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CIENCIAS ATMOSFÉRICAS

El calentamiento global intensificó las lluvias torrenciales de este año en el nordeste brasileño y la ola de calor en el verano europeo

Estudios apuntan que los cambios climáticos provocados por el hombre potencian los eventos extremos

Una zona de la ciudad de Recife inundada por las lluvias de mayo de 2022

Clauber Cleber Caetano / PR

Nuevas evidencias científicas indican que los cambios climáticos provocados por el hombre desempeñan un papel importante en el aumento de la frecuencia y la intensidad de los llamados fenómenos extremos, tales como las intensas olas de calor o de frío y los episodios de concentración de precipitaciones o sequías prolongadas. Un estudio reciente en esta dirección, realizado por científicos de Brasil y del exterior, analizó las características de las lluvias torrenciales que, entre finales de mayo y principios de junio azotaron parte del Área Metropolitana de la ciudad de Recife y otras zonas en otros cuatro estados del nordeste brasileño. Según apunta el trabajo, este episodio de intensas precipitaciones, que ha causado al menos 133 muertes y ha dejado a 25.000 personas sin hogar, fue un 20 % más severo a causa del calentamiento global.

En su momento más crítico, del 27 al 28 de mayo, en menos de 24 horas cayeron más de 200 milímetros (mm) de lluvia sobre la capital del estado de Pernambuco y otras localidades vecinas. Ese volumen equivale al 70 % de las precipitaciones previstas para la región en todo el mes de mayo. Las lluvias muy superiores a la media y concentradas en un breve período de tiempo también afectaron parte de los estados de Sergipe, Alagoas, Rio Grande do Norte y Paraíba.

El calentamiento global es un fenómeno atribuido al aumento de la emisión de gases de efecto invernadero a partir de la Revolución Industrial. Compuestos tales como el dióxido de carbono (CO2) y el metano (CH4), que calientan la atmósfera terrestre, son producidos o el resultado, en gran medida, de las actividades humanas, vinculadas a la quema de combustibles fósiles y a los cambios en el uso y la cobertura del suelo. Desde mediados del siglo XIX, una época a la que se considera un hito de la era preindustrial, la concentración promedio de gases de efecto invernadero en la atmósfera terrestre ha aumentado casi un 60 % –de 270 a 420 partes por millón (ppm)– y la temperatura media del planeta ha subido 1,2 grados Celsius (º C). Al volverse más cálido y, por ende, con más energía, el clima global acelera toda una serie de procesos atmosféricos, incluyendo los eventos extremos.

Los resultados del estudio sobre las precipitaciones extremas en el nordeste brasileño se hicieron públicos a principios de julio, poco más de un mes después de haberse producido el fenómeno, bajo la forma de un informe técnico disponible en internet. “Si hubiésemos optado por redactar un artículo científico, solo hubiéramos podido divulgar las conclusiones del trabajo después de haberlo publicado en una revista que cuente con revisión por pares”, comenta el climatólogo Lincoln Muniz Alves, del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe), uno de los autores del estudio, que involucró a 23 científicos de Brasil, Europa y Estados Unidos. “Todo este proceso probablemente llevaría meses”.

Fabio ColombiniVegetación quemada en la Amazonia durante la gran sequía de 2015Fabio Colombini

Al optar por la elaboración de un informe técnico, los autores trataron de acortar el largo camino que normalmente debe recorrerse entre la información más técnica que aparece en las revistas científicas y la actuación de la sociedad y los poderes públicos a cargo de la toma de decisiones capaces de, al menos, mitigar los eventos extremos. “Las conclusiones de nuestro estudio son sólidas”, dijo la climatóloga india Mariam Zachariah, autora principal del trabajo sobre las precipitaciones en el nordeste, en una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP. “La metodología que empleamos para comprobar si el cambio climático potencia los fenómenos extremos ya ha sido publicada en revistas con revisión por pares y en la actualidad es ampliamente aceptada”.

La investigadora realiza una pasantía de posdoctorado en el Instituto Grantham del Imperial College de Londres, en el Reino Unido, que recientemente incorporó a su cuerpo docente a la climatóloga alemana Friederike Otto. Principal referente internacional en los estudios de atribución climática, tal como se denominan los trabajos que buscan cuantificar la posible influencia del cambio climático en fenómenos extremos específicos, Otto, quien también firma el trabajo sobre las lluvias en el nordeste, salió en octubre del año pasado de la Universidad de Oxford para recalar en el Imperial College.

En síntesis, la metodología empleada en los estudios que apuntan determinar si el cambio climático global potencia o hace más frecuentes los eventos extremos es la misma. Los científicos recogen datos sobre determinados fenómenos que se pretenden analizar, tales como las lluvias de mayo en el nordeste brasileño o la ola de calor actual del verano europeo, y caracterizan el clima, la geografía y otros aspectos de la región en la que se produjo el evento. A continuación, realizan cientos de simulaciones en computadora, en las cuales buscan determinar con qué intensidad y frecuencia un evento extremo como el que se estudia ocurriría en dos escenarios globales diferentes: en el mundo actual, con una tasa de concentración de gases de efecto invernadero del orden de 420 ppm y aproximadamente 1,2 ºC más cálido que en el siglo XIX; y en las condiciones preindustriales, cuando la influencia humana sobre el clima prácticamente no existía, la temperatura global era menor y la tasa de gases de efecto invernadero era de 270 ppm.

Si el evento extremo simulado se vuelve más intenso y recurrente en las condiciones actuales que en las del pasado preindustrial, los investigadores interpretan este resultado como una evidencia de que las alteraciones climáticas actuales, inducidas por las actividades humanas, acentúan este fenómeno. “Una parte esencial de este tipo de estudios consiste en cuantificar la incidencia del cambio climático en la materialización de un fenómeno extremo determinado”, explica Zachariah.

NCEO / University of LeicesterEl mapa muestra las temperaturas máximas registradas en las islas británicas en el pico de la ola de calorNCEO / University of Leicester

Para minimizar el riesgo de error en las simulaciones y comprobar la consistencia de los resultados, los investigadores ponen a prueba los escenarios en varios modelos climáticos, los mismos en los que se basan gran parte de las conclusiones y proyecciones del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC). “En nuestro país no disponemos de una estructura computacional capaz de realizar estas simulaciones para los estudios de atribución del clima”, dice Lincoln Alves. “Es por ello que hemos realizado colaboraciones con los británicos, que son más fuertes en esta área”.

Una investigación publicada a principios del año pasado por el sitio web británico CarbonBrief, especializado en la cobertura de la ciencia y la política del clima, enumeró más de 350 estudios de atribución climática publicados en la literatura científica. Según expresa la página, en el 80 % de los trabajos realizados en los últimos 10 años se determinó alguna influencia antrópica en la periodicidad o intensidad de los eventos extremos (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 307).

Un estudio más reciente, que no figura en ese trabajo, salió publicado en octubre del año pasado en la revista científica Climate Resilience and Sustainability. De acuerdo con esa investigación, llevada a cabo por científicos brasileños y del exterior, los cambios climáticos cuadruplicaron los riesgos de que se produzcan grandes sequías en la Amazonia, en sintonía con la ocurrida entre 2015 y 2016, considerada la más severa de las últimas décadas. En este período, las lluvias en la región, particularmente en el nordeste de la Amazonia, fueron notablemente inferiores a lo esperado.

“El fenómeno conocido como El Niño [que se caracteriza por un calentamiento anormal de las aguas superficiales de la región tropical del océano Pacífico] fue de gran intensidad, y esto afecta  los niveles de precipitaciones en varias regiones del planeta, incluso en la Amazonia”, dice la bióloga Liana Anderson, del Centro Nacional de Monitoreo y Alertas de Desastres Naturales (Cemaden), una de las autoras del estudio, junto a Lincoln Alves. En ese período, la disminución de las precipitaciones provocó la muerte de unos 2.500 millones de árboles en una superficie equivalente a tan solo el 1 % de la mayor selva tropical del planeta. Al margen de la disminución de la capacidad de la selva para realizar la fotosíntesis y, en consecuencia, extraer CO2 de la atmósfera, los árboles que murieron debido a la sequía extrema liberarán carbono a la atmósfera durante dos décadas a través del proceso de descomposición. Estos dos impactos contribuyen a un aumento del efecto invernadero. “De este modo, los eventos extremos pueden retroalimentar el cambio climático, lo que genera un círculo vicioso”, comenta Anderson.

Carl Court / Getty ImagesLos bomberos intentan combatir un incendio en Londres el 19 de julio, cuando el termómetro en el Reino Unido marcó 40,3 ºCCarl Court / Getty Images

Ola de calor
Los fenómenos meteorológicos superlativos, que trascienden por completo el patrón rutinario previsto por la ciencia siempre existieron. Pero hasta hace poco tiempo, las olas de calor o frío intensas y los episodios de lluvias o sequías a gran escala eran vistos como raras excepciones a la regla, que solamente o principalmente eran el resultado de variaciones naturales en la dinámica del clima. Hoy en día ya no es así. Según el último informe del IPCC, las olas de calor extremo que antes del siglo XX se producían una vez cada 100 años, cuando la influencia antrópica en el clima era insignificante, ahora son 4,8 veces más frecuentes y 1,2 ºC más cálidas.

Todavía no ha habido tiempo de realizar un estudio específico sobre el eventual papel del aumento en la concentración de gases de efecto invernadero en la actual ola de calor que provoca incendios, muertes y récords de temperaturas máximas durante el verano europeo, como los 40,3 ºC del 19 de julio en la capital británica. Pero si un trabajo reciente sirve de parámetro, las perspectivas no son alentadoras. Un estudio realizado en 2020, encabezado por el climatólogo francés Robert Vautard, del Instituto Pierre-Simon Laplace, analizó las dos olas de calor que azotaron el continente europeo en el verano de 2019, con temperaturas superiores a los 46 ºC en Francia, y arribó a la conclusión de que los cambios climáticos hacen que estos eventos sean mucho más frecuentes y exacerbados.

Con los niveles actuales de CO2 en la atmósfera, el principal de los gases que ocasionan el aumento de la temperatura media del planeta, dichos eventos tienden a ser entre 1,5 ºC y 3 º C más cálidos que antes de la Revolución Industrial y se producen a intervalos que van de 50 a 150 años en Francia y Holanda. Sin estos cambios climáticos, las olas de calor tan extremas solo se producirían cada mil años, según el artículo, publicado en la revista científica Environmental Research Letters.

“Esta es la nueva normalidad. Las olas de calor se volverán más frecuentes debido al cambio climático. Este vínculo ha sido demostrado cabalmente por el IPCC [en su último informe]”, dijo en una conferencia de prensa, el 19 de julio, el meteorólogo finlandés Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial (WMO), después de haberse registrado el nuevo récord histórico de temperatura máxima en el Reino Unido. “Hemos insuflado tanto dióxido de carbono a la atmósfera que la tendencia negativa se mantendrá por décadas. No hemos logrado reducir nuestras emisiones globales. Espero que esto sea una advertencia para los gobiernos y que tenga un impacto en los comportamientos electorales de los países democráticos”.

Artículos científicos
ZACHARIAH, M. et al. Climate change increased heavy rainfall, hitting vulnerable communities in Eastern Northeast Brazil. Online. 5 jul. 2022.
RIBEIRO NETO, G. G. et al. Attributing the 2015/2016 Amazon basin drought to anthropogenic influence. Climate Resilience and Sustainability. 30 oct. 2021.
VAUTARD. R. et al. Human contribution to the record-breaking June and July 2019 heatwaves in Western Europe. Environmental Research Letters. 28 ago. 2020.

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