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Turismo

Saberes de viaje

Circuitos que combinan el conocimiento científico con la exploración de nuevos paisajes les permiten a los visitantes actuar como asistentes en actividades de investigación

Patrimonio arqueológico del Parque Nacional Serra da Capivara (Piauí) alberga alrededor de 700 sitios arqueológicos con pinturas rupestres de hasta 12 mil años de antigüedad

Léo Ramos Chaves

El turismo científico, un concepto relacionado con los viajes y las expediciones cuyos objetivos están asociados a la ciencia, se remonta a las postrimerías del siglo XIX, cuando las excursiones y estudios de campo comenzaron a formar parte de las estrategias de investigación científica. Actualmente dirigido a aficionados, comprende iniciativas tendientes a profundizar el conocimiento sobre el patrimonio histórico y geológico de una determinada región, por ejemplo, en actividades de observación astronómica y de la naturaleza; y también la inmersión en laboratorios.

“Una iniciativa precursora de lo que hoy en día denominamos turismo científico la constituyeron las expediciones de Charles Darwin [1809-1882], quien zarpó de Plymouth, en el Reino Unido, a bordo del bergantín HMS Beagle en febrero de 1831 en un viaje que duró cuatro años y nueve meses, con el objetivo de cartografiar la costa de América del Sur”, recuerda la turismóloga Bruna Ranção Conti, docente de la carrera de turismo de la Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (Unirio). Ese emprendimiento sentó las bases de los conceptos que posteriormente Darwin presentó en la obra El origen de las especies, publicada en 1859. Según Conti, el debate académico sobre el turismo científico en Brasil tuvo su inicio en la década de 1980 y, desde entonces, el término se viene utilizando para caracterizar a la labor exploratoria de determinados contextos históricos, naturales y urbanos. “El turismo científico siempre se encuentra asociado a otras modalidades, tales como la ecológico y la cultural, y también puede formar parte del turismo de estudios e intercambio”, ilustra.

Cuando se lo asocia a la cultura, el turismo científico se presenta como una experiencia en la cual el visitante tomará contacto, por ejemplo, con las costumbres y los valores del lugar visitado. Cuando está relacionado con el ecoturismo, comprende la producción de conocimiento científico en actividades tales como la exploración de cavernas, la observación de aves y el estudio del medio ambiente en unidades de conservación, entre otras. “En Brasil, uno de los principales campos de desarrollo de esta modalidad incluye a los parques geológicos”, informa la investigadora.

Conti se desempeña como coordinadora del proyecto de extensión intitulado “Turismo científico – El periplo de Darwin en Río de Janeiro”, desarrollado por la Unirio e instituciones entre las cuales se cuentan la Casa de la Ciencia y el Programa de Posgrado en Ingeniería de Transportes, ambos de la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ), además del Programa de Posgrado en Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Federal Fluminense (UFF). La iniciativa está mapeando las expediciones de Darwin en la capital fluminense, entre abril y julio de 1832, con el propósito de transformarlas en puntos de visita, y a la par promover talleres pedagógicos alusivos a la importancia del naturalista británico en las escuelas públicas de la zona.

El profesor Michel Bregolin, docente del Programa de Posgrado en Turismo y Hospedaje de la Universidade de Caxias do Sul (UCS), en el estado de Rio Grande do Sul, menciona un artículo de 2011, cuyos autores son Fabien Bourlon y Pascal Mao, en el que se identifican cuatro modalidades principales de turismo científico: expediciones de aventura; visitas a enclaves naturales o a un patrimonio histórico y cultural; voluntariado científico, que es cuando, en condición de asistentes, los visitantes pueden tomar parte en investigaciones, y viajes efectuados para realizar actividades de campo y participación en congresos. La universidad gaúcha integra la Red Internacional de Investigación y Desarrollo sobre Turismo Científico. Esta red, creada en 2018, está integrada actualmente por el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (Ciep), la Universidad Austral de Chile, la Universidad Grenoble Alpes y la Universidad de Quebec en Trois-Rivières.

El proyecto para la creación de la red, relata Bregolin, surgió del intento de replicar la experiencia de un proyecto desarrollado por instituciones chilenas que elaboraron propuestas de itinerarios turísticos a partir de estudios llevados a cabo en la región de Aysén, en el norte de la Patagonia chilena. Las actividades abarcan, por ejemplo, el registro de animales marinos en los archipiélagos de la zona, expediciones guiadas a volcanes y el aprendizaje de técnicas de pesca artesanal. “La creación de la red contempla la inclusión de instituciones españolas y portuguesas, así como el desarrollo de iniciativas similares en otros países, además de consensuar una definición común para el concepto de turismo científico”, dice el profesor de la UCS. Pese a que aún no existe un consenso en cuanto al término, según él, hay dos directrices que se consideran fundamentales para caracterizar a esta práctica. La primera de ellas indica que la actividad debe contar con la participación de instituciones científicas, ya sea para la producción del contenido que será compartido con los visitantes, o bien en la organización del itinerario. Además, también debe fomentar el desarrollo de las comunidades locales.

En sintonía con esos criterios, Bregolin menciona el proyecto desarrollado en las lagunas costeras de Rio Grande do Sul entre 2007 y 2016, que contó con soporte del programa ambiental de Petrobras. En el marco de dicha iniciativa se identificaron los impactos provocados por el tipo común de turismo habitual en la región, que registró 640 kilómetros (km) de costa, al mapear los daños causados a la fauna y a la flora, al suelo y a los recursos hídricos. La coordinadora del proyecto, la bióloga Rosane Maria Lanzer, de la UCS, informa que los resultados de ese estudio fueron compilados en tres ediciones de un atlas socioambiental y en material didáctico que se distribuyó en las escuelas y en los medios de comunicación. “Ahora estamos evaluando cómo aprovechar ese contenido para generar actividades de turismo científico en las lagunas, que permitan conciliar el disfrute de los recursos naturales con actividades de concientización ambiental”, dice. Según ella, hoy en día el turismo está más desarrollado en el sector norte de esa región de lagunas, y muchas de ellas están contaminadas. “Con el establecimiento de prácticas turísticas sostenibles, nos proponemos inculcar una orientación distinta al turismo en el sector sur, difundiendo conocimientos sobre la biodiversidad y el medio ambiente”, afirma. De acuerdo con la investigadora, el turismo común busca opciones de ocio o aventura, sin preocuparse por los impactos o la destrucción que la presencia de visitantes puede ocasionar en esos ambientes. “A diferencia de eso, el turismo científico está dirigido a aquellas personas que también desean obtener conocimientos relacionados con esos lugares y se basa en el desarrollo de actividades que garantizan su preservación”, compara Lanzer. En un artículo que publicaron en agosto de 2019, investigadores de la Universidad de Turku, en Finlandia, abogan por una mayor participación de científicos en el sector del turismo. No solo como una forma de reafirmar su rol en la concientización de la sociedad al respecto de la crisis climática y de la pérdida de biodiversidad, sino también como una oportunidad de ampliar los canales para la captación de recursos.

Con itinerarios que abarcan visitas a ruinas históricas, la observación del proceso migratorio de mariposas o excursiones a parques geológicos, el turismo científico ofrece opciones a los viajeros tanto en Brasil como en el exterior. En las páginas siguientes figuran algunas de esas posibilidades.

Divulgación

Patrimonio arquitectónico, cultural y artístico
Incluye visitas a edificios de interés histórico y cultural. Las Misiones Jesuíticas Guaraníes, declaradas Patrimonio Mundial, Cultural y Natural por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), sin cinco edificaciones construidas durante el proceso de evangelización que promovió la Compañía de Jesús en las colonias de la Corona Española en América, en los siglos XVII y XVIII. Están ubicadas en São Miguel das Missões, en el estado de Rio Grande do Sul, y en la ciudad de San Ignacio Miní, en Argentina. Una visita a esos lugares, explica la museóloga Margarita Nilda Barretto Angeli, docente de la Universidad Federal de Santa Catarina (UFSC) y de la Universidad de Buenos Aires (UBA), en Argentina, constituye una oportunidad para que la gente conozca parte de la historia de ambos países, además de contribuir a la preservación de bienes materiales. “El estímulo a las visitas turísticas de esas ruinas es un modo de captar recursos para esas ciudades”, dice.

Ciencia en el ambiente urbano
Las ciudades de Richland, Kennewick y Pasco están ubicadas en el sector sudeste del estado de Washington, en Estados Unidos, y se las conoce como Tri-Cities. Comparten el mismo centro comercial y poseen diversos atractivos relacionados con el universo de la ciencia. Algunos de los lugares destacados son el planetario Bechtel National Planetarium, un yacimiento paleontológico de la Edad de Hielo, que data de hace 60 millones de años, y el Observatorio Interferométrico de Ondas Gravitacionales (Ligo). Todos ellos ofrecen visitas guiadas para niños y adultos.

Divulgación

En Brasilia, la aplicación para smartphones Ciência en Ação sugiere recorridos turísticos por las instituciones que forman parte de la Red Distrital de Educación y Divulgación Científica de la Capital Federal, entre ellas, el Jardín Zoológico (a la der.), el Jardín Botánico, el Museo de la Imagen y el Sonido, el Archivo Público del Distrito Federal y algunos espacios de la Universidad de Brasilia (UnB), tales como el Laboratorio de Anatomía Veterinaria y el Observatorio de Sismología.

Parques geológicos
Las visitas a parques geológicos, una de las prácticas de turismo científico más extendidas en todo el mundo, se llevan a cabo en ámbitos tales como los geoparques, que son lugares con enclaves y paisajes de interés geológico internacional administrados de forma tal que se garantiza la protección del patrimonio y el desarrollo sostenible de la región aportando información a la población. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) tiene registrados 127 geoparques en 35 países. “La organización introdujo el concepto de los geoparques en 2004 para la preservación de aquellas regiones que cuentan con potencial como para ofrecer un registro de la evolución de los continentes y mostrar la herencia geológica de la Tierra”, comenta el geólogo Luiz Carlos Borges Ribeiro, investigador del Complejo Cultural y Científico de Peirópolis, en la Universidad Federal del Triángulo Minero (UFTM).

Divulgación

China es el país con la mayor cantidad de parques geológicos reconocidos por la Unesco en el mundo: son 39 en total. Le sigue España, con 13. Uno de los parques chinos, ubicado en el desierto de Alxa (arriba), abarca tres regiones con características geológicas distintas: los desiertos de Badain Jaran (con dunas que alcanzan altitudes de 500 metros) y de Tengger, y la región del lago de Juyan.

El Geopark Uberaba – Terra de Gigantes, un parque geológico que aguarda el reconocimiento de la Unesco, se encuentra en la ciudad de Uberaba, estado de Minas Gerais, y ofrece recorridos turísticos para la observación de huesos fosilizados que datan del período Cretácico Superior (entre 99,6 millones y 65,5 millones de años atrás), sobre todo de dinosaurios pertenecientes al grupo de los titanosaurios. Parte de esos hallazgos fueron realizados por el paleontólogo gaúcho Llewellyn Ivor Price (1905-1980), quien trabajó en la región entre 1947 y 1974.

Divulgación

En Brasil, el Parque Geológico de Araripe, en el estado de Ceará, es el único que en la actualidad está reconocido por la Unesco. Está ubicado en la que se considera la mayor cuenca sedimentaria del interior del nordeste brasileño y posee registros geológicos y fósiles pertenecientes al período Cretácico Inferior (entre 145,5 millones y 99,6 millones de años atrás). Le permite a los visitantes tomar contacto con troncos silicificados, vestigios impresos de helechos, coníferas y plantas con flores (angiospermas), moluscos, artrópodos, peces, anfibios y reptiles de aquel período. Sus depósitos sedimentarios conservan una gran cantidad de rocas que permiten vislumbrar buena parte de la evolución de los ambientes geológicos de la región.

Divulgación

La Fundación Museo del Hombre Americano (Fumdham), creada con la finalidad de asegurar la preservación del patrimonio cultural y natural del Parque Nacional Serra da Capivara, en el estado de Piauí, en Brasil, desarrolla actividades científicas interdisciplinarias, culturales y sociales. Está ubicada en la ciudad de São Raimundo Nonato, en dicho estado, y se ocupa de administrar el patrimonio arqueológico del parque, que alberga unos 700 puntos con pinturas rupestres prehistóricas de hasta 12 mil años de antigüedad, grabadas en paredones rocosos. Aparte del desarrollo de investigaciones, la fundación organiza exposiciones con el material arqueológico, paleontológico, zoológico y botánico recolectado en estudios y promueve charlas, encuentros y seminarios. A partir de 1991, el Parque Nacional Serra da Capivara fue declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

Astros y estrellas
El astroturismo surgió hace unos 20 años en Chile, país que alberga el 40% de los telescopios ópticos e infrarrojos de gran porte de todo el mundo. Muchos de ellos están emplazados en el desierto de Atacama, que ofrece un cielo libre de nubes el 90% del tiempo. En Canadá, Estados Unidos y España también hay observatorios astronómicos y se fomentan las actividades turísticas para la observación del cielo.

Divulgación

En España, esta práctica era casi inexistente hasta 2010, cuando comenzaron a aparecer empresas dedicadas al desarrollo de rutas de turismo astronómico y rural en Canarias y en ciudades del sur del país. Una de las atracciones principales de la región es el observatorio de Calar Alto (arriba), que está ubicado cerca de la ciudad de Almería. En sus alrededores se promueven actividades en las que astrofísicos imparten nociones de mecánica celeste y los participantes aprenden a utilizar telescopios profesionales. Javier Sánchez informa que, por intermedio de la empresa que dirige desde 2016, el observatorio ya fue visitado por más de 25 mil personas. “También organizamos actividades de observación del cielo nocturno en la Alhambra, el complejo arquitectónico edificado en Granada durante la ocupación de Andalucía por los moros, entre 1248 y 1354”. En las mismas, aparte de nociones básicas sobre el movimiento de los astros, se abordan aspectos de la historia de la astronomía islámica.

En tanto, el observatorio Griffith (abajo), emplazado en un parque municipal de Los Ángeles, en Estados Unidos, organiza exposiciones artísticas y fotográficas sobre el espacio y permite el uso de los telescopios para la observación del cielo. Periódicamente, los científicos de la institución organizan también actividades con los visitantes, que incluyen paseos para la observación de estrellas, por ejemplo.

Jesús Cabrera

Naturaleza y medio ambiente
El proyecto Archipiélagos Patagónicos fue creado a partir de un convenio firmado entre el Centro de Investigación en Ecosistemas de la Patagonia (Ciep) y el Fondo Multilateral de Inversiones (Fomin), del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Su finalidad es fomentar el crecimiento socioeconómico de las comunidades locales de la región de Aysén, en Chile, y contribuir a la conservación de los ecosistemas, por intermedio de las actividades turísticas. Como parte de una iniciativa que emprendió el geógrafo Fabien Bourlon, el CIEP realizó un mapeo de los estudios científicos desarrollados allí entre 1950 y 2014, instaurando incentivos para que los operadores turísticos incluyan esos contenidos en sus propuestas. También elaboró una guía que ordena a los operadores según sus especialidades, entre las cuales figura la observación de la fauna marina y de los glaciares (arriba), excursiones por los bosques y de pesca de merluza.

En tanto, la ONG Earthwatch Institute organiza actividades de turismo científico en países de África, Asia, América del Sur, Europa y América del Norte. Una de ellas es una expedición fluvial por la Amazonia peruana (debajo), donde pueden observarse fauna acuática y de la selva, aves y otras especies de fauna. En uno de los programas, se invita al turista a desempeñarse como investigador de la organización, colaborando con estudios sobre la vida silvestre de la región, que son de ayuda para el desarrollo de estrategias de conservación, en colaboración con la comunidad local.

El Research Center for Alpine Ecosystems, en Francia, fundado en 1996 y con su sede principal en Chamonix, Francia, es una organización independiente especializada en el desarrollo de investigaciones científicas sobre el medio ambiente de los ecosistemas alpinos (a la der.). Su modelo de trabajo es híbrido, combina el laboratorio académico con la organización de trabajos de campo. Ofrece programas educativos destinados a estudiantes universitarios de cualquier lugar del mundo.

La Reserva de la Biósfera Santuario de las Mariposas Monarca, declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2008, se encuentra en la ciudad de Angangueo, estado de Michoacán, en México. Cada año, entre los meses de octubre y noviembre, esas mariposas salen del noroeste de Estados Unidos y del sur de Canadá y recorren alrededor de 4.500 km, huyendo del frío y en busca de un lugar adecuado para reproducirse, hasta arribar a la reserva, donde se puede atisbar el ciclo de vida de los insectos y su importancia para la promoción del equilibrio ecológico de la región.

En Brasil, la ONG proyecto Tamar, impulsa estudios relacionados con la conservación de cinco especies de tortugas marinas en peligro de extinción. El plan, que fue creado en 1980, se lleva a cabo en 25 municipios, en los lugares de alimentación, desove, crecimiento y descanso de esos animales, que poseen una amplia capacidad migratoria y pueden pasar ahí entre tres semanas y nueve meses. A partir de convenios firmados con universidades nacionales y extranjeras, ofrece programas de estudio relacionados con el ciclo de vida de las tortugas. En sus centros de investigación, recibe visitantes y organiza campañas de educación ambiental.

En la región de Aysén (Chile) también se promueve el censo comunitario de cetáceos, una actividad de voluntariado científico que se lleva a cabo con la ayuda de los habitantes de poblados insulares o costeros, quienes se encargan de registrar datos sobre avistamientos de delfines o ballenas. La geógrafa Jacqueline Boldt, de la Universidad Austral de Chile, en su campus Patagonia, relata que, por lo general, la temporada dura dos meses. “La actividad permite que la gente escudriñe el mar con más atención, pudiendo reconocer a las especies que habitan en esa región y la frecuencia con que suelen emerger. Ofrece un enorme potencial para la educación ambiental y concientización al respecto de la necesidad de preservar esa fauna”, dice Boldt.

Artículos científicos
Räikkönen, J. et al. Advancing environmental sustainability through nature-based science tourism: The potential of universities. Matkailututkimus. v. 15, p. 66-87. 15 ago. 2019.
BOURLON, F. y MAO, P. Las formas del turismo científico en Aysén, Chile. Gestión turística. v. 15, p. 74-98. 2011.

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