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ANTROPOLOGÍA

Mapas ayudan a reconocer tierras indígenas y de antiguos palenques en Brasil

La cartografía histórica, el relevamiento participativo y otras iniciativas constituyen recursos en la pugna por la demarcación de los territorios

Biblioteca Digital de Cartografía Histórica de la USPDetalle de la carta Praefecturae de Paraiba et Rio Grande, obra del naturalista alemán Georg Marcgraf (1610-1644), elaborada hacia 1640, que muestra una tropa de indígenas al mando de un militar holandésBiblioteca Digital de Cartografía Histórica de la USP

Al reconocer los derechos de los pueblos indígenas sobre las tierras que habitan, la Constitución Federal de Brasil de 1988 alentó los procesos de demarcación y delimitación de territorios, que siguen llevándose adelante hasta los días actuales. En todas las regiones del país, las reivindicaciones han generado múltiples informes, dictámenes y reglas, elaborados por los grupos técnicos (GT) que realizan los estudios etnohistóricos, antropológicos, ambientales y cartográficos que requiere la legislación. En cada una de estas iniciativas aparece un elemento en común: los mapas.

En el curso de los trabajos, los antropólogos, cartógrafos, gestores ambientales e historiadores que integran los GT recurren a mapas de diversa naturaleza. Hay representaciones oficiales que datan del período colonial, del Imperio y de la República. Existen dibujos hechos a mano alzada por los habitantes o producidos con la ayuda de sistemas de navegación por satélite, como el GPS, y aplicaciones. Otros son transposiciones de relatos orales o han sido recuperados de descripciones antiguas. En el transcurso de dos décadas trabajando con la regularización de los títulos de propiedad, el antropólogo Estêvão Palitot, de la Universidad Federal de Paraíba (UFPB), acumuló una colección de mapas que materializan la diversidad de formas de cartografía necesarias para que las naciones indígenas pudieran recuperar sus tierras e identidades.

Tras recopilar estos y otros documentos, Palitot y una colega suya, la antropóloga Lara Erendira Almeida de Andrade, doctora por la Universidad Federal de Pernambuco (UFPE) y con un posdoctorado en curso en el Instituto Nacional de Investigación Científica de Canadá, crearon el sitio web Atlas Indígena de Pernambuco. Ella comenta que, gracias a su experiencia como productora cultural en la ciudad de Recife, vio en el material una oportunidad para poner la documentación a disposición del público. “Decidimos emplear un lenguaje coloquial, con textos breves acompañando cada mapa, y una herramienta de búsqueda para que los visitantes puedan navegar entre ellos”, dice. El primer conjunto de documentos, con 23 textos, se encuentra disponible desde el mes de enero.

El Atlas expone la multiplicidad de procesos cartográficos que expresan el vínculo de un grupo humano con un territorio, aquello a lo que el geógrafo Milton Santos (1926-2001) denominó “territorialidad”. Según el geógrafo Maurice Seiji Tomioka Nilsson, quien cartografía tierras indígenas desde la década de 1980 y que actualmente trabaja como consultor en la organización no gubernamental Centro de Trabalho Indigenista (CTI), con sede en São Paulo, se trata del territorio vivido, o de “los modos en que la tierra adquiere un significado a partir de su simbología, su utilización y su representación”.

Según Almeida de Andrade, la cartografía está adquiriendo una importancia creciente en el área de la antropología, en contextos tales como la formación de docentes indígenas, la demarcación y la gestión ambiental de sus territorios o la producción de dictámenes para la regularización de tierras. “Los propios indígenas están demandando apropiarse de las herramientas de georreferenciación para fortalecer la lucha por sus derechos territoriales”, dice.

Según la historiadora Íris Kantor, coordinadora del Laboratorio de Estudios de Cartografía Histórica de la Cátedra Jaime Cortesão (Lech), de la Facultad de Filosofía, Letras y Ciencias Humanas de la Universidad de São Paulo (FFLCH-USP), la cartografía histórica ha cumplido un papel fundamental en las demarcaciones, especialmente en el análisis de los mapas producidos durante la segunda mitad del siglo XVIII, tras la firma del Tratado de Madrid, en 1750, que delimitó los territorios pertenecientes a Portugal y España en América del Sur. “En aquel período, los mapas eran confeccionados por las expediciones militares y científicas que apuntaban a urbanizar a los indígenas, además de facilitar la construcción de fortalezas, la instalación de registros fiscales y el reconocimiento de las vías de comunicación terrestres y fluviales”. Hoy en día, “la cartografía digital disponible en alta resolución y los catálogos de piezas cartográficas permiten hacer un uso ‘contracolonial’ de estos soportes de datos geográficos bidimensionales”, dice.

Biblioteca Digital de Cartografía Histórica de la USPEl mapa Praefecturae Paranambucae pars Meridionalis, también de Marcgraf, contiene simbología convencional que representa villas, pueblos, aldeas indígenas, fuertes e ingenios. En el interior hay una posible representación del palenque o quilombo de PalmaresBiblioteca Digital de Cartografía Histórica de la USP

El uso de los mapas históricos exige diversos conocimientos, explica la investigadora. Se clasifican de acuerdo con criterios tales como el soporte material, el lenguaje gráfico y el público destinatario. “Es esencial dejar claro el proceso social que atraviesa su producción, circulación y apropiación”, señala. En la elaboración de los dictámenes técnicos, la presencia o ausencia de topónimos en los mapas permite reconstruir las sucesivas formas de ocupación de un área geográfica. “Esta transposición no puede ser inmediata o inadvertida, porque los nombres de los lugares varían según uno u otro cartógrafo. Los estudios deben tener en cuenta las familias de mapas de la región”, dice. Este método de análisis también requiere conocer la historia de las lenguas nativas y su interacción con el idioma de los colonizadores.

Los registros de la ocupación indígena del nordeste de Brasil elaborados por europeos, señala Palitot, son los más antiguos del país. “Pero los territorios no están completamente demarcados: contienen cuantiosos conflictos y litigios legales. El trabajo antropológico en el nordeste está atravesado por la historia y la cartografía, dado que es menester recurrir constantemente a los mapas y a la reconstrucción de lo que se hizo con los territorios en el transcurso de los siglos”, explica.

Hay dos momentos cruciales en la historia de la ocupación indígena del nordeste brasileño: los asentamientos misioneros o reducciones, durante el período colonial, y las donaciones de tierras durante el Imperio. Las reducciones misioneras fueron obra de los jesuitas, con el propósito de catequizar a la población local. Las donaciones de tierras también tenían por objetivo la asimilación de esos pueblos al modo de vida occidental, apartándolos de sus propias tradiciones y creencias. Las iglesias erigidas en las tierras donadas se convertían en el centro de la vida comunitaria. Se esperaba que aquellos individuos se convirtieran al cristianismo y las raíces indígenas se fueran perdiendo en la bruma del tiempo. “Un centenar de pequeñas ciudades de la región deben su origen a los asentamientos misioneros. Gran parte de nuestra labor consiste en dilucidar, en los documentos históricos, lo que ocurrió en esos lugares”, dice el antropólogo de la UFPB.

Los investigadores comprobaron la alternancia de períodos de intensa documentación y otros de los que no hay información. En sus estudios sobre el asentamiento llamado Aldeamento do Macaco, en Serra do Catimbau, estado de Pernambuco, donde habita el pueblo Kapinawá, Andrade refiere que existe una amplia documentación sobre el período colonial, seguida de una “laguna cartográfica” que dura un siglo. “Y, de repente, hacia el final del siglo XX, los kapinawás reaparecen allí. ¿Por qué? La comprensión de esta reaparición repentina requiere un estudio histórico riguroso”, dice la antropóloga.

Con los sucesivos censos ocurre algo similar, argumenta Palitot, que ayuda a explicar la súbita reaparición de indígenas en ciertos territorios. Todo recuento de la población del país implica una decisión en cuanto a la forma de contabilizar a los grupos sociales que lo habitan. Si un gobierno considera que los indígenas de alguna zona se han asimilado al resto de la población, puede prescindir de considerarlos.

Biblioteca NacionalEn el siglo XVII, el mapa de Brasil “nuevo y preciso” elaborado por el cartógrafo neerlandés Joan Blaeu (1596-1673) indica la presencia de pueblos indígenas en las capitanías portuguesas y sus alrededoresBiblioteca Nacional

En los dos primeros censos brasileños, de 1872 y 1890, los indígenas aparecían como “cholos” [caboclos], sin distinción de etnia o grupo lingüístico, lo que expresaba la aspiración de la época a una población homogénea y mestiza. A lo largo del siglo XX, hubo gran variedad de criterios, con algunos censos dejando de lado incluso el parámetro “color y raza”. A partir de 1991, como reflejo de la nueva Constitución, la población indígena pasó a contabilizarse con mayor detalle e a incluir sus idiomas. Aquel año se registraron 294.131 individuos, una cifra que aumentó a 734.172 en 2000 y a 817.963 en 2010.

Este rápido aumento, Palitot lo asocia en parte a los “procesos de revalorización de las identidades indígenas” y, en parte, a las políticas públicas que comenzaron a implementarse con el foco en estos pueblos, especialmente en educación y salud, y que promovieron la recuperación de sus identidades. El aumento del registro de la población indígena también se debe al hecho de que, entre 1991 y 2000, el Censo empezó a visitar comunidades más alejadas de las ciudades de la Amazonia.

Según el antropólogo, el recuento demuestra que estos pueblos siempre han estado en esos lugares y nunca han dejado de ser indígenas. A pesar de siglos de asentamientos misioneros y expulsiones, sus identidades nunca desaparecieron del todo, manifestándose en costumbres preservadas subyacentes a la adopción de hábitos occidentales. “Hay varios elementos que son reveladores de un importante protagonismo indígena. En el nordeste, hay mitos en los que la imagen de una Virgen fue trasladada a otro lugar y regresó sola: la tierra era suya y quería quedarse con sus hijos, los indígenas”, dice.

El mecanismo constitucional que impulsó este proceso fue el primer párrafo del artículo 231 de la Carta Magna, que reconoce las distintas territorialidades, dice Nilsson. Las tierras indígenas se definen como “las habitadas con carácter permanente; las utilizadas para sus actividades productivas; las indispensables para la preservación de los recursos ambientales necesarios para su bienestar, y las necesarias para su reproducción física y cultural, acorde a sus usos, costumbres y tradiciones”.

Según el geógrafo y consultor del CTI, se trata de “una gran transformación jurídica, porque vincula la tierra no a una persona, sino a un pueblo”, estableciendo un puente entre el régimen nacional de tierras y las territorialidades tradicionales. A partir de esta definición, poblaciones que habían dudado en reconocerse como indígenas comenzaron a reivindicar esta condición y a intentar la reconstrucción de sus territorios. Las vacilaciones se debían a las presiones oficiales para su asimilación y también, a menudo, por temor a la violencia.

Además de recurrir a documentos históricos, también es necesario elaborar nuevos mapas capaces de representar los puntos claves de la vida del grupo, como las montañas sagradas o los ríos propicios para la pesca. En otras palabras, la territorialidad. La iniciativa en la que una población participa directamente en la cartografía de su territorio se conoce con diversos nombres, tales como “cartografía participativa”, “mapa mental” o “etnocartografía”.

Proyecto Nueva Cartografía Social de la AmazoniaUn mapa elaborado a partir de un croquis del pueblo Kariri-xokó indica los puntos de cultivo y asentamiento, pero también los conflictos con los no indígenasProyecto Nueva Cartografía Social de la Amazonia

La cartografía participativa constituyó una parte importante de la gestión ambiental de las tierras indígenas en Brasil, que se convirtió en política pública en 2012, con el establecimiento de la Política Nacional de Gestión Territorial y Ambiental de Tierras Indígenas (PNGATI). “Se trata de una iniciativa que primero se fue haciendo y se dejó la tarea de pensarla para después. En el marco del asesoramiento proporcionado a los pueblos indígenas, tanto en política territorial como educativa, ellos siempre manifestaron su preocupación social y ambiental, porque había alguien que intentaba invadir y devastar sus tierras”, recuerda Nilsson, quien participó en diversos procesos de demarcación y varios trabajos en el ámbito de la PNGATI. La documentación en papel fue la forma que se encontró para resguardar el territorio.

La cartografía participativa consiste en recabar declaraciones de los indígenas, sobre todo de los ancianos, que describen los problemas a los que se enfrentan y los puntos claves del área reivindicada. A continuación, se elaboran los llamados mapas mentales, en los que se puede dibujar el territorio a mano alzada. En algunas ocasiones, el proceso también incluye la realización de talleres de cartografía. Luego viene el trabajo de campo, en el cual se visitan las zonas más significativas y se las registra con GPS. Los datos recabados se superponen a las imágenes obtenidas vía satélite.

Las herramientas de mapeo elaborada por las propias comunidades implicadas constituyen el eje en el cual se basa el proyecto “Nueva cartografía social de la Amazonia”, concebido por el antropólogo Alfredo Wagner Berno de Almeida, de la Universidad del Estado de Amazonas (UEA), en desarrollo desde 2005. La cartografía social de Berno de Almeida se gestó a partir de los procesos de relevamiento del proyecto Grande Carajás, de la década de 1980, que se proponía industrializar esa región del estado de Pará mediante un amplia red ferroviaria y compañías siderúrgicas a instalarse en las inmediaciones de Marabá. La experiencia de Berno de Almeida se relata en el libro Carajás: A guerra dos mapas (Farangola, 1993).

“Para elaborar un mapa de proyectos económicos como este, puede encontrarse toda la información necesaria en entidades tales como el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística [IBGE] o el Instituto Brasileño de Medio Ambiente y Recursos Naturales Renovables [Ibama]”, dice el antropólogo Emmanuel de Almeida Farias Júnior, de la Universidad del Estado de Maranhão (Uema), investigador del proyecto. Según él, allí pueden constatarse las distintas áreas, las líneas de transmisión, las carreteras y las redes ferroviarias, los ríos y las ciudades. Pero eso no lo dice todo. “Esta información presenta las limitaciones típicas de un documento elaborado con fines oficiales”, dice. “La cartografía social surgió a partir de la constatación de que los impactos sociales de un proyecto de esta envergadura no constan en el mapa si no han sido apuntados por las personas que viven en el lugar. ¿Qué incluye este mapa? Todo lo que estas personas señalen como relevante y significativo.

Proyecto Nueva Cartografía Social de la AmazoniaLos impactos de la implantación de un proyecto de energía eólica sobre las comunidades de pescadores del litoral del estado de MaranhãoProyecto Nueva Cartografía Social de la Amazonia

La región del río Tapajós, en Pará, es el ejemplo elegido por De Almeida Farias Júnior. Los mapas que se utilizaron para elaborar los informes de impacto ambiental del complejo hidroeléctrico proyectado para la región, representan el río mediante la mancha azul, que es la convención cartográfica antigua. “Con la cartografía social, los indígenas pudieron mapear los pozos, zonas más profundas del río dónde es posible pescar determinados peces que no se encuentran en aguas poco profundas. Los significados se multiplican mucho más allá de lo consignado en los mapas oficiales. De este modo, quienes toman decisiones acerca del impacto ambiental o social, como el Ministerio Público o la Defensoría Pública, disponen de una perspectiva más clara de lo que ocurre allí”, dice.

Para De Almeida Farias Júnior, la “Nueva Cartografía Social de la Amazonia” funciona como nexo entre los investigadores y los movimientos sociales. Berno de Almeida bautizó a su técnica como “cartografía social” para poner de relieve ese vínculo, que debe ser permanente, algo que no necesariamente ocurre en el caso de la cartografía participativa en general. Los talleres y otras etapas del proceso se realizan a pedido de los grupos implicados en algún conflicto, ya sea territorial, lingüístico o cultural. La cartografía social también puede aplicarse al espacio urbano. De Almeida Farias Júnior hace referencia a las comunidades LGBT+ de Manaos, en Amazonas, y de Belém, en Pará, y a los recuperadores de residuos reciclables de Manaos. Estos grupos les plantearon a los investigadores la necesidad de registrar en mapas los puntos importantes para ellos de esas capitales.

En la cartografía social y en las demás formas de mapeo participativo, la combinación de dos técnicas, la mental y la vía satélite, constituye una instancia delicada. Existe el riesgo de que el dispositivo tecnológico eclipse la información aportada por la comunidad, debido a la disponibilidad a veces inmediata de las imágenes y su alto grado de detalle. “El fundamento de una buena transposición de la información es el conocimiento concreto del territorio, que se obtiene en las etapas anteriores”, dice Nilsson. “De hecho, la información procedente de los relatos es más variada y significativa. Por ello se hace necesario pensar en parámetros tendientes a alcanzar una simetría entre ambas técnicas, que no son naturalmente armónicas”, advierte.

En el ámbito de la cartografía histórica, Kantor hace referencia a la misma dificultad. “La composición de las diferentes prácticas de representación del espacio en una misma base de datos constituye una cuestión crucial. La superposición de las distintas capas de información debe ser metódica, para posibilitar las comparaciones y las referencias cruzadas”, dice. Para cumplir óptimamente su cometido, el repositorio de imágenes “debe contar con la colaboración de etnógrafos, arqueólogos, botánicos, geólogos, historiadores de la cartografía, lingüistas y expertos en tecnología de la información y en inteligencia artificial, entre otros”.

Artículos científicos
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PALITOT, E. M. Marcos, rumos, posses e braças quadradas: Refazendo os caminhos da demarcação da Sesmaria dos índios de Monte-Mór – Província da Parahyba do Norte (1866-67). Outros Tempos, v. 19, n. 34. 2022.
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Libro
ALMEIDA, A. W. B et al. (org.). Mineração e garimpo em terras tradicionalmente ocupadas: Conflitos sociais e mobilizações étnicas. Manaus: UEA Edições; PNCSA, 2019.

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