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UFRJ – 100 AÑOS

La fortaleza de las ciencias biológicas

La producción científica sobresale en diversas áreas de la universidad, desde las más básicas hasta las aplicadas

Neuronas humanas producidas en laboratorio por un equipo científico de la UFRJ

Rodrigo Madeiro/ IDOR

“En la universidad se enseña porque se investiga”. El lema del médico Carlos Chagas Filho (1910-2000), hijo del sanitarista Carlos Chagas (1878-1934), sigue vigente en el Instituto de Biofísica de la UFRJ, fundado por él en 1945. Dicho instituto, uno de los pilares del área de biología y salud de la universidad, también surgió en el campus de Praia Vermelha en la década de 1940, y después fue trasladado a la Ciudad Universitaria en la isla del Fundão, a orillas de la bahía de Guanabara, en la primera mitad de los años 1970.

A lo largo de decenios, se formaron allí personalidades y grupos de investigación de las más variadas áreas de la biología y de la salud que dieron continuidad a la labor de los científicos pioneros. Este artículo menciona a grandes rasgos solamente a algunos de ellos. El neurocientífico Roberto Lent, del Instituto de Ciencias Biomédicas (ICB), estudia desde hace casi 40 años la formación y reorganización de las conexiones entre las áreas del cerebro y es un referente en trabajos sobre el recuento de neuronas. Los estudios neurológicos constituyen una de las áreas destacadas en la UFRJ. “En uno de esos trabajos demostramos que la pérdida de la memoria y otras alteraciones neurológicas se producen a partir de mecanismos idénticos a aquellos que causan trastornos similares a los del alzhéimer”, dice el bioquímico Sergio Teixeira Ferreira, del Instituto de Biofísica Carlos Chagas Filho (IBCCF), tal como es su denominación actual.

Experimentos realizados en la UFRJ también han apuntado que el virus del Zika puede infectar y reproducirse en los tejidos cerebrales de personas adultas, produciendo nuevas partículas virales capaces de infectar a otras células nerviosas. Este trabajo amplió el conocimiento sobre el alcance del virus. Antes de este hallazgo, los investigadores pensaban que las neuronas maduras eran resistentes a la infección. En estudios previos, el patógeno solamente se había detectado en las neuronas en formación o inmaduras, en los cerebros en desarrollo, como en el caso de los embriones, causando microcefalia y otras malformaciones neurológicas. Desde el punto de vista de la salud pública, estos resultados indicaron que, aparte de los recién nacidos y las embarazadas, es necesario monitorear si los adultos están infectados con el virus.

El grupo de Fernanda De Felice, del Instituto de Bioquímica Médica (IBqM), a menudo en forma conjunta con el laboratorio de Teixeira Ferreira, contribuyó a la comprensión de la enfermedad de Alzheimer. A comienzos del año pasado, la neurocientífica le presentó a la comunidad científica un estudio que vinculaba la actividad física con la formación de la memoria y la protección de las neuronas a los efectos tóxicos de los compuestos asociados al origen del alzhéimer. La conexión que se detectó recae en la hormona denominada irisina, liberada por los músculos durante la práctica de ejercicios físicos. “Nuestros estudios, incluyendo el del descubrimiento de la irisina, muestran la importancia de un estilo de vida sano, mediante la práctica de ejercicios físicos y una alimentación adecuada, para la preservación de la salud del cerebro, especialmente en el contexto del alzhéimer”, dice la investigadora. El mal de Alzheimer, una enfermedad que afecta a alrededor de 35 millones de personas en todo el mundo, lleva la impronta de una profunda pérdida de la memoria.

En el Instituto de Biología, una de las 26 unidades académicas del Centro de Ciencias de la Salud de la UFRJ, los avances científicos también se acumulan a lo largo del tiempo. Al frente del Laboratorio de Virología Molecular, por ejemplo, el médico Amílcar Tanuri sobresale como uno de los principales referentes brasileños del área. Uno de los grandes expertos en VIH, tanto en términos de diversidad genética como en cuanto a la resistencia que el virus de sida presenta a las más diversas drogas, Tanuri lidera las investigaciones tendientes a entender las respuestas inmunológicas desencadenadas en pacientes brasileños a la infección por el nuevo coronavirus.

Otros grupos de investigación ocupan espacios destacados en el ámbito de la genética, la psiquiatría –como los estudios que discurren sobre el psicoanálisis y la filosofía de Joel Birman, del Instituto de Psicología– y de la farmacología. En este último caso, despunta el trabajo en química médica del grupo de Eliezer Barreiro. En el área de la morfología y microscopía electrónica, Wanderley de Souza es un referente importante, al igual que Jerson Lima da Silva y Débora Foguel en el campo de la biología estructural y ovillados de proteínas.

Los estudios con células madre realizados en el laboratorio del biólogo Stevens Rehen, investigador del ICB y colaborador del Instituto D’Or de Investigación y Educación (Idor), han tenido igualmente una amplia repercusión. Rehen produce neuroesferas y orgánulos cerebrales que se utilizan para estudiar cómo afectan el desarrollo cerebral las infecciones causadas por virus o ciertos compuestos. En un artículo que salió publicado en marzo de 2020 en la revista PLOS Neglected Tropical Diseases, su equipo estableció, por ejemplo, que la saxitoxina, una neurotoxina producida por una cianobacteria que se encuentra en el agua contaminada, intensifica los daños causados por el virus del Zika sobre el tejido cerebral. Otra línea de investigación se refiere a las sustancias denominadas psicodélicas, como es el caso de la ayahuasca, drogas que alteran la percepción de la realidad y las emociones, provocando una sensación de bienestar. “En los últimos años hemos venido trabajando en la caracterización molecular de los efectos psicodélicos sobre el tejido neuronal humano con la mira puesta en aplicaciones terapéuticas”, explica Rehen.

Las ciencias biológicas de la UFRJ se han convertido en el hogar académico de científicos de múltiples perfiles. El médico Leopoldo de Meis (1938-2014), nacido en Italia y naturalizado brasileño, con sus estudios sobre bioquímica y metabolismo y un apasionado por fusionar arte, ciencia y divulgación científica, fue uno de los nombres más destacados que hicieron carrera en la universidad. También llegó del exterior el croata Radovan Borojevic, actualmente con 79 años, quien inició sus estudios en Zagreb, pero se graduó como biólogo en la Universidad de Estrasburgo, en Francia, país del cual también es ciudadano y hacia donde emigró de joven. Más tarde se radicó en Brasil y tuvo un paso por instituciones del nordeste del país antes de afincarse en la capital fluminense. Experto en terapias celulares y medicina regenerativa, Borojevic comenzó a trabajar en el Instituto de Química a principios de la década de 1980. “En aquella época, las condiciones laborales eran excelentes. Había ayudado a establecer un programa de cooperación entre la universidad y el Instituto Pasteur de Lyon, y pasaba algunos meses en Francia y otros en Río”, recuerda el biólogo, hoy en día profesor emérito de la UFRJ. “Me resultaba más fácil trabajar en Fundão que en el Pasteur. Esa fue una de las razones que me impulsaron a concursar como docente y establecerme en la universidad”.

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