Mientras que el primer censo, que se llevó a cabo en 1872, se basaba en 14 ítems, la última edición incluyó 111 puntos: los datos referentes a la movilidad urbana, a las migraciones internacionales y a color y raza de la población fueron los que más se ampliaron durante los últimos 30 años. Las transformaciones metodológicas han sido acompañadas por tecnologías de georreferenciación, que mejoran la organización del trabajo de campo que realizan los censistas y hacen más ágil el procesamiento de los resultados.
“Al incluir, a partir de la década de 1960, temas tales como vivienda, educación e ingresos sobre la base productiva de los municipios y el mercado laboral, el Censo dejó de ser un mero estudio demográfico”, dice el economista Eduardo Pereira Nunes, presidente del IBGE entre 2003 y 2011. “Brasil se ha transformado en un país más complejo y esta complejidad se ha incorporado al cuestionario de la encuesta nacional”. Pereira Nunes recuerda incluso que, en la década de 1970, los datos del Censo pasaron a servir como base para el desarrollo de investigaciones por muestreo, entre ellas, la Investigación Nacional por Muestreo de Domicilios (Pnad) y la Investigación de Presupuestos Familiares (POF), ambas del IBGE. “El Censo permite calibrar las estadísticas que se van a elaborar en el país a lo largo de toda una década”, dice. Además, también es fundamental para la iniciativa privada, porque se lo utiliza, por ejemplo, para realizar análisis de mercado.
Paulo de Martino Jannuzzi, de la Escuela Nacional de Ciencias Estadísticas (Ence) del IBGE, informa que, en un comienzo, el Censo utilizaba hojas de cálculo para registrar los datos obtenidos. La primera innovación tecnológica se introdujo en 1920, con la utilización de tarjetas perforadas, que agilizaron el procesamiento de las respuestas. “En 1960, con la adopción del cuestionario por muestreo, dirigido a alrededor del 25 % de la población, se pudo incorporar un mayor número de ítems. Además, el uso de computadoras de alto rendimiento facilitó la recopilación de los datos en los años posteriores”, informa Jannuzzi. Hasta el año 2000, los cuestionarios eran en papel, pero ya se los podía procesar con lectores ópticos.
En el último Censo, los dispositivos móviles empleado para la colecta de la información hicieron posible la transmisión diaria de los datos a la sede del IBGE, en Río de Janeiro. “En la próxima edición, el mapeo georreferenciado de todos los domicilios y del recorrido del censista también servirá para monitorear la calidad de la colecta de datos en forma simultánea a la realización del Censo”, informa el sociólogo Vando da Paz Nascimento, coordinador técnico en el estado de São Paulo del Censo Demográfico 2020. La edición de 2010, que se llevó a cabo en el mes de agosto, tuvo sus resultados preliminares publicados en diciembre.
Desde 2018 el IBGE se viene preparando para la realización del próximo Censo, con actividades que incluyen la participación de censistas, en el caso de las consultas para la definición de nuevos ítems. “El Censo se hace en tres meses, pero la preparación nos lleva tres años y al menos otros dos más para divulgar los datos”, detalla Da Paz Nascimento. El Censo de 2022 permitirá medir el impacto en el nivel de instrucción a partir de los cupos raciales adoptados hacia finales del decenio de 1990. También aportará elementos para analizar los aspectos relacionados con el empleo entre la población negra. “Entre otros aspectos, la idea es analizar si el régimen de cupos debe expandirse también al mercado laboral”, especifica Pereira Nunes, expresidente del IBGE, quien destaca, por último, que la próxima edición del Censo también dará continuidad al mapeo de las comunidades de palenques, que comenzó en la edición de 2010.
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