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Agricultura familiar

Un sistema contra el hambre

Una tecnología social desarrollada por la estatal Embrapa y la Universidad Federal de Uberlândia apunta a brindar opciones alimentarias a comunidades rurales y periféricas en Brasil

El estanque para la cría de peces es el corazón del sistema. Los residuos ricos en nutrientes producidos por la piscicultura son reutilizados por los demás módulos de producción animal y vegetal

Embrapa

Un estanque para la cría de peces es el meollo de un premiado sistema de producción de alimentos que están adoptando por miles de familias, principalmente de la región del nordeste de Brasil, para evitar el hambre. Esta tecnología, propuesta por la estatal Empresa Brasileña de Investigación Agropecuaria (Embrapa), utiliza el agua y los subproductos de un modelo de piscicultura intensiva en espacios reducidos para organizar módulos que garantizan la seguridad alimentaria en comunidades rurales, e incluso en áreas urbanas.

“El llamado Sisteminha, tal como se lo conoce, es ante todo una herramienta para combatir el hambre”, declara el zootecnólogo Luiz Carlos Guilherme, investigador de Embrapa Centro-Norte, en el estado de Piauí, en referencia al Sistema Integrado de Producción de Alimentos, lanzado en 2012. “El objetivo principal es sacar a las familias de la línea de pobreza, permitiendo que tengan un aumento de hasta un 300% en la diversidad de alimentos para consumo propio”, dice (lea el artículo sobre seguridad alimentaria). “El excedente y su comercialización pueden venir por añadidura”.

El responsable del desarrollo del modelo, Luiz Guilherme, estima que 4.500 familias en 11 estados brasileños (Bahía, Ceará, Espírito Santo, Goiás, Maranhão, Minas Gerais, Pernambuco, Piauí, Rio Grande do Norte, São Paulo y Tocantins), además de siete países de África (Angola, Camerún, Etiopía, Ghana, Mozambique, Tanzania y Uganda) han adoptado el paquete de tecnología modular adecuado para superficies de entre 100 y 1.500 metros cuadrados (m2). Los módulos propuestos son 15 (obsérvese la infografía), y las familias pueden utilizarlos según sus intereses.

El paquete básico inicial anteriormente citado está compuesto por cinco módulos: estanque de peces, gallinas ponedoras, compostaje, producción de lombrices y horticultura. También está la posibilidad de cría de animales. Todos aprovechan de alguna forma los residuos abundantes en nutrientes derivados de la piscicultura. El pienso industrial que se utiliza para alimentar a los peces termina dejando a disposición en el estanque nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio, que posteriormente se aprovechan para el riego y como abono de las plantas.

A lo que las familias deben dedicarle mayor atención y una inversión inicial es al estanque circular de 4,4 metros de diámetro y 70 centímetros de profundidad, con capacidad para 10 mil litros de agua, según el investigador de Embrapa, quien concibió la solución durante el desarrollo de su doctorado en la Universidad Federal de Uberlândia (UFU) para lo cual contó con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de Minas Gerais, titular de la patente.

En la región semiárida nordeste de Brasil, el sertón, tal como se lo conoce, que padece la escasez hídrica, el investigador explica que el agua para el estanque de peces puede adquirirse con los camiones cisterna, comunes en allí. El paquete ofrece soluciones relativamente baratas para la construcción de un filtro biológico destinado al tratamiento del agua, de una bomba de recirculación y aireado del estanque y de un sedimentador, que separa los residuos sólidos del líquido.

“En primera instancia, construí el estanque más artesanal y barato posible, empleando troncos de la palmera llamada babasú (Attalea speciosa), cartón y lona plástica”, relató a Pesquisa FAPESP el docente y locutor jubilado Paulo Afonso Silva Santos, a quien en la ciudad piauiense de Esperantina lo conocen como Paulo Brasil. Eso fue en 2013, cuando él tomó conocimiento del proyecto. Desde entonces, en todas las casas que alquiló como vivienda, él construyó un estanque de peces, siguiendo el modelo del Sisteminha, e implementó los módulos de gallinas ponedoras, una cabra, compostera y huerta.

“Siempre dispusimos de alrededor de 2 litros de leche por día”, dice Brasil, que vive con su esposa y sus tres hijos, de 6, 10 y 17 años. “Y eso con una sola cabra”. Con un promedio de 20 gallinas, afirma que produce 5.500 huevos por año y, aparte de, cada 100 días, obtiene entre 30 y 40 kilogramos de tilapia. “Como tengo limitaciones físicas por haber contraído poliomielitis y utilizo muletas para caminar, terminé mejorando el proceso y adaptándolo para un mínimo trabajo y un menor esfuerzo”. El excedente de huevos y leche de cabra se los vende a los amigos.

Una referencia alimentaria
El paquete de soluciones tecnológicas del Sisteminha, diseñado para atender las recomendaciones nutricionales de una familia integrada por cuatro personas, fue adoptado en ciudades, asentamientos rurales y comunidades remanentes de palenques e indígenas como política pública. Desde marzo de 2018, la técnica de enfermería Cláudia Leal y su hija Alba, técnica informática, se desempeñan como agentes de esta tecnología en la comunidad rural de Inajá, en el sertón pernambucano, donde se implementaron trece unidades en siete comunidades.

“Cada familia está integrada por entre cinco y ocho personas, pero indirectamente acabamos atendiendo a un número mucho mayor de gente, porque la comunidad desea conocer el Sisteminha”, relata Leal. “A causa de la pandemia, también hubo muchos pedidos para la compra de legumbres y hortalizas”.

“Es interesante hacer notar que las unidades cuyos trabajos han destacado están manejadas solamente por mujeres”, comenta Alba Leal. “Ellas se arreglan por su cuenta. Los varones solo colaboran de vez en cuando, ya que generalmente están afuera ocupándose de otros trabajos”.

Según dice Luiz Guilherme, cuando el Sisteminha se adopta como política pública, la inversión que realiza el estado es de unos 15 mil reales por familia. La tercera parte de ese monto es para costear las instalaciones necesarias, tales como el estanque de peces y otras estructuras; el resto se divide en partes iguales para solventar el primer año de piensos e insumos y para la asistencia técnica, el monitoreo y los traslados.

“El dinero lo distribuye el organismo público que provee la tecnología a la familia solo por esa única vez. A partir de los seis o siete meses, la familia comienza a tener autonomía en la producción de alimentos y se encarga de alimentar a los animales”, explica Guilherme. Según él, Embrapa transfiere la tecnología y provee la totalidad de la información al comienzo del programa a los productores o a los gestores de políticas públicas. “Después del primer año recurrimos bastante a la figura del multiplicador popular, que son personas que implementaron el sistema y tienen buen dominio del mismo, para ayudar a los participantes”.

La bióloga Adriana Miranda de Santana Arauco, docente de microbiología de suelos en la carrera de agronomía de la Universidad Federal de Piauí (UFPI), en el campus de Bom Jesus, ubicado en el sur del estado, ha manifestado su interés en llevar esta tecnología social a esa región. “Cuando hay un buen manejo de la tierra, cultivando hortalizas, vegetales y otros cultivos en un mismo espacio, puede respetarse el ciclo biológico del suelo”, sostiene. “Es una forma de producir mucho menos agresiva, muy diferente a deforestar e implantar un monocultivo empleando fertilizantes”.

Entre la variedad de reconocimientos que ha recibido esta tecnología, figura el Premio Celso Furtado al Desarrollo Regional, concedido por el Ministerio de Integración Nacional en 2017. El Sisteminha también es objeto de estudios en escuelas y universidades. Se instaló una unidad demostrativa en la Escuela Agrícola de Jundiaí (EAJ), una unidad académica especializada en ciencias agrarias perteneciente a la Universidad Federal de Rio Grande do Norte (UFRN) que funciona en el municipio de Macaíba, en el Área Metropolitana de Natal, la capital del estado. La coordinadora de extensión de la EAJ/UFRN, Karina Ribeiro, montó con ayuda de sus alumnos una unidad en una escuela municipal en Lagoa de Pedras, en el sudeste del mismo, como tesina de finalización de la carrera de uno de los alumnos de la institución.

En los últimos meses hubo que suspender un proyecto de extensión para la difusión del Sisteminha en un asentamiento de reforma agraria y en una comunidad tradicional remanente de palenque en Macaíba a causa de la pandemia, pero Ribeiro pone de relieve la importancia de esta tecnología como herramienta social para el desarrollo. “Lo primordial es que estabiliza una situación de fragilidad de una familia o de una comunidad”, pondera. “El sistema permite una producción escalonada y requiere cierta conexión del hombre con la tierra. Nosotros le exponemos al productor las posibilidades, pero le cabe a él llevar a cabo el correspondiente desarrollo”.

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