Natural de Uberaba, en el estado brasileño de Minas Gerais, graduado de la Escuela de Minas de Ouro Preto, en dicho estado, Avelino Ignácio de Oliveira (1891-1970) trabajaba en el Consejo Nacional del Petróleo, creado en 1938. Othon Henry Leonardos (1899-1977), nacido en Niterói, Río de Janeiro, y graduado en la Escuela Politécnica de Río de Janeiro, era un novel profesor del Museo Nacional. Juntos, recorrieron el país durante 20 años realizando relevamientos geológicos y trabajaron en el Departamento Nacional de Producción Mineral (DNPM). Años más tarde, se encontraron nuevamente y confeccionaron el primer mapa hecho únicamente por brasileños, con el detalle de los grandes conjuntos de rocas, también llamados estructuras geológicas, que constituyen el relieve, y con énfasis en las áreas con potencial para la prospección de petróleo, una prioridad del Estado Novo (1937-1945).
La obra de ambos, intitulada Mapa geológico do Brasil e de parte dos países vizinhos [Mapa geológico de Brasil y parte de los países limítrofes], salió publicada como una separata, pegada a la contratapa del libro Geologia do Brasil, coordinado por los dos ingenieros y publicado por el Ministerio de Agricultura en 1940. Treinta y seis de sus 815 páginas están ocupadas por fotografías de fósiles de moluscos, peces y también del mastodonte Cuvieronius humboldti, hallados en el interior del estado de Paraíba y de Mato Grosso do Sul, respectivamente. Los fósiles ayudan a determinar la edad de las rocas.
Además de señalar la localización de yacimientos de carbón, manganeso, hierro, oro, hulla, cobre, aluminio y otros minerales, el libro precisa los límites y los tipos de rocas de las estructuras geológicas detalladas de todas las regiones del país. “El mapa y el libro fueron una forma de divulgar la cartografía elaborada durante décadas por los técnicos del DNPM, hasta entonces poco valorados”, dice la geóloga Maria Margaret Lopes, del Museo de Arqueología y Etnología de la Universidad de São Paulo (MAE-USP) y autora de un artículo publicado en noviembre en la revista Earth Sciences History referido al mapa de 1940. “También fue un medio para demostrar que los geólogos brasileños eran capaces de confeccionar mapas, antes de eso solamente elaborados por extranjeros”.
Según ella, los brasileños también se proponían completar el mapa del geólogo estadounidense John Casper Branner (1850-1922). La obra, publicada en 1919 en el Bulletin of the Geological Society of America y, en 1920, por el entonces denominado Servicio Geológico y Mineralógico de Brasil, que en 1934 se transformó en el DNPM, contenía zonas en blanco, debido a lo complicado del acceso a las regiones ocupadas por selva, y ya utilizaba fósiles para estimar la edad de las rocas sedimentarias.
“Branner y el geólogo estadounidense Orville Derby [1851-1915, primer director del Servicio Geológico de Brasil] recorrieron la Amazonia, pero aún quedaron amplias áreas sin información”, afirma el geólogo Carlos Schobbenhaus Filho, del Servicio Geológico de Brasil. Coautor del libro Geologia do Brasil (DNPM, 1984), él coordinó la confección del Mapa geológico do Brasil, de 1981, la Carta geológica do Brasil ao milionésimo, de 2004, y la última versión del mapa geológico de América del Sur, de 2019.
En un capítulo del libro Geologia do continente sul-americano: Evolução da obra de Fernando Flávio Marques de Almeida (Beca, 2004), Schobbenhaus argumenta que el primer mapa geológico de Brasil fue elaborado por el geólogo austríaco Franz Foetterle (1823-1876), y publicado en 1854 en Viena, que incluía a países vecinos y destacaba los yacimientos de oro, plata y hierro de las rocas metamórficas de Minas Gerais.
En el mapa de 1940, la escala adoptada, 1:7.000.000 (donde 1 centímetro en el mapa equivale a 70 kilómetros en el terreno real), no permite la inclusión de detalles, “pero los rasgos principales son correctos”, señala la geóloga Ana Maria Góes, del Instituto de Geociencias de la USP. “Al norte y al sur de la cuenca sedimentaria amazónica pueden verse claramente, en rojo, las rocas más antiguas del cratón amazónico”, dice (un cratón es un bloque rocoso antiguo de la litósfera, la capa externa de la superficie terrestre). “Hoy en día, aún no conocemos esas áreas en detalle, principalmente porque se encuentran cubiertas por la selva amazónica, con raros afloramientos rocosos”.
La producción de mapas se acentuó a la par del surgimiento de las carreras de geología, emergentes en Brasil en 1957, como resultado de una comisión designada por quien en aquel entonces era el presidente, Juscelino Kubitschek (1902-1976), dirigida por Leonardos. La cartografía confeccionada mediante reconocimiento fotográfico aéreo, radar e imágenes satelitales proporcionaron información jamás soñada por los cartógrafos. “En los años 1970, el Proyecto Radam [Radar de la Amazonia] identificó ríos de 100 kilómetros de largo que pudimos ver por primera vez”, dice Schobbenhaus. A los 82 años, en su despacho en la sede del Servicio Geológico, en Brasilia, él prepara un mapa de los sitios más importantes de la historia geológica del país, que se propone publicar antes de fin de año.
Petróleo
Atento al interés por el también llamado “oro negro”, De Oliveira había empezado a confeccionar, en 1938, un mapa de las posibles áreas petroleras de Brasil, pero debió interrumpir su labor debido a los cambios en la dirección del DNPM. Retomó la tarea a finales de 1939, ahora junto a Leonardos, quien el año anterior había seguido el curso del río Tocantins para comprobar si era navegable, y realizó relevamientos geológicos en el estado de Goiás. Con el apoyo de quien entonces era ministro de Agricultura, Fernando Costa (1886-1946), ambos ingenieros consiguieron fondos extras para aumentar a 2.000 ejemplares el tiraje del libro con el mapa. La mitad de la edición fue enviada a Lisboa, Porto y otras ciudades portuguesas como una contribución brasileña a las celebraciones en conmemoración de la fundación de Portugal, en 1140, y de la liberación de España, en 1640.
“De Oliveira y Leonardos querían ayudar a los geólogos portugueses a resolver problemas difíciles y colaborar para la explotación de los recursos del subsuelo en las colonias de África”, comenta Lopes. En el prólogo del libro, los dos ingenieros planteaban: “Dado que, últimamente, hemos tenido la suerte de hallar petróleo en la franja cretácica costera, ¿por qué los portugueses no realizan prospecciones en el litoral, aparentemente similar, de Angola?”. El hallazgo de fósiles en las cuencas sedimentarias a ambos lados del Atlántico abonaba esa posibilidad. La explotación del petróleo en Angola comenzó en 1958 y en la actualidad, es una de las bases de la economía del país.
En Brasil, la búsqueda de combustibles fósiles arrancó a principios del siglo XX, pero los primeros 51 pozos perforados por los organismos gubernamentales entre 1919 y 1930 fueron un fracaso. El petróleo no brotó por primera vez sino hasta enero de 1939, de un pozo de 210 metros de profundidad situado en el municipio de Lobato, cercano a Salvador, en el estado de Bahía. “Fueron solo indicios de petróleo, pero hubo una profusa propaganda para reivindicar la imagen de las instituciones que durante tantos años habían trabajado sin éxito”, comenta Lopes. La producción a escala comercial solo pudo concretarse dos años más tarde, mediante un pozo perforado en Candeias, en el interior del estado de Bahía.
De Oliveira, Leonardos y otros expertos que estudiaban la región acertaron cuando predijeron que habría yacimientos en la zona conocida como Recôncavo Baiano, según Lopes. “Para realizar prospecciones en Acre y otras regiones fronterizas, trabajaron junto a los servicios geológicos de Perú, Bolivia y Argentina, que ya habían hallado petróleo en zonas cercanas”, dice la investigadora. Los relevamientos geológicos indican que Acre podría albergar reservas de hidrocarburos, pero el posible impacto sobre el medio ambiente y los territorios indígenas impiden su explotación. “Desde hace tiempo, los geólogos también han insistido en realizar prospecciones en el sur de Brasil, donde realmente no había, debido al tipo de rocas.
Lopes dice que la posibilidad de extraer petróleo en el municipio y el litoral de Campos, en el estado de Río de Janeiro, había sido barajada por los geólogos desde la década de 1920, pero debido a la falta de tecnología adecuada y equipos especializados, la prospección sistemática y la explotación comenzaron a realizarse recién en la década de 1970. En lo que en la actualidad es otra gran área productora –la cuenca de Santos, en el litoral del estado de São Paulo–, la explotación comenzó en la década de 2000.
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