Durante dos años, la bióloga Ana Carolina Srbek-Araujo y sus colegas recorrieron un trecho del Bosque Atlántico del estado de Espíritu Santo a pie o en bicicleta en busca de algo poco usual: excrementos de jaguares (Panthera onca). La recolección del material es el modo más sencillo y menos invasivo de obtener información sobre el mayor felino del continente, cuya área de existencia en América se ve muy reducida a causa de la deforestación. En el Bosque Atlántico, menos del 3% del área forestal original todavía alberga a esos animales. Como parte de su doctorado, Srbek-Araujo, actualmente profesora en la Universidad Vila Velha, en Espírito Santo, recogió muestras de heces de jaguar en la Reserva Natural Vale, que preserva casi 23 mil hectáreas de remanentes de Bosque Atlántico entre los municipios de Linhares y Jaguaré . El ADN extraído de los excrementos apuntó que allí viven al menos 11 jaguares, un poco más que los nueve que habían sido documentadas por medio de trampas fotográficas. El resultado más destacado de este trabajo fue identificar una pérdida de variabilidad genética en la población, además de secuencias génicas exclusivas de allí, indicios de aislamiento prolongado en relación con las poblaciones de jaguares de otras áreas (Journal of Mammalogy, 3 de abril). Los autores del estudio, coordinado por el genetista Eduardo Eizirik, de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul, sugieren el manejo de esa población ante la imposibilidad de restaurar el bosque suficientemente como para garantizar la movilidad de los felinos. Las acciones involucrarían el traslado de los felinos y la reproducción asistida abarcando poblaciones de otras áreas de la Bosque Atlántico.
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