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Carta de la editora | 295

Una vasta enfermedad

Cuando a principios de año aparecieron en China los primeros informes de una nueva enfermedad, se la describió como una “neumonía misteriosa”. Algunos meses más tarde, con 25 millones de casos y 900 mil muertos en todo el mundo, ya se sabe que el covid-19 es una afección más vasta y compleja de lo que se suponía. El inmunólogo Anthony Fauci, director de la agencia estadounidense especializada en enfermedades infecciosas declaró que en sus 40 años de lucha contra distintos brotes nunca había visto un patógeno con un abanico tan amplio de manifestaciones clínicas.

Los datos referentes a los casos de infección causada por el Sars-CoV-2 muestran que el virus puede provocar daños graves en los pulmones, pero también que afecta a órganos tales como el cerebro, el corazón, el hígado, el páncreas y también los riñones. Es una enfermedad de evolución lenta con consecuencias no esperadas: cada vez es mayor la cantidad de pacientes que reportan síntomas debilitantes durante períodos extensos. El artículo estampado en la portada muestra lo que se sabe sobre las complicaciones derivadas de la acción del virus en el cuerpo humano tras la fase aguda de la enfermedad.

El texto que comienza en la página 24 muestra que aún sin disponer de un antiviral efectivo, los equipos de salud apuntan a reducir la inflamación causada por el nuevo coronavirus, y prevenir y combatir la formación de coágulos. Esta edición también incluye artículos sobre inmunidad colectiva, sobre la movilización de la sociedad civil para financiar investigaciones y sobre la brecha existente entre la producción científica y la asistencia odontológica en el SUS, puesta en evidencia por la pandemia. Entre los textos se intercalan testimonios de investigadores que relatan sus actividades durante la cuarentena.

Los modelos biológicos elaborados en el laboratorio del neurocientífico Stevens Rehen, utilizados para estudiar cómo afectan el desarrollo cerebral las infecciones causadas por virus, tienen ahora una nueva aplicación. En su institución, la UFRJ, muchos científicos han puesto manos a la obra para contribuir con el esfuerzo internacional en la lucha contra el Sars-CoV-2. La mayor universidad federal de Brasil, oficialmente centenaria el 7 de septiembre de 2020, tiene motivos para celebrar. Con más de 50 mil estudiantes de grado y casi 12 mil de posgrado, se ha consolidado como una prestigiosa institución de educación superior e investigación, con una producción científica sólida y creciente.

En sus comienzos, bajo la denominación de Universidad de Río de Janeiro, fue la primera casa de altos estudios creada por el gobierno federal. El reportaje de la página 54 muestra cuánto tiempo le tomó a Brasil crear universidades en comparación con sus vecinos; empero, al cabo de un siglo, el país ha logrado consolidarse como un importante centro de formación e investigación científica. Una breve historia y balance de la UFRJ, la presentación de una de sus áreas de excelencia, la de biociencias, y de un instituto que sobresale por sus actividades en colaboración con el sector productivo (la Coppe), además de dos entrevistas, componen el especial dedicado a la institución. De cara al futuro, el físico Luiz Davidovich, presidente de la Academia Brasileña de Ciencias, aboga por la oferta de una formación más amplia y menos segmentada en la universidad. La trayectoria de la antropóloga Yvonne Maggie coincide con la de la institución: se graduó en ella y se inició como docente allí en 1969, dirigió el Instituto de Filosofía y Ciencias Sociales y, desde 2017 es profesora emérita. Experta en religiones afrobrasileñas, para ella la antropología hace posible dejar de mirarse el propio ombligo y entender lo que el otro piensa y siente.

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