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POLÍTICAS PÚBLICAS

Un informe apunta la existencia de 476 especies exóticas invasoras en Brasil

En dicho estudio se consignó que algunos de esos animales y plantas generan en el país pérdidas anuales estimadas en 3.000 millones de dólares

El coral sol oriundo de los océanos Índico y Pacífico, se propaga por el litoral brasileño

ICMBio

Hace 15 años, los visitantes del Parque Natural Municipal de Dunas de Lagoa da Conceição, en Florianópolis (Santa Catarina), encontraban muchos pinos (Pinus spp.) dispersos por el paisaje arenoso. Este escenario, si bien era hermoso, entrañaba un problema ecológico: estos árboles, originarios de América del Norte, constituyen una de las principales especies exóticas invasoras en Brasil. Se dispersan con gran facilidad y, en esta zona de restinga, consumen mucha agua, alteran las propiedades del suelo y perjudican a la vegetación autóctona, que no se adapta a su sombra.

Para remediar este problema, un programa implementado a partir de 2010 cuenta con la ayuda de voluntarios que talaron los árboles que crecían en el lugar y ahora realizan tareas de vigilancia y extraen los nuevos retoños. “Hemos conseguido eliminar unos 420.000 pinos que invadían el parque”, relata la bióloga Michele Dechoum, docente de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC), coordinadora del proyecto. “Ahora estamos realizando un trabajo de concientización con los propietarios de las propiedades de los alrededores en donde aún crecen pinos, cuyas semillas eventualmente siguen infiltrándose en el parque”, añade. El programa es fruto de una asociación entre la UFSC y el Instituto Hórus de Desarrollo y Conservación del Medio Ambiente, una organización no gubernamental con sede en la capital del estado de Santa Catarina.

A pesar de su importante valor comercial para la producción de madera y pasta de celulosa, los pinos pueden suponer una amenaza cuando no se encuentran confinados dentro de un área de cultivo o se plantan sin la debida planificación. Se trata de una de las 476 especies exóticas invasoras identificadas en el país ‒ 268 animales y 208 plantas y algas (véase la infografía) ‒, según consta en el informe temático publicado a principios de marzo en la Plataforma Brasileña de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (BPBES). Muchas de ellas tienen un valor económico y han sido introducidas para la cría de animales, la silvicultura, la acuicultura, a través del comercio ilegal de mascotas o el mercado de plantas ornamentales. También están aquellas que han llegado de manera fortuita.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

No se trata solamente de un daño ambiental. Según el informe de la BPBES, un grupo que incluye a 16 de estos invasores le ha causado pérdidas a la economía brasileña que ascendieron a 105.000 millones de dólares entre 1984 y 2019, promediando 3.000 millones de dólares anuales en sectores tales como la agricultura, la explotación comercial de árboles y la salud. Junto con el informe se ha publicado un sumario destinado a los tomadores de decisiones.

La proliferación de especies invasoras es una de las cinco causas principales de pérdida de biodiversidad en el país, pero este problema es menos mencionado que otros factores, tales como el cambio climático, la pérdida de hábitats, la contaminación y la explotación inadecuada de los recursos naturales. Según el documento, la tendencia indica que las invasiones aumentarán entre un 20 % y un 30 % de aquí a finales de siglo. “Todavía no existe una lista nacional oficial de las especies exóticas invasoras. Tratamos de contribuir para subsanar este déficit y ayudar en la formulación de políticas públicas”, dice Dechoum, una de las coordinadoras del estudio. El informe fue elaborado por 100 investigadores, entre autores, colaboradores y revisores de institutos de investigación, organismos públicos y el tercer sector.

Sílvia ZillerEl peligroso pez leónSílvia Ziller

Muchas de las especies incluidas en la lista ya están incorporadas al cotidiano de los brasileños. Son plantas ornamentales que decoran los jardines; árboles que dan sombra en las calles, como las acacias australianas (Acacia mangium y A. auriculiformis) y la yaca [Artocarpus heterophyllus]; así como animales que forman parte del menú de los brasileños, como las tilapias, que cuando escapan de los criaderos pueden convertirse en la especie dominante en lagos y lagunas, y el pavón o tucunaré [Cichla ocellaris]. La lista también incluye mascotas, como perros y gatos, que cuando son abandonados o se dejan sueltos, incluso teniendo dueños, pueden convertirse en depredadores en los parques y bosques urbanos. Se considera invasora a toda especie que se encuentre fuera de su área de distribución natural y que prolifere con facilidad a punto tal de atentar contra la supervivencia de las especies autóctonas.

El mejillón dorado (Limnopema fortunei), por ejemplo, un molusco común en China, llegó a Brasil con el agua del lastre de los barcos y hoy en día invade los embalses de las centrales hidroeléctricas, las estaciones potabilizadoras y las granjas de acuicultura, ocasionando pérdidas económicas. En tanto, las especies conocidas como coral sol (Tubastraea coccinea y T. tagusensis), constituyen uno de los principales problemas en los ecosistemas marinos. Originarias del océano Pacífico, se instalan en los arrecifes y en las costas rocosas y tienen un alto potencial invasor: sus tasas de crecimiento son de tres a cuatro veces mayores que las de los corales brasileños nativos. Ya se han extendido a lo largo de 3.000 kilómetros (km) entre el litoral de los estados de Santa Catarina y Ceará, transportadas principalmente por las plataformas petroleras y de gas, más susceptibles a las bioincrustaciones.

Alexandre Affonso / Revista Pesquisa FAPESP

Ni siquiera las reservas protegidas se han salvado: alrededor del 30 % de las Unidades de Conservación del país tienen registros de especies invasoras, en su mayoría en el Bosque Atlántico. “Ningún lugar es inmune, pero las áreas degradadas o con alta circulación humana, las tierras de cultivo, las represas, los embalses, los puertos y los canales albergan muchas más especies introducidas que las áreas conservadas”, dice la bióloga Andrea Junqueira, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), una de las coordinadoras del informe.

En el informe brasileño, los investigadores han conseguido reunir estudios de impacto sobre 239 de las 476 especies invasoras identificadas en el país y arribaron a la conclusión de que éstas han causado más de 1.000 impactos negativos y tan solo 33 positivos. Las especies que causaron más problemas fueron las introducidas de manera intencional, muchas de ellas asociadas a alguna actividad económica.

Aunque la propagación de estas especies se considera un delito, hay casos en los que se escabullen hacia el medio ambiente por negligencia. El caracol gigante africano (Lissachatina fulica) fue introducido en el país para su cría y comercialización como escargots o caracoles comestibles, pero debido a la escasa demanda, se los liberó en el medio ambiente y se propagaron por el país. Vector de parásitos que pueden ser perjudiciales para la salud humana y de los animales domésticos, también compiten por el alimento con los moluscos autóctonos y eliminan brotes de plantas.

Sílvia ZillerOriginarios de América del Norte, los pinos se dispersan fácilmente y dañan la vegetación nativaSílvia Ziller

El biólogo Mário Orsi, de la Universidad Estadual de Londrina (UEL), señala que las fugas y la liberación de peces en agua dulce son los principales problemas que afectan a los ecosistemas brasileños. Según él, además de la tilapia, la mayor preocupación actual es el panga (Pangasianodon hypophthalmus), de la familia de los peces gato, similar al bagre. Originario de Asia, donde se lo cría para el consumo humano, llega a pesar 35 kilogramos (kg) y puede llegar a dominar el ambiente en el que fuera introducido. “Muchos municipios están legalizando su cría en aguas públicas, en tanques de red, sistemas que ya computan varios casos de reportes de escapes, al igual que en el caso de las tilapias”, dice. Según Orsi, lo ideal es criar estas especies exóticas invasoras en estanques excavados en tierra o en sistemas dotados de mayor tecnología y sin conexión con cursos de agua naturales.

Como la introducción de muchas de estas especies está asociada a sistemas productivos, los científicos advierten sobre la necesidad de tomar medidas de prevención a la hora de otorgar permisos a estas granjas, incluyendo propuestas de manejo y zonificación ambiental. Para ello, subraya Junqueira, de la UFRJ, Brasil ya cuenta con información y normativas legales que abarcan la cuestión de las especies exóticas invasoras, incluso a niveles estaduales y municipales.

“Nuestro mayor reto pasa por la creación de sistemas de prevención, vigilancia y detección precoz del problema”, dice Dechoum. El plazo para la detección y la intervención también depende del tipo de especie. El pez león colorado (Pterois volitans), por ejemplo, de origen indoasiático y con gran capacidad de depredar especies autóctonas, llegó al país en 2020 procedente del Caribe. En tres años se ha propagado a lo largo de más de 2.700 km de las costas brasileñas. La comprensión del comportamiento de las especies en ambientes similares puede ser de ayuda para formular planes de acción precoces. La inversión en la formación de personas que sepan realizar un manejo adecuado de estas especies, en organismos administrativos municipales y estaduales, es otra iniciativa esencial, según los estudiosos del tema.

Beloni MartererEl mejillón dorado, común en China, causa daños en las instalaciones de las centralesBeloni Marterer

Una acción importante consiste en presentar alternativas de sustitución de las especies invasoras a los sectores con valor productivo. En febrero, se lanzó una guía ilustrada intitulada AlterNativas, con el propósito de ayudar a los paisajistas y demás profesionales del área a reconocer 37 plantas exóticas del litoral de Santa Catarina y reemplazarlas por 93 especies autótonas de la región. En la misma línea, la botánica Daniela Zappi, de la Universidad de Brasilia (UnB), elaboró una lista con 49 especies de árboles autóctonos de la Amazonia que podrían apuntalar el arbolado urbano en la zona, donde suelen verse muchas especies exóticas como el guayacán rosado o maculis (Tabebuia rosea) y árboles de mango (Mangifera indica).

Otra medida consiste en poner a disposición de los responsables de las políticas públicas documentos con resúmenes de evidencias científicas. “El hecho de que ellos dispongan de una síntesis puede ayudar a arrojar luz al respecto de estas degradaciones silenciosas”, considera la bióloga Isabel Belloni Schmidt, de la UnB, quien no participó en la elaboración del informe. “Cuando se observa un paisaje pleno de verdor suele pensarse que ahí está todo bien, pero esto no siempre es cierto. Hay lugares aparentemente bien conservados cuya biodiversidad está siendo destruida”, añade.

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