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Genética

Un refugio amenazado

La pérdida de la vegetación nativa en la Amazonia, donde viven casi la mitad de los jaguares del planeta, pone en riesgo el mayor reservorio genético de la especie

Entre 2016 y 2019, podrían haber muerto o sido desplazados de sus territorios en la Amazonia casi 1.400 yaguaretés a causa de la deforestación

Daniel Kantek / ICMBIO

Entre 2016 y 2019, la Amazonia perdió 32.000 kilómetros cuadrados (km2) de vegetación nativa –el equivalente al 0,6 % de la superficie ocupada por el bioma en territorio brasileño– a causa de los incendios forestales y el desmonte, según datos del Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales (Inpe). Como consecuencia del recrudecimiento reciente de la degradación de la selva registrado principalmente en el llamado Arco de la Deforestación, en el sur y el este de la Amazonia, unos 1.400 jaguares podrían haber muerto o sido desplazados de las áreas donde habitaban. “Esta cifra constituye una señal de alarma y merece que se le preste atención”, dice el veterinario Ronaldo Morato, coordinador del Centro Nacional de Investigación y Conservación de Mamíferos Carnívoros (Cenap) del Instituto Chico Mendes de Conservación de la Biodiversidad (ICMBio) y líder del trabajo, apoyado por la FAPESP, que fue quien arribó a este cálculo. “Esta cifra representa el 1,8 % de la población estimada de jaguares que habitan en la Amazonia brasileña”.

Ese cálculo, dado a conocer el 25 de junio en la revista Conservation Science and Practice, todavía sería algo incierto. Para conocer con exactitud la cantidad de jaguares o muertos, heridos o desplazados por la acción de las motosierras o el fuego, habría que capturar y marcar previamente a cada ejemplar para posteriormente poder efectuar un seguimiento de su localización por medio de collares de rastreo vía GPS y trampas fotográficas. Ante la imposibilidad de realizar este tipo de seguimiento en un área tan vasta y de desplazamiento complejo como lo es la Amazonia, el biólogo Jorge Saraiva de Menezes, miembro del equipo de Morato, calculó la cifra aproximada de felinos muertos o expulsados durante ese período a partir del cruzamiento de los datos de las áreas que perdieron más de un 50 % de su cobertura vegetal nativa con la información referente a la población de jaguares en la región.

Hoy en día, la Amazonia constituye el refugio principal de los jaguares a nivel mundial. Hace algunos años, el biólogo polaco Włodzimierz Jędrzejewski y sus colaboradores, del Centro de Ecología del Instituto Venezolano de Investigaciones Científicas, se basaron en la información proporcionada por decenas de trampas fotográficas instaladas en 80 ubicaciones distintas para calcular la población total de jaguares en América. Según esa estimación, publicada en 2018 en la revista PLOS ONE, la cantidad actual de ejemplares sería de alrededor 173.000.

Los jaguares (Panthera onca), también denominados yaguaretés en algunas regiones, constituyen una especie exclusiva del continente americano, al cual arribaron luego de separarse hace unos 3 millones de años de un linaje ancestral de grandes felinos asiáticos, y se ubican entre los mayores carnívoros del planeta. Pueden llegar a medir casi 2 metros de largo (desde el hocico al comienzo de la cola), y a pesar 150 kilogramos. Solo son superados en tamaño y en fuerza por otros dos felinos evolutivamente cercanos: el león (Panthera leo), que en la actualidad habita en el África subsahariana y en algunas regiones de la India; y el tigre (Panthera tigris), que sobrevive en pequeños reductos de Asia. Los yaguaretés son corredores veloces: suelen alcanzar los 80 kilómetros por hora; aparte son eximios nadadores y hábiles trepadores de árboles. En su hábitat natural viven de 10 a 15 años y se los puede hallar en praderas y en sabanas, pero prefieren la espesura de la selva, en territorios cercanos a los cursos de agua y alejados de la presencia humana.

La influencia de factores ambientales, tales como la cobertura forestal, la temperatura, la disponibilidad de alimentos y las alteraciones en el paisaje, hace que los yaguaretés que existen en la actualidad se encuentren distribuidos de manera irregular en un área de 8,9 millones de km2, la mitad del territorio que ocupaban a comienzos del siglo XX, cuando se los podía encontrar desde Estados Unidos hasta Argentina (vea el mapa). Según los cálculos de Jędrzejewski, nueve países de Sudamérica que albergan tramos de la selva amazónica concentrarían el 93 % de los jaguares (unos 161.000 ejemplares). El contingente más numeroso, de 86.800 ejemplares –nueve de cada diez de ellos en la Amazonia–, se encuentra en Brasil, donde localmente se los denomina también yaguar, yaguareté o canguçu.

La situación de la especie reviste menor gravedad que la del león y el tigre, de los cuales quedan en la naturaleza 20.000 y 4.000 ejemplares, respectivamente. Pero no permite descuidos. Los biólogos, genetistas y expertos en conservación consideran que tan solo una pequeña proporción de los ejemplares –en el caso de los felinos, alrededor del 10 % de la población– es efectivamente capaz de procrear y contribuir para la conservación de la especie. Esto es lo que se denomina la población efectiva, un concepto genético que equivale aproximadamente al conjunto de los ejemplares que colaboran reproductivamente en el transcurso de las generaciones. En algunas áreas con la vegetación fragmentada, esta cifra puede llegar a ser muy baja (por ejemplo, menos de 10 ejemplares), lo que genera problemas para el mantenimiento de la diversidad genética local.

En 2017, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) clasificó al jaguar en la categoría “casi amenazada de extinción” (NT, por sus siglas en inglés) debido a una disminución del 20 % al 25 % de su población global en los últimos 21 años. Según una evaluación realizada por Morato y sus colaboradores en 2013, en un lapso de 27 años, el número de jaguares en el territorio brasileño habría disminuido un 30 %, y las perspectivas para las próximas tres décadas arrojaban una mengua similar. La amenaza principal para esta especie, tal como se apunta en diversos estudios, es la pérdida y la fragmentación de las áreas de vegetación autóctona, generalmente como resultado de actividades humanas, tales como la expansión del territorio agrícola, la minería, la construcción de centrales hidroeléctricas y la apertura de carreteras.

Los jaguares son predadores solitarios que necesitan amplios territorios para cazar y sobrevivir. En el marco de un gran estudio sobre el desplazamiento de estos felinos, el ecólogo Jeffrey Thompson, investigador de la Asociación Guyra y del Instituto Saite, ambos en Paraguay, y otros 60 colaboradores, varios de ellos de Brasil, monitorearon durante años los desplazamientos de 111 jaguares en siete países de América y en 13 ecosistemas. Los resultados de este trabajo, uno de los últimos firmados por el zoólogo paulista Peter Crawshaw Junior, uno de los mayores expertos en jaguares del país, fallecido el 26 de abril de este año como consecuencia del covid-19, salieron publicados el 7 de julio en la revista Current Biology. En ellos se especifica que el área promedio que los jaguares necesitan para vivir –lo que se denomina su área vital– varía bastante entre uno u otro bioma. Es menor, variando entre 60 y 200 km2 en los ambientes donde existe una vegetación más densa y hay alimentos en abundancia, como son el Pantanal o los Llanos, tal como se denomina a las planicies de sabana de Colombia y Venezuela, y algo mayor, alrededor de unos 250 km2, en la Amazonia. No obstante, puede llegar a ser de 400 km2 en los biomas brasileños del Cerrado y la Caatinga, donde la disponibilidad de alimentos es menor y la presencia humana es mayor.

Antes del arribo de los colonizadores europeos, había jaguares en todo el territorio de lo que luego sería Brasil, afirman los estudiosos de este felino. Empero, con la tala de los bosques, los animales fueron exterminados en una vasta franja que se extiende desde el nordeste hasta el sur del país. Desaparecieron de la Pampa brasileña y, en la actualidad, su distribución se encuentra circunscrita a una tercera parte del Cerrado, un 20 % de la Caatinga y menos del 10 % del Bosque Atlántico. Se calcula que, en los dos últimos biomas mencionados, solo existen unos pocos cientos de ejemplares. Solamente la Amazonia brasileña alberga jaguares en alrededor del 80 % de su superficie.

“El Bosque Atlántico representa un caso extremo de los daños causados por la actividad humana a la diversidad genética de los jaguares”, afirma el biólogo Eduardo Eizirik, de la Pontificia Universidad Católica de Rio Grande do Sul (PUC-RS), uno de los pioneros brasileños en el estudio de la genética de estos felinos. El primer análisis de las poblaciones de la especie en los distintos países de América, realizado por Eizirik en 2001, ayudó a confirmar que los yaguaretés actuales pertenecen a una única especie sin subdivisiones regionales significativas. Pero recientemente, la bióloga Taiana Haag, quien trabaja bajo la supervisión de Eizirik, comparó las características genéticas de cuatro poblaciones de jaguares distribuidas por áreas remanentes del Bosque Atlántico comprendidas entre los estados de São Paulo y Rio Grande do Sul y constató que las mismas habían perdido diversidad. La población de cada fragmento se tornó más homogénea rápidamente. En menos de 10 generaciones, los ejemplares de una misma población se volvieron genéticamente más similares entre sí, mientras que los de un fragmento acumularon divergencias aleatorias que los han llevado a ser más diferentes a los de otras áreas.

“La pérdida de diversidad hace que estos grupos sean más susceptibles a las enfermedades y reduce la posibilidad de que sus miembros se adapten a los cambios ambientales”, explica la bióloga Caroline Sartor, integrante del equipo de la PUC-RS. Ella trabaja en la caracterización genética de jaguares en cautiverio provenientes de la naturaleza. La idea es reunir a un grupo de ejemplares representativo de la diversidad genética presente en los ecosistemas más amenazados, como el Bosque Atlántico y, en caso de ser necesario, poder llevar a cabo una posible reintroducción más adecuada para restaurar dicha diversidad. “Una de las dificultades”, anticipa, “radica en la obtención de una cantidad suficiente de ejemplares como para conformar un plantel reproductor representativo de la diversidad presente en la naturaleza”.

Otros trabajos llevados a cabo por el grupo de la PUC-RS están ayudando a corroborar que el efecto observado sobre la población de jaguares del Bosque Atlántico sería resultado de la acción humana, que ha provocado una fragmentación de la vegetación nativa a punto tal de impedir que los jaguares se desplacen a través de grandes distancias y se crucen con ejemplares de otras poblaciones.

En el bioma brasileño del Pantanal, donde el alimento es abundante y los yaguaretés son los de mayor porte que se ha registrado actualmente, el biólogo Daniel Kantek analizó el perfil genético de 110 ejemplares que habitan en dos regiones geográficamente distintas. Algunos viven en la porción norte del bioma, en el estado de Mato Grosso, gravemente afectada por los incendios durante el segundo semestre de 2020, en tanto que el resto lo hace en áreas de vegetación nativa en haciendas privadas del estado de Mato Grosso do Sul. A pesar de que ambos grupos se encuentran separados por algunos cientos de kilómetros (km), desde el punto de vista genético son miembros de una misma población, con buen nivel de variabilidad genética, según las conclusiones a las que se arribó en el estudio, publicado en julio en la revista Biological Conservation. “Los bosques de ribera de los ríos Paraguay y Cuiabá parecen funcionar como un corredor ecológico, posibilitando el tránsito de los animales de un grupo a otro y el mestizaje”, informa Kantek, analista ambiental del ICMBio.

El ecólogo mexicano Gustavo Lorenzana, quien realizó su doctorado bajo la supervisión de Eizirik, ya había notado algo similar en la Amazonia. Al igual que en el Pantanal, los jaguares de allí también conservan un índice de diversidad genética elevado y funcionan como una población única, manteniendo el intercambio de genes entre los ejemplares, incluso a distancias superiores a 3.000 km. Para los investigadores, la alta diversidad y el intercambio genético también habrían sido habituales en otros biomas antes del arribo de los europeos a América. “La pérdida de diversidad de los yaguaretés del Bosque Atlántico solo puede explicarse por los grandes cambios intensos introducidos en el paisaje por la actividad humana”, dice Eizirik.

Un análisis inicial de los genes activos (exoma) de 113 jaguares de cinco biomas brasileños, realizado por el biólogo Henrique Figueiró en el transcurso de su doctorado en la PUC-RS, sugiere que los ejemplares de la Amazonia son genéticamente más cercanos a los del Bosque Atlántico, a los de la Caatinga y a los del Cerrado que a los del Pantanal, donde la diversidad genética también es elevada. “En teoría, lo más adecuado sería repoblar las áreas de Bosque Atlántico con ejemplares provenientes de la Amazonia que con los del Pantanal, dado que, por su mayor similitud genética, los animales de la Amazonia podrían adaptarse mejor a ese ambiente”, sugiere Figueiró, quien en 2017 condujo los trabajos de secuenciación completa del genoma del jaguar, a partir del material genético de Vagalume, un macho capturado en el Pantanal cuando todavía era un cachorro, tras la muerte de su madre. Se pudo comprobar que algunas de las características de ese animal, tales como la musculatura del cráneo (proporcionalmente mayor que la de otros grandes felinos) y la robustez de las extremidades anteriores, probablemente hayan sido seleccionadas por el ambiente y quedaron fijadas en la especie.

En simultáneo con los esfuerzos para viabilizar la reproducción en cautiverio y la reubicación de ejemplares de un bioma a otro para la conservación de la especie, una estrategia básica y fundamental consiste en resguardar lo máximo posible la vegetación nativa y las poblaciones actuales de yaguaretés, que funcionarían como una reserva genética. “El futuro de los jaguares está en nuestras manos”, dice Morato, del ICMBio. “El papel de Brasil en la conservación de estos felinos es muy importante”.

Proyectos
1. Uso y ocupación del territorio, desplazamientos y selección del hábitat del yaguareté (Panthera onca) en el Bosque Atlántico y en la Caatinga: un análisis comparativo (nº 13/10029-6); Modalidad Ayuda de Investigación – Regular; Investigador responsable Ronaldo Gonçalves Morato (ICMBio); Inversión R$ 103.152,80
2. Conflictos entre humanos y la fauna silvestre en el interior de las reservas extractivas de la Amazonia: la huella ecológica espacial y el impacto de la caza de subsistencia sobre los vertebrados de la selva (nº 17/08461-8); Modalidad Ayuda de Investigación – Regular; Investigador responsable Ronaldo Gonçalves Morato (ICMBio); Inversión R$ 126.157,51
3. Selección del hábitat y patrones de desplazamiento del yaguareté (Panthera onca): nuevos retos en el análisis de la información obtenida por telemetría GPS-satélite (nº 14/24921-0); Modalidad Beca de Investigación en el Exterior; Investigador responsable Ronaldo Gonçalves Morato (ICMBio); Beneficiario Ronaldo Gonçalves Morato (ICMBio); Inversión R$ 178.895,97

Artículos científicos
MENEZES, J. F. S. et al. Deforestation, fires, and lack of governance are displacing thousands of jaguars in Brazilian Amazon. Conservation Science and Practice. 26 may. 2021.
JĘDRZEJEWSKI, W. et al. Estimating large carnivore populations at global scale based on spatial predictions of density and distribution – Application to the jaguar (Panthera onca). PLOS ONE. 26 mar. 2018.
ANTUNES, A. P. et al. Empty forest or empty rivers? A century of commercial hunting in Amazonia. Science Advances. 2016.
QUIGLEY, H. et al. Panthera onca (errata version published in 2018). The IUCN Red List of Threatened Species. 2017.
MORATO, R. G. et al. Avaliação do risco de extinção da onça-pintada (Panthera onca) (Linnaeus, 1758) no Brasil. Biodiversidade Brasileira. v. 3, n. 1, p. 122-32. 2013.
THOMPSON, J. J. et al. Environmental and anthropogenic factors synergistically affect space use of jaguars. Current Biology. 7 jul. 2021.
EIZIRIK, E. et al. Phylogeography, population history and conservation genetics of jaguars (Panthera onca, Mammalia, Felidae). Molecular Ecology. v. 10, n. 1, p. 65-79. Ene. 2001.
HAAG, T. et al. The effect of habitat fragmentation on the genetic structure of a top predator: loss of diversity and high differentiation among remnant populations of Atlantic Forest jaguars (Panthera onca). Molecular Ecology. v. 19, p. 4906-21. 2010.
LORENZANA, G. et al. Large-scale assessment of genetic diversity and population connectivity of Amazonian jaguars (Panthera onca) provides a baseline for their conservation and monitoring in fragmented landscapes. Biological Conservation. Feb. 2020.
KANTEK, D. L. Z. et al. Jaguars from the Brazilian Pantanal: Low genetic structure, male-biased dispersal, and implications for long-term conservation. Biological Conservation. Jul. 2021.
FIGUEIRÓ, H. V. et al. Genome-wide signatures of complex introgression and adaptive evolution in the big cats. Science Advances. 19 de Jul. 2017.

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