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UFRJ – 100 Años

Un patrimonio centenario

La Universidad Federal de Río de Janeiro cumple cien años y es una de las más productivas de Brasil

Facultad Nacional de Derecho, sin fecha

UFRJ

Este mes de septiembre, la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) llega al centenario de su fundación y tiene buenas razones para celebrar. Es uno de los mayores y más productivos centros de educación superior de Brasil, con una participación creciente de estudiantes que se autodeclaran negros, pardos o indígenas, que pasaron de ser tres en 1970 a 4.858 en 2019, y un total de casi 80 mil alumnos, distribuidos en los campus de la capital y del interior del estado de Río de Janeiro, que tan solo quedan a la zaga de los casi 100 mil de la Universidad de São Paulo (USP). Los festejos, que se reprogramaron a causa de la pandemia, incluyeron en el mes de julio al Festival del Conocimiento, en el cual se llevaron a cabo 2 mil presentaciones virtuales de alumnos y docentes que fueron vistas por unas 30 mil personas, y continuarán el 7 de septiembre, con la presentación de un documental sobre la historia de la universidad.

La inicialmente denominada Universidad de Río de Janeiro fue erigió en 1920 a partir de tres unidades educativas, que en ese entonces ocupaban el centro de la ciudad carioca: la Escuela Politécnica, la Facultad de Medicina y la Facultad de Derecho, fundadas en 1792, 1808 y 1891, respectivamente. Las dos primeras fueron trasladadas al campus principal que también es el más conocido, en Ilha do Fundão; la Facultad de Derecho se mantuvo en el centro y luego se le sumaron otras unidades de la universidad: el Instituto de Filosofía y Ciencias Sociales, en un edificio del siglo XVIII que se yergue en la plaza Largo de São Francisco de Paula; la Escuela de Música, cerca del Teatro Municipal; la Escuela de Enfermería, aledaña a uno de los nueve hospitales de la universidad; el Observatorio Valongo, instalado en 1926 en la cumbre del cerro da Conceição e incorporado a la UFRJ en 1967; el Palacio de Praia Vermelha, inaugurado en 1852 e integrado a la universidad en 1949, que fue sede de la rectoría y de las facultades de Educación Física, Arquitectura y Farmacia; y el Museo Nacional, que se inauguró en 1808, fue anexado a la universidad en 1946 y en septiembre de 2018 resultó destruido por un incendio.

Al principio, sin embargo, la reunión de las tres facultades “no supuso un acercamiento en sus relaciones ni intercambio de saberes, necesarios para la existencia del ‘espíritu universitario’”, dijo el historiador Antonio José Barbosa de Oliveira en el sitio web de la UFRJ. “La universidad solo existía en los papeles” (lea en la página 54). El gobierno del Estado Novo (1937-1945) de Getúlio Vargas (1882-1954) aprobó una ley, en 1937, que contemplaba la creación de nuevas unidades educativas, incorporó otras y transformó a la URJ en la Universidad de Brasil, un nombre que todavía puede verse en la entrada de varios edificios de Río de Janeiro, como el Palacio de Praia Vermelha.

“Getúlio Vargas creó la Universidad de Brasil para que sirviera como modelo para otras instituciones que irían a crearse”, relata la historiadora de la ciencia Tatiana Roque, coordinadora del Foro Ciencia y Cultura, que tiene a su cargo la organización de los festejos del centenario. Este cambio implicó también la incorporación de los alumnos –y posteriormente el cierre– de la Universidad del Distrito Federal, creada en 1935 por el educador Anísio Teixeira (1900-1971), con propuestas educativas innovadoras. “La iniciativa de Vargas fue una reacción conservadora al proyecto progresista que había redundado en la creación de la UDF”, dice. La denominación actual de la universidad llegó años más tarde, con la Reforma Universitaria de 1965, cuando el gobierno federal estandarizó el nombre de las instituciones públicas de educación superior de todo el país.

En 1987 y 1988, durante la Asamblea Nacional Constituyente, que estaba redactando una nueva Constitución, “muchos estudiantes, docentes e incluso el rector de ese entonces [el químico Horacio Cintra de Magalhães Macedo] hicieron una manifestación que contribuyó para la aprobación del artículo 207, que aseguraba la autonomía universitaria”, dice Roque (lea el especial Autonomía Universitaria en bit.ly/3bb69U9). “Los antropólogos del Museo Nacional también cumplieron un papel destacado para garantizar los derechos de los pueblos indígenas en la Constitución”.

En 1937, el médico y bioquímico Carlos Chagas Filho (1910-2010) dejó su cargo docente en la Facultad de Medicina y el de investigador en el Instituto Oswaldo Cruz, y creó el laboratorio de física biológica, que marcó el comienzo de la investigación científica formal en la universidad. Chagas adoptó los protocolos de trabajo que había conocido en Francia e Inglaterra y una estrategia nacionalista que se vio reflejada en la elección de su objeto de estudio principal: el gimnoto o anguila eléctrica (Electrophorus electricus), un pez nativo de la Amazonia.

“Carlos Chagas Filho fue un personaje clave en el desarrollo de la investigación científica en Brasil”, recalcó el médico Darcy Fontoura de Almeida (1930-2014) de la UFRJ, en un artículo publicado en 2003 en la revista Proceedings of the American Philosophical Society. El bioquímico propició durante décadas la llegada de científicos extranjeros para pasar temporadas de trabajo en Río, e inversamente, la ida de brasileños a instituciones de otros países.

En 1951, fortalecida con la creación del Consejo Nacional de Investigación Científica, que más tarde se transformó en el Consejo Nacional de Investigación Científica y Tecnológica (CNPq), y la Coordinación de Perfeccionamiento del Personal de Nivel Superior (Capes), la investigación se desarrolló merced a la labor de líderes notables, entre ellos, el médico João Christovão Cardoso (1903-1980), mentor del Instituto de Química, creado en 1959, y el médico y geógrafo Josué de Castro (1908-1973), fundador y primer director del Instituto de Nutrición, en 1946, el mismo año que publicó su obra clásica, Geografía da fome [Geografía del hambre], un libro en el que describió los contrastes de la alimentación en Brasil. La física avanzó con Joaquim da Costa Ribeiro (1906-1960) y Plinio Sussekind Rocha (1911-1972), y la antropología, con Gilberto Velho (1945-2012), entre otros. La historiadora Maria Yedda Linhares (1921-2011), además de docente, fue secretaria municipal de Educación y coordinó la implementación de las escuelas de jornada completa, los Centros Integrados de Educación Pública (Cieps), en la ciudad de Río de Janeiro durante las décadas de 1980 y 1990.

En el Ranking Universitario del periódico Folha de S. Paulo (RUF) de 2019, la UFRJ ocupó el tercer puesto en general, detrás de la USP y la Universidad de Campinas (Unicamp), y el primer lugar en innovación, un área en la que sobresale el Instituto Alberto Luiz Coimbra de Posgrado e Investigación en Ingeniería (Coppe) [lea en la página 50]. Según el QS World University Rankings de 2020, del Reino Unido, también es la tercera universidad brasileña, en el puesto 358º, nuevamente detrás de la USP, que ocupa el puesto 116º, y la Unicamp, que figura en el 214º. En 2019, un estudio de la empresa Clarivate Analytics (el InCites) sobre la producción científica brasileña ubicó a la mayor universidad de Río de Janeiro en el cuarto puesto entre las brasileñas, con 14.056 artículos científicos publicados entre 2014 y 2018, el equivalente al 6,56% del total producido en el país en ese período, detrás de la USP (47.346 artículos y el 22,11% del total), la Universidade Estadual Paulista (Unesp, con 18.523) y la Unicamp (con 15.539 artículos).

En sus 20 años de vida, la revista Pesquisa FAPESP publicó  117 artículos, notas y entrevistas con investigadores de la UFRJ, un promedio de uno cada 2,4 ediciones. En octubre de 2018, una edición especial evaluó las consecuencias del incendio del Museo Nacional, ocurrido en el mes anterior, y las dificultades que plantea la preservación de las colecciones científicas, históricas y artísticas de las universidades (lea en Pesquisa FAPESP, edición nº 272).

Para la UFRJ, con 13 museos y 14 edificios catalogados en resguardo, las dificultades continúan. “No disponemos de un fondo específico para el mantenimiento del patrimonio histórico de la universidad”, dice Roque. “El presupuesto no tiene en cuenta ni el patrimonio ni los museos”. Por eso, la reconstrucción del Palacio de Praia Vermelha, que incluye una capilla de estilo neoclásico que quedó derruida luego de un incendio en 2011, está lejos de terminarse, aunque la del Museo Nacional ha avanzado.

Otro problema radica en lo que el físico Luiz Davidovich denomina como segmentación de la universidad, que profundiza la distancia entre docentes y alumnos de las unidades educativas (lea la entrevista en la página 46). “Todavía no nos conocemos bien”, dice la astrónoma Sílvia Lorenz-Martins, del Observatorio Valongo.

En busca de nuevos públicos, Martins coordina dos proyectos: el primero, en colaboración con el Instituto Benjamin Constant, para enseñarle astronomía personas ciegas y con deficiencias visuales, que dio como resultado una Luna táctil, fabricada con material barato; el otro, junto a docentes y alumnos de la Escuela de Bellas Artes, es un compendio de las aproximadamente 40 especies de aves que habitan en los bosques del observatorio, que será publicado este año.

Artículo científico
ALMEIDA, D. F. de. Carlos Chagas Filho: A biographical memoir. Proceedings of the American Philosophical Society. v. 147, n. 1, p. 77-82. mar. 2003.

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