 años. En el resto de los biomas no se reportaron incendios forestales tan intensos.
“Los incendios naturales, causados por la caída de rayos, constituyen una fracción menor del total, son de baja intensidad y se producen sobre todo en el Cerrado, a principios de la estación de lluvias”, dice Soares-Filho. “En la Amazonia, los incendios en su gran mayoría son inducidos, tras las talas, para eliminar la vegetación nativa de las áreas que se pretende destinar a pasturas para el ganado o a cultivos agrícolas”.
Soares-Filho coordina el proyecto financiado por el Programa de Inversión Forestal (FIP – Vigilancia del Cerrado), que da aviso de los riesgos de incendio en los siete parques nacionales del bioma, a partir de los informes diarios que proporciona el satélite Sentinel. El proyecto, que cuenta con el apoyo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI) y del Banco Mundial, ha entrenado a equipos del Instituto Chico Mendes para la Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) en la prevención y lucha contra los incendios forestales. “Como los parques nacionales son muy extensos, a menudo los brigadistas tardan días en llegar hasta los focos de los incendios”, declaró.
Un estudio de la UFMG publicado en la revista Forest Policy and Economics en junio de 2021 señalaba que la prevención de incendios, quemando de manera controlada algunas franjas de vegetación para proteger otras áreas más sensibles, redujo en un 12 % la superficie quemada en las siete unidades de conservación antes mencionadas del Cerrado entre 2012 y 2016. “Este tipo de manejo del fuego con efectos locales no basta”, opina Soares-Filho. “Es indispensable mejorar la fiscalización y combatir los incendios cuando estos quebrantan las leyes de protección”. La situación podría empeorar. En el estudio publicado este año en la revista Frontiers in Forest and Climate Change, se incluyen estimaciones según las cuales, teniendo en cuenta un escenario de cambios climáticos moderados, hacia 2050 los incendios de alto impacto aumentarán un 97 % en la Amazonia, un 95 % en el Cerrado y un 74 % en el Pantanal.
“Los pronósticos siempre tienen limitaciones, pero la tendencia apunta a un aumento real de los incendios forestales en todo el mundo, tal como lo advierte el último informe del IPCC [Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático], de agosto de 2021”, dice el botánico Giuliano Locosselli, del IPA.
“Estamos luchando por reducir las emisiones de CO2 que los incendios forestales liberan en gran cantidad”, añade. “A su vez, el CO2 eleva las temperaturas y genera más incendios, que emiten una cantidad mayor aún de este gas”.
Proyecto
La transición hacia la sostenibilidad y el nexo agua-agricultura-energía. Exploración de un abordaje integrador con estudios de caso en los biomas brasileños del Cerrado y la Caatinga (nº 17/22269-2); Modalidad Programa de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales; Investigador responsable Jean Pierre Ometto (Inpe); Inversión R$ 2.983.408,46
Artículos científicos
OLIVEIRA, U. et al. Determinants of fire impact in the Brazilian biomes. Frontiers in Forest and Climate Change. v. 5, 731517, v. 1-12. 28 mar. 2022.
OLIVEIRA, A. S. et al. Costs and effectiveness of public and private fire management programs in the Brazilian Amazon and Cerrado. Forest Policy and Economics. v. 127, 102447, p. 1-11. jun. 2021.