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Museos de historia descubren tesoros en sus reservas técnicas

Se exponen por primera vez piezas de templos de candomblé y objetos de la vida cotidiana para proponer lecturas ampliadas de la sociedad

Escultura de Yemanyá, que forma parte de la muestra que está organizando el Museo de la República

Oscar Liberal / Museo de la República

Tras haber permanecido cerrado durante nueve años por obras de reforma y restauración, el llamado Museo de Ipiranga, espacio expositivo del Museo Paulista de la Universidad de São Paulo (MP-USP) en la capital del estado homónimo, reabrió sus puertas en septiembre imbuido de esta nueva propuesta, que se hace visible, por ejemplo, en el diálogo entre las producciones monumentales y los objetos cotidianos. De esto modo, los visitantes no solamente pueden admirar las obras del pintor y dibujante José Ferraz de Almeida Júnior (1850-1899), sino también objetos domésticos cotidianos y del ámbito laboral que hasta hace poco permanecían guardados en la reserva técnica. Cuadros icónicos como Partida da monção [Partida de una expedición fluvial] han sido expuestos con el mismo énfasis asignado a martillos, máquinas de coser, picadoras de carne, jarras de plástico con forma de piña, licuadoras, juguetes antiguos y otras chucherías.

“Los elementos de la cultura material, como los objetos de la vida cotidiana, son una forma de entender a la sociedad”, sostiene la historiadora Vânia Carneiro de Carvalho, del MP-USP. En esta propuesta, los utensilios de cocina pueden utilizarse para referirse a la figura de la empleada doméstica y recordar la posición subordinada de la mujer negra en la sociedad. En una de las salas del MP también pueden apreciarse esculturas de porcelana francesa del siglo XVIII expuestas junto a algunos adornos baratos, tradicionalmente desdeñados por los historiadores del arte. “Estos bibelots, fabricados principalmente por artesanas, fueron un fenómeno de moda en las décadas de 1950 y 1960 y coexistieron con la expansión del mobiliario modernista en los hogares brasileños”, comenta la historiadora.

En el Museu de Ipiranga, la revisión del perfil de las colecciones con el propósito de hacerlas socialmente más inclusivas comenzó hace alrededor de 20 años. En 2010, el museo invirtió 700.000 reales para ampliar su colección. “Para organizar y exponer estas nuevas colecciones, armamos un grupo curatorial integrado por empleados, investigadores de iniciación científica, maestría y doctorado y también por vecinos del barrio en donde se encuentra el museo. Muchos de ellos tienen un perfil conservador y no aprobaron la inclusión de bibelots y objetos de plástico en la exposición”, relata Carneiro de Carvalho. Según ella, aun con esas reticencias, al sacar las piezas de la reserva técnica y llevarlas a las salas de exposición, el museo incita a los espectadores a profundizar su comprensión de la sociedad.

Las reflexiones que constituyeron la base para el desarrollo de esta colección del MP comenzaron hace unos 30 años, con el trabajo del historiador Ulpiano Bezerra de Meneses, quien dirigió la institución entre 1989 y 1994. “Al crear líneas de investigación centradas en diferentes grupos sociales, Bezerra de Meneses buscó romper con la tradición celebratoria que caracterizó a la gestión del historiador Afonso d’Escragnolle Taunay [1876-1958], entre 1917 y 1946”, comenta. Según Carneiro de Carvalho, Taunay apostó por propuestas curatoriales que ayudaron a forjar la idea de un Brasil pacificado, orgulloso de la labor realizada por los expedicionarios bandeirantes, destinada a borrar o atenuar el rol desempeñado por las poblaciones indígenas o los esclavizados. “Esas fueron las características que orientaron las exposiciones hasta 1990. Con base en los trabajos que se llevaron a cabo a partir de la gestión de Bezerra de Meneses, reformulamos y ampliamos la propuesta curatorial del museo mientras este permaneció cerrado. Ahora pueden verse los resultados”, dice la investigadora.

Para el historiador Paulo César Garcez Marins, de la misma institución, los cambios hacen posible que el museo comparta la responsabilidad con el público en cuanto a la reflexión histórica, incluso en lo concerniente a las estatuas de los bandeirantes, como las de Antônio Raposo Tavares (1598-1659) o las de Fernão Dias (1608-1681) (véase el video Cómo el Museo de Ipiranga repiensa los personajes de la historia). Las pinturas y esculturas que decoran el vestíbulo, la escalera y el salón principal del museo pertenecen al patrimonio y no pueden retirarse, pero se las ha empezado a cuestionar por intermedio de textos, recursos multimedia y audiodescripciones. “A través de cuestionamientos de este tipo hemos desafiado las interpretaciones históricas dominantes sobre Brasil y estimulamos las visitas intelectualmente activas”, dice.

Un reto similar tuvo que afrontar el historiador Paulo Knauss, de la Universidad Federal Fluminense (UFF), cuando asumió en 2015 la dirección del Museo Histórico Nacional (MHN). Dispuesto a renovar la exposición de objetos relacionados con la historia afrobrasileña, Knauss no quería utilizar las piezas tradicionales que hacían referencia a la sumisión de los esclavizados. Entonces resolvió convocar a representantes del movimiento negro para que conozcan la reserva técnica del museo, ordenada por tipos de materiales y que incluía prendas de vestir, uniformes, adornos, collares, calzado y objetos de alfarería. “Al repasar las colecciones, uno de los participantes descubrió un conjunto de objetos relacionados y habitualmente presentes en un terreiro, un lugar de culto del candomblé, entre ellos collares de guía, retablos y la indumentaria típica de una ialorichá o madre de santo [sacerdotisa]”, dice Knauss. Según él, las piezas del templo estaban bien conservadas, pero el museo carecía de un experto capaz de brindar un parecer curatorial de las mismas. “Descubrimos que la colección había sido donada por una madre de santo en la década de 1990, y era una de las pocas colecciones de su tipo que no eran producto de decomisos policiales debido a la intolerancia religiosa. El hallazgo solo fue posible gracias a la interacción con los representantes del movimiento negro”, dice. Ahora restaurada, la colección se exhibe en la exposición de larga duración del MHN. “El comisariado compartido permite que el conocimiento propicie nuevas interpretaciones del pasado”, reflexiona el historiador.

El Museo de la República, en funcionamiento desde 1960 en un palacio construido en 1853, fue una de las mansiones más ricas del Brasil imperial. Con 11.000 objetos de museo, la institución administrada por el gobierno federal prepara una exposición con 519 piezas que pertenecieron a templos de candomblé y son parte de una colección reunida entre 1890 y 1946, fruto de incautaciones policiales. El museólogo Mário de Souza Chagas, de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (Unirio) y director de la institución, explica que la curaduría de la muestra la están desarrollando en colaboración con madres y padres de santo [sacerdotes]. La idea es que se tenga en cuenta el aspecto sagrado que tienen para ellos esos objetos. “Los decomisos policiales a partir de los cuales se reunió la colección llevan la marca del Código Penal de la República, que criminalizaba las prácticas religiosas afrobrasileñas”, dice De Souza Chagas. El conjunto estuvo guardado durante 30 años en el Museo de la Policía Civil del Estado de Río de Janeiro y una parte del mismo fue estudiada por primera vez por Yvonne Maggie, antropóloga de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 295). Los líderes religiosos hicieron campañas para retirar las piezas del museo policial y donarlas, en 2020, al Museo de la República, lo que se tomó como un gesto de reparación histórica. En 2023, la colección completa se expondrá por primera vez”, informa el museólogo.

También con relación a las prácticas curatoriales innovadoras, Knauss, del MHN, cita una colección montada en el contexto de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, en 2016. Más allá de la reunión de piezas tradicionales como la antorcha olímpica u otros souvenirs, un equipo de investigadores bajo su dirección trató de indagar en otras formas de representar el evento. Se estableció contacto con residentes de la comunidad de Vila Autódromo, que fue trasladada en el marco de la construcción de la villa olímpica. “El enclave comunitario estaba situado en la periferia de lo que sería la villa olímpica y fue eliminado sin necesidad, ya que no obstruía en nada su construcción”, informa. Con la ayuda de representantes de la comunidad urbana, los investigadores del museo resolvieron montar una colección representativa de la historia de los Juegos Olímpicos, pero que dialogara con otras remociones históricas en la ciudad que, en el MHN, están representadas por objetos vinculados a la destrucción de la colina Morro do Castelo, en 1921 (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 266). De este modo fue como el museo concibió la colección de Vila Autódromo, compuesta por piezas relacionadas con la remoción de esta comunidad. “En la muestra exhibida en el museo, pusimos una pila bautismal del Morro do Castelo junto a una ventana de aluminio extraída de la Vila Autódromo”, recuerda. “Decisiones como esta hacen explícito el acto interpretativo de la curaduría, requiriendo también de la interpretación del espectador para que la exposición se convierta en un espacio de debates”, dice.

Knauss menciona asimismo un cuadro de Pedro II (1825-1891) desgarrado a golpes de espada durante la Proclamación de la República, en 1889. “Cuando el MHN restauró la obra, recuperó la tela, pero conservó la marca del corte”, dice, a propósito de otro retrato de Pedro II que también fue dañado en el contexto de la proclamación y actualmente forma parte de la colección del Museo Mariano Procópio, en Juiz de Fora (Minas Gerais). La obra ha sido restaurada completamente y todas las marcas fueron eliminadas. “Mientras que el MHN preservó la memoria del acto iconoclasta, la institución de Minas Gerais optó por promover el olvido. Son diferentes formas de abordar e interpretar el pasado”, subraya el historiador.

En el MHN, otras iniciativas recientes son las curadurías compartidas con intelectuales indígenas, así como la adquisición de colecciones directamente de los pueblos originarios, según refiere el historiador Diogo Guarnieri Tubbs, jefe del departamento técnico de la institución. Según él, el museo se apresta a inaugurar una exposición de larga duración teniendo en cuenta nuevos abordajes curatoriales. “Los museos son instituciones privilegiadas para establecer diálogos entre las investigaciones académicas y los anhelos de los movimientos sociales”, analiza.

Para el antropólogo Luiz Fernando Dias Duarte, de la Universidad Federal de Río de Janeiro (MN-UFRJ), la búsqueda de estrategias con miras a ampliar la accesibilidad no solamente física, sino también conceptual, es una tendencia común entre las diversas instituciones museológicas de Brasil. En el caso del MN, que ahora está invirtiendo en la restauración de las colecciones consumidas por el incendio de 2018 (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 272), el nuevo proyecto conceptual contempla enfoques transdisciplinarios a través de bloques temáticos tales como “La historia profunda de América”, “La diáspora africana”, “Colonización y construcción de la nación”, “Culturas urbanas” y “Ambientes de Brasil”, entre otros, que recabarán tanto objetos vinculados a las ciencias naturales como a la antropología. “En Ambientes de Brasil, por ejemplo, incluiremos información integrada sobre la cultura caiçara [habitantes de las regiones costeras] y el bioma del Bosque Atlántico”.

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