La capacidad de volar de las aves parece ser incompatible con la de atacar y defenderse utilizando sus espolones, unas protuberancias óseas que les crecen permanentemente en la base de sus patas o delante de las alas. “Probablemente los espolones se fueron perdiendo a causa del vuelo”, concluye el biólogo Alexandre Palaoro, un experto en combate animal, quien realiza una pasantía posdoctoral en la Universidad Clemson, en Carolina del Sur (EE. UU.). Según el investigador, las estructuras utilizadas para luchar son pesadas y elevarían el consumo energético durante el vuelo, ya de por sí una actividad bastante costosa. Palaoro y el biólogo João Menezes, actualmente en la Universidad de Massachusetts en Amherst (EE. UU.), buscaron espolones en descripciones de 9.993 especies de aves, analizadas mediante modelado matemático y pruebas evolutivas, y las hallaron en 171 de ellas: 118 exhiben esas protuberancias en sus patas y 53 en sus alas (Ecology Letters, 24 de febrero). La conclusión indicó que las especies que habitualmente vuelan largos trayectos, como las que pertenecen al orden de los paseriformes, no suelen tener espolones. “Entre las especies vivas, aquellas que poseen espolones suelen practicar vuelos breves y ocasionales”, dice Menezes. En Brasil, ese es el caso del tero (Vanellus chilensis) y de la jacana común (Jacana jacana), cuyos espolones discretos en la punta de las alas parecen ser más un adorno que un armamento.
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