Bucear a más de 200 metros (m) de profundidad en el Pacífico puede provocar encuentros memorables. Uno de ellos ocurrió con un calamar de 2 m de largo y 65 kilos, moteado con puntos azules. El dosidicus gigas es uno de los mayores calamares del mundo, que vive entre Chile y los Estados Unidos. En sus tentáculos, brazos y cabeza tiene una profusión de fotóforos, estructuras que emiten luz. En general, estos animales van del anzuelo a la sartén sin que nadie note su brillo. Los fotóforos sólo fueron descubiertos cuando se le enviaron muestras de tejido a la parasitóloga Karin Lohrmann de la Universidad Católica del Norte, en Chile, para comprobar si los gránulos calados en la carne eran nocivos. La investigadora reconoció a los gránulos como fotóforos y su descripción en la revista científica llamó la atención del químico Anderson Garbuglio de Oliveira, del Instituto Oceanográfico de la USP (IO-USP). Hace tres años él y su equipo estudiaron muestras del calamar y ahora aislaron las sustancias implicadas en la bioluminiscencia: el sustrato dehidrocelenterazina y la enzima simplectina (Photochemistry and Photobiology, 8 de abril). Gabriela Galeazzo, estudiante del IO-USP, está intentando insertar los genes que codifican la producción de las dos sustancias en células de bacterias, hongos o mamíferos para dominar la producción de los compuestos en el laboratorio.
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Gigantes con brillo propio
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El buzo y los dos calamares dosidicus gigas, en el Mar de Cortés, México
Carrie Vonderhaar /Ocean Futures Society/ Getty Images