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Instituto Butantan – 120 Años

En metamorfosis constante

Los descubrimientos científicos se suman al estricto control de calidad en la producción de sueros y vacunas

La colección de la revista Memórias do Instituto Butantan, encuadernada en cuero de serpiente

Léo Ramos Chaves

En enero de 1916, Vital Brazil (1865-1950) estaba de visita en Nueva York, Estados Unidos, para asistir a un congreso científico, cuando lo llamaron para atender a un empleado del zoológico del Bronx que había sido picado por una serpiente de cascabel y no mejoraba con otros tratamientos. El médico brasileño le suministró el suero que llevaba consigo y el hombre mejoró en pocas horas. El episodio salió publicado en el New York Times y le granjeó repercusión internacional al instituto que el facultativo de Minas Gerais dirigía desde hacía 15 años.

El origen del instituto es un poco más antiguo. Durante el brote de peste bubónica de 1899 en el municipio de Santos, el médico paulista Emílio Ribas (1862-1925), director del Servicio Sanitario del Estado de São Paulo, se dio cuenta de que el brote podía extenderse y, de hecho, poco después llegó a la ciudad de Río de Janeiro (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 294). Por eso sería necesario producir un suero contra la peste para no depender de las escasas importaciones. La gobernación paulista aceptó sus argumentos, adquirió la finca Butantan, en la zona oeste de la capital paulista, e instaló una planta de producción, inicialmente como un anexo del Instituto Bacteriológico, el actual Instituto Adolfo Lutz. El laboratorio adquirió su autonomía en 1901, bajo el nombre de Instituto Sueroterapéutico y, en 1928, fue renombrado oficialmente como Instituto Butantan, tal como se le llamaba desde el principio.

“El Butantan, al igual que el Instituto Oswaldo Cruz de Río de Janeiro, nació bajo la inspiración del Instituto Pasteur francés y forma parte del plan de control epidemiológico del estado de São Paulo elaborado por Emílio Ribas, que incluyó al Instituto Bacteriológico y al Vacunológico, asimilado por el Butantan en 1926”, relata el médico sanitarista Nelson Ibañez, coordinador del Laboratorio Especial de Historia de la Ciencia del instituto.

El sanitarista Vital Brazil Mineiro da Campanha, graduado en medicina en Río de Janeiro, participó en la lucha contra la peste bubónica como empleado del Instituto Bacteriológico. Al asumir como primer director del Butantan, en 1901, amplió la producción de sueros. Con la ayuda del médico y zoólogo carioca Adolfo Lutz (1855-1940), realizó los primeros experimentos con venenos de serpientes, que había comenzado a estudiar cuatro años antes, y produjo las primeras ampollas del suero contra las ponzoñas de la yarará y de la serpiente de cascabel. A comienzos del siglo XX, debido a la tala de los bosques y a la expansión de la agricultura, en el estado de São Paulo morían unas 3 mil personas al año por picaduras de ofidios. Vital Brazil también fundó una escuela para la alfabetización de niños y adultos, realizó campañas públicas para que los pobladores rurales tomaran recaudos contra los animales venenosos, a los que igualmente había que proteger para evitar que se propagaran los roedores, e inventó una caja de madera segura para que los agricultores le enviaran serpientes vía ferrocarril, y a cambio él les mandaba sueros.

El pionero del tratamiento contra las picaduras de serpientes fue el médico portugués Otto Wucherer (1820-1874), quien vivía en Salvador, la capital de Bahía, y que escribió un artículo sobre el tema en la Gazeta Médica da Bahia, en 1867. Vital Brazil fue más allá y realizó un descubrimiento importante: en 1901, arribó a la conclusión de que cada suero neutralizaba tan solo el veneno de un género taxonómico de serpientes, a diferencia de lo que sostenían los científicos del Instituto Pasteur, de Francia, para quienes los sueros servían contra cualquier veneno. En 1911, publicó el libro intitulado A defesa contra o ofidismo, que incluía descripciones de serpientes brasileñas y medidas de prevención y tratamiento contra el envenenamiento (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 180).

Su primera gestión al frente del instituto concluyó en 1919, cuando, disgustado por las dificultades para mantener y contratar empleados debido a lo exiguo de los sueldos, aceptó la invitación del gobierno de Río de Janeiro para crear en la capital fluminense el Instituto de Higiene, Sueroterapia y Veterinaria, pronto bautizado como Instituto Vital Brazil y que, años más tarde, se transformó en un instituto privado. El médico regresó a São Paulo en 1924 y dirigió el Butantan durante otros tres años.

Los directores del instituto paulista no cumplían solo tareas administrativas, sino que también salían al campo. Antes de ocupar el cargo que dejó Vital Brazil en 1919, el médico bahiano Artur Neiva (1880-1943) había participado en una expedición de nueve meses por el interior de los estados de Bahía, Pernambuco, Goiás y Piauí, junto a investigadores del Instituto Oswaldo Cruz, para estudiar la flora, la fauna, las enfermedades y las condiciones de vida de las poblaciones. El médico paraense Afrânio do Amaral (1894-1982), sucesor de Neiva, coordinó en 1920 la primera expedición a Ilha da Queimada Grande, isla ocupada por dos especies de serpientes, una de las cuales es la llamada lanza dorada –jararaca-ilhoa en Brasil– (Bothrops insularis), endémica del lugar. Do Amaral describió la especie, desconocida para los científicos, estudió su veneno y regresó a la isla en siete ocasiones.

En 1948, el gobernador de São Paulo, Adhemar de Barros (1947-1951), decidió la intervención del Instituto Butantan y redujo las investigaciones sin relación directa con la producción de sueros antiofídicos. El director del instituto, Eduardo Vaz (1947-1951) despidió a investigadores de las áreas de química y endocrinología. Las cesantías movilizaron a otros científicos del estado paulista y fueron uno de los motivos que condujeron a la creación de la Sociedad Brasileña para el Progreso de la Ciencia, la SBPC (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 269).

Al asumir como director del instituto, en 1983, el biólogo francés Willy Beçak modernizó las redes eléctrica y telefónica, así como las técnicas de producción de sueros y vacunas. El biólogo Giuseppe Puorto, contratado en 1971 como pasante y luego como asistente de investigación, quien actualmente es el director del Centro de Desarrollo Cultural y del Museo Biológico, solía espiar la sala de purificación de sueros cuando se dirigía a su laboratorio de extracción de venenos. “Los técnicos, sin guantes ni botas, dejaban las botellas en el suelo, con un embudo y un papel filtrante, y ahí filtraban el suero”, sostuvo. “En 1974, tuve que inocularme el suero por primera vez, luego de un accidente ocurrido en el laboratorio, y me generó una alergia severa, pues su pureza no era buena”.

Para mejorar la producción de sueros y vacunas, Beçak contrató a comienzos de la década de 1980 al médico y bioquímico Isaias Raw, recién llegado tras pasar 10 años en Estados Unidos (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 113). “Descubrí que los sueros no funcionaban”, relata Raw en una declaración para el libro Ciência para o Brasil – 70 anos da Sociedade Brasileira para o Progresso da Ciência (SBPC), publicado en 2019. “Inmediatamente me autorizaron a contratar a 24 personas para el laboratorio. Eran nuevos doctores que aprendieron a ensamblar la investigación con la producción. Así fue como pude revalorizar al personal de producción y montamos un grupo fuerte”, añadió, lamentando el cierre por reformas, en 2010, de las líneas de producción de vacunas contra la tos ferina, la difteria y otras que él había implementado. “Pasamos a depender totalmente de las multinacionales”.

“El equipo del centro de biotecnología, creado por Isaias Raw, logró que la producción de sueros y vacunas dejara de ser un proceso artesanal para convertirse en un sistema cerrado, con el debido control de calidad”, comenta la química Luciana Cerqueira Leite, quien trabajó con Raw durante 30 años. “Él también investigó nuevos adyuvantes, que refuerzan la acción de las vacunas, y acordó la transferencia de tecnología para la producción de las vacunas de la gripe con Sanofi y del dengue con los NIH [los Institutos Nacionales de Salud, de Estados Unidos]”. El médico e inmunólogo Jorge Kalil, director del instituto entre 2011 y 2017, llevó a cabo otra reforma importante en las líneas de producción y consolidó los equipos de ingeniería (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 240).

También participó Puorto en esta nueva modernización, perfeccionando, en primera instancia, la extracción de venenos de serpientes. Ideó una caja de madera inclinada con un vidrio frontal para evitar que el técnico aspirase las partículas del veneno luego del secado, un procedimiento que hoy en día se realiza en gabinetes amplios y seguros. “También diseñé una mesa anatómica de tres peldaños, para el cuerpo de la serpiente, que así ya no debería sujetársela con el brazo”, relata. “Cuando el equipo de carpintería trajo la mesa, cinco años después, ya ni lo recordaba. Ahora la mesa es de acero inoxidable”.

En 2005, poco después de crear el Núcleo Educativo del Museo Biológico, Puorto atendió una llamada telefónica de una docente que preguntaba si el instituto tenía alguna actividad sobre la metamorfosis de las mariposas para los niños de preescolar. “No la tenemos, pero vamos a crearla y usted podrá traer a sus alumnos”, le respondió. Con su equipo, programó una actividad para presentarles la metamorfosis en forma lúdica: los niños ingresaban a un capullo hecho de caña de bambú y ellos mismos se transformaban, emergiendo con alas de cartón. Esta es una de las actividades previstas en el Parque de Ciencias Butantan, un proyecto que se pondrá en marcha cuando amaine la pandemia, con el propósito de integrar las actividades culturales del instituto.

Artículo científico
WUCHERER, Otto. Sobre a mordedura das cobras venenosas e seu tratamento. Gazeta Médica da Bahía. v. 21, p. 241-3. 1867.

Libro
NADER, H. B.; BOLZANI, V.; FERREIRA, J. R. (comp.). Ciência para o Brasil – 70 anos da Sociedade Brasileira para o Progresso da Ciência (SBPC). São Paulo: SBP/FAPESP, 2019.

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