Nacido hace cien años, el sociólogo Florestan Fernandes creó un estilo de pensar Brasil
Florestan Fernandes participa en una manifestación a favor de la educación pública, en 1988
Archivo familiar
“No trabajamos para los sociólogos europeos o estadounidenses, sino indirectamente y como una eventualidad de la propia naturaleza del quehacer científico. El verdadero sentido de nuestras contribuciones a la sociología, por modestas o grandiosas que sean, solo adquiere plenitud cuando esto está vinculado a la necesidad de engendrar un nuevo estilo de pensamiento y de trabajo en el estudio de la realidad social, que sea asimilable y constructivo para las futuras generaciones de expertos brasileños, que así no heredarán nuestros defectos y nuestras limitaciones”. Así se expresaba en 1956, en el artículo intitulado “La sociología en Brasil”, uno de los más ilustres intelectuales brasileños, fallecido en 1995, quien cumpliría 100 años el 22 de julio: el sociólogo Florestan Fernandes.
“No quería estar supeditado a autores extranjeros y permanentemente se preguntaba qué significaba hacer sociología en un país situado en la periferia del capitalismo”, apunta la socióloga Elide Rugai Bastos, del Instituto de Filosofía y Ciencias Humanas de la Universidad de Campinas (IFCH-Unicamp). Experta en su obra, Rugai Bastos actualmente está concluyendo un libro sobre la producción del intelectual paulistano, cuyo título provisional es A terceira margem da sociologia, en obvia paráfrasis del título del cuento de Guimarães Rosa (1908-1967). “Florestan Fernandes buscaba una salida diferente a la que proponían los países metropolitanos. Hoy en día, la sociología contemporánea en los países periféricos apunta hacia temas tales como la crítica al eurocentrismo, pero en aquel entonces, en las décadas de 1940 y 1950, ese era un enfoque original y audaz”.
El expresidente de la República, Fernando Henrique Cardoso, uno de los discípulos principales del sociólogo, coincide. “Florestan Fernandes conocía la distinción entre lo que [el economista argentino Raúl] Prebisch denominaba como centro y periferia. Él se centró en lo que ocurría en la periferia, pero sabía que había que pensar el ‘todo’. Es decir, su enfoque teórico tenía una T mayúscula. Nunca fue un sociólogo ‘lugareño’, sino un sociólogo sin más adjetivos que los que exige la ciencia: rigor en los análisis”, declaró, vía e-mail a Pesquisa FAPESP. “En el curso de mi trayectoria académica, él me demostró que sin un concepto, sin teoría, los hechos de la vida no se entienden. No obstante, este concepto no exime al científico de ‘sumergirse’ en lo concreto, en la vida, en la relación entre las personas”.
Una infancia pobre Florestan Fernandes ingresó al medio académico de una manera peculiar. Criado por su madre, una inmigrante portuguesa que cumplía tareas domésticas en casas de familia, comenzó a trabajar aun siendo un niño como lustrabotas y aprendiz de sastre. Con 17 años, cuando era mozo en el Bar Bidu, en el centro de São Paulo, fue estimulado por los intelectuales que frecuentaban el establecimiento a que continuara sus estudios. Se inscribió en el programa Madureza, una especie de curso supletorio para jóvenes y adultos de la época, que concluyó en 1941. Ese mismo año ingresó a la carrera de ciencias sociales de la entonces Facultad de Filosofía, Ciencias y Letras de la Universidad de São Paulo (FFCL-USP). Cuatro años más tarde se convirtió en auxiliar docente del catedrático Fernando de Azevedo (1894-1974), en la cátedra de Sociología II de la institución, junto al también sociólogo y futuro crítico literario Antonio Candido (1918-2017), con quien mantendría una amistad que duró cinco décadas. La amistad entre ellos es el tema central de Vicente e Antonio, una obra teatral de Oswaldo Mendes, que el periodista Florestan Fernandes Júnior, hijo del sociólogo, pretende poner en escena este mismo año. “Vicente era el nombre que los patrones de mi abuela utilizaban para llamar a mi padre. Ellos consideraban que el nombre Florestan, un personaje de la ópera Fidelio, de Beethoven [1770-1827], no le cuadraba al hijo de su empleada”, relata el periodista.
“En Brasil, la carrera de sociología y ciencias sociales se creó en 1933”, dice Jacob Lima, presidente de la Sociedad Brasileña de Sociología. “El gran legado de Florestan Fernandes consistió en su preocupación por el rigor académico de la investigación y de la formación en sociología”, Tal como lo analiza la socióloga Maria Arminda do Nascimento Arruda, directora de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas (FFLCH) de la USP, Florestan Fernandes es una figura central para comprender la constitución de las ciencias sociales no solo en esa institución, sino en Brasil. “Más allá de tratar a la sociología como ciencia, considero que su gran innovación consistió en tratar de entender a Brasil desde el punto de vista de los sectores populares, de los desposeídos a partir de la modernización brasileña”, dice Do Nascimento Arruda, estudiosa de su obra.
Uno de los mejores ejemplos de ello, señala la investigadora, lo constituye el libro A revolução burguesa no Brasil, publicado en 1975 y que acaba de ser reeditado por la Colección Florestan Fernandes, de la editorial Contracorrente. “Es esencial volver a poner su obra en el debate público en esta instancia de crisis democrática y oscurantismo”, sostiene el editor Rafael Valim, quien ideó la serie junto a Florestan Fernandes Júnior. “En ese libro, él realiza una gran interpretación del país partiendo del período colonial”, dice Bernardo Ricupero, docente del Departamento de Ciencia Política de la FFLCH y coordinador de la colección. “A partir del concepto de autocracia, muestra que la revolución burguesa brasileña, contrariamente a lo que se pensaba que ocurrió en Francia, por ejemplo, no rompió con los paradigmas del pasado”, dice. “Al contrario, la burguesía se alineó con los antiguos líderes de la oligarquía y se apropió del poder para defender sus intereses particulares. Este modelo, tal como lo ilustra el libro, se mantiene vigente en el país independientemente del régimen político, ya sea una dictadura o una democracia”.
Un registro de su etapa escolar: el tercero contando de derecha a izquierda, sentado en el banco Archivo familiar
La reedición incluye una entrevista con Gabriel Cohn, docente jubilado del Departamento de Ciencia Política de la FFLCH, quien convivió con Florestan Fernandes, y un prefacio firmado por los sociólogos André Botelho y Antonio Brasil Junior, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ). “En el libro, el sociólogo hace hincapié en el hecho de que, si no se produce una transformación en la base social del poder, ni siquiera la transición de la dictadura hacia un régimen democrático forjaría necesariamente una sociedad democrática, con derechos garantizados para todos. Él escribió eso en los años 1970 y quizá no se lo haya comprendido en las últimas décadas, especialmente con la euforia del período de redemocratización, pero hoy en día vemos que su interpretación es, lamentablemente, más actual que nunca”, reflexiona Botelho.
A juicio de Brasil Junior, el libro apunta que la revolución burguesa en el país “fue hecha por blancos y para blancos”. Una conclusión que dialoga con otro de sus clásicos, el libro A integração do negro na sociedade de classes, tesis de cátedra defendida en 1964 en la USP, que también será reeditado por la editorial Contracorrente. “Es, en cierto modo, el punto final de la investigación que Florestan Fernandes inició junto a Roger Bastide [1898-1974] al comienzo de la década de 1950”, pondera Ricupero, en referencia al estudio sobre las relaciones raciales en la ciudad de São Paulo, desarrollado junto al francés Bastide y que tuvo como asistentes de investigación a Fernando Henrique Cardoso y Octavio Ianni [1926-2004].
Esa investigación fue parte del Proyecto Unesco, de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura. “Luego del horror de la Segunda Guerra Mundial, la Unesco se propuso elaborar una agenda antirracista y se abocó a estudiar ese tema en nuestro país, donde suponía que las relaciones raciales transcurrían en forma armónica”, relata Brasil Junior refiriéndose a la iniciativa que involucró a diversas instituciones de investigación en Bahía, Río de Janeiro, Pernambuco y São Paulo. De acuerdo con el sociólogo de la UFRJ, ese mito de la democracia racial fue cuestionado fuertemente, particularmente en las investigaciones que se llevaron a cabo en São Paulo y Río de Janeiro. “Florestan Fernandes siguió estudiando el tema en su obra y demostró de qué manera la negación del conflicto racial cumple una función extremadamente conservadora y perversa, como si fuera un problema inexistente que, por ende, no necesitase resolvérselo”.
Para cambiar el mundo Según Antonio Candido, a partir de la investigación que realizó para el Proyecto Unesco, su amigo comenzó a conjugar en su personalidad los costados “científico y revolucionario”. “Me parece que ese momento se corresponde con el gran punto de viraje en su carrera y en su trayectoria como sociólogo”, apuntó el crítico literario en el libro intitulado Florestan Fernandes: Leituras e legados, publicado por Global Editora en 2010. “Fue desplazándose desde los estudios con un cariz más académico hacia aquellos que requieren de un posicionamiento político por parte de un estudioso consciente”. En la década de 1940, Florestan Fernandes había militado en el Partido Socialista Revolucionario e incluso tradujo la obra Contribución a la crítica de la economía política, escrito por Karl Marx (1818-1883) en 1859. Para esa misma época, se casó con Myriam Rodrigues Fernandes, con quien tuvo seis hijos.
Al comienzo de la década de 1960, su deseo de transformar la sociedad impulsó al sociólogo a involucrarse en la campaña en defensa de la escuela pública. “Decía que, sin una educación abierta, pública y laica, nunca lograríamos transformar el país”, recuerda Nascimento Arruda. Esa campaña, que se desarrolló en el marco del debate en torno a la Ley de Directrices y Bases de la Educación Nacional, fue impulsada por el proyecto de sustitución redactado en 1959 por el diputado del partido Unión Democrática Nacional, Carlos Lacerda (1914-1977). La aprobación del texto, de carácter privatista y que defendía los intereses de las escuelas privadas por el Congreso Nacional en 1960, desató protestas en varias ciudades del país, bajo el lema “recursos públicos para la escuela pública”. En ese entonces, Fernandes brindó más de 55 conferencias por todo Brasil. “El movimiento tuvo un éxito parcial, y obtuvo modificaciones importantes en la ley, pero no así, tal como pedían los estudiantes, el fin de la financiación pública a la enseñanza privada”, relata el periodista Haroldo Ceravolo Sereza, en la biografía Florestan, a inteligência militante (Boitempo Editorial, 2005).
La dictadura militar (1964-1985) trató de contrarrestar el ímpetu militante de Fernandes. En 1964, el sociólogo incluso fue encarcelado durante tres días. En 1969, luego de jubilarse forzosamente en virtud del Acto Institucional nº 5, aceptó una invitación para ejercer la docencia en la Universidad de Toronto, Canadá, y se mudó allí sin su familia. En 1977, cuatro años después de haber regresado a Brasil, se convirtió en docente de la Pontificia Universidad Católica de São Paulo (PUC-USP). Electo como diputado constituyente en representación del Partido de los Trabajadores (PT), logró ver incorporadas 34 de sus 96 propuestas a la Constitución Federal de 1988, entre ellas, la que garantiza la autonomía de las universidades y la posibilidad de que los estados destinaran parte de su recaudación tributaria a entidades de fomento de la investigación científica (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 274). Más tarde asumió otro mandato (1990-1994) como legislador en el Congreso Federal. Falleció en agosto de 1995, a los 75 años de edad, seis días después de someterse a un trasplante de hígado. Además de su esposa y dos hijos, dejó 12 nietos, dos bisnietos y una vasta obra compuesta por más de 50 libros, algunos de ellos traducidos en francés, inglés, alemán y español. “Era un enamorado de Brasil”, resumió Florestan Júnior.
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