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Buenas prácticas

La amenaza de las revistas depredadoras en medio de la pandemia

Si bien son raras, las publicaciones sobre el covid-19 en periódicos científicos fraudulentos suscitan alarma

BNA Photographic/ Alamy/ Fotoarena

Las revistas científicas depredadoras, aquellas que publican artículos científicos a cambio de dinero sin revisar su calidad, continúan estando activas durante la pandemia y ya hay evidencias de que están divulgando investigaciones fraudulentas o inconsistentes sobre el covid-19. En Europa se ha registrado un caso grave, en el cual dos estudiantes de doctorado lograron poner en evidencia las prácticas fraudulentas del Asian Journal of Medicine and Health, un periódico científico de la India. El biólogo molecular Mathieu Rebeaud, alumno de la Universidad de Lausana, en Suiza, y Florian Cova, quien cursa un doctorado en filosofía en el Instituto Jean Nicod, en Francia, enviaron un artículo a la revista cuyo contenido era absurdo, el cual fue publicado ni bien se abonó la tasa solicitada. Las pistas de que el paper era un disparate ya quedaban manifiestas en su título –“El Sars-CoV-2 fue inesperadamente más mortal que los monopatines: ¿Podría ser la hidroxicloroquina la única solución?”– y también se las podía hallar en cualquier otro de los tramos del texto. Por ejemplo, Cova declaraba estar afiliado a un inexistente Instituto para la Ciencia Rápida y Sucia, y la firma de uno de los autores, Manis Javanica, que es el nombre científico del pangolín, un pequeño mamífero asiático que se supone que podría haber sido el hospedante del nuevo coronavirus, habiéndoselo transmitido posteriormente a los seres humanos en China. Otro de los autores, Nemo Makron, combinaba el apellido del presidente francés con el nombre de su mascota familiar, un perro de la raza labrador.

Ese sería solamente otro más de los casos de mala conducta flagrante practicada por las revistas depredadoras si el periódico científico en cuestión no estuviera en el centro de una polémica en Francia que envuelve a la eficacia de la hidroxicloroquina, un fármaco que se utiliza contra el paludismo y que, sumado al antibiótico denominado azitromicina, algunos médicos emplearon contra el covid-19. A mediados de julio, el periódico indio publicó los resultados de un estudio realizado con 88 pacientes en un hospital francés, según el cual el uso de ese antibiótico o su combinación con la hidroxicloroquina impactaron favorablemente, generando una buena evolución en casos leves de la enfermedad. El artículo estaba firmado por un médico, Pierre Levy, y siete militantes del colectivo Dejen que los Médicos Prescriban, que aboga por el uso de la hidroxicloroquina en Francia a pesar de que su eficacia no está comprobada. En la lista de autores figuraba incluso la psiquiatra y activista Martine Wonner, diputada del Parlamento francés.

El artículo recibió muchas críticas luego de su publicación. El Instituto de Epidemiología y Salud Pública Pierre Louis (Iplesp), vinculado a la Universidad de la Sorbona, donde Levy trabaja, descalificó los resultados. Informó que el estudio tenía errores de análisis y que no todos los pacientes fueron testeados para la detección del covid-19. “Ese artículo publicado en un periódico depredador no permite deducir que la azitromicina prescrita sola o en conjunto con hidroxicloroquina tenga algún impacto favorable en el tratamiento del covid-19”, expresa una nota publicada en la página del instituto en internet.

La idea de dejar en evidencia los vicios del periódico científico indio surgió cuando los representantes del colectivo Dejen que los Médicos Prescriban dijeron que el trabajo había sido publicado en una revista “tan seria como The Lancet”, en referencia a una de las publicaciones médicas más prestigiosas del mundo, fundada en 1823. “Resolvimos demostrar que la publicación no es para nada seria y que acepta publicar cualquier cosa por dinero”, declaró el doctorando Florian Cova al sitio web Retraction Watch. “Nuestro objetivo era llamar la atención al respecto de los periódicos científicos depredadores, así como sobre los investigadores que recurren a esas revistas para hacerle creer al público que sus estudios son serios”, añadió Mathieu Rebeaud. El artículo de los monopatines fue retractado por la revista luego del escándalo que suscitó, pero el de la azitromicina y la hidroxicloroquina no.

Aunque son raros, los artículos sobre el covid-19 en las revistas depredadoras tienen el potencial de causar estragos. Un estudio publicado por el científico de la computación Walter Scheirer en la edición de julio del Bulletin of the Atomic Scientists recopiló ejemplos de trabajos científicos de mala calidad sobre el nuevo coronavirus que generaron problemas. Uno de ellos fue un artículo divulgado en julio en el periódico indio Acta Scientific Microbiology que propugnaba la eficacia de un aerosol oral utilizado en pacientes inmunodeprimidos para aliviar los síntomas del nuevo coronavirus. El texto, firmado por el propietario de la empresa que fabrica ese spray, el médico Pawan Saharan, no presenta ningún resultado de ensayos clínicos con el producto en pacientes con covid-19, pero afirma categóricamente que sus nanopéptidos extraídos del calostro vacuno son capaces de bloquear el ingreso de virus en las células. El trabajo muestra en su metodología una serie de imágenes de laboratorio, pero las mismas no pertenecen al autor. Son imágenes copiadas en internet, de fuentes dispares y no acreditadas. “El origen de esas imágenes puede rastrearse fácilmente empleando la herramienta de búsqueda inversa de imágenes de Google”, escribió Scheirer, investigador de la Universidad de Notre Dame en la ciudad estadounidense de South Bend. “Para los científicos entrenados resulta fácil desechar trabajos falsos hallados en periódicos científicos depredadores, pero para los legos no es tan fácil distinguir entre hallazgos reales y otros fraudulentos”.

Según Cabell International, una empresa estadounidense que monitorea periódicos depredadores, actualmente hay 41 revistas del área de epidemiología y 36 de virología cuyas prácticas editoriales atentan contra la integridad científica. Estas constituyen una pequeña fracción dentro de un universo que abarca 13 mil publicaciones en funcionamiento con actividades sospechosas, pero existe el riesgo de que aparezcan otras en el marco de la pandemia. “Las editoriales depredadoras son muy hábiles para detectar y seguir las nuevas tendencias”, dijo Simon Linacre, el director de Cabell, a la revista Nature Index. “Algunas podrían intentar sacar rédito de la pandemia del coronavirus para crear nuevos periódicos científicos que publiquen la enorme producción de nuevos artículos sobre el tema”, afirmó. Según él, recurren a diversos artificios para aparentar que son publicaciones serias. En la lista de Cabell, el 40% de las revistas posee un ISSN, una identificación internacional normalizada y aceptada, y en muchos casos, ese número es falso. De igual forma, el 41% informa contar con sede en Estados Unidos, pero también utilizan direcciones inexistentes y operan en otros países.

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