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Ornitología

Un estudio confirma la existencia de guacamayos azules enanos

En ese trabajo también se especificaron las etapas de crecimiento de las crías de estas aves del bioma Pantanal que ya han estado amenazadas de extinción

Primer vuelo de un guacamayo jacinto al dejar su nido artificial, instalado en un árbol

Bruno Carvalho

Quienes contemplan con fascinación a un guacamayo jacinto en vuelo no se dan cuenta de que, antes de estar lista para abandonar el nido y emprender su primer vuelo, el ave ha sido objeto del cuidado intensivo de sus padres durante los tres meses y medio posteriores a su nacimiento. Gracias a un estudio realizado por científicos brasileños en el bioma local del Pantanal y, en menor escala, en el del Cerrado, fue posible confeccionar un registro de las etapas principales del desarrollo de unos 400 polluelos de Anodorhynchus hyacinthinus, el nombre científico de la especie, viviendo en libertad en la naturaleza. Durante 30 años, de 1991 a 2021, la bióloga Neiva Guedes y sus colaboradores, de la Universidade Anhanguera-Uniderp de la ciudad de Campo Grande, en el estado de Mato Grosso do Sul, monitorearon 473 nidos naturales y 415 artificiales (fabricados por los propios investigadores) que albergaban aves recién nacidas.

El seguimiento arrancaba con la puesta del huevo y concluía cuando los polluelos abandonaban el nido. Entre los resultados de este trabajo a largo plazo, que se resumen en el artículo científico publicado en la edición de septiembre de este año de la revista Scientific Reports, se cuenta la confirmación de la existencia de guacamayos jacinto enanos, cuyo peso y largo total son alrededor de un 20 % menor comparados con la población total de la especie. La cola de los guacamayos enanos también es un 70 % más corta que la de los ejemplares de un tamaño considerado normal.

En el estudio ya se habían observado ejemplares de menor tamaño, pero aún no se los había analizado en forma sistemática. “Identificamos 31 guacamayos jacinto enanos entre los polluelos, alrededor de un 8 % del total de la muestra, pero solamente evaluamos a 15 de ellos, que se desarrollaron hasta llegar a volar”, explica Guedes. Aún no se sabe por qué aparecen ejemplares enanos en la especie. Como ocurre con otras aves, diversos factores podrían influir en el desarrollo desigual de las crías de estos guacamayos, entre ellos las variaciones en la temperatura y en los niveles de lluvias, la cantidad, la calidad y la disponibilidad de alimentos, las diferencias entre los sextos, el tamaño de la nidada y la aparición de enfermedades.

La comprensión de lo que ocurre a partir del nacimiento es importante para la conservación del guacamayo jacinto. La especie, que es monógama y no migratoria, tiene un ciclo de reproducción lento, con un índice reproductivo bajo. Cada período fértil, que comprende los meses de julio a febrero, la hembra pone, en promedio, dos huevos. Sin embargo, por lo general solamente sobrevive un polluelo. Un ejemplar de guacamayo jacinto adulto de tamaño normal llega a medir 1 metro (m) desde la punta del pico hasta el extremo de la cola y pesa hasta 1,3 kilogramos (kg). Cuando están en la etapa de desarrollo, los polluelos pueden llegar a pesar 1,7 kg, un exceso de peso que pierden cuando el ave empieza a volar.

Edson DinizEn la actualidad, la población estimada de guacamayos jacinto en el Pantanal es de unos 6.000 ejemplaresEdson Diniz

El guacamayo A. hyacinthinus, que se caracteriza por su plumaje de un azul intenso, es la mayor de las aves de la familia de los psitácidos (loros o papagayos), una especie que habita en el Pantanal y a la que no hay que confundir con el guacamayo de Spix (Cyanopsitta spixii), de menor tamaño y al que solo se lo puede encontrar en Bahía. Los psitácidos incluyen a los loros o papagayos, guacamayos, periquitos y cotorras que habitan principalmente en las regiones tropicales y subtropicales del planeta. En la década de 1980, tan solo había 2.500 ejemplares de guacamayo jacinto, por entonces en peligro de extinción. En la actualidad, aunque su población se estima en unos 6.000 ejemplares, todavía se la considera amenazada, pero en una categoría menos crítica, con el estatus de especie vulnerable. La recuperación de su población fue, en gran medida, el resultado de una labor de más de tres décadas del Instituto Arara-Azul, una organización no gubernamental de la cual Guedes es su fundadora y presidenta. No obstante, se teme que las sequías e incendios que afectaron recientemente al Pantanal lleven a que la especie vuelva a ser clasificada en peligro de extinción.

El trabajo de campo del equipo coordinado por Guedes comenzó hace tres décadas, con la observación de una pareja de guacamayos que defendía el lugar que habían escogido para poner sus huevos. En el 95 % de los casos, estas aves construyen sus nidos en las cavidades de Sterculia apetala, un árbol llamado camoruco, entre otros nombres regionales o también manduvi, como se lo conoce en Brasil, una especie de gran porte típica del Pantanal, con el tronco de color pardo-rojizo y cuya semilla también les sirve de alimento a las aves. Los guacamayos jacinto compiten entre sí y con otras aves por esos huecos, que solamente en los ejemplares con más de 60 años tienen las dimensiones necesarias como para albergar un nido de esta especie. En el estudio, los investigadores midieron y pesaron a 837 polluelos, pero más de la mitad murieron por diversas causas naturales. Por eso, en el análisis estadístico utilizado en el trabajo, solamente se incluyeron los 396 polluelos que consiguieron desarrollar sus plumas y echarse a volar.

En promedio, los 381 polluelos de tamaño normal dejaron el nido cuando tenían 107 días de vida, pesaban 1,1 kg y medían 66,7 centímetros (cm) de largo total. En cambio, los 15 ejemplares enanos salieron del nido, también por término medio, con 126 días, 938 g y 33,9 cm de largo. Dentro del grupo de tamaño normal, se midieron 294 crías de la primera puesta y tan solo 87 eran fruto del segundo huevo. Entre los polluelos cuyo sexo pudo ser determinado en el estudio, hubo 226 hembras y 148 machos. No se observaron diferencias significativas en el tamaño de las crías de distinto sexo, y tan solo el largo de la cola era un 24 % mayor en los machos, en comparación con las hembras.

Según el estudio, cuando una camada producía dos polluelos, el que nacía primero ganaba peso a razón de un 42 % más que su hermano de nidada. “Para los programas de gestión ambiental, saber que el segundo polluelo crece más lentamente es importante, pues pueden destinarse más recursos y esfuerzos para esta segunda cría”, comenta la bióloga peruana Gabriela Vigo-Trauco. La investigadora cumple una pasantía posdoctoral en la Universidad A&M de Texas, y es una de las directoras de The Macaw Society, un proyecto científico que estudia a los guacamayos y loros de Perú desde 1999.

Lucas RochaPolluelo enano (a la izq.) y otro de tamaño normal, con poco más de 100 días de vidaLucas Rocha

Una submuestra de 42 huevos que generaron 30 polluelos de tamaño normal y eran procedentes de nidos cercanos a la base del estudio, en el Refugio Ecológico Caimán, del municipio de Miranda, en Mato Grosso do Sul, se midió con mayor frecuencia, cada semana. Este esfuerzo permanente ayudó a los investigadores a obtener más pormenores de las fases de desarrollo de la especie, pese a que en ese grupo se registraron muertes. Según consta en el artículo, se identificaron tres etapas de crecimiento: cría inicial (entre 0 y 25 días de vida), en la cual las aves recién nacidas dependen totalmente de los padres para mantener el cuerpo caliente y ganan peso con lentitud; polluelo (de 26 a 77 días), marcada por un rápido engorde hasta alcanzar un pico, y juvenil (de 78 a 107 días), momento en el que el peso se mantiene hasta los 90 a 95 días y, posteriormente, disminuye a la par de los primeros intentos de vuelo antes del abandono permanente del nido.

“Utilizamos cuatro modelos matemáticos diferentes para describir el crecimiento de los polluelos”, explica Guedes. “Si bien no siguen un desarrollo estándar, los guacamayos enanos sobreviven al abandonar el nido, se aparean con otros congéneres y se reproducen normalmente”. La masa corporal, el largo del cuerpo y de la cola fueron las medidas que alimentaron las ecuaciones para obtener las curvas de crecimiento de la especie.

Para el ornitólogo Luís Fábio Silveira, del Museo de Zoología de la Universidad de São Paulo (MZ-USP), el artículo sobre el desarrollo de las crías de los guacamayos jacinto presenta solidez estadística y es uno de los pocos del país que cuenta con datos tan detallados y procedentes de un trabajo de seguimiento que se extendió por tres décadas. Más allá de su importancia para entender la biología específica de esta ave del Pantanal, el estudio proporciona información que puede ser útil para la elaboración de estudios comparativos con otras especies de gran tamaño de la familia de los psitácidos, como el guacamayo de Lear (Anodorhynchus leari), un ave endémica del nordeste del estado de Bahía y en peligro de extinción.

“La información sobre las curvas de crecimiento del guacamayo jacinto son importantes para tener un registro de la disponibilidad de alimento en su hábitat. Si la cantidad de ejemplares enanos empieza a aumentar, podría ser un indicio de que los recursos naturales están escaseando”, comenta Silveira, quien no participó en el estudio coordinado por Guedes. “El trabajo también aporta elementos para estimar con mayor precisión la edad de los polluelos de la especie incautados por las autoridades de protección del medio ambiente y combatir el tráfico de aves”. Y sin desmedro de la ayuda que supone el estudio para la formulación de políticas públicas y de educación ambiental centradas en la conservación del propio guacamayo jacinto.

Artículo científico
GUEDES, N. M. R. et al. Growth model analysis of wild hyacinth macaw (Anodorhynchus hyacinthinus) nestlings based on long term monitoring in the Brazilian Pantanal. Scientific Reports. 13 sept. 2022.

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