El trato escrupuloso brindado a los animales, una preocupación generalmente asociada a organizaciones no gubernamentales (ONG) y propietarios (tutores) de mascotas, gana cada vez más terreno en la agenda de los investigadores. Científicos de diferentes áreas se han dado a la tarea de producir conocimiento tendiente a disminuir el estrés y mejorar la calidad de vida de los animales, principalmente de aquellos que el ser humano utiliza o consume. Esta dinámica ha dado lugar al surgimiento de un campo interdisciplinario: la ciencia del bienestar animal, que abarca a veterinarios, biólogos, psicólogos y expertos en bioética, entre otros profesionales, en investigaciones que evalúan, por citar algunos ejemplos, cuáles son las condiciones más adecuadas para criar y transportar vacas y cerdos o para el cuidado idóneo de ratas o conejos utilizados en experimentos científicos. También hay estudios que expanden la comprensión sobre el dolor y la cognición animal, esenciales para dimensionar los niveles de sufrimiento a los que son sometidos, y aquellos que analizan, desde el punto de vista ético, las relaciones entre humanos y animales.
– El desafío de entender lo que sienten los animales
El punto de partida de este campo se remonta a la década de 1960, con el activismo contra la crueldad en la ganadería del Reino Unido (véase el recuadro) y con el llamamiento a los investigadores para que ayudaran a hacerle frente al problema. En el ámbito académico, un hito importante a mediados de los años 1980 fue el nombramiento del biólogo Donald Broom, que actualmente tiene 81 años, para crear e impartir la primera asignatura sobre el bienestar animal en una institución académica, la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido. El fundamento principal es la noción de que los animales son seres sintientes, es decir que tienen la capacidad de experimentar sensaciones y sentimientos básicos, tales como el frío, el calor, el dolor y el miedo, como así también diferenciar los agradables de los desagradables. Cuando se los saca de su hábitat natural para domesticarlos o para su explotación comercial, es responsabilidad de los seres humanos velar por su bienestar, que, según los preceptos de este campo del conocimiento, incluye tres aspectos éticos: que puedan desarrollar sus capacidades de forma análoga a la de su vida en la naturaleza, que no sientan dolor o miedo y puedan experimentar el placer, y que reciban los cuidados pertinentes para poder gozar de buena salud.
La década de 1990 trajo un nuevo espaldarazo con el lanzamiento de revistas científicas especializadas, como Animal Welfare o Journal of Applied Animal Welfare Science. Un vistazo a los números más recientes de estas dos publicaciones suministra una pauta de cómo ha mejorado este campo. Hay artículos de investigadores de cualquier lugar del planeta: Vietnam, Turquía, Brasil, Australia, México, Reino Unido y Nigeria, entre otros. Los temas abarcan cuestiones tales como el bienestar de las civetas, una especie de mamíferos asiáticos criados en cautiverio en las plantaciones de café de Indonesia ‒los granos de estas plantas digeridos y defecados por estos mamíferos producen una variedad de café que se comercializa a 2.000 dólares el kilogramo (kg)‒, protocolos para la cría de tortugas marinas con fines de investigación o las razones por las que algunos propietarios de mascotas del Reino Unido han dejado de brindarles atención veterinaria, a pesar de que se les ofrece tratamiento gratuito. “En la actualidad, las publicaciones sobre el tema se cuentan por miles cada año, en las conferencias participan cientos de investigadores y no son raras las presentaciones en congresos de agricultura, ecología, cognición e incluso sobre emociones humanas”, dijo la bióloga del comportamiento Georgia Mason, directora del Centro Campbell de Estudios del Bienestar Animal de la Universidad de Guelph (Canadá), en un artículo publicado hace seis meses en la revista BMC Biology.
El esfuerzo de los investigadores por evitar que los animales sean tratados con crueldad responde a la presión que ejercen ciudadanos y consumidores y a las exigencias que marca el cumplimiento de las leyes nacionales, pero la mayoría de las investigaciones también tienen como objetivo el aumento de la productividad y la sostenibilidad de la producción de carnes. En países como Brasil, Uruguay y Argentina, grandes exportadores de carne, los errores en la producción, el despacho, el transporte y el manipuleo en el frigorífico constituyen un tema habitual, ya que además de causar sufrimiento, ponen en peligro la competitividad de la producción ganadera. Un estudio publicado en 2021 por el zootecnista Mateus José Rodrigues Paranhos da Costa, investigador de la Facultad de Ciencias Agrarias y Veterinarias de la Universidade Estadual Paulista (Unesp), campus de Jaboticabal, definió parámetros para la cantidad de cerdos que pueden transportarse en los camiones que los llevan al matadero.
La conclusión del trabajo indica que las densidades de carga inferiores a 235 kg por metro cuadrado (m2) permiten que los lechones tengan espacio suficiente para viajar más cómodos en los camiones y llegar al matadero menos cansados y magullados. Esta densidad equivale a algo más de dos cerdos por metro cuadrado: el peso de un cerdo al momento de ser sacrificado es de unos 100 kg. “En Brasil, se calcula que anualmente se descartan más de 10 millones de kilos de carne a causa de los hematomas que presentan las canales debido a caídas, golpes o resbalones que sufren los animales, y que podrían evitarse implementando un manejo más cuidadoso”, dice Rodrigues Paranhos da Costa. En el estudio se evaluaron las condiciones de transporte de casi 2.000 cerdos. Los índices de lesiones eran mucho mayores cuando la densidad de transporte de los cerdos era de 270 kg/m2, en comparación con densidades de 200 a 240 kg/m2.
El ingeniero agrónomo Alex Maia, también de la Unesp de Jaboticabal, actualmente es investigador visitante en la Universidad de Idaho (EE. UU.), donde estudia el papel del confort térmico para mejorar la calidad de vida del ganado bovino. Cada año, Brasil engorda en confinamiento aproximadamente 7 millones de bovinos de corte, en corrales sin ningún reparo contra la intemperie, donde se encuentran expuestos a la radiación solar (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 340), principalmente la radiación ultravioleta. “Es un ambiente muy incómodo para los animales y los productores, y problemático para la industria, porque hoy en día la sociedad tiene una mirada crítica sobre estos sistemas centrados en la obtención de altas ganancias en detrimento de la calidad de vida de los animales”. En colaboración con el Centro de Innovación Campanelli, del grupo Agropastoril Paschoal Campanelli, situado en la estancia Santa Rosa, en Altair, a 419 kilómetros de la ciudad de São Paulo, Maia está desarrollando el concepto smart shade: un corral con formato rectangular que incluye una estructura metálica con cables de acero suspendidos sosteniendo chapas que proporcionan sombra a un 20 % de la superficie total en cualquier momento del día, lo que permite al 100 % del hato protegerse contra la radiación solar directa.
Se realizaron experimentos con más de 6.000 bovinos de corte, en su mayoría de raza nelore, que eran libres de elegir entre exponerse al sol o protegerse a la sombra. Estos resultados en parte se publicaron en 2023 en la revista Frontiers in Veterinary Science. En promedio, el ganado bovino criado en corrales con sombra tenía entre 5 y 10 kg más de peso en canal, dependiendo de la raza, en comparación con el ganado criado en corrales sin sombra. Desde el punto de vista ambiental, un resultado que llamó la atención fue el consumo de agua. En promedio, los animales criados en los corrales smart shade redujeron la ingesta en alrededor de 10 litros de agua por día en comparación con los bovinos criados sin sombra. Con base en los datos que surgen de su investigación, Maia está desarrollando en Estados Unidos modelos de inteligencia artificial capaces de predecir el consumo de materia seca y agua, así como el aumento de peso, en función de la exposición del rebaño a la radiación solar.
La agenda de los científicos puede parecer convergente con la de las organizaciones de defensa de los animales, pero sus objetivos son diferentes. Desde el punto de vista de las ONG, prácticamente cualquier tipo de utilización de animales es éticamente reprobable, mientras que los investigadores se empeñan en darles un trato digno e indoloro, procurando reducir su uso siempre que sea posible, como en el caso de la experimentación con animales. No obstante, este tipo de enfoque no está consensuado ni tampoco exento de debates éticos, a veces acalorados. La veterinaria Carla Molento, de la Universidad Federal de Paraná (UFPR), considera esencial evaluar si las investigaciones sobre el bienestar y las nuevas tecnologías implementadas tienen un interés genuino en mejorar las condiciones de vida de los animales, incluso en el entorno productivo, o si el verdadero objetivo es incrementar la rentabilidad del productor. “Los desvíos insidiosos son frecuentes. Se presentan estudios camuflados como investigaciones para el bienestar, pero en realidad lo que buscan es mejorar la productividad”, dice Molento, coordinadora del Laboratorio de Bienestar Animal (Labea) de la UFPR, el primer centro brasileño en incluir la expresión “bienestar animal” en su nombre, en 2004.
En un trabajo publicado por su grupo en 2023 en la revista Animals, Molento y sus colaboradores seleccionaron 180 artículos científicos que incluían las expresiones animal welfare o animal well-being en sus objetivos o hipótesis. Cinco evaluadoras calificaron a los artículos con puntuaciones del 1 al 10 según el valor intrínseco que el texto atribuía a los animales. En los artículos de las revistas centradas en la producción, el promedio fue de 4,74 puntos, mientras que los publicados en las revistas sobre el bienestar animal, la cifra promedio ascendía a 6,46. “La baja puntuación general pone de manifiesto que las publicaciones centradas en el bienestar no están priorizando, en promedio, los intereses de los animales”, escribió Molento, quien propone que los estudios científicos en este sentido incluyan una declaración explícita sobre las motivaciones e intereses de los investigadores, para poder calibrar si los animales están siendo tratados como prioridad.
Animales de laboratorio
La experimentación científica es otro foco importante de la ciencia del bienestar animal. Es imprescindible garantizar que los animales de laboratorio tengan una vida saludable y libre de sufrimiento para que puedan cumplir su función de generar información que haga avanzar el conocimiento o probar nuevas fórmulas de medicamentos. “Además de lo intolerable que es para la sociedad mantener un animal en condiciones insalubres, esto puede acarrear sesgos en los resultados de las investigaciones”, explica la veterinaria Luisa Maria Gomes de Macedo Braga, presidenta del Consejo Nacional de Control de la Experimentación con Animales (Concea), un organismo vinculado al Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación (MCTI) responsable de formular y velar por el cumplimiento de las normas para el funcionamiento de las instalaciones donde se crían y utilizan animales.
El Concea fue creado por la Ley Federal nº 11.794, sancionada en octubre de 2008, que propuso procedimientos y normas para el uso de animales en investigaciones en Brasil. Es más conocida como la Ley Arouca, que hace referencia a su autor, el sanitarista y diputado federal Sérgio Arouca (1941-2003), presidente de la Fundación Oswaldo Cruz (Fiocruz) entre 1985 y 1989. La ley también dispuso que cada institución de investigación debe contar con un Comité de Ética en el Uso de Animales (Ceua), a cargo de evaluar los proyectos que utilizan animales de laboratorio, velando para acotar su utilización a la menor cantidad posible de ejemplares, en condiciones dignas y con el mínimo de sufrimiento.
Las resoluciones del Concea han cambiado el panorama de la experimentación animal en Brasil. Recientemente, determinaron que el uso de animales debe ser sustituido por métodos alternativos en el control de calidad de lotes de productos y medicamentos. Entre las tecnologías que apuntan a la sustitución del uso de animales en las pruebas de productos cosméticos, una de las más prometedoras es la que se conoce como body-on-a-chip (BoC), basada en la impresión 3D de tejidos humanos epidérmicos o intestinales (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 335). Las resoluciones también han tenido impacto en la aplicación de políticas públicas. Un grupo compuesto por 120 investigadores brasileños, en su mayoría coordinados por miembros del Concea, ha trabajado en los últimos 10 años para darle forma a la publicación intitulada Guia brasileiro de produção, manutenção ou utilização de animais para atividades de ensino ou pesquisa científica [Guía brasileña para la producción, el mantenimiento o la utilización de animales en actividades de enseñanza o de investigación científica], un manual de 1.100 páginas que contiene directrices referidas a las instalaciones, los cuidados y el manipuleo de animales.
La guía establece de manera concisa cómo debe criarse a roedores, conejos, perros y gatos, monos, rumiantes, peces, cerdos y aves, entre otros animales utilizados en experimentos científicos. Contiene descripciones sobre cómo estructurar los bioterios y otras instalaciones de investigación, sin las cuales no puede habilitárselas: desde el espacio mínimo asignado a cada especie hasta la existencia de áreas exclusivas para cuarentena. También propone protocolos que deben adoptarse para mitigar el sufrimiento y el estrés de los animales, tales como el nivel de ruido ambiental, el tamaño de las agujas que se utilizan para anestesiarlos o el tipo de capacitación que deben recibir los profesionales involucrados en estos experimentos (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 328).
El impacto de los primeros 15 años de aplicación de la Ley Arouca está siendo evaluado por un equipo encabezado por el veterinario José Luiz Jivago de Paula Rôlo, de la Universidad de Brasilia (UnB). Uno de los datos que el grupo ha analizado es la cantidad de artículos de autores brasileños que mencionaron el término “bienestar animal” e hicieron referencia a algún tipo de reglamentación relacionada con el uso de animales en proyectos de investigación. Hasta la década de 1990, el número de papers era escaso ‒como máximo, cinco por año‒, pero ha aumentado exponencialmente desde mediados de la década de 2000. Solo en 2020 hubo más de 200 artículos que citaban instrucciones normativas y orientaciones del Concea. La investigación, que estará concluida a finales de este año, también incluirá un mapa de los grupos de investigación que toman parte en el tema en Brasil. “Ya puede afirmarse que hay dos vertientes principales: hay equipos cuyo objetivo es la experimentación y otros que se dedican a realizar estudios de animales en la industria ganadera. Y este segundo grupo es el más numeroso”, dice Rôlo.
A menudo, ambas vertientes se entrelazan. El veterinario Helder Louvandini, del Centro de Energía Nuclear en la Agricultura de la Universidad de São Paulo (Cena-USP), en Piracicaba, formó parte de uno de los equipos que elaboraron el manual del Concea. Colaboró en la sistematización de las normas para la investigación con grandes rumiantes, como bovinos y búfalos, que establecen desde los cuidados para la cría de terneros hasta parámetros minuciosos sobre los sistemas de estabulación, como el uso de pisos antideslizantes y sistemas de ventilación. La cuestión del bienestar, dice Louvandini, se ha convertido en una parte inseparable de sus estudios sobre nutrición. “Con el apoyo de la FAPESP, coordino un proyecto con miras a validar el uso de nanopartículas de óxido de zinc como alimento funcional para rumiantes. El objetivo no es solo mejorar las condiciones nutricionales de los animales, sino también evaluar su efecto para combatir parásitos, un aspecto esencial del bienestar. Al cabo, toda investigación que pretenda ampliar la sostenibilidad de la producción está vinculada al bienestar”, afirma.
Uno de los pioneros de la ciencia del bienestar animal en Brasil es el veterinario Adroaldo José Zanella, de Minas Gerais, coordinador del Centro de Estudios Comparativos sobre Salud, Sostenibilidad y Bienestar en la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia (FM-VZ) de la USP, en su campus de la localidad de Pirassununga, quien dirige investigaciones sobre bovinos de corte y de leche, ovinos y, principalmente, porcinos. Un artículo reciente publicado por su grupo en el número de abril de la revista Nature Food mapeó indicadores de sostenibilidad y bienestar en la cadena de producción porcina de Brasil y del Reino Unido. El trabajo comparó datos de 74 granjas de cría de porcinos en el Reino Unido y 17 en Brasil. Uno de los resultados más destacables apuntó que, entre los porcinos criados bajo condiciones deficientes de bienestar, el uso de antimicrobianos es mayor. “Cuando los indicadores de bienestar son mejores, el uso de estos fármacos es menor”, dice Zanella, quien dirigió en su formación a más de 30 magísteres y doctores y apuesta por un abordaje multidisciplinario para lograr avances en las investigaciones, integrando a abogados, médicos, filósofos, pedagogos, profesionales de las ciencias exactas vinculados a la inteligencia artificial y otros. “Nuestro grupo está en busca de profesionales del área de las ciencias humanas que puedan ayudarnos a entender, por ejemplo, como mejorar la mano de obra que trabaja con los animales”, dice.
En 1992, Zanella se doctoró en bienestar animal en la Universidad de Cambridge bajo la dirección del biólogo pionero Donald Broom. Su tesis se centró en los indicadores de bienestar de las hembras reproductoras porcinas durante la gestación, que sigue siendo uno de los focos principales de su centro de estudios. En la misma, identificó un marcador neurofisiológico asociado al comportamiento repetitivo en los cerdos, similar a la conducta que desarrollan algunas personas con autismo. Otros estudios del grupo han demostrado que esta especie sufre de ansiedad, aumento del comportamiento agresivo, problemas de memoria y deterioro de las áreas del cerebro responsables de la modulación de las emociones y de los procesos cognitivos bajo condiciones de aislamiento social o cuando se la somete a un destete precoz, según datos publicados en la revista Brain Research. En un artículo publicado recientemente en la revista Frontiers in Animal Science, Zanella demostró que incluso sin haber mantenido contacto con el verraco, los lechones engendrados por machos que fueron mantenidos en jaulas durante cuatro semanas mostraban más temor y ansiedad, así como altos niveles de cortisol en la saliva cuando eran expuestos a situaciones estresantes que nunca antes habían experimentado. Estas mismas cuestiones se han evaluado en ovejas y cabras, con resultados similares.
A pesar de la preeminencia de los estudios centrados en la ganadería, en Brasil actualmente se están llevando a cabo investigaciones sobre muchas otras especies. Investigadores de la UnB están colaborando con distintos organismos del gobierno federal, tales como el Ministerio de Agricultura y Ganadería, la Policía Federal y la Receita Federal [el organismo federal de recaudación tributaria], que utilizan perros con un olfato excepcional para olfatear drogas, explosivos y alimentos, y ayudan a definir los protocolos que deben seguirse para asegurar el bienestar de los animales. Estos perros, que pueden llegar a costar hasta 60.000 reales, pueden ver disminuido su rendimiento cuando se los somete a condiciones de trabajo agotadoras o muy adversas.
“Un animal alcanza su máximo potencial cuando se siente cómodo y está bien alimentado e hidratado, y hay una serie de parámetros de bienestar, como las horas de trabajo y las pausas para el descanso que deben cumplirse”, explica el veterinario Cristiano Barros de Melo, docente de la UnB, quien imparte una asignatura sobre Canes de Interés para la Administración Pública en el posgrado en ciencias animales de la universidad y ofrece capacitación científica a empresarios y empleados públicos que lidian con caninos. Para los perros, el trabajo de olfatear supone un juego agradable. Si logran verlo como un gran juego, sus habilidades pueden ser aprovechadas. Cuando olfatean a pleno, mantienen la boca cerrada y respiran por las fosas nasales debido a la concentración que necesitan mantener durante el trabajo. Por ello es necesario calibrar su esfuerzo”.
En un estudio publicado en mayo en la revista Frontiers in Veterinary Science, el grupo de Barros de Melo evaluó el rendimiento de los perros de la Receita Federal que participaron en incautaciones de drogas entre 2010 y 2020 en fronteras, aeropuertos, puertos y centros de recepción de encomiendas postales en escenarios reales de Brasil. Se decomisaron 97.700 kilos de marihuana y 179.300 kilos de cocaína, entre otros estupefacientes. La conclusión del estudio indica que con cada nuevo perro incorporado al sistema de inspección hubo un incremento de más de 3 toneladas de droga incautada.
Pero también hay estudios en fases de investigación previas a su aplicación. La zoóloga Eliane Gonçalves de Freitas, del Laboratorio de Conductal Animal de la Unesp, en su campus de São José do Rio Preto, estudia de qué manera la estimulación corporal por contacto, un recurso utilizado para disminuir el estrés en diversas especies, puede mejorar el bienestar de las tilapias. En dos artículos, uno publicado en 2019 y otro en 2022 en la revista Scientific Reports, su grupo analizó el comportamiento de las tilapias criadas en acuarios que, para acceder al lugar en donde había alimento, eran obligadas a atravesar una columna de cerdas blandas de silicona que masajeaban suavemente sus cuerpos. Aunque la estimulación no tuvo impacto en los niveles de la hormona cortisol, cuyo aumento se asocia al estrés, las tilapias del experimento redujeron su agresividad en las interacciones con sus congéneres.
También se observó que los peces crecieron más rápido con un menor consumo de alimento, lo que se atribuyó al gasto energético ahorrado en peleas. En un proyecto apoyado por la FAPESP en colaboración con investigadores de la Universidad de Porto (Portugal) y de la Universidad Tecnológica de Dinamarca, Gonçalves de Freitas investiga ahora si las tilapias buscan voluntariamente el masaje cuando no están obligadas a atravesar las cerdas, así como algunos mecanismos neuronales implicados en la respuesta a la estimulación táctil. También está analizando el efecto del masaje en tres especies de peces ornamentales de comportamiento agresivo y si estos efectos también se replican en especies marinas de interés para la acuicultura europea, como la dorada (Spaurus aurata) y el sargo común (Diplodus sargus). “La cantidad de estudios sobre el bienestar de los peces aún es pequeña y este campo solo ha comenzado a crecer en este siglo. Existen evidencias de que sienten el dolor, pero hay pocos estudios sobre cómo disminuir su sufrimiento”, dice. Uno de los retos que enfrenta la ciencia del bienestar animal, dice Gonçalves de Freitas, reside en expandir sus dominios a especies que hoy en día no concitan demasiada atención entre los investigadores, ya sea porque no inspiran compasión a los humanos o porque no despiertan interés comercial.
Un libro publicado en la década de 1960 denunciaba el hacinamiento en los corrales del Reino Unido
En 1964, la activista británica Ruth Harrison abrió la caja de Pandora de la crueldad en la producción animal al publicar Animal machines. En dicho libro, de 186 páginas, denunciaba el inmenso contraste existente entre las granjas idílicas con sus establos cubiertos de líquenes y las vacas llamadas por sus nombres y los “destartalados” cobertizos que, para entonces, ya le aplicaban antibióticos y hormonas al ganado y lo hacinaban en corrales superpoblados para transformarlo en una mercadería. El libro tuvo un fuerte impacto. En junio de ese mismo año, el gobierno del Reino Unido convocó al profesor de zoología Francis William Rogers Brambell, de la Universidad de Bangor, para dirigir un equipo de investigadores que le diera una respuesta técnica a esta cuestión. Al final de cuentas, ¿el libro era una exageración o el sistema intensivo realmente estaba ocasionando sufrimiento a los animales?
En diciembre de 1965, el grupo, posteriormente denominado Comité Brambell, publicó un informe de 85 páginas en el que reconocía que los animales podían experimentar dolor físico y sentimientos tales como miedo, ira, recelo, frustración y placer. También hacía hincapié en la importancia de la independencia de movimientos del animal, definida en cinco tipos de “libertades”: volverse sobre sí mismo, asearse, pararse, echarse y estirar sus extremidades. Ante la falta de investigaciones al respecto, el comité propuso que los científicos orientaran sus estudios hacia el bienestar con el propósito de definir el término con mayor precisión y desarrollar índices y parámetros que permitieran evaluar y medir mejor las condiciones de vida de los animales, sobre todo aquellos que son criados con fines alimentarios. Se abría así la puerta de la ciencia del bienestar animal.
Los cursos brindan capacitación sobre principios éticos y gestión de la experimentación con animales
En 2017, el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico (CNPq) lanzó un pliego llamando a la presentación de propuestas para financiar cursos y ofrecer capacitación destinados a docentes, técnicos, veterinarios y estudiantes que trabajan en instalaciones donde se experimenta con animales. El grupo de la bióloga Patrícia Gama, directora del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad de São Paulo (ICB-USP) y coordinadora de la Red de Bioterios de la USP, tuvo un proyecto seleccionado en la convocatoria cuyo resultado fue la creación de un curso de extensión a distancia de capacitación en principios éticos y gestión al que asistieron más de 10.000 trabajadores. “Lo clasificamos como un curso de difusión, categoría en la que pudimos incluir a individuos sin una formación completa, ya que muchos empleados de los institutos de investigación no han completado la enseñanza media”, explica Gama, quien implementó el programa junto a Claudia Cabrera Mori, de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia de la USP y otro grupo de veterinarios que ya trabajaban en la institución.
En su primera edición, de 2018 a 2021, fueron seleccionadas 10.726 personas, de las cuales 6.418 concluyeron el curso. En la segunda tanda, de 2021 a 2022, hubo 7.914 seleccionados y 4.895 lo completaron. Frente al pedido del Concea para que la capacitación obligatoria se ampliara más allá de las ratas y los ratones, incluyendo el cuidado de otros animales como bovinos, aves y peces, a partir de marzo de 2023, el grupo de la USP incorporó un curso de principios éticos y de gestión incluyendo módulos separados para estas especies. Hasta enero de este año, 4.559 de los 10.813 inscritos ya habían completado el curso. “En la práctica, ya hemos empezado a ver cambios de comportamiento”, dice Gama. Según ella, la calidad de la formación y de las instalaciones ha llevado a que se utilicen menos animales en cada experimento científico, lo que también se ha visto reflejado en la difusión de los resultados.
Proyectos
1. El bienestar animal como valor agregado en las cadenas productivas de la ganadería (nº 23/12374-4); Modalidad Ayuda de Organización ‒ Reunión Científica; Investigador responsable Mateus José Rodrigues Paranhos da Costa (Unesp); Inversión R$ 96.605,44.
2. La estimulación táctil corporal y el bienestar de los peces: los efectos sobre la agresividad, las monoaminas cerebrales y el rendimiento productivo (nº 23/02306-1); Modalidad Ayuda de Investigación ‒ Regular; Investigadora responsable Eliane Gonçalves de Freitas (Unesp); Inversión R$ 273.424,42.
3. Nanopartículas de óxido de zinc como alimento funcional (nº 19/26042-8); Modalidad Proyecto Temático; Investigador responsable Helder Louvandini (USP); InversiónR$ 2.528.542,97.
4. Las consecuencias epigenéticas de la experiencia en el período precópula de machos porcinos sobre la cognición y la emocionalidad en lechones (nº 20/00826-0); Modalidad Ayuda de Investigación ‒ Sprint; Convenio Linköping University (LiU) Investigador responsable Adroaldo Jose Zanella (USP); Inversión R$ 32.630,38.
5. Sombreado mediante el empleo de paneles fotovoltaicos para el ganado bovino de corte. Un estudio del equilibrio térmico, la factibilidad económica y el impacto ambiental (nº 18/19148-1); Modalidad Ayuda de Investigación ‒ Programa de Investigaciones sobre Cambios Climáticos Globales; Investigador responsable Alex Sandro Campos Maia (Unesp); Inversión R$ 208.086,17.
6. La contribución del macho al desarrollo de fenotipos robustos y el rol mitigador del bienestar de las hembras porcinas (nº 18/01082-4); Modalidad Ayuda de Investigación ‒ Regular; Investigador responsable Adroaldo Jose Zanella (USP); Inversión R$ 222.973,53.
Artículos científicos
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