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Ecología

Ríos empobrecidos

Hidroeléctricas alteran el funcionamiento del río Paraná y amplían la erosión de sus orillas

rio paranaMARGI MOSSMientras las construye, las centrales hidroeléctricas represan las aguas de los ríos, inundan ciudades y bosques y fuerzan el desplazamiento de la población ribereña. A cambio, generan la indispensable energía eléctrica. Una vez listas, también causan problemas ambientales, aunque menos conocidos, si bien que igualmente impactantes. Geólogos y biólogos de Paraná y de São Paulo analizaron las transformaciones del río Paraná durante los últimos 20 años y verificaron que los diques de las hidroeléctricas, al cortar el río, reducen un 36% la velocidad del agua, un 70% el volumen de sedimentos en suspensión y disminuyen la diferencia entre los niveles máximos de agua durante la sequía y la creciente, modificando así el modo de vida de los peces y de otros seres vivos.

Los embalses también causan mareas diarias. Las compuertas se cierran parcialmente por las noches, cuando el consumo de electricidad es menor, y reducen en casi un metro el nivel de agua debajo de la represa. Durante el día, las turbinas deben producir más electricidad, las compuertas dejan pasar más agua y causan el efecto inverso. Estudios coordinados por el geólogo José Cândido Stevaux, docente de la Universidad Estadual de Maringá (UEM),  Paraná, y de la Universidad Guarulhos (UnG), de São Paulo, indicaron que la oscilación diaria del agua ocasionada por las represas puede ampliar un 200% la erosión de las orillas del río Paraná.

E hidroeléctricas es lo que no faltan en ese río. Son alrededor de 150, contando solamente las que tienen diques de al menos 15 metros de altura, en el propio río Paraná y en sus afluentes, entre ellos los ríos Tietê, Grande y Paranapanema, que se ramifican por una área de 2,5 millones de kilómetros cuadrados por Brasil, Paraguay y Argentina -es la segunda mayor red de ríos de Brasil. Si por un lado esas hidroeléctricas producen el 60% de la energía eléctrica del país y abastecen a regiones que concentran la mayor parte de la población y de la actividad económica en América Latina, por otro transformaron al Paraná y sus afluentes en una sucesión de lagos que modifican el comportamiento de los ríos.

“Un año después de la entrada en funcionamiento de la última hidroeléctrica, el río, en el tramo más cercano a las represas, se convirtió en una piscina de tan transparente”, comenta Stevaux, coordinador de un grupo que reúne a especialistas de la UEM, de la UnG, de la Universidad Estadual Paulista (Unesp) de Río Claro, interior paulista, y de universidades e institutos de investigación argentinos que estudian el río Paraná. “A los turistas les encanta, porque pueden bucear y ver rayas y otros peces nadando muy de cerca”. Al comienzo, a los peces predadores como el dorado, de un metro de longitud, también les deben gustar. Sin agua turbia, pueden ver todo mejor y comer a gusto. El problema es que estos predadores tendrán cada vez menos comida durante los años siguientes, porque la población de peces menores caerá rápidamente.

Los geólogos y los biólogos de ese grupo concentran las investigaciones en uno de los pocos tramos del Paraná sin represas, entre la desembocadura del río Paranapanema, que separa a São Paulo de Paraná, y el comienzo de la represa de Itaipú, que comienza a formarse en la localidad de Guaíra, Paraná, y se extiende por más de 120 kilómetros hasta llegar a las presas, una de ellas de una altura equivalente a un edificio de 65 pisos. Para medir la carga suspendida de sedimentos en ese tramo de 200 kilómetros de extensión y 4 kilómetros de ancho promedio, los investigadores arrojan un disco pintado en blanco y negro, suspendido por una cuerda, en el medio del río. Cuanto antes desaparezca de la vista el disco, más rico en sedimentos es el río. “Hace algunos años, el disco desaparecía de nuestro campo de visión después de 1,5 metro”, comenta Stevaux. “Ahora golpea en el fondo del río, a 4 metros de la superficie, y aún lo vemos”. En este tramo, la transparencia de las aguas es mayor en las cercanías de las centrales de Porto Primavera, en el río Paranapanema, el mayor reservorio artificial de agua del mundo, con un área inundada equivalente a siete veces la de la bahía de Guanabara.

Cuanto más transparentes, más dejan pasar la luz del sol las aguas, lo que modifica las comunidades de plantas y animales del fondo del río. Microorganismos, peces y plantas acostumbrados al lodo y a la oscuridad desaparecen. Las algas, que dependen de la luz, pueden crecer no solamente en la superficie, su espacio habitual, sino también en el fondo. El peligro es que se multipliquen como el molusco bivalvo Limnoperna fortunei, una especie invasora, que apareció en la última década en el puerto de Buenos Aires transportado en agua de lastre de buques provenientes de Asia. “Sin predadores, este molusco se propaga y ocasiona perjuicios”, dice Stevaux. Ya ha obstaculizado incluso el funcionamiento de las turbinas de Itaipú.

Con estos trabajos, que incluyen la reconstrucción de la historia geológica del río, el equipo de Stevaux amplía el conocimiento sobre ríos tropicales, menos estudiados que los de clima templado, cuyo flujo depende del derretimiento de la nieve de las montañas. Stevaux imagina que estas investigaciones ayudarán a definir los límites aceptables de impactos ambientales de hidroeléctricas que se construirán en el país. Han ayudado a crear el Parque Nacional de Ilha Comprida y el Parque Estadual Várzeas do Rio Ivinhema, sobre un afluente del Paraná.

Uno de los objetivos del grupo es definir la variación mínima de agua entre la sequía y la creciente para conciliar la supervivencia de peces y plantas con la necesidad de generar energía. “Como las represas almacenan agua, los ríos no tienen más crecientes y el agua no llega más a las lagunas en que los peces desovan. Los yuyales que pasan la mayor parte del tiempo inundados en las orillas de los ríos solamente brotan cuando al agua baja”, ejemplifica. “Estas alteraciones en el flujo de agua pueden propagarse y cambiar radicalmente todo el ambiente.”

Turismo
Según Stevaux, los artículos científicos y los trabajos de maestría y doctorado generados por esta investigación están ayudando a definir y a gerenciar actividades turísticas cerca de los grandes ríos de la cuenca del Paraná, al indicar cuánta explotación suporta una determinada área. Su equipo elaboró una ecuación matemática que define la fragilidad ambiental en 12 niveles y concluyó que los ríos secundarios en las localidades de Porto Rio, estado de Paraná, Tacuarussu, en Mato Grosso do Sul, y Rosana, en São Paulo, se encuentran cerca del máximo de impacto ambiental (nivel 10), debido a que son intensamente visitados por pescadores a fin de año.

Las represas y los lagos artificiales no sólo causan problemas. También promueven el turismo fluvial, que atrae a quienes viven en las zonas de Presidente Prudente y Maringá, y generan desafíos tales como la definición de espacios turísticos. Las playas, transportadas por el río, son móviles: un año pueden estar a 200 metros del final de una ciudad y al año siguiente a tres kilómetros. Otro desafío es la minería de arena -aún no se ha definido cuánta arena se puede extraer sin perjudicar al río. “Pretendemos ayudar en la elaboración de leyes de protección también para la desembocadura de los ríos y no solamente para las cabeceras, que ya son protegidas”, dice Stevaux.

El proyecto
Propagación de la “onda impactante” en la dinámica de flujo y en la carga de fondo del río Paraná. Modelo para la gestión de ríos aluviales bajo el impacto de las represas, la hidrovía y la minería (nº 04/14057-5); Modalidad Ayuda Regular a Proyecto de Investigación; Coordinador José Cândido Stevaux – Universidad Guarulhos; Inversión R$ 130.000,00 (FAPESP) y R$ 220.000,00 (CNPq-ProSul)

Artículo científico
STEVAUX, J.C. et al. Changes in a large regulated tropical river: the Paraná River downstream from the Porto Primavera Dam, Brazil. Geomorphology. v. 110 (in press).

 

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