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ENTREVISTA

Maria Esther Maciel: Un contrapunto a la robotización de la vida

La escritora e investigadora completa su trilogía sobre el lugar de los animales en la sociedad contemporánea

Inês RabeloMaria Esther Maciel, docente de la UFMG que estudia zooliteratura y zoopoéticaInês Rabelo

En 2008, Maria Esther Maciel publicó el libro O animal escrito: Um olhar sobre a zooliteratura contemporânea [El animal escrito. Una mirada sobre la zooliteratura contemporánea (Lumme Editor), el primero en el marco de sus estudios sobre la “historia literaria de los animales”. Posteriormente, en 2016, la profesora de la Facultad de Letras de la Universidad Federal de Minas Gerais (UFMG), dio continuidad a sus reflexiones sobre el tema en Literatura e animalidade [Literatura y animalidad] (Civilização Brasileira), y este año retoma el tema nuevamente con Animalidades: Zooliteratura e os limites do humano [Animalidades. La zooliteratura y los límites de lo humano] (Editora Instante). Magíster en literatura brasileña y doctora en literatura comparada por la UFMG, con un posdoctorado en cine por la Universidad de Londres, Maciel también compiló la colección Pensar/escrever o animal: Ensaios de zoopoética e biopolítica [Pensar/escribir el animal. Ensayos de zoopoética y biopolítica] (Editorial de la UFSC, 2011), con textos de estudiosos brasileños y extranjeros.

En una entrevista concedida a Pesquisa FAPESP, la investigadora y escritora relata por qué pasó a dedicarse a la zooliteratura, habla de las intersecciones entre este campo de investigación y otras áreas del conocimiento y repasa cómo, en sus estudios sobre el tema, se produjo el “salto” desde la historia natural y el saber enciclopédico “a la esfera de la vida, con todas sus inflexiones éticas y políticas”.

¿Podría definir los conceptos de zooliteratura, zoopoética y estudios animales?
Los estudios animales constituyen un vasto campo de investigación que ha ido ganando terreno en diversas partes del mundo en las últimas décadas. Son de carácter transversal y abarcan distintas disciplinas, tales como la zoología, la ecología, la etología, la filosofía, las ciencias políticas, la antropología, el derecho, las artes y la literatura, y giran en torno a dos ejes principales: uno centrado en el enfoque polifacético de los animales no humanos y otro en nuestras complejas y controvertidas relaciones con ellos. La zooliteratura y la zoopoética serían vertientes de esta amplia área. La primera alude a un conjunto de prácticas literarias, u obras, de un autor, de un país, o de una época, que propugnan el abordaje de los animales, de la animalidad y de las relaciones entre humanos y no humanos. En tanto, la segunda se refiere tanto al estudio teórico de las obras literarias sobre animales como a la producción poética propia de un autor, centrada en el universo animalista. Mis reflexiones más amplias sobre la temática de los animales están construidas sobre referencias filosóficas, biológicas, biopolíticas y ecológicas. La zooliteratura y zoopoética, por su parte, me ayudan a realizar un examen más específico de esta cuestión en la teoría literaria y en el análisis de textos narrativos y poéticos que versan sobre los animales y las interacciones entre animalidad y humanidad. Suelo afirmar que la zooliteratura permite un entendimiento de los animales desde la perspectiva de los sentidos, de la empatía y de la imaginación, toda vez que los ejercicios poético-ficcionales de la literatura pueden llevarnos a traspasar las fronteras entre las especies y a reconocer la animalidad que nos habita.

¿Cuáles son las intersecciones entre la zooliteratura y áreas del conocimiento tales como la antropología, la filosofía, la biología, la zoología, la sociología y las artes?
El propio prefijo “zoo” en la palabra zooliteratura está indicando una incursión en otras esferas del conocimiento, a partir de las intersecciones que atraviesan los estudios animales. Las ciencias biológicas, especialmente la zoología y la etología, proporcionan a los estudiosos de la zooliteratura información importante sobre las características, los comportamientos, las habilidades, las emociones y los estilos de vida de las diferentes especies, mientras que las otras áreas de las humanidades que menciona arrojan luz sobre las dimensiones éticas, políticas y estéticas ligadas al mundo zoológico que inciden sobre la literatura.

Los animales han sido marginados en la jerarquía de los seres vivos, asociados a máquinas y sometidos a todo tipo de explotación y atrocidades

¿Cómo y cuándo empezó a interesarse por este tema y qué recepción ha tenido el mismo en el mundo académico?
Este tema siempre ha estado en mi horizonte, pero no fue sino hasta 2007 que empecé a dedicarme a él de manera más efectiva. Esto sucedió durante mi investigación previa sobre inventarios, colecciones y enciclopedias en la literatura y en las artes, cuando me adentré en las antiguas enciclopedias de la naturaleza y en los bestiarios medievales. Cuando leí La historia de los animales de Aristóteles [384-322 a. C.], los pasajes zoológicos de la Historia Natural de Plinio el Viejo [23-79 d.C.] y las Etimologías de San Isidoro de Sevilla [560-636], me interné en el terreno zoológico. A continuación, proseguí con el Manual de zoología fantástica de Jorge Luis Borges [1899-1986] y otros animalarios latinoamericanos. Así como al principio mi atención se centró en las colecciones de animales existentes y fantásticos de estos autores, posteriormente me concentré en los distintos registros literarios, éticos y culturales de lo que denominé “zoocolecciones”. También fue fundamental el contacto con dos ensayos de Montaigne [1533-1592] sobre los animales y, más tarde, con las obras de J.M. Coetzee, Elisabeth de Fontenay, Jacques Derrida [1930-2004] y Armelle Bras-Chopard. Estos textos me llevaron a “saltar” de la historia natural y del saber enciclopédico a la esfera de la vida, con todas sus inflexiones éticas y políticas. A partir de entonces, la investigación fue desplegándose en varias etapas. A lo largo de los años, he escrito tres libros de ensayos sobre el tema y un libro de ficción, completamente centrado en animales y plantas: Pequena enciclopédia de seres comuns [Pequeña enciclopedia de seres comunes] [Editora Todavia, 2021]. En cuanto a la acogida en el mundo académico, mi investigación fue bien recibida desde el principio: recibí una beca del CNPq [el Consejo Nacional de Desarrollo Científico y Tecnológico] y también conté con el apoyo del Instituto de Estudios Avanzados Transdisciplinarios [Ieat] de la UFMG, donde fui investigadora residente. Si al principio hubo cierta resistencia por parte de los colegas del mundo académico, poco a poco se fue enfriando. Hoy en día, noto en Brasil un interés creciente por los estudios zooliterarios, especialmente los que se articulan con la ecocrítica. Al fin y al cabo, vivimos tiempos signados no sólo por catástrofes ambientales y descubrimientos asombrosos en el campo de los estudios sobre el comportamiento animal, sino también por la aparición de pensamientos alternativos, como el del perspectivismo amerindio.

En Animalidades: Zooliteratura e os limites do humano dedica capítulos a Machado de Assis [1839-1908], Clarice Lispector [1920-1977], Hilda Hilst [1930-2004] y Carlos Drummond de Andrade [1902-1987]. ¿A qué se debe esta selección?
Como se trata de un estudio amplio, con un enorme repertorio de autores, intenté acercarme a los que más se han dedicado a este universo zooliterario, en sintonía con los temas tratados en el libro. En mis libros anteriores, abordé nombres tales como Borges, Coetzee, Marianne Moore [1887-1972], Eva Hornung, Jacques Roubaud, João Guimarães Rosa [1908-1967] y Graciliano Ramos [1892-1953]. Machado de Assis y Clarice Lispector también cobran relevancia en Literatura e animalidade, pero desde perspectivas diferentes. En el caso de Animalidades, más centrado en los “yos” no humanos presentes en poemas y narraciones, con énfasis en los perros, tanto Machado de Assis como Clarice Lispector me ofrecieron muchos elementos para pensar en cómo lidiar con este recorte. Otra autora importante en mi reflexión sobre lo que he denominado “zoo(auto)biografía” fue la japonesa Yoko Tawada. Hilda Hilst aparece en el capítulo de Lispector gracias a sus afinidades disonantes con la obra de esta última. Y Drummond, uno de los primeros autores brasileños que abordó el tema de los animales desde el prisma ecológico, fue primordial en el último capítulo para poder adentrarme en las poéticas de la naturaleza y detenerme en autores contemporáneos que dialogan con las culturas amerindias.

Cuando cita a la escritora Marguerite Yourcenar [1903-1987], usted sugiere una asociación entre las prácticas de maltrato y violencia contra los animales y la marginación y explotación de grupos humanos. ¿Podría hablar de ello?
Como resultado de la escisión entre humanidad y animalidad que se plasma en el pensamiento antropocéntrico y la consiguiente demarcación de lo llamado “propio del hombre”, como la razón, el lenguaje y la conciencia de la muerte, los animales quedaron ostensiblemente marginados en la jerarquía de los seres vivos, asociados a las máquinas y sometidos a todo tipo de explotación y atrocidades. Ello ha contribuido no solo a legitimar los actos de crueldad contra ellos, sino también a establecer jerarquías y prácticas de violencia en las relaciones de los humanos con los propios humanos considerados “inferiores” en la escala social. Montaigne ya lo había apuntado en uno de sus ensayos, cuando hablaba del aprisionamiento y la explotación de los animales como una prerrogativa humana para esclavizar a personas cuyas vidas se consideran menos importantes que otras. Esta dimensión biopolítica también se hace presente en la asociación que establece Michel Foucault [1926-1984] entre la creación de zoológicos por un lado, y cárceles y manicomios por otro. En el libro Literatura e animalidade, procuré explorar esta relación, especialmente al abordar la obra de Coetzee. Yourcenar se refirió al tema con bastante contundencia en su ensayo ¿Dónde va el alma de los animales?, de 1981, en el que recorre la historia del sufrimiento animal desde la tradición judeocristiana hasta nuestros días y hace hincapié en la condición infernal de los animales condenados a convertirse en productos fabricados en serie. Luego asocia este sufrimiento con el de los seres humanos explotados y sometidos violentamente bajo el poder de otros hombres.

Cuando cita la muerte de Lolabelle, la perra de la cantante estadounidense Laurie Anderson, y menciona la asociación entre este suceso y las muertes de la madre de la artista y de su compañero Lou Reed [1942-2013], dice que la muerte de un perro querido tiende a traer a la luz otras muertes. ¿Cómo nos prepara la pérdida de animales cercanos para afrontar la muerte de humanos que amamos?
La pérdida de las mascotas no solamente nos prepara para afrontar la muerte de humanos que amamos, sino que también saca a relucir muertes que ya han ocurrido en el seno familiar y amoroso. Cuando escribí ese capítulo en el que hablo de la muerte de Lolabelle, estaba atravesando el duelo por la pérdida de mi querida perrita Lalinha, de 15 años. Mi marido había muerto tres años antes, y mi madre moriría tres años después. La película Heart of a Dog [Corazón de perro, 2015] que Laurie Anderson hizo sobre su perra, dedicada a Lou Reed, al día de hoy sigue conmoviéndome. La pérdida de mi amiga canina me llevó a desarrollar la etapa de la investigación intitulada “Perros literarios”, que explica la presencia de tantos perros en el libro Animalidades. Asimismo, los estudios de la estadounidense Marjorie Garber [docente de la Universidad Harvard, en Estados Unidos, que discurren entre la literatura, las artes, el género y la sexualidad] y los del periodista francés Roger Grenier [1919-2017] contribuyeron a mis reflexiones sobre el tema de las muertes caninas.

Laurie Anderson - Corazón de Perro (2015) / Reproducción YoutubeEn esta página y en la contigua, escenas de la película Corazón de perro (2015), dirigida por Laurie AndersonLaurie Anderson - Corazón de Perro (2015) / Reproducción Youtube

Guimarães Rosa parecía tener un aprecio especial por el espacio del zoológico. ¿Existe una contradicción entre amar a los animales y consentir en contemplarlos en espacios de confinamiento?
Sin lugar a duda, Guimarães Rosa fue el mayor animalista de la literatura brasileña. En sus obras aparecen, en diversas situaciones, tanto animales rurales como domésticos y silvestres, de varias especies y en múltiples contextos. No creo que su vínculo con el zoológico como institución haya sido de aprecio. Visitó los zoológicos de varias ciudades del mundo para observar a los animales y escribir sobre ellos también como ejercicio de compasión, no por mero entretenimiento. En los fragmentos de los capítulos titulados Zoo, de su libro Ave, Palavra [Ave, Palabra, 1970], puede percibirse una mezcla de curiosidad, sorpresa, ternura y empatía hacia las decenas de especies que describió, siempre atento a las particularidades del comportamiento de cada uno de los ejemplares que encontraba en esos zoológicos. Otros escritores han hecho lo mismo, sobre todo como una manera de criticar las prácticas de confinamiento, entre ellos Patricia Highsmith [1921-1995], José Emilio Pacheco [1939-2014] y Ted Hughes [1930-1998]. La escritora Yoko Tawada, autora de Memórias de um urso polar [Memorias de una osa polar] (Editora Todavia, 2019), quien lidió con la realidad perversa de los zoológicos, también tuvo un contacto directo con estos espacios en Alemania, para contemplar con sus propios ojos la triste vida de los animales encerrados. A Guimarães Rosa le gustaba indagar personalmente sobre muchas de las situaciones que luego plasmaba en sus textos e incluso acompañó a vaqueros en sus largos viajes por el interior de Minas Gerais y Mato Grosso para registrar las vidas humanas y no humanas. En esos registros prestaba especial atención a los animales, tratándolos como sujetos, como individuos provistos de personalidad y conocimientos acerca de la vida.

¿La zooliteratura sirve como un llamado de atención sobre la necesidad urgente de reaccionar ante la debacle medioambiental y la extinción de las especies?
Así es. La zooliteratura, ampliada a partir de sus intersecciones con la ecocrítica, las contribuciones del perspectivismo amerindio y los debates recientes sobre el concepto de Antropoceno, nos llama la atención más que nunca al respecto de la destrucción de los bosques, la desaparición de incontables especies animales y vegetales, el diezmado de los pueblos originarios, el envenenamiento de los ríos y las terribles condiciones en que viven los animales en las granjas y criaderos industriales, entre otros problemas que han convertido a nuestro planeta en una tierra desolado. El surgimiento de la literatura indígena también ha sido muy importante para ampliar lo que podemos denominar zoo(eco)literatura.

¿De cierta manera, dirigir nuestra mirada hacia los animales es un contrapunto a la era que estamos viviendo, signada y dominada por la tecnología?
No solo mirarlos, sino intercambiar miradas con ellos, contemplar a los animales sin invadir sus espacios de intimidad ni ignorar sus particularidades. De este modo, podemos hacer frente, en la medida de lo posible, a la robotización de la vida.

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