Desde 2012, la revista científica Bulletin of the American Meteorological Society (Bams) dedica una edición especial anual a los estudios que procuran determinar si un evento extremo ocurrido recientemente, como una sequía pronunciada, una lluvia torrencial o una temperatura récord, podría haberse visto influido, aunque sea parcialmente, por alguna acción humana o simplemente se debe a las fluctuaciones naturales del clima. Es como si los investigadores sometieran a un fenómeno concreto, bien localizado en el tiempo y en el espacio, a una prueba antidopaje para detectar cualquier indicio de su manifestación pueda haber sido potenciada por las actividades humanas que contribuyen a la emisión de gases de efecto invernadero y al calentamiento global.
El sitio web británico CarbonBrief, especializado en la divulgación de la ciencia y la política del clima, recopila y analiza periódicamente los resultados de este tipo de estudios, un conjunto de más de 350 artículos científicos, en su mayoría publicados en Bams. De acuerdo con su último sondeo, realizado en febrero de este año, cuatro de cada cinco trabajos elaborados durante los últimos 10 años identificaron algún nivel de influencia antrópica en la periodicidad o intensidad de los eventos extremos. En total, fueron 405 fenómenos que se estudiaron en artículos científicos, entre ellos, las olas de calor en Suecia, los huracanes en el Caribe, las inundaciones en Bangladés y las sequías e incendios forestales en California (Estados Unidos) y en Australia.
En el 70 % de los casos, las alteraciones climáticas provocadas por el hombre hicieron más frecuente o intenso algún evento extremo específico. En el 9 % de los casos, la actividad antrópica produjo un efecto inverso: redujo la periodicidad o la severidad del fenómeno. El 11 % de los fenómenos extremos estudiados arrojó resultados no concluyentes o inconsistentes y, para el 10 %, no se hallaron evidencias de la influencia humana. El índice de éxito en detectar alguna relación de asociación entre las actividades del hombre y esos eventos climáticos superlativos es mayor para los episodios de aumento de la temperatura que para eventos tales como sequías, lluvias intensas e inundaciones.
De un conjunto de 132 estudios sobre el aumento desmesurado de la temperatura, el 92 % detectó algún nivel de influencia humana. Para los casos de lluvias torrenciales o inundaciones, el 69 % de los 82 trabajos realizados apuntó factores de origen antrópico. “Todo evento extremo tiene un componente natural, pero algunos también presentan características propiciadas por los cambios climáticos causados por el hombre”, comenta el climatólogo José Marengo, coordinador de investigación y desarrollo (I&D) del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden). “El propio informe del IPCC ha destacado este punto”.
Si retomamos la metáfora del dopaje en el deporte, un acontecimiento extremo puede ser visto como un atleta fuera de serie, que se destaca sobre los demás por sus habilidades naturales claramente superiores a la media de sus competidores. Algunos, solo con entrenamiento y dedicación, se convierten en fenómenos internacionales y llegan a disputar una Olimpíada. Otros, tan solo merced a su propio esfuerzo y sus habilidades naturales sobresalen a nivel nacional, pero no tienen potencial como para llegar a ser campeones mundiales, a menos que recurran a sustancias prohibidas que potencien su rendimiento de manera artificial. El evento extremo potenciado por la actividad humana es como el deportista de elite que consume esteroides.
A excepción de los trabajos que se realizaron en Australia, la mayoría de los estudios de atribución de eventos climáticos extremos se realizan en el hemisferio norte. Dos de los climatólogos más eminentes en esta materia son la alemana Friederike Otto, directora asociada del Instituto de Cambio Ambiental de la Universidad de Oxford, en el Reino Unido, y el neerlandés Geert Jan van Oldenborgh, del Instituto Meteorológico Real de los Países Bajos (KNMI). Entre ambos, coordinan el World Weather Attribution, una iniciativa internacional que, desde 2014, desarrolla métodos computacionales para llevar a cabo trabajos de atribución climática e investigaciones en este campo.
Pocos investigadores brasileños han publicado estudios de atribución climática. “En estos trabajos, se ejecutan modelos climáticos por computadora en los que comparamos la probabilidad de que ocurra un evento extremo para dos escenarios distintos: en las condiciones actuales, en las que hay un aumento de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y en el período preindustrial, cuando prácticamente no había influencia humana sobre el clima”, explica el meteorólogo Caio Coelho, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe). “Si las simulaciones indican que hay alguna diferencia notoria en el fenómeno en cuanto a la probabilidad de que se produzca en los dos escenarios, esto indica que ese evento ha sido influenciado por el factor humano”.
En colaboración con los británicos de Oxford, neerlandeses y otros colegas brasileños, Coelho ha participado en dos artículos con este enfoque. En 2016, publicó en Bams un estudio sobre la sequía y la crisis hídrica asociada que padeció el sudeste brasileño entre 2014 y 2015, pero no halló evidencias de que ese fenómeno climático haya sido provocado por la actividad humana. En tanto, en 2018, participó en un trabajo que no detectó influencia humana en el extenso período de sequía que soportó, en este caso el nordeste brasileño, entre 2012 y 2016.
El meteorólogo Rafael de Abreu, que realiza su doctorado en el Instituto de Astronomía, Geofísica y Ciencias Atmosféricas de la Universidad de São Paulo (IAG-USP), también es coautor de dos estudios de este tipo, siempre junto a colegas del exterior y de otras instituciones de Brasil. En diciembre de 2018, también él publicó un artículo en Bams acerca de los 550 mm de lluvias concentradas que cayeron entre abril y mayo de 2017 sobre la cuenca del río Uruguay. Este trabajo determinó que los cambios climáticos inducidos por el hombre llevaron a que este tipo de eventos sean al menos dos veces más frecuentes.
El 14 de agosto de este año, el meteorólogo firmó como coautor, junto a colaboradores de la USP, del Inpe, del Cemaden y de Oxford, un artículo que salió publicado en la revista Climate Resilience and Sustainability sobre las precipitaciones récord de 320,9 mm que cayeron sobre Belo Horizonte en tan solo tres días, en enero de 2020. Para los autores del trabajo, los cambios climáticos antrópicos incrementaron en un 70 % la probabilidad de que ocurran este tipo de eventos extraordinarios. “Hay que tener acceso a ordenadores de gran capacidad de cálculo y a modelos climáticos para poder hacer hasta mil simulaciones de un mismo evento y lograr un nivel de confiabilidad aceptable en los estudios de atribución climática”, dice Abreu. “Por eso es que recurrimos a tantas colaboraciones en el exterior”.
Artículos científicos
DALAGNOL, R. et al. Extreme rainfall and its impacts in the Brazilian Minas Gerais state in January 2020: Can we blame climate change? Climate Resilience and Sustainabilty. 14 ago. 2021.
ABREU. R. C. et al. Contribution of Anthropogenic Climate Change to April–May 2017 Heavy Precipitation over the Uruguay River Basin. Bulletin of the American Meteorological Society. v. 100. n.1. ene. 2019.
OTTO, F. E. L et al. Factors Other Than Climate Change, Main Drivers of 2014/15 Water Shortage in Southeast Brazil. Bulletin of the American Meteorological Society. v. 96. n.12. dic. 2015
MARTINS, E. S. P. R. et al. A Multimethod Attribution Analysis of the Prolonged Northeast Brazil Hydrometeorological Drought (2012–16). Bulletin of the American Meteorological Society. v.99. n.1 ene. 2018