Imprimir Republish

Carta de la editora | 305

Sin censo y sentido

Cada 10 años, los investigadores del Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) visitan todos los hogares del país para realizar el Censo, sinónimo de recolección periódica de un conjunto de datos demográficos y socioeconómicos de los habitantes de una nación. El primero que se llevó a cabo en Brasil fue hace casi 150 años, entre cuyas preguntas se incluía una que indagaba si se era ciudadano libre o esclavizado.

El Censo es la principal fuente de datos sobre la vida en los 5.568 municipios que componen el país (además del Distrito Federal y el archipiélago de Fernando de Noronha), a partir del cual se definen políticas públicas a nivel municipal, estadual y nacional. Sirve como parámetro para el cálculo de las transferencias federales a los municipios, para determinar la cantidad de representantes legislativos de los estados y municipios y para definir inversiones del sector privado, entre muchos otros usos. Proporciona una base para las investigaciones por muestreo y modelos estadísticos que se aplican en estudios de todos los campos del conocimiento. Y, complementariamente, los conocimientos producidos en el ámbito académico contribuyen para respaldar la encuesta aplicada por el Censo.

No se sabe cuándo se realizará el 12º Censo Demográfico, inicialmente previsto para 2020 y postergado a causa de la pandemia. A la aparente falta de interés por obtener un retrato actualizado del país se le suman ahora argumentos de índole económica. Para el artículo estampado en la portada de esta edición, la reportera Christina Queiroz llevó a cabo 30 entrevistas que evidencian de qué manera las series históricas del Censo constituyen la base de estudios que apuntan a entender los cambios que experimenta Brasil.

El covid-19 fue el tema de esta sección por primera vez en la edición de abril de 2020. Desde entonces, cada mes, un espacio de la revista está dedicado al virus Sars-CoV-2 y a la enfermedad que provoca. Los numerosos avances científicos en la lucha contra este virus siempre han ido acompañados por la sombra de una cifra creciente de vidas perdidas. El dimensionamiento de esta tragedia se vuelve cada vez más difícil: si cada carácter de cada uno de los editoriales de Pesquisa FAPESP escritos desde el comienzo de la pandemia homenajeara a una persona fallecida por covid-19, no se cubriría ni el 10 % de los 500.000 padres, madres, hijas e hijos muertos antes de tiempo en Brasil. Esta lista incluye a Gláucio Soares, científico social en un sentido amplio, pionero de los estudios con datos cuantitativos en el país.

Las necrológicas en el ámbito de esta revista fueron especialmente duras durante este último mes. Un cáncer se llevó a Paulo Mendes da Rocha, uno de los más destacados arquitectos brasileños. La reflexión sobre la función social de la arquitectura y el urbanismo está presente en su obra y en su vida.

Con la muerte del físico Sérgio Mascarenhas, la comunidad científica ha perdido a un investigador, un emprendedor y un articulador institucional que fue uno de los responsables de la creación de la Universidad Federal de São Carlos y de la unidad de la estatal de investigación agropecuaria Embrapa Instrumentación. Una experiencia personal lo indujo a crear un sensor de la presión intracraneal no invasivo. Mascarenhas alternaba entre la investigación básica y los estudios prácticos, como el de la creación de un método de datación arqueológica.

Entre los periodistas que se dedican a la cobertura de ciencia en Brasil, eran pocos los que no conocían a Mauricio Tuffani, fallecido tempranamente a los 63 años. Con experiencia en varios medios, tales como Folha de S.Paulo, Galileu y la revista Unesp Ciência, que ayudó a fundar, en los últimos años estaba abocado a un trabajo de investigación en las áreas de medio ambiente, educación superior y ciencia. También fue miembro del Consejo Editorial de esta revista. Su sonrisa franca y su generosidad no podrán olvidarse. El equipo de Pesquisa FAPESP lamenta todas estas pérdidas.

Republicar